El rugby español avanza hacia su regreso a unos Juegos Olímpicos. En la tarde de este martes, la selección masculina de seven ha superado el torneo preolímpico europeo y pasa a una repesca que, al inicio del próximo verano, adjudicará el último billete para París 2024. Los Leones han quedado terceros en esta competición disputada en Polonia, donde sólo se han visto superados por Gran Betaña a Irlanda.
La selección española ha conseguido su objetivo básico -el máximo era el oro y la plaza directa- con una gran actuación en el encuentro contra Portugal por el tercer puesto. Su brillante primera parte se cerraba con un elocuente 0-28 a favor. Aunque el choque había comenzado con muchísimo ritmo, los jugadores de Paco Hernández se han adueñado del balón y, con saques recuperados y posesiones largas, han roto cuatro veces la defensa lusa. La ventaja se ha ampliado todavía más en la reanudación hasta llegar al 0-42 definitivo.
Ya a primera hora de la tarde, los Leones habían demostrado que son un rival áspero, incómodo para cualquier contrincante. Jugaban en semifinales contra Gran Bretaña y se pusieron por delante, aunque recibieron una rápida réplica (7-7). Una nueva galopada británica (7-12) no pudo ser contestada por la prolongada posesión española antes del descanso. Pese a competir hasta el final (7-19), los jugadores de Paco Hernández se encontraron con rivales tan duros como ellos en los contactos, igual de rápidos en los despliegues y más hábiles en los balones en el suelo.
Ha sido su única derrota después de que el lunes no dieron opción en los cuartos de final a Italia, a la que superaron de principio a fin con un marcador de 36-7. Antes, en la fase previa de grupos, habían batido con claridad a Bélgica (26-12), República Checa (40-14, tras un sorprendente empate a 14 al descanso) y Georgia, a la que dominaron incluso en contundencia física (35-7).
El paso adelante del equipo masculino español contrasta con la decepción del femenino que, pese a llegar como uno de los conjuntos favoritos a este torneo, cayó el lunes en cuartos de final contrar pronóstico ante República Checa y perdió todas las opciones de acudir a la cita olímpica.
Ambos conjuntos de rugby a siete han cambiado de seleccionador a lo largo de la temporada. Paco Hernández sustituyó a principios de año a Pablo Feijóo al frente de los Leones e Ignacio Martín tomó el relevo de Pedro de Matías con las Leonas hace sólo dos meses.
Pero el contexto competitivo ha sido muy diferente en los últimos meses. Mientras ellos -debido a una reducción de plazas- se han visto obligados a luchar hasta el último partido para eludir el descenso de las Series Mundiales, las jugadoras han tenido una temporada de formación sin grandes exigencias de resultados. Y eso pudo pesarles en el primer partido sin margen de error que se les puso cuesta arriba.
La próxima temporada será especial porque las Series Mundiales, la competición de mayor exigencia y regularidad, harán escala por vez primera en Madrid y con ambas selecciones españolas entre las participantes por derecho propio. Y porque, como colofón, el resultado de esta tarde mantiene la esperanza de que el rugby de nuestro país esté presente en los Juegos Olímpicos de París.
La selección española de rugby regresará a un mundial. Tras su victoria de este domingo en Suiza (13-43) y la del anterior contra Países Bajos (53-24), los Leones se han clasificado para Australia 2027 sin necesidad de esperar al choque contra Georgia. Tienen ante sí la ocasión de recortar la brecha con la élite que el profesionalismo abrió. Este hito atraerá inversiones para acelerar el desarrollo y partidos internacionales de calidad; debería traducirse en el aumento de practicantes y de patrocinadores.
En 2027 acabará un desierto de 28 años. "Dejar un legado" era el último propósito que enunciaban protagonistas del anterior ciclo, como Alvar Gimeno o el capitán Fernando López, cuando se consumó en 2022 la segunda descalificación por alineación indebida. De aquellos 45 jugadores apenas queda una decena, la mitad titulares.
La transición hacia la selección que hoy dirige Pablo Bouza la iniciaron su predecesor, Santiago Santos, y el segundo entrenador con ambos, Miguel Velasco. Bouza llegó en enero de 2024. Tenía un año antes de esta fase de clasificación. Según contó a EL MUNDO, se propuso "arreglar sólo lo que no funcionaba".
El técnico argentino ha acelerado el debut de muchos jóvenes. También ha mantenido a un puñado de veteranos, como el apertura Bautista Güemes. Aun lesionado, vivió con sus compañeros los días previos al triunfo contra Países Bajos. "Lo primero, queremos jugar; y aparte de eso, guiar un poco al grupo, ayudar, estar para el equipo", dice sobre su papel.
La era Bouza comenzó en el Campeonato de Europa de 2024. España acabó en una esperanzadora tercera posición, pero sufría en el contacto físico. Un aspecto que no sólo es básico en el rugby actual, sino en el juego de Países Bajos, el principal rival de este febrero. Con ese foco, la Federación organizó una gira en julio por el Pacífico Sur. El plan obligaba a cambiar vacaciones por entrenamientos.
En junio los Leones se concentraron en Valladolid. "Lo sufrimos todos juntos", dice Güemes al evocar el impacto de esas tres semanas en unos cuerpos castigados por la temporada. "Es un equipo que reacciona bastante bien al trabajo físico y nos gusta construir sobre esa premisa porque implica un tipo de carácter más luchador", explica la preparadora física Mar Álvarez. "El resultado se ve también en la forma de afrontar los partidos y de sentirse preparados", recalca. "Nunca he visto jugadores tan reventados, pero después fueron a Samoa y Tonga y se sintieron bien. Si el jugador lo hace y ve el resultado, sabe que sirve", reconoce Bouza.
Hugo González y 'Tití' Futeu se abrazan tras el partidoReal Federación Española de Rugby
Tras unos días de descanso el equipo puso rumbo al fin del mundo. Güemes define la gira como "buenísima, muy positiva"; el viaje, "eterno". Barcelona - Doha - Auckland - Fiyi - Samoa - Fiyi - Tonga - Fiyi - Auckland - Doha - Madrid. Casi 48.000 kilómetros en otras tres semanas para medirse a dos selecciones mundialistas. Los Leones, endurecidos y engrasados, tuvieron opciones en su derrota en Samoa (34-30) y vencieron por primera vez a Tonga (20-29).
"Los tiempos libres fueron muy buenos, ahí nos dimos cuenta de que podíamos llegar al objetivo", recuerda Bautista Güemes. Los jugadores visitaron playas y reservas. "Votábamos donde queríamos ir, lo hacíamos todo juntos", destaca. En el ciclo anterior, compara, "no hacíamos todos lo mismo, había buena relación, eh, pero en este equipo se ve más unión, el equipo es lo primero".
La preparación ha elevado el nivel medio de la plantilla pese a la ausencia de algunos jugadores de clubes de élite de Francia. "Los jóvenes que se van incorporando lo hacen dentro de ese ambiente de trabajo y exigencia", corrobora Mar Álvarez. La España en construcción lucía buenos cimientos. Restaban, en noviembre, tres partidos. De nuevo, rivales de físico poderoso: Uruguay (victoria 33-24), Fiyi (derrota 19-31) y Estados Unidos (derrota 23-26).
16.000 espectadores asistieron en Valladolid al choque contra Fiyi, cuartofinalista en el último mundial. La selección destacó en defensa en la primera mitad y llegó a adelantarse 19-6 antes de ser superada por las carreras visitantes. "Supuso una demostración clara de intenciones, de que este equipo no se va a dejar ganar fácilmente aunque digan que es joven", valora Álvaro García, capitán aquel día a sus 21 años y este domingo en Suiza. Como buena parte de la plantilla, no había nacido en 1999, cuando la selección disputó su único mundial. Él ejemplifica el cambio de perfil de los internacionales que viven en Francia. La selección solía reclutar allí a jugadores galos, hijos o nietos de españoles, con una carrera contrastada. Ahora jóvenes formados aquí comienzan a despuntar en el país vecino. El vínculo es más estrecho porque muchos se conocen de las categorías inferiores. "Disfrutan de jugar con España, el grupo está muy bien y eso se nota en la cancha, son solidarios", dijo Bouza al acabar 2024.
El equipo, este domingo, tras el triunfo que les daba la clasificaciónReal Federación Española de Rugby
"Confianza" fue la palabra que más repitió cuando le entrevistó EL MUNDO a finales de enero. Aunque la clasificación iba a decidirse en partidos que se tomaron como eliminatorias, el staff moduló la presión centrándose en el trabajo realizado. "Si decimos que es fácil estamos muertos", apuntó el segundo entrenador, Miguel Velasco, a la prensa días más tarde. "Me siento tranquilísimo, no tengo ningún miedo", añadió en la siguiente respuesta.
La idea de legado se hizo visible la noche anterior a la victoria contra Países Bajos. Como avanzó Relevo, en una conversación con Víctor Alonso, director de marketing de la Federación, el mánager de la selección comentó que tenía muy presentes a los jugadores de la etapa anterior, que consiguieron plaza para dos mundiales pero quedaron fuera por sanciones a errores en los despachos. "Doy todo por estos chicos ahora mismo pero no se me olvida la gente de antes, que no ha podido estar en un mundial porque se ha hecho mayor", revive el mánager Pablo Pérez.
Su reflexión se plasmó en un mensaje, "Va por vosotros", en la camiseta amarilla que se colgó en el vestuario. Alvar Gimeno la mostró tras el partido. En la grada estaba, satisfecho, el anterior capitán, Fernando López. "Es tener en cuenta que son parte de esto", remata Güemes.
Santiago Santos armó una selección competitiva y muy veterana, era consciente de que tendría que renovarla. Pablo Bouza ha tenido una preparación más exigente para un camino más sencillo. Su mérito radica en confiar en la calidad de los jóvenes, en construir un bloque más homogéneo, un equipo de futuro. "Con la cabeza y las ganas que hay, el tope está donde quieran llegar", afirma Bautista Güemes. El regreso a un mundial recoge el legado desde la generación perdida a la que puede protagonizar la edad del despegue del rugby masculino español.