“Amigo, no vamos a Francia por los croissants“. Es el aviso del seleccionador australiano de rugby, Eddie Jones, en un vídeo previo al Mundial que comienza este viernes en el país galo. Una frase entre el deseo y la bravata si se tiene en cuenta que su equipo ha caído con malas sensaciones en los cinco últimos partidos.
Jones fue destituido el pasado otoño como máximo responsable de Inglaterra por los malos resultados. A él no parecían importarle, tenía como objetivo este mundial. Cuando quedó libre, Australia le contrató. Aunque esta selección encadene hoy infracciones y no pase de intermitente en ataque, el provocador Eddie agita las expectativas. “Absolutamente sin opciones, perfecto”, asegura en otro vídeo.
Inglaterra, subcampeona del mundo, tampoco ha mejorado tras prescindir de Jones. Después de un pésimo Seis Naciones, su errática preparación se ha cerrado con una derrota en casa ante Fiyi, un conjunto a priori inferior que desnudó su defensa. Tiene también un grave problema con la disciplina: en su difícil debut contra Argentina no podrá alinear por sanciones previas a dos titulares clave. Quizá por igualar a Jones, el seleccionador Borthwick se siente “muy contento” con el trabajo de sus hombres.
Con semejantes antecedentes, tanto Australia como Inglaterra apenas aspiran a dar la sorpresa. Y podrían darla. Porque el Mundial 2023 dura casi dos meses, examina la profundidad de las plantillas y contiene elementos de incertidumbre. La primera disfunción parte del sorteo, realizado en diciembre de 2020. La realidad actual es que los cuatro grandes favoritos -Francia, Irlanda, Nueva Zelanda y Sudáfrica- se dividen en dos grupos que se cruzan en cuartos; sólo dos llegarán a semifinales.
Por esa razón, ahí podrían colarse las devaluadas Australia e Inglaterra, todavía en reconstrucción. En su lado del cuadro se encuentran la deprimida Gales -su máximo peligro es que se espera poco de ella- y la gran tapada, Argentina. Los Pumas llevan años compitiendo al máximo nivel y venciendo a las otras grandes selecciones del sur. Sin decir nada, aspiran a todo. Si añaden poso a su pasión, si su defensa funciona y su delantera se impone sin pasarse de vueltas, estarán entre los cuatro mejores. Una vez ahí, a soñar.
El atractivo del campeonato, que ha superado los dos millones y medio de entradas vendidas, se disparará con las eliminatorias. Los grandes luchan por el título y los del segundo peldaño -ojo a Fiyi- por ascender en la rígida jerarquía. Para Georgia, Fiyi, Escocia, Italia y Japón sería un éxito meterse en cuartos. Los demás equipos -o mercados, en términos de negocio- intentarán evitar que cada masterclass se traduzca en paliza. Los aficionados de los 20 equipos, se esperan 600.000 visitantes extranjeros, compartirán fiesta y camaradería, mezclados en la grada y las cervezas.
Francia e Irlanda se enfrentan al reto de destronar a los países del sur, que han alzado la Copa Webb Ellis en ocho de las nueve ediciones anteriores. Los europeos juegan contra la historia y contra sus propios fantasmas. La selección gala ha perdido tres finales, el XV del trébol nunca ha llegado a semifinales. Pero ambos han vencido con solvencia a neozelandeses y sudafricanos recientemente.
Cuatro años lleva Francia creciendo hacia esta cita, casi un asunto de estado. Ha ganado los últimos 14 choques disputados en su país y juega como anfitrión. Inaugura este viernes el torneo contra Nueva Zelanda; ambas selecciones firmarían reencontrarse en la final. Al sobresaliente medio melé Dupont Francia añade una delantera potente y dinámica, una línea conjuntada y la seguridad en los tiros a palos. Puede echar de menos el talento de su apertura N’Tamack, lesionado en un encuentro de preparación.
El poder de Irlanda reside en el conjunto y sobre esa base ganó invicta el último Seis Naciones. Posesión del balón, apoyos en corto y máximo peligro cuando se acerca a la zona de marca del rival. Destaca su disciplina, no ha recibido ninguna tarjeta en los últimos 11 encuentros. El XV del trébol se mueve guiado por Sexton, con 38 años muy golpeados. Su cruce de cuartos, contra Francia o Nueva Zelanda, equivale a la frontera entre el éxito y el fracaso.
Los All Blacks siempre figuran entre los favoritos. Comenzaron el verano resolviendo sus encuentros en el primer cuarto de hora. Nadie juega como ellos a toda velocidad. Habilidad mágica con el balón, talento para abrir agujeros, un vendaval de puntos. Pero en el último partido de preparación recibieron de su archirrival, Sudáfrica, la peor derrota de su historia (35-7). Dudas y, en el aire, la gran pregunta sobre este deporte de desgaste. ¿Cuánto resiste un equipo, aunque sea excelente, si está condenado a sólo defenderse?
Tras ese partido Sudáfrica llega como le gusta, intimidando. La actual campeona ha ampliado las rotaciones y suma chispa a la tres cuartos. Su apuesta resulta brutalista, de hormigón armado. Domina la conquista de balón y empuja, empuja, empuja. Contra Nueva Zelanda, no sólo destinó siete de los ocho puestos en el banquillo a delanteros, sino que los metió en el campo a la vez para multiplicar su impacto. Los Springboks no han convocado a su apertura habitual, Pollard, que sale de una lesión, pero están poniéndole a punto por si hubiera una baja. ¿Y si no la hubiera? Este puede ser también el Mundial de las suspicacias…
El de Francia será, sin duda, el Mundial de la seguridad del jugador. Un principio imprescindible que quizá llega tarde, ante las denuncias anunciadas por posibles daños cerebrales en jugadores de élite. Los golpes en el cuello y en la cabeza ya suponen, al menos, la expulsión por diez minutos. Los jugadores se ven obligados a combinar agresividad y autocontrol pero a veces quedan sin reacción ante un inesperado cambio en la postura corporal del rival.
En paralelo, el rugby pisa suelo pantanoso. A los colegiados se añaden los jueces de televisión y un comité que puede convertir en directo una expulsión temporal en definitiva. La casuística ha ido enredándose. La intervencionista Federación Internacional, World Rugby, ha llegado a apelar con éxito tras un encuentro para que se aumentara una sanción al inglés Farrell. Tanto empeño en el rigor entraña el riesgo de dañar la autoridad de un árbitro antaño respetado aunque se equivocara. Así que podríamos encontrarnos ante el Mundial de las sanciones y de las polémicas.
Iniciados en 1987 y potenciados por el profesionalismo, los mundiales han sucedido a las giras de la era amateur en la consagración de leyendas. Francia 2023 añadirá héroes al olimpo de la Sudáfrica triunfal bendecida por Mandela, el drop de Wilkinson, los All Blacks que conquistaron dos títulos consecutivos. Y ahí Eddie Jones guarda un as en la manga. Por muchos croissants que coman, parece difícil que los australianos disputen la final del 28 de octubre. Pero él podrá alegar que en realidad prepara la edición de 2027, que organizará su país. Un mundial de rugby, palabras mayores.
Qué partidos ver este fin de semana
Viernes 8, 21:15 Francia -Nueva Zelanda. Un partido muy atractivo pero con más cartel que trascendencia. Porque sea cual sea el resultado, ambos equipos deben pasar a cuartos y en esa ronda afrontarán una final anticipada y sin margen de error.
Sábado 9, 21:00 Inglaterra – Argentina. El XV de la rosa necesita reivindicarse tras los malos resultados de la preparación y para los Pumas es vital empezar con victoria. El que gane tiene un camino aparentemente más despejado para llegar a semifinales.
Domingo 10, 17:45 Sudáfrica – Escocia. Un choque para comprobar cómo funciona la muy previsible apisonadora de la delantera campeona del mundo. Tendría un pronóstico seguro si Escocia no fuera la selección de las sorpresas.
Domingo 10, 21:00 Gales – Fiyi. Un conjunto que va a menos frente a otro en ascenso. Choque clave en el grupo más igualado, donde se espera -pero no se da por seguro- que se imponga Australia y los demás compitan por la segunda plaza en cuartos.
En España todos los partidos son retransmitidos por Movistar Plus.