El nuevo presidente de la Federación Española de Fútbol, Rafael Louzán, elegido el pasado 16 de diciembre, tenía, por encima de todos, un objetivo deportivo: había que dejar cerrada la renovación de Luis de la Fuente como seleccionador antes de que el Tribunal Supremo se pronuncie sobre su recurso por una condena por prevaricación que le inhabilita para cargo público durante siete años. La fecha clave para todo ese proceso es el próximo 5 de febrero, de modo que atar al técnico campeón de Europa corría prisa. Este lunes se ha hará público el acuerdo, que dejará a De la Fuente en el banquillo durante varios años, previsiblemente hasta 2028, después de la Eurocopa de Reino Unido y la República de Irlanda.
Eso, la duración del contrato, sería lo más llamativo de esta noticia. Con Ángel María Villar los contratos eran de dos años en dos años, es decir, de gran campeonato en gran campeonato, una norma no escrita que mantuvo Luis Rubiales con Luis Enrique. Pues bien, parece que Louzán ha querido romper con esa dinámica y De la Fuente (63 años) estaría en el banquillo de la selección hasta que cumpla 67 tras la ratificación del acuerdo, que tendrá lugar hoy por la mañana en la Junta Directiva que se celebrará en Las Rozas.
Durante la tarde de este lunes se producirá el acto de presentación del acuerdo, una vez que el entrenador ha recuperado ya bastante movilidad después de la operación de rodilla a la que se sometió el pasado 3 de diciembre. Junto a De la Fuente renovaría todo su cuerpo técnico, con Pablo Amo, segundo entrenador, a la cabeza.
Tras una serie de despidos de personas vinculadas al ‘rubialismo’, esta es la primera decisión de calado que toma Louzán, afanado en estos meses en estrechar relaciones con todos los sectores del fútbol, pero pendiente de esa decisión del Tribunal Supremo que es cuestión de semanas.
¿Qué día empezó la concentración de España para esta Eurocopa? El 1 de junio, sábado. ¿Qué día se casó Mikel Merino en la parroquia de San Nicolás, en el casco viejo de Pamplona? El 1 de junio, sábado. Mikel Merino está pasando aquí la luna de miel, separado de su mujer, Lola, a la que sólo ve un rato después de los partidos y el día que De la Fuente concedió libre a la plantilla.
¿Quién marcó en el estadio del Stuttgart un 5 de noviembre de 1991?
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En una semifinal de Eurocopa, contra el equipo más poderoso del mundo en lo físico, finalista en los dos últimos Mundiales, España salió, vio cómo le metían un gol, se sacudió el polvo de los hombros, silbó, aceleró para marcar dos goles, remontar, y luego decidió que allí, en una semifinal de Eurocopa, con una hora por delante, ya no iba a pasar nada más. Como si fuera su potestad elegir los caminos de los partidos, también los de una semifinal de Eurocopa, como si dispusiera de un mando a distancia para darle al play, y luego al pause, y luego hacia delante, y luego hacia atrás, y luego al stop. España, en una semifinal de Eurocopa, gobernó la noche como le dio la gana, decidió lo que ocurría y lo que no, y agarrada al maravilloso descaro de un niño de 16 años, dueño de un gol estratosférico, le dio la vuelta al tanto francés y echó la persiana. Hasta aquí, dijo. Y hasta ahí. Luis de la Fuente y su muchachada han llevado a España a su quinta final continental, a las puertas de un título impensable hace no mucho, posible, probable, hoy. En una semifinal de Eurocopa, hizo lo que quiso, como quiso y cuando quiso. Esta es España. [Narración y estadísticas (2-1)]
Una España nacida de la desconfianza, forjada en la ignorancia, cuando no en la mofa, de una parte de la afición, que miraba con displicencia a un grupo de jugadores que permaneció callado, cabizbajo, rumiando, eso sí, algo parecido a una venganza, agarrados todos ahí dentro a la esperanza de darle la vuelta a todo y poner al país a sus pies, un país obligado hoy a reconocer el trabajo y el talento de un grupo humano que, más allá de lo que ocurra en la final, se ha ganado el respeto que hasta ahora no tuvo. Honor para España, finalista de la Eurocopa. Y honor para Lamine Yamal, el niño de 16 años, hijo de inmigrantes, que personifica esta nueva realidad española, tan diferente, tan cambiante, tan rica.
A estas alturas de torneo, los jugadores no entrenan. Ni españoles ni franceses habían hecho nada desde el viernes, cuando obtuvieron el billete a la semifinal. De hecho, se intuía un partido calmo, con los dos midiendo muy bien sus esfuerzos y los del rival. Sin embargo, en este juego de detalles que es el fútbol, y más llegados a este punto del torneo, Francia se puso por delante poco después de que lo hubiera podido hacer España. Fabién envió alto un cabezazo que parecía fácil, pero Kolo Muani sí acertó. No habían pasado ni 10 minutos y Francia estaba por delante casi sin haberse desperezado, y además Jesús Navas con amarilla por frenar una contra con pinta de 2-0.
Como quien se levanta de la siesta
Era la segunda vez que la selección estaba por detrás en el marcador. La otra vez fue contra Georgia. Y claro, Francia no es Georgia. O sí, porque lo que ocurrió desde ese momento es muy difícil de explicar. Cuando encajó, España mantuvo la calma. De hecho, tardó bastante menos en empatar, y no necesitó ni de coraje, ni de empeño, ni de suerte, ni de una jugada maravillosa. Bastó que un crío que acaba de aprobar la ESO cogiera la pelota, levantara la cabeza y pusiese en órbita un disparo maravilloso. Lamine Yamal es un niño, un puñetero niño que juega como un mayor, que levanta la cabeza, que pasa, que centra y que, sí, también regatea, pero que, ante todo, juega al fútbol como los dichosos ángeles.
La parábola de su disparo, inalcanzable en diez vidas de Maignan, catapultó a España, un equipo en trance que, cinco minutos después, se adelantaba porque Dani Olmo hizo un quiebro delicioso a Upamecano cazando el rebote de un centro. Su tiro, que iba a portería, lo desvió Koundé por si acaso, como para asegurarse de que entraba sí o sí. Había remontado España como quien se levanta de la siesta. Aguantó a pie quieto los intentos franceses, que no fueron pocos en la primera parte. El equipo de Deschamps trató de hacer daño a España en dos facetas: los cambios de orientación y las jugadas a balón parado.
Olmo festeja el 2-1 en Múnich.AFP
Mbappé, sin máscara, fue menos Mbappé que Dembélé. El ex futbolista del Barça molestó a ratos a Cucurella, y Nico Williams tuvo que ayudar lo suyo ahí. Navas, entretanto, en el duelo que se presumía tan desigual, se mantuvo con bastante más que dignidad hasta su lesión. Al equipo, en algún momento, le costó llegar a la presión porque las piernas están como están, y eso permitía a Francia encontrar alguna vía, sin éxito.
Jugar a que no pase nada
De modo que España, la España donde De la Fuente se limitó a poner a los suplentes de los sancionados y lesionados, ni más ni menos, llegó al descanso por delante y confiada, consciente, más que nunca, de la diferencia física con su rival. Era el momento de no ir al choque. Había que jugar a otra cosa. Había que jugar, por ejemplo, a que no pasara absolutamente nada.
Eso fue lo que hizo España a la vuelta del descanso, buscando trastear con la paciencia, y el físico, del rival, y al rival, claro, cuando le toca proponer, suda tinta. No pasaba nada, ni bueno ni malo, así que Deschamps quitó del campo a Rabiot y a Kanté para meter a Griezmann y a Camavinga. Mbappé ya era delantero centro, porque también se fue Kolo Muani para dar paso a Barcola, que se instaló en la izquierda. Para desgracia de Deschamps, siguió sin pasar nada.
España jugó toda la segunda parte como si fuese el tiempo de descuento. No hizo mucho por atacar, pero como tampoco le hacían daño, fue dejando pasar el tiempo en un ejercicio de madurez algo inquietante. Tanta tranquilidad en una semifinal de una Eurocopa asusta. De la Fuente debió pensar que no fueron tan buenos los cambios contra Alemania, y sí, metió a Merino y Oyarzabal, pero dejó en el campo a Nico y a Lamine por si acaso. Deschamps echó mano de Giroud como quien reclama al Cid, pero allí seguía sin pasar nada. En una semifinal de Eurocopa, hasta España pitó el final del partido.
En la actual estructura de la Federación, en los despachos cercanos al poder, sobrevive un grupo de personas que ha hecho de eso, de la supervivencia, su razón de ser. Muchas de esas personas llegaron de la mano de Luis Rubiales, pero cuando Rubiales les bajó el pulgar y les desterró antes de irse, fueron discretas. Y cuando Rubiales cayó, se movieron en las zonas oscuras de Las Rozas lo suficientemente bien como para convertirse en manos derechas de Pedro Rocha. Y ahora que ha caído Rocha, son quienes están detrás de Rafael Louzán, el presidente de la territorial gallega, condenado a siete años de inhabilitación para cargo público por prevaricar cuando era presidente de la Diputación de Pontevedra y que, sin embargo, ha tratado estos días, a voces incluso delante de sus interlocutores, de ser el heredero que la familia de los presidentes de las territoriales nombrase para ocupar el trono de la Federación.
Y puede conseguirlo, pero en contra de lo deseado (por él y por esas personas que le asesoran) deberá enfrentarse en unas elecciones, el próximo día 16, a otro presidente de una federación territorial.
Paréntesis: podrá presentarse si el Tribunal Administrativo del Deporte (TAD) no se lo impide al estudiar las denuncias que va a recibir de Miguel Galán, presidente de CENAFE, y quizá del propio Gobierno a través del CSD. Fin del paréntesis.
Sin el apoyo de las territoriales
Louzán, consciente de que la aventura le puede durar poco por sus antecedentes, se alió durante el fin de semana con Sergio Merchán, el presidente de la extremeña. Entre ambos, según sus propias fuentes, presentaron 82 avales. Otras fuentes rebajaban esa cifra a 70. En todo caso, presentaron avales con la suficiente holgura como para ser considerados, a falta de la confirmación oficial, que llegará hoy, candidatos, y con el apoyo de varias federaciones, la más visible, la catalana. La sorpresa fue cuando Salvador Gomar, el presidente de la federación valenciana, acudió también a la Ciudad del Fútbol ayer tarde con 26 avales (cinco más que los 21 exigidos, que son el 15% de los 142 asambleístas). Los outsiders, Juanma Morales y Gerardo González Otero, no llegaron al mínimo exigido.
Es decir, Louzán no cuenta, como se filtró desde la Federación a finales de la semana pasada, con el apoyo unánime de las territoriales. De hecho, nunca lo tuvo. El miércoles pasado, delante de todos, trató, a voces, de convencer a sus compañeros de que era la única opción. Sin embargo, no todos lo veían así. Salvador Gomar era uno de estos últimos. A propuesta del propio Gomar, se vieron cara a cara al día siguiente, el jueves, en un restaurante de Madrid.
«todos tenemos mochilas»
A esa reunión acudió Louzán acompañado por dos desconocidos, y le dijo a Gomar que iba a tener un centenar de avales, que es el hombre de consenso y que LaLiga le apoya. También le echa en cara varias cosas a Salvador Gomar. Lo primero, la carta «contra Rocha» que el pasado febrero, Gomar envió a Fernando Molinero, el director general del CSD, ante las dudas sobre cómo debía ser el proceso electoral. Y después, algo muy parecido a las amenazas.
A Louzán, sus detractores le acusan de llevar la «mochila» de una posible confirmación de condena por prevaricación por parte del Tribunal Supremo (que decidirá el día 5 de febrero). «Tú me hablas de mochila, pero todos tenemos mochilas», le dijo a Gomar. Primero le habló de una denuncia, archivada provisionalmente, de una trabajadora de la Federación de Fútbol de la Comunidad Valenciana (FFCV) por acoso laboral. La trabajadora, de baja, demandó a la institución y a Gomar como máximo responsable. También le habló de un «dossier personal» con asuntos familiares sin ninguna trascendencia pública. Saber que su rival iba a usar esa guerra sucia hizo a Gomar plantearse si merecía la pena, y de hecho, anunció en un chat de todos los barones que se retiraba de la pelea.
Sin embargo, al día siguiente, viernes, otros presidentes y asambleístas le hicieron ver que había que plantar cara. Y, pese a las amenazas, Gomar se ha pasado el fin de semana recabando apoyos. Tiene ese apoyo, explítico o implícito, de Pablo Lozano, el presidente de la andaluza, que poco más o menos es lo mismo que tener el del Gobierno. Tiene también los de la federación balear y de Castilla la Mancha. También cuenta con un aval ciertamente significativo: el del Villarreal. Louzán presume del apoyo de LaLiga, pero que Gomar tenga al equipo de Fernando Roig, hombre muy cercano a Javier Tebas, indica que quizá LaLiga esté jugando con dos barajas.