El australiano impuso su punta de velocidad en una etapa marcada por la lluvia en la que el campeón belga sufrió dos sustos, el primero provocado por un perro
Groves, en el centro, en el sprint de la quinta etapa del Giro.L. BettiniAFP
La lluvia, el viento, la nieve, la niebla, la ausencia de un techo retráctil y hasta la altura de la hierba alteran el desarrollo de acontecimientos deportivos de primerísimo nivel. Incomodidades prohibidas para los austeros ciclistas, siempre expuestos a rutas plagadas de trampas y con enemigos imprevisibles. Este miércoles, un perro descontrolado por su dueño estuvo a punto de generar una tragedia en el Giro de Italia. La mascota se escapó y provocó una caída que afecto a Remco Evenepoel, el gran reclamo de la Corsa rosa. Se cayó el belga y todos se conmovieron. El campeón del mundo volvió a caerse, sin consecuencias a en la zona de seguridad de los últimos tres kilómetros. Doble susto para el gran favorito en una jornada caótica por la lluvia y el firme resbaladizo.
El pequeño Merckx, en el primer incidente del día, se quedó sentado en el arcén y sus gregarios, alarmados, frenaron el ritmo para esperar a su jefe de filas. Miradas de desconcierto entre sus rivales a sólo 20 kilómetros de la meta. Tras comprobar que los daños eran mínimos, el belga se levantó y reinició la marcha acompañado por sus compañeros. El pelotón, esta vez no aceleró para castigar más al damnificado. Miedo en una etapa muy peligrosa por el agua caída.
Inclemencias atmosféricas que fueron aprovechas por tres aventureros para conseguir su cuota de pantalla. Stefano Gandin (Corratec) Thomas Champion (Arkea), Samuele Zoccarato (Bardiani) se fugaron para desafiar la disciplina del gran grupo en un recorrido sin dificultades montañosas camino de Salerno. A falta de 22 kilómetros Zoccarato se quedó como único expedicionario.
Desafío inútil, porque fue neutralizado a falta de siete kilómetros, cuando se desató una guerra de nervios. En una curva a derechas apareció otra caída. Gaviria, Roglic, Almeida y Rojas quedaron cortados. El esloveno y el portugués consiguieron conectar con el grupo cabecero, pero en ese momento Evenepeol se cayó por segunda vez. Se levantó enfadado y con rasguños en el costado derecho. Un caos que precedió a nuevo y accidentado sprint. Ganó el australiano Kaden Groves (Alpecin), con Jonathan Milan a su estela y con Mark Cavendish por el suelo tras patinar la rueda trasera de su bicicleta y entrar a la meta resbalando. Lo dicho, caos absoluto en este Giro pasado por agua.
La vida de Gonzalo Ariño (Onda, Castellón, 1999) es como una etapa rompepiernas. No hay tregua sin repecho. «La vida te va dando golpes, pero ya sabes cómo gestionarlo. Te puedes quedar en el sofá sentado, dándole vueltas a la cabeza. O te levantas, te mueves y empiezas a hacer cosas», reflexiona sin rastro de debilidad, ni física ni mental. Conversa con EL MUNDO a unos días del puerto más temido, su segundo paso por el quirófano para extirpar el tumor cerebral que se le ha vuelto a reproducir.
Ariño ni siquiera aún era ciclista profesional cuando «un mareo raro» en su casa encendió todas las alarmas. «Intentaba hablar y no me salían las palabras», recuerda de ese verano de 2021. Fue operado en septiembre, en el Hospital Universitario de la Ribera, en Alcira (Valencia), todo tan deprisa que ni siquiera supo muy bien a lo que se estaba enfrentando. «Yo sólo pensaba en cuándo me iba a volver a montar en la bicicleta. Mi objetivo era volver lo antes posible a mi vida, a mis estudios (Geografía y Ordenación del Territorio), a competir».
Y lo hizo, claro. «Porque la bici es mi medicina». «Tenían que ponerme freno. Iba demasiado rápido. A los dos días de salir del hospital estaba ya subiendo escaleras. Al rodillo no tardé en subirme tampoco, en apenas un mes. Me decían que no debía sudar...», relata con media sonrisa. La etapa rompepiernas transitaba por un momento dulce ahora. Hoy tiene el recuerdo imperecedero de cuando pudo volver a la carretera. «Fue muy especial. Salí con mi padre. Dos horitas con parada para el café. No la olvidaré».
Aunque el siguiente mazazo para el niño que había dejado a un lado el kárate y el fútbol para apuntarse a las escuelas de ciclismo de Onda, influencia paterna, estaba cerca. Lo cuenta con crudeza y precisión. «Yo ya estaba operado, me frotaba las manos, ya iba a empezar a hacer vida normal, a volver a la bici. Cuando me dijeron que tenía que estar medio año con la quimio fue el peor golpe. Sufrí un colapso, porque mis planes se truncaron. El tratamiento de quimioterapia y radioterapia se alargó un poco. Me fastidió mucho. Una semana al mes tenía quimio. Lo compaginé con los estudios y la competición. Y me dejaba muy tocado, pero seguía. Tenía dudas de si iba a ser capaz, pero en una carrera en Sabadell tuve muy buen resultado, quedé quinto. Y me dije, vamos a seguir palante».
Gonzalo Ariño, del Illes Baleares Arabay.David González
Y llegó el final de 2023 y otra vez la carretera de su existencia tornó veloz y soleada, como si el viento ahora le empujara. El Illes Balears Arabay iba a materializar el sueño de su vida, desde cuando en infantiles, «muy bajito porque crecí de los últimos», se lo pasaba pipa compitiendo que no ganando. Ahora Gonzalo era ciclista profesional. «Igual tenían opciones más fiables que yo, pero me dieron la oportunidad. Le tengo que dar las gracias a Toni Vallcaneras, el gerente de Arabay», hace hincapié. Y, de repente, se vio en mitad del pelotón, saludando a Carlos Rodríguez, diciéndole que era su ídolo, aquella primera carrera en La Nucía, «un buen golpe de realidad» también. Pues nada tenía que ver con el ciclismo amateur. «Dije: 'Madre mía la que me espera'», rememora.
El castellonense se ganó la renovación gracias a sus buenos resultados, a lo que apuntaban su piernas. Pero no iba a ser todo cuesta abajo. Los controles médicos rutinarios del año pasado mostraban síntomas extraños. El tumor volvía a asomar. «Alguna resonancia salió mal y la oncóloga me dio malas referencias. Tenía miedo. Aunque entonces se acabó limpiando todo, el susto me lo llevé y estuve un tiempo parado». Otra vez los subes y bajas. «En verano volví a entrenar y surgió la opción de ir con el equipo al Tour de Estambul. Y el primer día, en Çatalca, me metí en la fuga. Una sensación espectacular, la mejor de mi carrera».
Ariño posa para EL MUNDO, en Benicasim.David González
Este 2025, con los colores blancos y negros del equipo balear, Ariño comenzó a tope, desde enero: Morvedre, Ruta de la Cerámica, Clásica de la Comunidad Valenciana, Trofeo Calviá, Volta a la Comunidad Valenciana, O Gran Camiño, Gran Premio Miguel Indurain... Aunque... «En las últimas pruebas se ha confirmado que el tumor se ha reproducido definitivamente. Estoy tranquilo, porque parece bastante pequeño. No como la otra vez, que eran seis centímetros. Sé lo que viene y no me asusta», pronuncia, mencionando su confianza en el doctor Pedro Riesgo, su ángel de la guarda.
El mismo que tras la primera intervención, estando en la UCI, le enseñó unas llaves. «¿Qué es esto?», le preguntó. «Y yo sabía lo que era, pero no me salía la palabra», dice sobre esos instantes terribles de pérdida del habla, ya que el tumor estaba cerca de las hormonas que influyen en el lenguaje, superados como todo lo que afronta Gonzalo. «Cuando volvieron al día siguiente, lo conseguí». Sabe que en unos días volverá a pasar por lo mismo. «Pero nunca he pensado en dejarlo. Es más, todavía no me han vuelto a operar y ya estoy pensando en regresar a la bici».