La paz, o llamémosla tregua, alcanzada por la Euroliga y la FIBA nos ha traído, como quien no quiere la cosa, una semana de cambio de ritmo en la temporada que será diferente de las anteriores: tras la Copa del Rey entre los ocho mejores equipos espa
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En la misma Fonteta que ocho años atrás había comprobado el éxtasis de la primera ACB del Valencia Basket y una de las mayores afrentas sufridas por el Madrid en los últimos tiempos, en la Fonteta que anoche se despidió para siempre del baloncesto después de 37 temporadas taronjas (a unos metros aguarda a su estreno el impresionante Roig Arena), el equipo de Chus Mateo alzó su Liga número 38, la segunda consecutiva, la tercera en cuatro años, para reivindicar a un colectivo sobre el que pendía la amenaza del año en blanco. [70-81: Narración y estadísticas]
Lo logró con un contundente 3-0 en la final, sin resquicio ni opción para el Valencia de Pedro Martínez y su juego frenético, completamente apagado en la final por un Madrid sólido como una roca, otro recital defensivo que dejó en 70 puntos a los que no es raro que pasen de 100. Un Madrid que no tuvo un héroe y sí muchos esta vez, mérito de un Chus Mateo que terminó logrando lo que no tuvo a principio de curso, una rotación amplia y de garantías. Y así, protagonistas de la final fueron Andrés Feliz o Bruno Fernando. Y no tanto pero también Hezonja (16 puntos y nueve rebotes), Campazzo, Llull, Tavares o un Musa que pudo jugar su último partido de blanco.
Al Valencia le sobró ímpetu y le faltó concentración y pausa defensiva. También acierto. Mucho (2 de 15 en triples en la segunda parte). Le ocurrió en el arranque y después. Lo emocional se agolpaba en la Fonteta, también el calentón del error arbitral en su contra en los minutos decisivos del segundo round. Y el Madrid, experto en estos terrenos y ambientes, fue todo lo contrario. Bajó la temperatura al juego, impuso la intimidación de Tavares y empezó a herir ofensivamente con demasiada facilidad. Su despliegue no iba a resultar brillante, pero sí muy efectivo.
Bien temprano se hizo con eso que llaman el tempo del choque. Dos triples de Llull estiraron la ventaja en el amanecer y el segundo dos más uno de Bruno Fernando, especialmente acertado e incisivo el angoleño -también en defensa con sus tapones-, pusieron la máxima por entonces (19-29). Ocurrió justo después de una antideportiva de Llull a la que siguió una técnica en la tangana para Garuba. Una primera alarma roja que el Valencia logró apagar antes del descanso, espoleados por Puerto y López Aróstegui. Un triple final, sobre la misma bocina, del alero vasco llevó incluso con ventaja a los locales a los vestuarios (40-39).
Bruno Fernando, ante el Valencia Basket.ACB Photo
El Madrid había echado de menos el protagonismo de Campazzo y Tavares, apenas un punto entre la pareja que no deja de ser el pilar de su baloncesto. Y de más sus pérdidas y sobre todo los rebotes ofensivos del Valencia.
Pero todo eso se iba a solucionar de un plumazo a la vuelta, cuando el Facu arrancó como mejor rinde, ritmo de vértigo para un tremendo 0-15 que dejó helada a la Fonteta y también a Pedro Martínez, quien tardó de más en parar el parcial con un tiempo muerto. Se estrenó Campazzo y también Tavares, ya en la batalla. En apenas tres minutos, al Valencia se le había plantado una montaña delante.
Llull celebra una de sus canastas, en la Fonteta.ACB Photo
Iba a resultar el momento clave del duelo, pues ya todo fue un querer y no poder taronja (nueve puntos en el tercer cuarto), un remar contra corriente contra un Madrid que no lograba romper del todo la noche, pero tampoco dejaba resquicios para la remontada local. Y que abrochó el título con un parcial de 2-12 en los últimos minutos en una Fonteta ya en silencio.
El Barça volvió a doblegar este viernes al Mónaco en el cuarto duelo de los cuartos de final de la Euroliga, disputado en el Palau Blaugrana (79-72) y, tras un duelo de poder que no se decidió hasta el último minuto, forzó el partido de desempate, que se disputará el próximo martes a las 19:00 CET en el Principado.
Fue un encuentro trepidante, de una exigencia física máxima. Tras un arranque arrollador de los azulgranas (21-6, min.9), el cuadro monegasco reaccionó antes del descanso (35-38) y presentó batalla hasta el suspiro final, alimentado por las pérdidas (19) y los rebotes ofensivos (13).
Pero pese al arreón final del alero Alpha Diallo (13 puntos) y el talento de Mike James (16), el cuadro azulgrana, liderado en ataque por el ala-pívot Jabari Parker (22) de inicio y por el escolta Darío Brizuela (17) después, jugó mejor las posesiones decisivas y ratificó su mejoría defensiva, después de haber encajado más de 90 puntos en los dos primeros partidos. Un salto competitivo que le ha permitido igualar una serie que perdía 2-0 y gracias al que luchará el próximo martes por el billete a la Final a Cuatro.
Un desenlace que pudo intuirse en el arranque. El Barça entró al cuarto partido como si el tercero no hubiera terminado, alentado por el Palau Blaugrana de las grandes noches europeas, que ya rugía con 7.018 gargantas durante el calentamiento y celebró con estruendo las dos primeras pérdidas del Mónaco, preludio del vendaval barcelonista que estaba por llegar.
Porque el equipo de Peñarroya saltó al parqué con dos marchas más y atropelló al Mónaco, condenado a fallar lanzamientos lejanos (3/9) y perder balones (7). Mientras, el Barça, sólido en el rebote y duro en defensa, corría, compartía el balón y anotaba con mucho acierto. Nadie brilló en esos minutos como Parker, autor de 11 puntos y tres triples sin fallo.
El festival azulgrana tocó techo con un triple de Brizuela (21-6, min.9), y de ahí en adelante el Mónaco empezó a crecer. La energía de la segunda unidad cortó la sangría al final del cuarto (23-14), y el regreso de los titulares confirmó la reacción del cuadro visitante, que asfixió al Barça con su agresividad defensiva y cogió ritmo en ataque (27-30, min.18) de la mano de James (12 puntos al descanso).
Tuvo que reaparecer Brizuela, con dos triples, para terminar con la sequía del equipo catalán, que se marchó en desventaja al descanso (35-38) tras una acción de cuatro tiros libres de Strazel por una falta de Satornasky, castigado luego con técnica por protestar. El checo y sus compañeros enfilaron el camino de vestuario molestos con los árbitros, que fueron abucheados por la afición local.
Tras el receso, el Barça regresó algo descentrado: perdió varios balones, concedió rebotes, encajó puntos fáciles y falló tiros claros (36-44, min.23). Pero poco a poco, se ordenó en el ataque estático, recuperó la confianza, subió el listón físico y cargó al Mónaco de faltas.
Aunque los del Principado no se arrugaron y movieron el balón con criterio, con Strazel como acicate ofensivo, Punter apretó el partido desde la línea de tiros libres y Anderson empató al contraataque tras un robo de Satoransky al término del tercer cuarto (58-58).
Llegaban los minutos calientes y Brizuela entró en erupción. El guipuzcoano forzó dos faltas en ataque, anotó cinco puntos y levantó al público de sus asientos. Le relevaron Parker, con cinco puntos, y Hernangómez, certero en los tiros libres, pero las concesiones del Barça en el rebote, las pérdidas y la irrupción de Diallo mantenían el partido en un puño (73-70, min.37).
Con todo, el Barça llegó con tres puntos de ventaja a un último minuto marcado por los nervios. Parra falló un triple liberado con 55 segundos en el crono y Loyd hizo lo propio a 27.2 del final. Punter situó el +5 desde la línea con 14.9 por delante, James se jugó un triple inverosímil que fue al hierro y Parra capturó el rebote para sellar con dos tiros libres el victoria del Barça, que empató la serie y el próximo martes peleará por el pase a la Final a Cuatro.
Un epílogo redondo, un último baile con la Penya, donde todo empezó. Y, sin embargo, las nubes negras de la salud mental habían alejado tanto a Ricky Rubio de su deseo que casi lo dio por zanjado. El invierno, después de un intento de retorno al baloncesto profesional con el Barça con más sombras que sonrisas en el final de la temporada 2023/2024, fue largo y oscuro. Pero la luz terminó por abrirse paso. De visita en visita al Olimpic de Badalona, de whatsapp en whatsapp con los que nunca se olvidaron de él. De comida en comida, hasta que en la última, a mediados del pasado mes de junio, el base se levantó de la mesa y, ante los presentes -entre ellos Jordi Martí, el director deportivo del Joventut que narra la escena, y Dani Miret, quien iba a ser su entrenador-, pronunció: "Vamos para adelante. Te doy el sí delante de todos. Apúntame al carro".
Ayer, guiño del destino, en el Palacio de los Deportes de Granada -20 años después y en idéntico lugar del debut de aquel niño de 14- se consumó la noticia más luminosa con conoció en mucho tiempo el baloncesto español. Porque el retorno de Ricky (que brilló con 18 puntos y 30 de valoración en apenas 19 minutos para la victoria) es también un triunfo de la vida. De la felicidad de quien la perdió por completo. De quien vio todo tan oscuro que un 30 de julio, concentrado en el Meliá Castilla con la selección que siempre fue el patio de su recreo, en víspera de otro Mundial (en el anterior, el de 2019 fue oro y MVP, la cima de su carrera), pensó: "Yo no quiero seguir con la vida".
"Aquel niño nos pintó la cara", rememora hoy para EL MUNDO Nacho Ordín, el base rival ese domingo de 2005, cuando Aíto hizo debutar a Ricky en Granada para batir un récord de precocidad en España. Ese mismo verano, con la selección sub 16, había protagonizado una asombrosa actuación que hinchó todavía más su burbuja: en la final del Europeo, en Linares, firmó 51 puntos, 24 rebotes, 12 asistencias y siete robos para el oro que España consiguió después de que Rubio forzara la prórroga con un triple desde el medio del campo. "Yo no sabía quién era. Ese vídeo famoso lo vi después. Antes del partido, hablando con Gianella (el otro base del Granada ese día), comentamos que podría jugar y que, como no tenía experiencia, deberíamos aprovecharnos de ello. Pero fue todo lo contrario, nos robó varios balones, nos volvió locos", rememora Ordín, que nunca olvidará la "seguridad en sí mismo" de aquel niño: "No se amedrentó".
Ricky, con sus compañeros, en el partido contra el Granada.Álex Cámara / ArabapressAraba
Jordi Martí, como siempre en la trayectoria de Ricky, no andaba lejos ese día de hace dos décadas: por entonces era ya el director de la cantera de la Penya. Cuando acabó el curso 23/24 con el Barça se produjo el primer contacto. "Él valoró la posibilidad, pero entonces no estaba en su mejor momento, no le terminaba de encajar. Necesitaba tiempo", reconoce. Poco después el base renunció a disputar con España los Juegos de París. Y el director deportivo empezó a vislumbrar que quizá la oportunidad de volverle a ver de verdinegro nunca se daría.
En mayo, Ricky no quiso perderse la despedida profesional de su gran amigo Pau Ribas. "Antes del verano ya le vi con otras sensaciones. Más positivas, con ilusión. Se le había encendido una chispa", desvela Martí. El propio Ricky, el día de su presentación, desgranó los hechos que le hicieron cambiar: "Yo ya tenía claro que hasta aquí había llegado, pero a finales de abril me pasaron cuatro cosas que me hicieron tomarme la vida de otra forma. Todo empezó con una conversación con una persona que no conocía y eso dio como resultado tres o cuatro acciones en tres días seguidos que me hicieron replantear la situación".
En junio, sin embargo, Rubio lanzó una serie de mensajes que muchos tradujeron como un avance de su retirada: "Después de un año reflexionando sobre mi carrera y mi vida, me he dado cuenta de que si he llegado donde he llegado no es gracias a las asistencias que he dado, sino a las que he recibido. Esto no es una despedida, es un gracias a todas las personas que me han ayudado".
Pero los encuentros "con gente que ha ido poniendo piezas en su carrera", continuaron, siempre sin presión, y la semilla germinó. "Él ha marcado su vuelta", dice Martí, quien reconoce que también resultó decisiva una reunión con los propietarios, concretamente con Tomás Dagà, consejero de Grifols. Porque Ricky siempre sintió el club como algo suyo. "Nunca dejó de mandar guiños, ni cuando era un 'Beattle' en la NBA. Incluso en los momentos bajos, cuando tuvimos problemas económicos y casi descendemos, él aparecía en las ruedas de prensa en EEUU con la camiseta del Joventut", elogia Martí.
Evidentemente, lo económico fue lo último importante para Ricky, "unas letras al final del contrato". Le convenció su papel de "mentor", las propuestas de intereses sociales del club y que no habría ninguna exigencia deportiva en su caso: "Jugará para pasarlo bien. Para disfrutar y ayudar". "Ha vuelto a eso, tranquilo, en paz. A que el club crezca, completamente implicado", asegura el director deportivo. "En mi cabeza solo estaba la Penya. No había otra opción. Esto no va de conseguir títulos, va de sentimientos", proclamó el base.
Ricky dobla un balón, ante el Granada.Álex Cámara / ArabapressAraba
El impacto de su vuelta ha sido "un terremoto" en el Joventut. Cuentan desde el club el desborde en las peticiones de entrevista, el incremento del número de abonados y cómo se quedaron "justos" de camisetas al sacar el nuevo modelo con el nueve a la espalda. Hace unos días, en el partido de presentación contra el Benfica, las entradas casi se agotaron: "Venían a ver a Ricky".
Conviviendo con su estrella mediática, el día a día con Ricky, sin embargo, es de lo más normal. Se ha propuesto un reto con los jugadores de cantera, cada vez más efímeros por las tentaciones económicas de dar el salto a la NCAA. Los detalles lo marcan todo. Hace unos días, cuando Ruzic se incorporó tarde a la plantilla por sus partidos con la selección croata, Ricky lo primero que hizo fue irse a tomar un café con él. "En una sociedad que está perdiendo valores, esto es un cuento de respeto. De hacer que el club piense en positivo. Es bonito y difícil de encontrar", celebra Martí. Ahora más que nunca se hace latente el término japonés que Ricky utilizó tras sus problemas de salud mental el verano de 2023: Nankurunaisa ("Con el tiempo todo se arregla").