Hay jugadores que, en torneos tan importantes como las Eurocopas, tienen estrella. No son muchos, sólo unos pocos son los elegidos, pero aquellos que la poseen son capaces de decidir, con su magia, ese tipo partidos que tanto hacen sufrir a sus aficionados. Arda Güler es de esos jugadores y quizás por eso, Ancelotti le ha elogiado tanto y ha podido hoy ser decisivo para que su selección se hiciera con la victoria. [Narración y estadísticas (3-1)]
El partido comenzó con el equipo de Montella, conocido por su paso por Sevilla y ahora entrenador de los otomanos, dominando claramente la posesión ante una Georgia que esperaba paciente atrás para ser contundente y directo en ataque.
Tras un primer aviso de Ayhtan al palo, un centro desde la derecha, que había quedado suelto en la frontal, lo voleó Muldur a la escuadra de Mamardashvili. Perder la dama no significaba la derrota, aunque Turquía estuvo muy cerca del jaque mate a la jugada siguiente cuando el VAR anuló, por fuera de juego, un remate de Yildiz tras un pase del jugador del Real Madrid al primer palo.
Salvado el susto, los georgianos abandonaron el enroque y una brillantísima jugada de Kochorashvili por la izquierda, la culminaba Mikaudatze para volver a las tablas.
Mikautadze celebra su gol en el BVB StadionFRIEDEMANN VOGELEFE
En la segunda parte nada cambió. Turquía mandaba y Georgia respondía con ataques rápidos para intentar dar la sorpresa en el BVB Stadion. Pero, como decíamos, esa estrella tenía que aparecer y lo hizo dejando una gran estela a su paso. En el minuto 65, Güler encaró hacia dentro desde la frontal del área y con una rosca perfecta, enviaba el balón a la escuadra para ponía a su país por delante. Una genialidad propia de un astro emergente.
Ya en el 85, Mamardashvili impidió que Yazici sentenciara y en un caótico final, Georgia estuvo muy cerca de cambiar la historia. El portero del Valencia subió a rematar el último córner para obrar el milagro, pero el despeje del guardameta turco lo aprovechó Akturkoglu para marcar a puerta vacía el tercero en el 97.
Celebración por todo alto de lo alto de los turcos que tienen en su joven talento, una ilusión a la que aferrarse.
Sucumbe Mbappé, sucumbe el Madrid. No es necesariamente el axioma de lo que sucedió en Anfield, pero dada la jerarquía del futbolista y el esfuerzo e inversión del club en el francés, la relación es evidente. Lo fácil es señalar a Mbappé por el penalti errado cuando el Madrid se aferraba a esa acción como un náufrago a un tablón en mitad de la tempestad. Un penalti, sin embargo, lo falla el mejor. Que se lo pregunten a Salah. A Mbappé hay que preguntarle por otras cosas, después de un partido errático, repleto de imprecisiones. También lo hizo Güler, el esperado Güler, pero la espera de uno y otro no tienen nada que ver, ni cuestan lo mismo. [Narración y estadísticas (2-0)]
Mbappé no es el único culpable de esta derrota ante el Liverpool (2-0) que pone al Madrid en una situación muy comprometida en la Champions, destinado a luchar por la pedrea en una primera fase nueva y extraña. El tiempo de los miuras queda lejos y es el tiempo del Madrid, pero la primera feria deja muchas sospechas, tras caer ante el Lille, el Milan, peores equipos que este Liverpool, con pleno en la Champions y líder de la Premier. Siguiente parada, Bérgamo, el Atalanta. De este modo, cualquiera lugar invoca una oración.
Las sospechas se ciernen sobre Ancelotti, por la irregularidad del equipo, y sobre Mbappé. Al primero le excusan las lesiones; al segundo, nada. Sin Vinicius, lesionado, Anfield era la arena para que buscara su lugar en el sol, después de un arranque de temporada tibio, donde apenas ha sido un crack de highlights. Hoy, la distancia entre Vini y Mbappé es un abismo, una sima. La ansiedad del francés, que lo que más cerca estuvo del gol fue de rebote, es un hecho, pero la ansiedad difícilmente es titular en el Madrid.
El 'vietcong' del liverpool
Mbappé era uno de los perfiles ofensivos escogidos por Ancelotti para un Madrid poco ofensivo. Tampoco eso es una coartada. Puede ser un contrasentido o puede ser un ejercicio de realismo, dado el parte de bajas del Madrid y la vocación de un Liverpool capaz de poner Anfield cuesta abajo cuando ataca. El día después de Klopp es el día siguiente, ahora de la mano de un desconocido de los banquillos, Arne Slot, que parece sacado de la carpeta de un head hunter. Se va el divo, se queda la idea.
Presiona y corre, corre mucho el Liverpool, algo que al Madrid le cuesta mucho aguantar con el mismo lenguaje. En Anfield tocaba el Madrid de la resistencia, el Madrid del Etihad, frente a un fuego ofensivo frenético cuando encuentra su ritmo, con futbolistas que alternan posiciones y roles, sin ofrecer referencias, como un ataque del Vietcong. La única solución era romper ese ritmo.
Lo consiguió el Madrid con un buen repliegue, aunque sin impedir las oportunidades que se sucedieron en la primera mitad. Courtois paró a quemarropa ante Darwin Núñez, Rüdiger cortó un centro de gol con el rostro inyectado y Asencio reaccionó a tiempo de sacar el balón sobre la línea después de su propio rechace. Nada más llegar al primer equipo y nada más empezar, era la jugada que puede condenar a quien llega de la cantera, siempre en debate, siempre bajo sospecha y siempre, o casi siempre, demasiado lejos del primer equipo del Madrid. Los centímetros que le podían haber señalado, en cambio, lo elevaron en su autoestima, sólido en su papel y bravo a empujones con Darwin Núñez. Aunque le costara una tarjeta, demostró cuajo en el área de Anfield. No es cualquier lugar. La maniobra de Mac Allister antes del gol lo encontró en el pulso final, pero el problema se había originado con anterioridad, en la falta de anticipación antes de que recibiera el delantero en el área.
Gakpo festeja el 2-0 junto a Van Dijk, Salah y Luis Díaz.AFP
El tanto fue la consecuencia del asedio que el Madrid no pudo impedir con el break del descanso. Fue peor. El segundo tiempo arrancó, de hecho, con la mejor intervención de Courtois, mano abajo, continuó con el gol y, de inmediato, la lesión de Camavinga, hasta entonces el mejor futbolista del Madrid, junto con Courtois.
Una serie negra que, sin embargo, dio paso a los cambios y a una ocasión aparecida de la nada gracias a uno de sus protagonistas. Lucas Vázquez saltó al campo para que Valverde, inicialmente lateral, pasara al centro del campo, junto a Ceballos. La primera vez que pisó el área, Lucas Vázquez provocó un penalti de Robertson. Mbappé dio entonces continuidad a su partido. Lo lanzó mal, como lo haría Salah, pero con mejores antecedentes. La mejora del Madrid fue insuficiente frente al gol de Gakpo. Mbappé miró al césped sin respuestas. A él lo mira el madridismo.
Seis victorias seguidas después de la derrota del Metropolitano hablan a la perfección de cómo el molde de Alonso comieza a cuajar en el césped del Bernabéu. Ante el Valencia y otra vez con Mbappé como estrella anotando un doblete, acompañado de los golazos de Bellingham y Carreras, el conjunto blanco sumó el décimo triunfo en Liga en 11 encuentros, el 13º si contamos los tres de Champions. Unos datos que asustan camino de Anfield y que zanjan el ruido de la polémica con Vinicius. [Narración y estadísticas (4-0)]
Xabi Alonso anunció el viernes que no habría «ninguna represalia» hacia el brasileño por su reacción al cambio del clásico y lo cumplió. El delantero fue titular, recibió el cariño de la grada, como su entrenador, fue parte del triunfo de su equipo ante el Valencia y terminó sustituido en el minuto 79 justo a la vez que Mbappé. Decisión inteligente de Alonso y choque de manos entre ambos en el área técnica. «Asunto zanjado», como advirtió en la previa, y a mirar hacia otro lado hasta que el foco mediático apriete de nuevo.
Sobre el césped, el Madrid de Xabi clavó una tabla más en la vía que quiere construir para que su tren llegue a estaciones más lejanas que el curso pasado. Fue intenso en la presión, vertical hacia la portería rival y fino en la definición. Todo, claro, ante un Valencia inerte, hundido anímica y futbolísticamente, incapaz de respirar con balón y distraído en las acciones defensivas. Un cúmulo de situaciones que dejaron el corto 3-0 del descanso. Pudo ser peor.
A la espalda de los mediocentros
Con Güler y Bellingham sueltos por delante de Tchouaméni, Mbappé moviéndose con libertad y Mastantuono y Vinicius muy abiertos en las bandas, el Madrid se impuso con lógica en los espacios, aprovechó la debilidad valenciana en la espalda de los mediocentros y llegó con facilidad al área de Agirrezabala.
En los primeros 15 minutos, Mbappé, Bellingham y Vinicius probaron al portero y el Valencia apenas pasó del medio del campo, aguantando el empate hasta que una mano de Tárrega en un córner, revisada por Busquets Ferrer en la pantalla del VAR, permitió a Mbappé abrir el marcador desde el punto de penalti. El galo, que había fallado ante el Barça, repitió el lado del clásico pero definió abajo, superando la estirada del guardameta.
El tanto hundió todavía más el duelo hacia las redes de los de Corberán y el Madrid disfrutó. Movió rápido la pelota, se asoció, intercambió posiciones y estuvo muy intenso en la defensa tras pérdida. En el 30, uno de esos movimientos lo aprovechó Güler para situarse sin marca en la frontal del área. Lo vio Bellingham al hueco, el turco tuvo pausa, vio a Mbappé en el área y le puso un balón medido para que el francés rematara cómodo el 2-0.
Bellingham, ante Santamaría, el sábado en el Bernabéu.EFE
Al Valencia le temblaban las piernas fruto de una delicada situación en la tabla, con nueve puntos en diez encuentros. Los pases no eran finos y llegaban tarde a muchos duelos. Como Thierry, que hizo penalti sobre Carreras en el 41. Un penalti de falta de concentración y de olvido del contexto. A pesar del error del lateral, Vinicius, obsequiado por Mbappé con el lanzamiento, envió el balón al cuerpo de Agirrezabala.
Se mantuvo el 2-0, pero sólo por un minuto, porque Bellingham se sumó a la fiesta con un disparo potente desde la frontal que sorprendió al portero y se coló por el lateral interno de la red. El inglés, en el tercer encuentro consecutivo marcando, mostró de nuevo que parece haber recuperado la chispa.
El gol, más allá del tópico, fue psicológico para todos. Alonso retiró del campo a Tchouaméni, con amarilla, y a Güler, con molestias en un tobillo, y dio entrada a Ceballos y Camavinga. El cambio llamaba a un fútbol de más control y así fue. Los blancos durmieron el duelo y las sustituciones del Valencia tampoco abrieron demasiado el partido. Al revés. El cuadro de Corberán firmó los tres de desventaja y quiso resguardarse para intentar algún contragolpe imposible que, claro, no sucedió.
Primer gol de un español
El partido se aceleró cuando quiso Vinicius, que protagonizó los mejores momentos de la segunda parte hasta que Xabi decidió enviarle al banquillo en el 79. Antes, había corrido por banda para asistir a Mbappé y a Bellingham, pero se encontraron con el portero.
A partir de los cambios de los dos delanteros, el Madrid y la noche vivieron en los pies de Rodrygo y Endrick, haciendo el joven brasileño su debut esta temporada entre rumores de una posible cesión en enero. Provocó una amarilla, fue intenso en los duelos y vio desde el área el golazo de Carreras por la escuadra desde el pico izquierdo del rectángulo. El primer gol de un español en el Madrid este año, que consolidó las sensaciones de un partido roto.
El Madrid aterrizará en Anfield con seis triunfos seguidos y con la moral en el cielo, consciente de que llega a una plaza que el curso pasado cimentó su techo definitivo en Europa. Eran otros tiempos. Otro entrenador y otro Madrid.
El Madrid sigue vivo en la guerra de la Liga tras la batalla de Getafe, donde el pie de Arda Güler, timón y goleador, le valió para mantenerse a cuatro puntos del Barça. Tambaleó, eso sí, en un final de infarto donde jugó con uno menos por la lesión de Camavinga. La noche del sur de Madrid la hizo suya Güler. El turco aprovechó las rotaciones de Ancelotti, que sentó a Camavinga, Modric, Ceballos y Bellingham, y se convirtió en el líder del conjunto blanco. Acompañó a Tchouaméni y Valverde en el centro del campo, abandonó la mediapunta, bajó a la base izquierda de la jugada y ordenó y creó para los suyos en una parada clave en la lucha por la Liga. [Narración y estadísticas (0-1)]
El Madrid creció a partir de su pie izquierdo. Calmado, a pesar de la intensidad inicial del Getafe, pausó y aceleró el juego cuando debía, rompiendo líneas en conducción o tocando con los centrales a la espera de la presión rival. Su posición puede abrir una solución para Ancelotti a medio plazo. El Madrid busca desesperadamente un cerebro que complete el puzle de sus próximos años, alguien que sustituya las virtudes de Kroos. Y el turco, mediapunta como el alemán en sus inicios, tiene detalles para crecer en ese puesto.
Y además, Güler puso la guinda a su partido con el 0-1, que asentó las ideas del Madrid en Getafe y puso su mente camino de la final de la Copa del Rey de este sábado ante el Barcelona. Los de Ancelotti fueron superiores al cuadro de Bordalás, que apostó por un bloque sólido en defensa pero sin profundidad en ataque. No le ganó la batalla del centro del campo al Madrid, entregó el balón y estuvo vendido cuando los blancos consiguieron abrir su defensa.
Caminando por el alambre
Valverde y Fran García lo probaron en el primer cuarto de hora, justo antes del gol del turco. Vinicius arrancó en una contra tras un córner de los locales y provocó el tanto. Brahim no aprovechó el pase atrás del brasileño y el rechace terminó en Güler, que batió a Soria con la derecha desde la frontal del área. Sin reacción, el Getafe repitió un plan: balones largos para que Borja Mayoral se peleara con Asencio y alguno de los centrocampistas pudiera lograr una segunda jugada. Tuvo intentos, pero no puso en aprietos a Courtois.
En el otro área, el Madrid se adueñó del balón y buscó romper al espacio con Vinicius y Endrick, que entró en el lugar de Rodrygo y tuvo un mano a mano clarísimo en el minuto 30. Alaba le encontró en largo, el joven delantero tiró una pared con Vini y cuando estaba delante del portero, no logró superarle. Hubiera sido la sentencia de un partido que seguía en el alambre, a un gol de ponerle en bandeja la Liga al Barça.
Pero el paso por vestuarios descolocó al Madrid. Alaba, con molestias en la pierna izquierda, se quedó en la caseta y Camavinga entró en el césped, obligando a Tchouaméni a pasar al centro de la defensa. Y lo que carburaba a pleno rendimiento se gripó. Güler dejó el mando y los blancos comenzaron a perder duelos individuales alentando al Getafe. Lo vio Bordalás, que apretó la salida blanca y lo apostó todo al ataque, dando entrada al gigante Álvaro, canterano madridista, a Coba y a Peter, látigos en la banda. Por ahí nació el peligro local.
Una de las paradas de Courtois ante el Getafe.AP
El Madrid, con la Liga en juego, sufrió. Por el ímpetu rival y por sus propios errores, inadmisibles en un equipo que está peleando por el título. En el 56, Endrick tuvo otro mano a mano clarísimo ante Soria, pero con tiempo para pensarlo todo, intentó una vaselina que apenas se levantó del suelo. En la banda, Ancelotti se desesperó y llamó a Bellingham, que estaba calentando.
El enfado del italiano fue a más cuando Vinicius erró otra ocasión clarísima que hubiera sentenciado el duelo y les hubiera dado libertad para pensar en La Cartuja. El brasileño arrancó hacia portería en una contra, amagó ante varios defensas y en lugar de ceder a Bellingham, se jugó el disparo, forzado ante Soria, que sacó a córner.
Arambarri, en el otro área, perdonó la vida liguera del Madrid al definir desviado ante Courtois y el duelo entró en el drama con la lesión de Camavinga, que dejó a los blancos con diez en los últimos minutos. Ahí apareció el héroe Courtois, salvando a su equipo ante un disparo potente de Álvaro. Vivió el Madrid.