La andaluza, que marcó el gol que dio el Mundial a España, se enteró después del partido de que su padre había fallecido. En Sídney estaba su madre.
Carmona, con su madre y su hermano tras la final.FRANCK FIFEAFP
Olga Carmona, heroína de la selección española femenina en el Mundial de Australia y Nueva Zelanda, ha conocido después de la final contra Inglaterra, en la que marcó el gol decisivo, que su padre había fallecido antes del encuentro. La terrible noticia se la ha contado su madre, que había acudido a los últimos días del torneo para acompañarla junto con su hermano mellizo. Habían estado en la fase de grupos, después volvieron a España y decidieron volar de nuevo a Oceanía para estar con la futbolista en el partido de su vida. Tanto la Federación como su club, el Real Madrid, han emitido sendos comunicados para expresar sus condolencias nada más saberse lo que había ocurrido.
En el minuto 28 del encuentro, Olga, lateral de 23 años del Real Madrid, se inventó un zurdazo endiablado. Una carrera enloquecida. Un gol, el único, que convirtió a España en campeona del Mundo.
En la celebración, la sevillana se levantó la camiseta y enseñó otra con un nombre: ‘Merchi‘. Era el nombre de la madre de una amiga, fallecida también durante esta última semana. Olga, en un detalle precioso con un ser querido, no sabía nada de su padre.
Al marcar el gol no se acordó de cumplir con su ritual de besarse el tatuaje de la muñeca que comparte con su madre. No le importó. Se la comió a besos igual, pensando en qué de bueno ha deparado el empeño de la niña por dejar el flamenco y la natación para seguir los pasos detrás del balón de su hermano Fran y de su mellizo Tomás, que estaba en la grada del estadio australiano. Tiempo tendrá de recordarle que el ‘carmonazo’ le costará cumplir la promesa de comprarle un coche a su madre.
Olga creció en la cantera del Sevilla FC, debutó en la Primera Iberdrola y entró en la selección por la puerta grande. Ella es mujer de golazos y en el Europeo Sub-19 de 2018, marcó por la escuadra un tanto que se coló entre los 11 mejores de la temporada. España acabaría proclamándose campeona. En la edición de un año después, pese a caer en semifinales con Francia, se logró la clasificación para el Mundial Sub-20 que debía celebrarse en Costa Rica y que la FIFA suspensión por la pandemia. «Me quedé con la espina de haber podido jugar ese mundial», ha reconocido siempre Olga, cuyo primer recuerdo de una Copa del Mundo es el de Francia 2019 con aquella apabullante selección de Estados Unidos liderada por Rapinoe. Hoy se cobró esa deuda y lo hizo como gran protagonista.
Ante los retos, esta menuda jugadora se crece. En junio de 2020, apenas liberados del confinamiento, Carmona tomó la decisión más difícil de su vida. Su progresión había llamado la atención del Real Madrid, recién volcado en el fútbol femenino, y la sevillana se alejó del confort del entorno familia y del deportivo que se había labrado durante 13 años para apostar por su sueño. «Cuando uno se va de casa, la sensación es que siempre se trata de un hasta luego», firmó en su carta de despedida. En Madrid, la adaptación no fue fácil.
"Deporte sí, genocidio, no" rezaba una de las pancartas. Pero, no, el baloncesto no salió indemne en el Roig Arena. El partido entre el Valencia Basket y el Hapoel Tel Aviv se jugó en un recinto casi fantasmal, blindado por un dispositivo de seguridad de 500 agentes que protegieron al equipo israelí hasta detrás del banquillo. 11.000 abonados del conjunto taronja se quedaron sin poder alentar a su equipo, aunque alguno lo dio por bien empleado y acudió a las concentraciones con la camiseta y la bufanda entrelazada con la bandera palestina.
La protesta tomó las calles aledañas para clamar por la libertad de Palestina y el apoyo al pueblo de Gaza, durante mucho tiempo de manera muy pacífica, pero sin poder evitar que las protestas más enérgicas de un pequeño grupo que invadieron la calzada con la intención de cortar el Bulevar Antonio Ferrandis acabaran provocando una carga policial, dejando cinco detenidos y una mujer herida trasladada en ambulancia. No fue una batalla campal, pero los ánimos por momentos estuvieron encendidos. Y es que la protesta contra "un partido que blanquea un genocidio" congregó a mucha más gente que la manifestación convocada en el centro de Valencia. Antes de que arrancara el partido a las 20.30, la Policía lanzó varias salvas al aire y la concentración se dispersó.
Los colectivos propalestinos habían pasado dos horas apostados en las cuatro esquinas de la nueva casa del Valencia Basket desde primera hora de la tarde con balones pintados de rojo simulando la sangre, con banderas palestinas al viento y de "Israel asesina, basket patrocina", que mutó después la coletilla final para convertirla en "Roig patrocina" o "Europa patrocina". Las consignas llamando a la resistencia al pueblo de Gaza y los ataques verbales a Netanyahu fueron una constante. Pero el Hapoel ni los vio ni los escuchó.
Pocos minutos antes de las seis de la tarde, el equipo accedió directamente en autobús a las entrañas del Roig Arena sin que casi nadie lo percibiera. Un acceso pensado para estrellas del rock acabó convirtiéndose en su refugio. Fue el mismo trayecto que hicieron a las 12 de la mañana para entrenar en una cancha que nunca han visitado porque está de estreno.
Arena desierto con barreras antiavalancha
Para entonces, el perímetro del arena estaba blindado. La tienda del equipo y los restaurantes de los anillos exteriores tuvieron que cerrar y hasta el entrenador del Valencia Basket Femenino, Rubén Burgos, tuvo que suspender la rueda de prensa previa a su partido de Euroliga de este jueves. Nadie podía entrar en el Roig Arena y hasta las alcantarillas fueron revisadas minuciosamente por los cuerpos y fuerzas de seguridad. Tampoco los gritos se filtraban porque si de algo presume la casa del Valencia Basket es de una insonorización casi absoluta.
Concentración propalestina junto al arena del Valencia Basket.A. ESCOBAREFE
Sin público -lo que provocó las protestas de las peñas-, el dispositivo se centraba en controlar que nadie pudiera irrumpir en el recinto, donde en cada puerta de acceso se colocaron barreras antiavalancha y la seguridad privada se reforzó. Una de las razones que llevó al club a cerrar las gradas fue la amenaza de sanciones de la Euroliga si el partido tenía que suspenderse en algún momento por razones de seguridad.
En la cancha, nada ocurrió más allá de los gritos de un speaker que nadie podía alentar. Hapoel, a diferencia de lo que ocurrió con Maccabi hace dos años, cuando lució camisetas pidiendo la liberación de los rehenes de Hamas, y una gran bandera de Israel en el banquillo. Eso no se repitió. Se vistió de normalidad un partido anormal.
94 días después, Rafa Mir volverá a estar en la convocatoria del Valencia, justo cuando el equipo atraviesa un momento muy delicado y la continuidad de Rubén Baraja en el banquillo está en cuestión. Será en Copa del Rey ante el Ejea, para atender a la vuelta «poco a poco» que planteó el entrenador. Mir, que llegó cedido por el Sevilla el pasado verano, fue sancionado por el club después de pasar dos noches en el calabozo por la denuncia de presunta agresión sexual que formularon dos jóvenes el pasado 1 de septiembre. El proceso, que sigue en fase de instrucción en los juzgados, vivió un nuevo capítulo esta semana con el testimonio de tres policías locales que respaldaron la versión del futbolista.
Mientras se decide su futuro judicial, a esas semanas fuera por sanción se sumó una lesión que alargó su baja, dejando al entrenador con menos recursos en ataque. Con el murciano recuperado, Baraja no puede mantenerlo más tiempo al margen. El Valencia es colista y tiene serios problemas en ataque que Rafa Mir debería contribuir a aliviar y, además, una plantilla muy corta que hace inviable no disponer de todos los recursos. Menos aún si el entrenador vive en el alambre.
Baraja no puede tropezar más. La victoria ante el Betis fue la segunda de la temporada y la derrota en Mallorca otro varapalo. Ejea, Rayo y Valladolid aparecen en el horizonte como citas clave para el vallisoletano, que empieza a reivindicar su trabajo ante las voces críticas.
«defender mi trabajo»
Lo hace su agente, Manuel García Quilón - «a veces entrena con siete jugadores de Segunda RFEF», dijo en Radio Marca- y él mismo. «No creo que haya dicho nada que pueda molestar a nadie. Hay que poner en antecedentes. Venimos a pecho descubierto con una situación difícil y salvamos el match ball, y la temporada pasada acabamos por encima de las expectativas y ahora cuando los resultado no van, lo que pretendo es defender mi trabajo», señaló.
El entrenador salió en defensa de sus jugadores, algunos cuestionados por su rendimiento o su actitud en duelos como ante el Parla o el Mallorca. «A mis jugadores no me los toquéis y menos poner en duda su compromiso e implicación. Por aquí no paso», sentenció el técnico.
Baraja amplió su contrato el pasado mes de junio por dos temporadas más, pero el club guarda silencio y no ha valorado en las últimas semanas su trabajo ni le ha mostrado su confianza en público. «El movimiento se muestra andando. Podemos quedarnos con lo último, pero hay un trabajo de muchas cosas, no solo de apostar por jugadores jóvenes, sino de conformar la identidad del equipo. El Valencia está haciendo una valoración positiva sobre mí, porque confío en mi trabajo y creo en la plantilla para cambiar los resultados. Yo siento esa energía», zanjó en una tensa rueda de prensa.
Hay una luz que el valencianismo ve al final del túnel con más intensidad que hace sólo siete días. La era post Peter Lim se empieza a vislumbrar después de tres movimientos estratégicos que confirman que el empresario, ahora sí, está en disposición de atender a ofertas que puedan serle ventajosas para salir del avispero de Mestalla que él mismo se ha dedicado a agitar desde 2019.
Aunque la atención esté focalizada en tirar del equipo de Rubén Baraja para que salga de la delicada situación deportiva en la que lleva inmerso desde el inicio de la temporada, al fondo de la tabla con seis puntos y sólo una victoria, el origen de los males se sigue viendo en el abandono del máximo accionista y su marcha se sigue coreando en Mestalla a voz en grito en cada partido, con la bandera amarilla de 'Lim Go Home' que ha llegado hasta las puertas de la mismísima casa del magnate en Singapur.
Pero Lim no iba a dejar al Valencia sin exprimir el rendimiento que da el lujo de ser propietario de un club histórico de LaLiga, con la vitrina cuajada de títulos y una masa social que lleva al estadio a 40.000 personas en cada partido, aun con el equipo sufriendo por la permanencia.
En los últimos siete días se han dado los pasos que esperaba para endulzar el valor del club y hacerlo más atractivo a nuevos inversiones. No significa esto que Peter Lim se lance a una venta inmediata, pero sí que le va a ganar dinero.
Para eso era imprescindible el trabajo en busca de la sostenibilidad financiera que llevan persiguiendo sus ejecutivos desde 2021. El máximo accionista empezó por hacer los deberes que estaban en su mano. Tomó las riendas del Valencia en 2014 comprando por 100 millones la deuda de la Fundación, propietaria entonces del 80% del capital social, y renegociando con Bankia, aún no convertida en Caixabank, la deuda con una quita de 60 millones de euros si mantenía el 51% de la propiedad al menos hasta 2026. Además, ha ido prestando asistencia financiera a través de Meriton por un valor que suma alrededor de otros 100 millones.
Han sido préstamos que ha capitalizado para aumentar su control del capital social al 91,55% y de los que el Valencia sólo va a tener que devolver los últimos 35 millones. De hecho, empezará a tener que hacerlo el próximo 15 de diciembre. El 70% lo afrontará en pagos hasta 2028 y el 30% lo tendrá que liquidar el 30 de julio de 2029. No parece que se vayan a agotar esos plazos.
El club ha ido ajustando su gasto y empequeñeciendo su plantilla hasta reducirla a los ingresos por televisión, de manera que incluso en el ejercicio 2023 va a dar beneficios. Y es que las ventas de futbolistas que se han realizado en los últimos dos años no se han reinvertido en jugadores sino que se han destinado a reducir una deuda que supera los 320 millones de euros. O al menos a no engordarla más.
La conocida pancarta de 'Lim go home' en una de las protestas de la afición.EFE
Una deuda contenida y unos gastos operativos equilibrados es lo que Lim exigía para hacer el club más atractivo y, de paso, dejar de prestarle dinero a fondo perdido. Eso ya lo ha conseguido. Además, tiene una plantilla joven, con valores en crecimiento, barata y con contratos cortos.
Nuevo Mestalla
Otros escollos no estaban en su mano. El primero, el embrollo urbanístico del cambio de estadio. Lim compró el Valencia sabiendo que estaba comprometido a cambiar Mestalla por el campo de la Avenida de las Cortes cuyas obras estaban paradas. Sin embargo, nunca le interesó retomarlas hasta que las instituciones le forzaron.
La Generalitat decretó la nulidad por incumplimiento de la Actuación Territorial Estratégica (ATE) que garantizaba al Valencia un mayor, y mejor, aprovechamiento urbanístico del suelo del actual Mestalla y, con ello, un aumento de su valor. También de una parcela anexa al nuevo campo que se puede explotar comercialmente.
Pese a que el Valencia tensó sus relaciones con el Ayuntamiento e incluso llevó a la Generalitat a los juzgados, finalmente alcanzó un acuerdo para mantener esos privilegios y lograr las licencias urbanísticas a cambio de activar las obras de nuevo campo antes del 15 de enero de 2025 y tenerlas finalizadas en el verano de 2027. Ese proyecto de estadio, el enésimo desde 2005, se presentó el pasado 11 de octubre al Ayuntamiento para ser sometido a la valoración de los técnicos y a una auditoría de costes que ya ha encargado el consistorio.
Se trata de un estadio de 70.044 localidades, con cubierta de cables tensados y membrana textil y una fachada ondulada simulando las balconadas del actual Mestalla. Todo con un coste total de 241millones de euros, de los cuales 63 ya estaban invertidos en la estructura actual de hormigón y a los que habría que sumar los 35 del coste del suelo. En total, una obra por encima de los 300 millones.
El Valencia sólo contaba con la financiación de 80 millones de CVC y la venta del terciario y algún inmueble más por valor de 35 para hacer frente a esta inversión. Necesitaba financiación por eso se lanzó a los mercados internaciones y lo hizo con el desbloqueo municipal bajo el brazo.
Los contactos se establecieron hace un año con Goldman Sachs para tantear las posibilidades de financiación y se han acelerado después del verano, con la hoja de ruta urbanística aclarada desde el pasado mes de julio. El Valencia busca los casi 100 millones para hacer frente a las obras y, además, otros 120 para refinanciar su deuda de corto a largo plazo. Esto le permitiría saldar la deuda con Caixabank, principal accionista y ponerse en manos de la firma norteamericana. Quedaría por saber si en esa negociación se incluiría la quita de 60 millones con que penalizarían a Lim si vende su mayoría. De hacerlo, tendría las manos libres.
El acuerdo entre el Valencia y Goldman Sach, con el nuevo estadio como principal garantía, está muy cercano y podría anunciarse en la próxima junta de accionistas, lo que supone dar una patada al balón hacia adelante. Con las finanzas a corto plazo ordenadas y el nuevo estadio desbloqueado, el valor del club en el mercado permite a Lim vender con beneficio.
El cuaderno de venta está ya en manos de las principales consultoras europeas, según desveló el diario AS, y el precio podría rondar entre los 350 y los 400 millones de euros. Es la cifra que también conoce LaLiga. Javier Tebas se ha esforzado en los últimos tiempos en ofrecerse para ayudar al magnate a buscar un comprador.
En ese precio influirá también el tiempo, porque en el momento en que Lim se decida será importante la situación deportiva del equipo. No vale lo mismo un club salvado que en riesgo de descenso o en Segunda.
¿Es la salida de Lim la salvación del Valencia? Depende de quién sea el comprador y de los planes que tenga. Si el interés es deportivo, su inversión tendrá que ser progresiva por las normas de fairplay de LaLiga pero el margen es muy amplio. Si es inmobiliario, todo será mucho más complicado, pero este interés es imprescindible tanto por el compromiso, ahora sí con penalizaciones, de acabar el estadio como por la necesidad de rentabilizar el viejo Mestalla.
Esta vez, a diferencia de en 2014, ni siquiera existirá una figura que pretenda velar por los intereses del valencianismo, aunque entonces se olvidaran de ejercer esa labor. Ahora será Lim y sólo Lim, o sus bancos, quienes decidan.