Febrero, que ha empezado con una jornada liguera combatida y exigente como demuestran los partidos Unicaja-Andorra o Zaragoza-Breogán, va a ser, más aún de lo habitual, una muestra de las desigualdades en el baloncesto internacional, con dos competic
Hazte Premium desde 1€ el primer mes
Aprovecha esta oferta por tiempo limitado y accede a todo el contenido web
Era noche europea grande en el Palacio. De esas en las que poco importan los precedentes. Se trata de ganar, convencer y convencerse. Ante un rival directísimo como el Armani de Mirotic, de Messina y también del ovacionado, "uno de los nuestros", Fabien Causeur. Y el Real Madrid respondió con contundencia. Se desprendió de parte de sus incertidumbres y miró, al fin, a los ojos de la Euroliga. Brillaron los que deben y el contundente triunfo, el tercero seguido en Europa, dispara las expectativas. [96-89: Narración y estadísticas]
Mucho camino le resta a los blancos, este viernes sin ir más lejos en Belgrado contra el Estrella Roja, allá donde concretar las sensaciones. Donde soñar incluso con evitar el play-in, con ser temidos otra vez en los cruces. Ya nada importará el arduo camino hasta aquí. Con Tavares volviendo a ser gigante (19 puntos, siete rebotes en 20 minutos en pista), con el carácter único de Campazzo, los puntos de los 'Brates', el despertar de Garuba y Feliz, la eternidad de Llull. Todo eso lo sufrió el Milán, que se dejó parte de sus opciones aunque un triple de Mirotic sobre la bocina le salvó el basket-average (85-76 ganó en la primera vuelta). Su calendario es propicio.
Serán jornadas de cuentas y miradas a otras canchas. Pero también de sondearse a uno mismo, a esas "frustraciones" que reconocía Chus Mateo y de las que hubo poco rastro ante el Milan. Siempre por delante, respondiendo a cada intento de meterse en el partido de los italianos y sólo titubeando en un desenlace en el que se dejó una ventaja que puede echar de menos después.
Contrastó el aplauso sentido y largo a Causeur en su retorno al Palacio, con la pitada de siempre a Mirotic, otro ex. Eso marcó los prolegómenos, aunque luego pronto quedó olvidado con la gran puesta en escena del Madrid, tal y como demandaba la ocasión. Cuando mire atrás, quizá sea este martes de marzo el partido más trascendental de la temporada. Los blancos se dejaron de historias y de dudas. Fueron un ciclón, prologando ese éxtasis que fue el acto final en el Carpena. Si allí asestó 39 puntos, en el Palacio el Milán se llevó 31 (y eso que el triple desde su propio campo de Andrés Feliz estaba fuera de tiempo).
Garuba-Mirotic
Tuvo mucho que ver Usman Garuba. Al fin. El de Azuqueca está siendo todo lo que se espera de él cuando decidió volver de la NBA. La intensidad, la versatilidad, el carácter. Desde el quinteto inicial, con Deck al tres (le está costando al argentino ser el que es), secó a Mirotic, que en toda la primera mitad apenas fue capaz de meter dos tiros libres. Y además aportó ocho puntos para corroborar el absoluto dominio blanco de la pintura. Un abuso que se tradujo en una distancia de 15 puntos (24-9).
El Madrid de Tavares y Garuba era insondable para Messina. Su equipo intentó reaccionar en el segundo acto, cuando los Brates lideraban la segunda unidad blanca. Le costó al Madrid tres minutos anotar su primera canasta, pero el Armani seguía lejos. Y eso que llegaron sus tres primeros triples (es el equipo con mejor porcentaje de la competición). Las dos últimas posesiones pudieron haberlo cambiado todo. Pero falló Mannion y Llull, con cuatro segundos por jugar y arrancando desde campo propio, acertó con una de sus mandarinas. Para júbilo de las tribunas, que cuando la agarra el balear ya sabe que es apuesta casi segura. Vibra como ante la embestida de un toro. De haberse ido por debajo de 10 a 13 arriba, para un Madrid que reservó muchos minutos a Tavares.
Llull celebra su triple antes del descanso.Juanjo MartínEFE
A la vuelta pareció el Madrid decidido a sentenciarlo, 17 de ventaja (58-41) y todo cuesta abajo. Y sin embargo, la noche tenía trampa. Por las propias desconexiones y por el despertar de Mirotic. Primero fue un 0-9 en un abrir y cerrar de ojos y luego un error de concentración clamoroso de Garuba, para estropear casi todo lo anterior. Esa cabecita, ese ímpetu mal encauzado, le llevó a empujar a Mirotic tras una falta. La antideportiva le mandó al banquillo y liberó al hispano-montenegrino. Encadenó nueve puntos seguidos, robos, tapones y asistencias. El Armani estaba en el duelo.
Pero era noche europea grande. Y Campazzo lo sabía. No están siendo sus mejores semanas, pero él es el líder. A su espalda el equipo y otra vez el colchón. Y todos implicados en un triunfo clave, el que le hace soñar con los playoffs e incluso con esa Final Four.
Al Milán ya no le quedaba respuesta. Apenas salvar el basket-average. Y el Madrid estaba con el subidón de haber funcionado su respuesta, los mecanismos de antaño, el dominio de la pintura, el baloncesto al galope y hasta el acierto. Pero los blancos se enfriaron, Brooks emergió con un par de triples y aunque un palmeo de Tavares pareció definitivo, Mirotic acertó después para el mal menor.
El 'capitán' Hezonja se sienta en el banquillo unos minutos antes de las presentaciones. Cierra los ojos, relaja sus brazos, y permanece en modo zen cinco minutos, inalterable al estruendo de alrededor. Hasta el punto de que le tienen que avisar de que esto empieza ya. Al poco, se le ve frenético en el banquillo, animando a sus compañeros desde la primera canasta. Incluso pisa la pista para agarrar al joven Eli Ndiaye, que las está pasando canutas en el amanecer contra Derrick Alston Jr., para darle unos consejos. Lo mismo hará después el croata con Andrés Feliz, al que le sermonea largo tiempo en un aparte. Es la nueva versión de un tipo que, además, es incontenible sobre la pista.
Ahí, en el parqué, hizo suya la tarde Hezonja contra el Baxi Manresa en cuartos. Pero esta vez lo deportivo quedó casi en segundo plano. Lo que impresionó del alero fue su actitud. Hace un año por estas fechas sus desplantes en el Carpena fueron evidentes durante toda la Copa. Una bronca con Llull, caras largas en el banquillo, pocos festejos con el título. En la final contra el Barça apenas disputó 11 minutos. Parecía más dentro que fuera del club por entonces.
El cambio de chip vino con el final de la primavera, sus escarceos polémicos con el Barça, su renovación millonaria con el Real Madrid. Nada menos que cinco años, lo que nunca en su carrera. «Cuando firmas un contrato en el mejor club del mundo, te viene mucha responsabilidad. Por eso me veis muchas veces queriendo jugar 40 minutos cada día, y me enfado a veces con Chus. Un contrato más largo, más responsabilidad», reconocía ayer, asumiendo su liderazgo, su ascendencia sobre el resto. Y reconociendo de quién lo aprendió. «El Dios se llama Sergio Llull. Él, el Chacho, Rudy... me han enseñado que se puede liderar en muchas otras cosas. Y lo estoy intentando. Enseñando una nueva versión. También quiero ser líder cuando equipo está mal y pierde», concedió en sala de prensa.
Hezonja, felicitado por sus compañeros en el banquillo.ACB PHotoMUNDO
Donde también habló de su trabajo «mental», que nació cuando estaba tan mal en la NBA que pensó en dejarlo todo. «En cuanto a lo de antes del partido, llevo practicándolo en algunas ocasiones desde hace tiempo. Creo que eso también me ayudó a llegar a un nuevo nivel: aprender a no volverme loco con ciertas cosas y a cuidar mi mente tanto como mi físico. Me fue bien en Grecia, me fue bien en Rusia...».
Hezonja, antes del partido contra el Manresa.ACB Photo
Hezonja se postula para MVP, algo que aún no ha sido con el Real Madrid. Sus 24 puntos y seis rebotes impulsan su candidatura, aunque él sólo quiera saber de lo colectivo. Asentía en sala de prensa (no quiso irse al vestuario, por respeto) cuando su entrenador, al lado, elogiaba el trabajo de Andrés Feliz, Garuba o Ndiaye. Y se ruborizaba con sus palabras hacia él. «Para empezar, es un jugador extraordinario», comenzó Chus Mateo. «Aporta muchísimas cosas, no solo en la cancha. Yo le tengo mucho cariño personal. Tiene un carácter efervescente que a veces le juega malas pasadas, va madurando poco a poco y dándose cuenta de donde está. Ese proceso lo está dando con nosotros. Ha ido de un lado para otro y estoy contentísimo de que haya encontrado un lugar para su familia. Este equipo no tendría sentido sin Mario Hezonja».