Sigue la polémica tras el Real Madrid – Almería del pasado domingo en el Santiago Bernabéu. Al debate por la actuación arbitral, en la que el colegiado del encuentro, Hernández Maeso, revisó tres jugadas diferentes en la pantalla del VAR, se unió ayer lunes la filtración de todas las conversaciones entre el colegiado de campo y la sala VAR, con Hernández Hernández al frente. Algo que hoy ha sido denunciado por la Federación Española de Fútbol ante la Guardia Civil.
La RFEF ha anunciado la denuncia y ha avisado que está realizando una “investigación interna“. La entidad presidida por Pedro Rocha, de la que depende el Comité Técnico de Árbitros, considera que es “extremadamente grave que se haya extraído este material audiovisual y espera que se encuentre una respuesta cuanto antes para depurar responsabilidades”.
Los audios filtrados han sido publicados por el programa ‘Jijantes‘, que presenta el periodista catalán Gerard Romero, y no deberían haber salido a la luz porque el CTA sólo cede a las televisiones aquellos audios de jugadas en las que se revise una acción en la pantalla situada entre los banquillos. En las dos acciones emitidas en ‘Jijantes’, una supuesta agresión de Vinicius a Pozo y otra de Chumi a Ceballos, el colegiado no acudió a la pantalla.
Los audios son “de ámbito totalmente profesional y privado y la RFEF mantiene abierta una investigación interna tras el mencionado suceso”, anunció la Federación, que adoptará “las medidas necesarias para garantizar la seguridad de todas las comunicaciones”.
Lille, Milán, Liverpool, Athletic, Barcelona dos veces, Espanyol, Betis... Y ahora b. No son sólo nueve derrotas, cinco en Liga, tres en Champions y una en la Supercopa de España en Arabia, son una lista de avisos sobre el nivel del Real Madrid. Vivo en el torneo continental, con los cuartos contra el Arsenal empezando mañana en el Emirates, vivo en la Copa del Rey, cuya final disputa el próximo día 26 ante el Barça, y vivo, aunque menos que el sábado por la mañana, en la Liga, a cuatro puntos de un cuadro azulgrana que el sábado le perdonó la vida empatando contra el Betis.
En números, se podría que decir que el conjunto de Carlo Ancelotti no está mal. Mantiene sus constantes en las tres competiciones cuando encaramos el mes de abril, algo que es una novedad en la historia reciente del Madrid, que por el camino del triplete siendo había dejado alguna batalla de lado. Suma una Supercopa de Europa y una Intercontinental este curso y aguarda el inicio del primer gran Mundial de Clubes una vez se terminen los trofeos tradicionales. Pues eso, «no estamos tan mal», como diría el culé Joan Laporta.
Pero la realidad también es otra: ha estado a un suspiro de llegar a estas alturas de año sin nada en juego. Las moneda de las prórrogas contra Celta y Real Sociedad en Copa y los penaltis contra el Atlético le salieron cara, por lotería y por el talento de una plantilla galáctica que no ha conseguido carburar y encajar todas sus piezas a la perfección desde el inicio de curso.
La lesión de Carvajal fue un palo mental y futbolístico, con la duda de en qué apartado ha influido más. Ancelotti ya le ha pedido que se sume a las concentraciones, como en la última eliminatoria de Champions contra el Atlético, porque necesita su voz, su empuje y sus gritos de vez en cuando. Porque no todo es fútbol.
En el césped, Lucas Vázquez sufre en el lateral derecho. El gallego ha sido titular en ocho de esas nueve derrotas y aunque el desastre ha sido grupal, con errores en diferentes posiciones, se le ha visto más superado que nunca. Una realidad que obligará al italiano a colocar a Valverde en el lateral derecho y a perder al uruguayo en el centro del campo. Y ahí, en ese movimiento, reside ahora la gran duda del once: el centro del campo. ¿Quién manda en el juego del Madrid?
A la ida contra el Arsenal no llegará Dani Ceballos, que se había hecho con el timón del juego en invierno, y Valverde pasará al lateral, por lo que Tchouaméni, Camavinga y Modric se disputarán dos puestos. El croata asume la varita, deseando renovar una temporada más, pero su edad no es sólo un número y se nota en algunos momentos de los encuentros. Y entre Tchouaméni y Camavinga, con virtudes extraordinarias ambos, ninguno ha dado el paso en la creación de juego.
El tercer hombre en esa construcción de la casa blanca podría ser Bellingham, pero en muchos encuentros de la temporada, como ante el Valencia, el inglés ha sido más delantero que centrocampista. Y Ancelotti, amante del 4-3-3 o el 4-4-2, observa ahora que el esquema se convierte en un 4-2-4, roto muchas veces entre atacantes y defensores. Volvemos a algunas palabras del inicio de curso: «Compromiso» o «actitud». Después de caer ante el Valencia, el italiano no recurrió a ellas, insistiendo en que habían merecido ganar, pero la primera parte y el tramo final fueron de suspenso.
Ahí hacen daño sus rivales, especialmente a balón parado, donde la actitud es primordial: el Madrid ya ha concedido cinco goles en saques de esquina en La Liga, récord en los últimos siete años. Y en ataque, se espera la mejor versión de Vinicius, esa que se ha visto a chispazos durante el curso. Los focos de la Champions y de Londres le aguardan para dar un golpe en la mesa.
Países Bajos apagó la revolución turca en Berlín. El conjunto otomano, revelación de la Eurocopa, se adelantó con un tanto de Akaydin a pase de la joya Güler y estuvo a unos minutos de dar la sorpresa y plantarse en las semifinales del torneo, pero entre De Vrij y Muldur, éste último en propia puerta, le dieron la vuelta a su sueño. [Narración y estadísticas (2-1)]
Cada partido de Turquía es una fiesta en Alemania, donde viven casi tres millones de inmigrantes otomanos que cada tarde en cada estadio hacen resonar ese «Ohhhhh Turkiye». Berlín volvió a ser suya, empujando a una selección intensa y divertida sobre el césped, con una sorprendente base de futbolistas del Fenerbahce y el Galatasaray y con Arda Güler y Calhanoglu como estrellas. Sus pies fletan balones que hacen volar a sus centrales, revolución de este torneo y detenidos en la orilla de las semifinales por una poderosa selección de Países Bajos, capaz, como los campeones, de levantarse cuando estaba hundida.
Los de Koeman saltaron al Olympiastadion con ganas de enfrentarse a Inglaterra en la previa de la final. En el primer minuto, Memphis Depay erró una clara ocasión dentro del área y el equipo dominó durante el tramo inicial. Schouten y Reijnders asumieron la posesión y los neerlandeses fueron mejores. Pero Turquía despertó.
Güler se acercó a Montella, hablaron y el conjunto otomano cambió. Dejó jugar a los centrales rivales y presionó cuando Gakpo, Simons o Reijnders tuvieron la pelota. Intensos y generosos en cada esfuerzo, así le dieron la vuelta a las sensaciones del partido.
Ritmo muy alto
Conscientes de que con combinaciones no podrían superar a Países Bajos, Turquía comenzó a buscar balones largos a la espalda de Aké y De Vrij con esos cohetes que tiene en las bandas: Muldur y Kadioglu, a los que Dumfries y Gakpo no seguían en las marcas. El duelo aceleró a un ritmo muy alto, diferente a lo visto en los encuentros de Francia e Inglaterra. Turquía mordió y encontró premio.
Después de un par de centros que murieron en el corazón del área pequeña sin que nadie los rematara, Güler por fin encontró destinatario a sus extraordinarios pases. En el 35, recogió el rechace de un córner y puso un balón magnífico con la derecha al segundo palo de Verbruggen, que dudó lo suficiente como para no llegar y que Akaydin, como hiciera Demiral en octavos, cabeceara a la red.
El shock de Países Bajos fue tan brutal como la locura turca en las gradas. El tanto fue merecido al empeño otomano en buscar el partido, en no tantear a su rival, en asfixiar la insulsa posesión neerlandesa. Baris se hizo grande en punta, forcejeando con el gigante Van Dijk y dando salida a los ataques de su equipo. La pregunta era cuánto tiene podría aguantar Turquía esa sexta marcha.
Gunok, ante Gakpo, tras la acción del 2-1.AFP
La respuesta, en la segunda parte. El conjunto de Montella se encerró en un 5-4-1 convertido en muro y Países Bajos pasó de jugar al fútbol al balonmano. Posesiones eternas de izquierda a derecha en las que se estrellaban una y otra vez con la defensa. Koeman introdujo a Weghorst para tener un referente y juntó a Depay con Gakpo por el carril izquierdo para generar superioridades, pero Turquía todavía tenía oxígeno para más.
Güler, en una falta provocada por él mismo tras una contra, estrelló un zurdazo extraordinario en el palo neerlandés. Podría haber sido otro milagro. Entre él y Baris Yilmaz volvieron locos a Aké y Van Dijk y rozaron el 0-2 en varias opciones, pero el fuelle, como decíamos, no iba a ser eterno.
Heroico Verbruggen
Mientras Turquía bajaba sus pulsaciones, Países Bajos las aumentaba. Toque, toque, toque y toque buscando el espacio y el error rival. Primero Weghorst no estuvo acertado al rematar un centro de Schouten, pero los de Koeman empatarían el partido tras un gran cabezazo de De Vrij a centro de Memphis. 1-1 y el partido cuesta abajo hacia Ámsterdam.
Era el minuto 70 y Turquía parecía K.O. Un par de jugadas más tarde, en el 75, una desconexión de los otomanos en el rechace de un córner terminó con Dumfries poniendo un balón raso al segundo palo que entre Gakpo y Muldur empujaron a la red de Günok.
En el tramo final, Turquía lo dejó todo. Pudo empatar en millones de ocasiones, todas salvadas por un enorme Verbruggen, héroe de su país y verdugo otomano con varias manos casi imposibles, una de ellas a Kilicsoy cuando la grada gritaba gol. Van de Ven, con un pie salvador, también evitó las tablas en los minutos finales. Llora Turquía y sonríe la infinita afición neerlandesa, feliz hacia una semifinal de máximo nivel contra Inglaterra.
Según la RAE, la palabra «grito» tiene tres definiciones principales: «Voz muy esforzada y levantada», «expresión que se profiere levantando mucho la voz» y «manifestación vehemente de un sentimiento». En esta última encontramos la temporada de Thibaut Courtois, dos gritos diferentes para el principio y el final de un curso que nunca olvidará. Dos manifestaciones gigantes de sus sentimientos. El primero en Valdebebas, cuando su rodilla hizo crac; el último en Wembley, coronado de nuevo como muro de Europa y campeón de la Champions League.
10 de agosto de 2023. Durante un partido de entrenamiento, Nico Paz dispara a puerta, a la altura de la cabeza de Courtois, y el belga, con reflejos, despeja el balón pero no lo atrapa. La pelota queda suelta y tanto el portero como Rodrygo van a por ella. Llega antes el brasileño, así que el gigante de Bree se para en seco, clavando su pierna izquierda en el césped. Crac. Rotura del ligamento cruzado anterior de su rodilla izquierda.
Para saber más
«Nunca había escuchado un grito así en un entrenamiento», dijo Alaba semanas más tarde. El grito silenció Valdebebas. Un grito de desesperación, de desgarro emocional. El primero en acudir a ayudar a Courtois fue Rüdiger, que levantó los brazos sin saber muy bien qué hacer y sólo pudo poner las manos sobre la espalda del belga mientras éste no paraba de llorar desconsolado. Fue su Día Cero.
La colchoneta de esa sala de Valdebebas...
Anoche, 1 de junio de 2024, en Wembley, fue su Día 296. Nueve meses y 20 días después de aquel grito de dolor y tristeza, Courtois elevó la Copa de Europa al cielo de Londres y le devolvió a su destino un grito de felicidad y rabia. En la grada, su familia, su mujer Mishel Gerzig, sus hijos y su bebé Ellie, nacida el 30 de marzo de este año con el trono continental bajo el brazo. La pareja anunció el embarazo en mitad de la rehabilitación de la lesión del belga y supuso «un punto de inflexión y de motivación extra», según explican en el club.
Valdebebas fue su segunda casa, o incluso su primera, durante la rehabilitación. Y en concreto, la sala de recuperación de lesiones de larga duración. Ahí, sentado en una colchoneta gigante, con la rodilla izquierda todavía cubierta por una aparatosa rodillera articulada, realizó sus primeras paradas tras la lesión. A su lado, Davide Violati, fisio del conjunto blanco que no se separó de él durante todo el proceso, y Luis Llopis, entrenador de porteros que, con algo más de distancia, atendía a algunos ejercicios para ir descubriendo su mejoría.
El Bernabéu festeja la decimoquinta
Las primeras paradas fueron con balones oficiales, para no perder el tacto. Y luego los ejercicios variaron a pelotas de tenis, pero siempre sentado. Con el balón grande 'volaba' hacia un lado en la colchoneta, y las pequeñas simplemente las rechazaba hacia un lado. Ejercicios simples para mantener la forma y los reflejos.
Realidad virtual y "calma mental"
Cuando ya pudo estar de pie sin dolor ni instrumentos extra, Courtois probó una aplicación que mediante unas gafas y dos mandos, uno en cada mano, sirve para potenciar los reflejos y el tiempo de reacción en la portería. Como si fuera la vida real, como si no hubiera cruzado que recuperar. De ahí al césped, con ligeros ejercicios de salto y movilidad, poco a poco y con «calma mental y física», algo en lo que el Madrid insistió durante todo el proceso. No era «necesario» volver este curso e incluso el propio Courtois rechazó acudir a la Euro con Bélgica para centrarse en su recuperación. No quería presiones. El 19 de marzo se rompió el menisco de la rodilla derecha y el tiempo se volvió a detener para él, aunque menos. Ocho semanas.
El día que supo que había vuelto
Acortó plazos y contra el Cádiz, el 4 de mayo, ya fue titular, dejando en el ambiente la sensación de que podría ser titular en Wembley. El 14, ante el Alavés, realizó diez paradas. «Soy el mismo, incluso mejor», declaró esa noche, poniendo su nombre en la alineación del Madrid en la final. Ancelotti ya tenía claro que no le iba a sentar en el banquillo de Londres. Es su segunda Liga de Campeones. Perdió en Lisboa como rojiblanco y después admitió cambiarse al «lado bueno de la historia» para ponerse la capa de héroe en el Madrid. En la final de París contra el Liverpool fue el «cabrón» que evitó que los reds se llevaran el título y así le definió, como elogio y no como insulto, Klopp: «El cabrón de Courtois parecía que tenía doce manos». El belga firmó una actuación histórica. Ningún portero había realizado nueve paradas en una final.
Ahora verá desde la televisión la participación de Bélgica en la Eurocopa. Sería su sexta presencia en un gran torneo con su país, pero su relación con Tedesco, el entrenador, no ayuda y la puesta a punto para la próxima temporada madridista pesa más, mucho más. Después de la polémica con el seleccionador en junio de 2023, cuando Courtois dejó la concentración por lesión y el técnico le acusó de egoísta, su feeling está roto. Pero es campeón de Europa otra vez, qué más da.