Jaime López-Amor, del Comité Organizador del Mundial 82: “Se hizo todo lo que se pudo, incluso con los árbitros”

Jaime López-Amor, del Comité Organizador del Mundial 82: "Se hizo todo lo que se pudo, incluso con los árbitros"

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“Existía un fuerte contraste entre la pasión de los aficionados y lo que sentían los futbolistas, que acabaron casi festejando la eliminación”, asegura el arquitecto.

Jaime López-Amor, en una imagen de archivo.MARCA

A los 17 años, Jaime López-Amor (Madrid, 1939) ya era internacional con España en atletismo, donde ostentó el récord nacional de 400 metros. Sin embargo, su trayectoria en las pistas de ceniza se truncó por la arquitectura, donde forjó una brillante trayectoria que despejaría su carrera política. Vicepresidente del Comité Olímpico Español (1979-1983) y director de Cultura Física y Deportes del Consejo Superior de Deportes (1979-1982), fue representante del CSD en el Comité Organizador del Mundial.

Más de cuatro décadas después, ¿cuál es su balance de España’82?
El Mundial, desde el punto de vista de la imagen de España, fue muy bueno, aunque desde la óptica deportiva todo marchó muy mal. Había un trasfondo bastante raro. No me gustaba cómo estaban los futbolistas. Había mucha prensa pendiente de las posibles amenazas de ETA o de que los jugadores, en lugar de beber Fanta, tomasen KAS, que era una marca vasca. Recuerdo que en la concentración de Torrelodones algunos se escapaban por la noche. Existía un fuerte contraste entre la pasión de los aficionados y lo que sentían los futbolistas, que acabaron casi festejando la eliminación. Y eso que desde arriba se hizo todo lo que se pudo. Hasta en las designaciones arbitrales. Y hasta ahí puedo contarte.
En 1982 el régimen político y la sociedad habían sufrido una vertiginosa transformación. España era observada con cierta desconfianza por sus vecinos, que recelaban de su capacidad organizativa…
No recuerdo nada de eso. Claro que había problemas, pero más bien con el separatismo catalán. A comienzos de los 80, cuando acudía al Consejo de Europa, el trato era normal. Y allí percibía que los holandeses, también pendientes de los flamencos, estaban más al tanto de los movimientos indepentistas catalanes. Mucho más que de los vascos.
A ello había que sumar la descomposición del gobierno de la UCD y la amenaza criminal de ETA. ¿El primer tema que se abordaba en las reuniones era el de la seguridad?
El responsable era Francisco Laina, director general de Seguridad, y hubo cierta discusión, porque la RFEF se empeñó en que España se concentrase en El Saler. Laina concluyó que no hacía falta encerrarles tanto allí, aunque no le hiceron caso.
En abril de 1982, Madrid sufrió un terrible atentado de ETA en el edificio de Telefónica en la calle Ríos Rosas, precisamente en un proyecto diseñado por usted.
Te puedo decir que en ese momento no teníamos ningún miedo a la amenaza de ETA, pese a que en mi edificio de Telefónica habían colocado 300 kilos de Goma 2. También quisieron atentar en Conde de Peñalver.
¿Hubo disensiones internas en el Comité Organizador?
En el Comité estaba representada toda la Administración del Estado, incluida la Telefónica o el Instituto Nacional de Industria, y se coordinó bastante bien. La RFEF era la protagonista de las reuniones. Se contestaba a sus peticiones y todo funcionó de forma muy armónica.
La prensa de la época informaba de tensiones entre el CSD y la RFEF…
La RFEF tenía una fuerza enorme, porque todo el deporte vivía de lo que se recogía de las quinielas. La RFEF era un punto y aparte, con mucho más poder que otras Federaciones. Los presupuestos del CSD se hacían en septiembre en función de lo que se había recaudado en las quinielas. Eso no se discutía.

Los jugadores no sabían qué hacer para no aburrirse. No fue muy acertado encerrar a España en El Saler.

En abril de 1982 se filtró una cena en Madrid entre el presidente de la FIFA, Joao Havelange y Joseph Blatter, su secretario general, con el Comité Organizador. ¿Cómo eran el brasileño y el suizo en la corta distancia?
Cuando llegaron los directivos de la FIFA se les atendió como si fuesen representantes de otros países. Con Havelange tuve buena relación porque era un hombre encantador. Había muy buena conexión, aprovechando que nos unía una gran relación con Pablo Porta, presidente de la RFEF y con Juan Antonio Samaranch, presidente del COI. Todo se manejaba con la lógica discreción, aunque puedo decirte que Porta era un hombre muy peculiar.
¿Cómo se organizó la concentración de la selección española?
Sobre ese aspecto hablé personalmente con el seleccionador. José Emilio Santamaría era un hombre encantador, pero se encontró con un equipo con futbolistas en mal estado físico, que apuraban el final de temporada. En la concentración de El Saler todo era muy monótono. Les veía como en un internado y eso psicológicamente afectaba a los jugadores. No sabían qué hacer para no aburrirse, con partidas de ajedrez y mus. No fue muy acertado dejarles tantos días en el Parador.
El calor asfixiante condicionó los partidos que se disputaban en Madrid, Sevilla y la zona mediterránea. ¿Por qué se decidió jugar a las cinco y cuatro de la tarde?
No recuerdo con exactitud, aunque imagino que estaría pactado con la FIFA por el tema de las televisiones. Tampoco entonces el organizador podía tener todas las competencias.
Para las obras de reforma de los estadios, el Banco de Crédito a la Construcción otorgó intereses bajos y plazos muy largos. ¿Se modernizaron realmente los estadios?
Todas las subvenciones se aprobaban en el Comité, pero debemos admitir que muchos de los que pidieron aquellos créditos terminaron arruinándose. Hubo muchos clubes que se hipotecaron.
Además, hubo que lamentar retrasos en Balaídos, Carlos Tartiere, El Molinón y San Mamés, que no llegaron a la primera fecha límite del 31 de diciembre de 1981.
Esas demoras se debieron al factor climático, dado que en la zona norte las lluvias y el frío afectaban mucho a la construcción. No obstante, el resultado global fue un éxito y no hubo problemas con ninguna instalación.

En el palco del Bernabéu se vivió casi en directo como viraba la situación política, de UCD al PSOE.

Por primera y única vez en la historia de los Mundiales, se jugó en 17 estadios de 14 ciudades diferentes. ¿Cuáles fueron las principales dificultades a la hora de este reparto?
Fueron días muy emocionantes, dado que por entonces dábamos los primeros pasos de nuestra democracia. La idea era escuchar a todo el mundo, porque todas las regiones querían mostrarse al mundo. Había muchas peticiones, pero no hubo problemas.
En septiembre de 1982, la RFEF admitió que los beneficios por la participación en el Mundial podrían alcanzar los 1.300 millones de pesetas. ¿Sirvió realmente aquella suculenta suma para hacer mejor al fútbol español?
Por razones políticas se intentó cerrar los números lo antes posible. Había que hacer un trabajo bastante importante, porque el Gobierno de UCD desaparecía casi día a día. Fue muy duro dejar todo cerrado y no crear un problema para el siguiente Gobierno que saliese de las elecciones. En el palco del Bernabéu se vio cómo viraba la evolución de la política. Al comienzo del torneo, los representantes de UCD eran quienes más próximos estaban al rey. Pero a medida que avanzó la competición, los fueron subiendo y bajando a los del PSOE para que, a su vez, quedansen más cerca de Don Juan Carlos.
¿Alguien de la RFEF o el CSD se ha puesto en contacto con usted para valorar su experiencia previa?
No me ha llamado nadie. La ventaja que tengo es que soy independiente y puedo opinar. Jamás gané un duro con el deporte.

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