Cuando Gennaro Gattuso pisó por primera vez la Ciudad Deportiva de Paterna le presentaron a Voro como team manager del primer equipo del Valencia. El italiano le estrechó la mano y le dijo que sabía perfectamente quien era. Lo recordaba en el campo y en el banquillo en los momentos difíciles que había atravesado el club en otras temporadas. Lo que no imaginaba es que apenas siete meses después de aquella presentación, él sería quien le sustituyera en el banquillo.
La energía de Gattuso se ha ido agotando desde principios del mes de enero y la confirmación de que no habrá refuerzos para el equipo en el mercado de invierno con los que ayudar a salir de la delicada situación en la tabla le llevó a dejar a un lado la lealtad que quería mantener con su equipo y, agotado, pedir una salida acordada “con tranquilidad y respeto”.
La decisión se tomó a media tarde del lunes y el italiano acudió este martes al entrenamiento para despedirse de sus futbolistas. “Siento lo que ha pasado pero la vida es así. Le deseo buena suerte a Voro, que tiene un trabajo muy difícil pero tiene a unos jugadores muy valientes“, improvisó ante la prensa, a la que agradeció su apoyo, como también a la afición: “Gracias, es una afición increíble y siempre ha habido 40 o 45.000 personas en Mestalla”.
“Lo siento, pero el club y yo hemos decidido ir en está dirección, con tranquilidad y respeto.Es un club muy grande y una ciudad increíble, ¡Amunt València!”, se despidió.
Gattuso tenía contrato hasya 2024 y en su acuerdo de rescisión se fijará que renuncia a todo el sueldo que le correspondía tras el día de ayer. Es el único técnico desde la salida de Marcelino García Toral que ha mantenido una relación directa con Peter Lim en dos visitas a Singapur en nueve meses y una videoconferencia.
Tesón y fe es lo que tuvo el Valencia para sumar un punto de oro con un testarazo de Sadiq en el minuto 84 ante el Villarreal que le saca de puestos de descenso. Siete años llevaban los valencianistas saliendo derrotados de La Cerámica y, justo en el momento de más necesidad, se sobrepusieron a sus carencias para arrancarle dos puntos que hacen tropezar a los de Marcelino en su pelea por la cuarta plaza. [Narración y estadísticas: 1-1]
Era un duelo muy desigual en calidad y pronto empezó a vislumbrarse. El Valencia es un equipo que se asemeja a una batucada, con una sonoridad que puede entusiasmar pero que nace de los golpes. Empezó Rioja, tras un buen balón de Pepelu a la espalda de Cardona que chutó por encima del larguero. Se enganchó Javi Guerra, cazando el despeje de Gueye a un centro de Gayà que tampoco cogió portería. Se protegía el equipo de Corberán con cinco defensas para que el partido no se quebrara, tratando de convertirse en cemento por donde no hallara grietas el equipo amarillo. Una tarea que empezó a complicarse.
El Villarreal va camino de ser una sinfónica bajo la batuta de Marcelino y con solistas capaces convertir una pieza en sublime. Solo había que esperar a que aparecieran. Lo hizo Ayoze, revolviéndose en la frontal pero sin lograr engatillar y sorprender a Mamardashvili. Después fue Álex Baena quien se coló en el área hasta toparse con Rioja, omnipresente por toda la banda derecha. Poco a poco iban afinando hasta que en una triangulación casi de billar llegó el gol. Sacó de banda Pau Navarro apoyándose en la descarga con Pépé, que buscó a Gueye y el nigeriano tiró una pared con Yeremy Pino que le habilitó en la frontal con hueco para golpear y batir al guardameta georgiano en el minuto 32.
Del golpe le costó al Valencia reponerse. Sin conseguir estirarse en ataque mas que a arreones, estaba muy lejos de poner en aprietos reales a un rival que, si bien en ocasiones desafina en defensa, es capaz de desatar un vendaval en cualquier momento. En frenarlo se esforzaron y, pese a ello, tuvo Baena una clara ocasión de engordar el marcador, aunque sus propias dudas lo evitaron.
Poco cambió en la segunda parte. No necesitaba Marcelino acelerar el partido porque, sin prisa, parecía que sus jugadores lo iban inclinando. El problema es que no lo cerraban y la ventaja era corta. Probó Ayoze con un testarazo a centro de Cardona y Baena a desbordar incluso con caños pero no tenían un partido cómodo. Este Valencia de Corberán, que sigue teniendo muchas carencias, ha crecido en tesón y hasta en oficio. Por eso, viendo que no aparecía la lucidez, echó mano de Sadiq e Iván Jaime buscando piernas. Respondió el Villarreal con Buchanan y Comesaña, que tuvo la mejor ocasión para cerrar la victoria en el primer balón que tocó. Quería más el Villarreal sin conseguirlo. Ni Ayoze, en una frívola chilena, ni Pépé, que marcó, pero en fuera de juego.
Quien tuvo premio a su valentía fue Corberán. Tanto perdón groguet tenía invitaba al riesgo. Cuando se lleva el descenso pegado a los talones poco importa por cuánto se pierde. Mandó al campo a Rafa Mir y a Fran Pérez y, entre los dos, pergeñaron el empate. Un pase el largo del extremo a la espalda de los defensas lanzó al murciano a la carrera y, aunque su disparo lo despejó Diego Conde, el rechace lo cazó Sadiq para poner el empate y dar mucha vida al Valencia.
Hay momentos en que entender a Hansi Flick no es fácil. Encontrar explicación a por qué quita del campo de una tacada el talento de Dani Olmo, el colmillo de Raphinha y el oportunismo de Lewandowski no es fácil. Pero en Dortmund, cuando lo ganado parecía que se le escapaba como agua entre los dedos en una segunda parte desatada, al alemán le funcionó. En la locura, cuando el Borussia se aprovechaba de los pocos errores que cometieron los azulgrana, emergió Ferran Torres para amarrar tres puntos que casi certifican que el Barça estará en octavos. [Narración y estadísticas (2-3)]
No fue una cuestión tanto de suerte como de merecimiento. Mostró este Barça de doble cara la dominadora en el Signal Iduna Park, aunque a los alemanes les costara un minuto forzar el primer córner. Aún no habían engrasado los azulgrana el fuera de juego en el que atraparía una y otra vez a los alemanes. En escenarios gigantes como el dominado por el Muro Amarillo, apareció una vez más el equipo sólido que, por primera vez en la era Flick, también mostró una versión de control y paciencia para ir desajustando al rival poco a poco, sin tanto machetazo.
En esa trampa cayó el Dortmund, incapaz de arrebatarle la pelota, impreciso y salvando el pellejo por la imprecisión del Barça en el área. Dejaron conectar demasiado a Dani Olmo, Lamine Yamal y Raphinha y eso les hizo sufrir mucho durante los primeros 20 minutos.
Presión alta y efectiva
Probó Balde con un centro lateral al que no llegó Raphinha. Le dio réplica Lamine con otro que no cazó por milímetros el capitán brasileño y volvió a probar a Kobel con un disparo lejano. La presión del Barça era altísima y efectiva porque su rival apenas podía correr a su espalda y, cuando lo lograba, caía en clamorosos fueras de juego. Aún así tuvo latigazos para calentar a Iñaki Peña que, aunque la jugada estuviera invalidada, se lucía.
Se estaban gustando los azulgrana y parecía sólo cuestión de tiempo que llegara el gol. Lo falló Raphinha en una ocasión hilvanada entre Olmo y Lamine que envió rozando el palo. El Barça había dejado a un lado su verticalidad para amasar el partido ante un contrario muy ordenado en su área. Pese a la maraña de piernas amarillas, Lamine fue capaz de encontrar el espacio suficiente para armar un zurdazo que obligó a la mejor parada de Kobel. Ese susto hizo desperezarse al Borussia, que se estiraba con Duranville creando problemas a Balde y Gittens a Koundé, dos estiletes en las bandas que debían alimentar a Guirassy. Al guineano le amargó Peña al tapar un cabezazo picado bocajarro pegado al palo.
Todo el control en el que se había recostado el Barça saltó por los aires en la segunda mitad. Sahin echó mano de Yan Couto para intimidar y Guirassy consiguió batir la meta azulgrana, otra vez en fuera de juego. Aún no era aún su momento, era el de un jugador brasileño que lleva el brazalete de capitán tatuado. Raphinha siempre aparece al rescate para dar el picotazo letal. Fue una jugada casi del manual Flick: Pedri roba y protege, encuentra a Olmo que, con un control orientado, lanza al capitán a la carrera entre Can y Schlotterbeck para encarar y batir a Kobel.
Casadó y Ryerson pugnan por un balón.AP
La alegría azulgrana de ver en el marcador reflejado su dominio duró un suspiro. Lo que tardó en lanzar una contra el Dortmund y que Cubarsí, en un gesto infantil, derribara de un empujó a Guirassy en el área. No dudó el francés Letexier en pitar penalti que el propio guineano convirtió en el empate.
Fue entonces cuando Flick agitó el banquillo con Fermín y Ferran. También con De Jong, pero el holandés está opaco. Koundé se escapó hasta la línea de fondo y puso un centro en el punto de penalti que golpeó el andaluz ante Kobel. El suizo no embolsó la pelota y apareció Ferran para rebañarla. De nuevo el Barça tenía ventaja en el minuto 75. Y de nuevo no sabría protegerla. Desde el mismo saque de centro nació el empate cuando Gross esquivó la trampa del fuera de juego y le regaló el segundo gol a Guirassy.
No se cansó de remar este Barça y volvieron a asociarse los mejores para evitar que se escapara la proeza de ser el único equipo en asaltar el Signal Iduna Park en tres años, desde noviembre de 2021. Pedri, catalizador, buscó a chispa de Lamine y el joven astro, en otro partido de personalidad, dejó al valenciano franco para batir a Kobel. Bendita locura.