Fue el partido más insignificante que he visto esta temporada, donde el Real Madrid hasta se aburrió a sí mismo frente a un paupérrimo Granada, bajo de presupuesto, bajo de juego.
Esta es la Liga de Javier Tebas, el que salvó seis equipos. Todos los d
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Brahim Díaz Abdelkader, nacido en Málaga, como su madre, hijo de un padre de Melilla, jugará con la selección absoluta de Marruecos. El centrocampista andaluz, que jugó con España en categorías inferiores, ha tomado una decisión «personal», según adelantó Marca y pudo confirmar este periódico, y vestirá la camiseta del país de su abuela paterna.
El andaluz ha estado meses deshojando una margarita que ahora se ha quedado sin pétalos. Según fuentes cercanas a la situación, Brahim estaba en la prelista de España y de Marruecos para el próximo parón internacional, algo que no había sucedido en anteriores momentos, y ahora, sí o sí, tenía que elegir. Y se ha ido con la tierra de sus ancestros por el mayor ímpetu mostrado desde la Federación marroquí, que le llamó por primera vez hace seis años para calibrar su interés y en los últimos seis meses no ha dejado de insistirle, con llamadas diarias desde hace semanas, tanto del seleccionador Walid Regragui como del presidente de la Federación.
En el otro lado de la balanza está la Federación española, con más opciones para el puesto de centrocampista ofensivo y con menos argumentos para asegurar al 100% la continuidad del futbolista en futuras convocatorias, incluida la Eurocopa. De hecho, una de las razones que más ha pesado en la decisión de Brahim es que no ha recibido una llamada personal desde el cuerpo técnico de la selección española, ni de Luis de la Fuente ni de sus ayudantes. Recordemos que el jugador del Madrid tampoco fue a los últimos Juegos Olímpicos.
De esta manera, España pierde al futbolista de 24 años, que sólo ha disputado un partido con la absoluta española. Fue en junio de 2021, en un amistoso ante Lituania. Dado el carácter no oficial de ese encuentro, ahora podrá vestir la camiseta de Marruecos. Brahim deja atrás 26 partidos con España entre todas las categorías, 9 con la sub'17, 8 con la sub'19 (donde tenía como entrenador a De la Fuente) y 8 con la sub'21. Disputará el primer partido de su carrera con el combinado africano en el próximo parón.
Ancelotti: "Lo de Vinicius es frustración, es normal"
La noticia de Brahim opacó la zona mixta del Santiago Bernabéu tras el encuentro ante el Celta, donde Carlo Ancelotti sabía muy bien a qué jugadores tenía que dar una pequeña charla sobre el césped: Vinicius, Rüdiger y Arda Güler. El italiano se acercó primero al brasileño. «Le he dicho que es el mejor», contestó, cuestionado sobre las palabras que le había dicho a Vinicius. Preguntado por el empujón a Mingueza, el italiano pensó también en la camiseta de Vinicius: «He creído que no se ha roto. Ha sido una jugada muy fea y creo que la decisión del árbitro ha sido correcta. Lo de Vini es frustración, es normal», terminó Carletto.
A unos metros, Lucas Vázquez valoraba la acción del brasileño. «Sabemos que eso no lo debe hacer, pero está siendo un poco perseguido por todo, se le está dando mucho bombo a cosas que no tienen que ver con el fútbol. Vini, centrándose en jugar cada semana es determinante, completo y decisivo», elogió el gallego, que admitió que le intentan dar consejos y que el brasileño los acepta. «Él intenta mejorar siempre en todo. Es humilde para aceptar críticas y consejos, pero a veces es difícil y le cuesta quizás tener ese temple que tendrá con los años», dijo.
Pero volvamos a las charlas de Ancelotti. Después de decirle a Vinicius que «es el mejor», el italiano se acercó a Rüdiger, el otro protagonista del duelo al imponerse en los dos córneres que provocaron sendos goles del Madrid. «Después de hablar con Vini he hablado con Rüdiger... Y le he dicho 'tú eres el mejor'», contó el italiano, causandos las risas en la sala de prensa. «Y luego a Nacho también le he dicho 'eres el mejor'. Tengo que darles confianza», añadía, empujado por las risas de la sala. Sobre el alemán, destacó su profesionalidad: «Tiene el tempo perfecto sobre cuándo ser serio o irónico, es un gran jugador», destacó.
Por último, el italiano se acercó a Güler, que metió su primer gol con el Madrid. «Ha jugado muy poco, pero estaba seguro de que algo podía hacer. Es un gran talento. Nadie duda que tiene futuro aquí», dijo,antes de reflexionar sobre la crisis de dos empates consecutivos (Valencia y Leipzig) antes del Celta. «Aquí en el Madrid el empate es la antesala de la crisis», finalizó con elegancia.
Un Madrid entre el gol y la ira puede haberse dejado el liderato en El Sadar. El gol lo representa Mbappé, que crece y crece mientras intenta alejarse de lo tóxico. Difícil. La ira la personifican, esta vez, Bellingham y Ancelotti. El inglés, expulsado presuntamente por un insulto o menosprecio a Munuera Montero sin el balón de por medio; el italiano, amonestado, lejos de su temple en la banda, incluso contenido por su hijo Davide. El empate en inferioridad ante Osasuna no puede disociarse de una actuación del equipo arbitral deficiente, con un posible penalti no señalado a Vinicius, el corregido por el VAR en el área contraria, tras una acción de Camavinga, y la expulsión de Bellingham. La Liga se calienta, y no para bien. [Narración y estadísticas (1-1)]
Bellingham lo hace solito. Ya se le ha visto dirigirse airadamente a jugadores o colegiados en otros partidos. Debe corregir esa impronta. La situación de Ancelotti, en cambio, es más sintomática y significativa del estado de nervios en que vive el Madrid en la Liga, no en la Champions, donde no sospecha. Con razón o sin ella por los errores arbitrales, que los hubo en El Sadar, no es algo que le convenga, porque resta energía a quien tiene la mejor. La discusión iguala a los equipos. La calidad los diferencia.
Sin discutir, el Madrid no es que fuera superior, es que abrumó a Osasuna con un arranque autoritario, de tirano, mucho más que de líder. Eso no es fácil en El Sadar, un lugar con electricidad esté como esté Osasuna. La intensidad es la primera característica de su idiosincrasia. Con Modric y Camavinga en el centro del campo, el Madrid se hizo con el mando del partido, amenazante, rápido en el movimiento de la pelota. Vinicius protestó una mano en la primera jugada y falló lo más claro en la siguiente jugada. No se habían alcanzado aún los tres minutos. El Madrid era un ciclón.
Jugada residual
Vinicius fue objeto, poco después, de una entrada de Moncayola en el pico del área. El desplazamiento fue claro, pero ni Munuera Montero señaló penalti ni el VAR recomendó al colegiado que lo revisara. Extraño. Era, al menos, para verlo. La comparación de esa jugada con la que el VAR pidió al árbitro que fuera a ver al monitor por la acción de Camavinga, en una jugada residual, da argumentos al Madrid en sus protestas. La única justificación reglamentaria es que, al ser amonestado con la tarjeta amarilla, haya de señalarse el penalti. De nuevo, una pena máxima por acciones de interpretación. El Madrid la suma a la que recibió en el derbi, por el pisotón de Tchouaméni con el balón pasado, y a la no roja a Romero sobre Mbappé en Cornellà, con la carta del club de por medio.
El gol de Mbappé fue, pues, como un espejismo, en una de las pocas acciones limpias, libres de protestas, que tuvo el partido. Valverde, de nuevo como lateral, cazó un rechace y puso la directa. Pocas conducciones en la Liga son tan imparables. El uruguayo es como un expreso. Corrió, centró y Mbappé llegó a la anticipación al central para colocar el balón justo bajo el larguero. Tremendo el remate del francés, activo, medido en los espacios para evitar el fuera de juego. La progresión, parada y centro que había hecho poco antes para Vini demostraban que está afinado. Lástima que la ira pueda llevárselo por delante.
Courtois, tras la concesión del penalti por el VAR.AFP
La amarilla a Ancelotti y la expulsión de Bellingham cambiaron el decorado, por la inferioridad y la crispación. Osasuna comenzó a aparecer, con Bryan Zaragoza por la izquierda y las llegadas de Aimar Oroz, que provocó la primera intervención salvadora de Courtois, mano abajo con fuerza, la suficiente para que el balón saliera por encima del larguero. Una parada de valor gol. El regreso del descanso trajo la misma tendencia, apoyado el equipo navarro en su superioridad y con Asencio como anticuerpo. Crece el central de la cantera. A Osasuna le convenían los quilombos en el área madridista. El polémico penalti de Camavinga, VAR mediante, llegó en ese contexto. Courtois había vuelto a evitar el empate, pero en los 11 metros ante Budimir, nada pudo hacer.
La igualada era ya una amenaza para el líder, que empezó el choque con uno y dos puntos sobre Atlético y Barcelona, respectivamente. Una vez consumada, el Madrid debía volver al juego. Ya habría tiempo de protestas. Lo hizo el equipo de Ancelotti, con un Mbappé que apurada sus fuerzas hasta la extenuación y forzaba lo mejor de Herrera bajo palos, y un Vinicius en estado puro, determinado, sin sonrisas irónicas. No las tuvo hasta el final ni las tiene un Madrid encorajinado, entre el gol y la ira.
Dio la sensación de que la valentía del Real Madrid en la previa de la final de la Copa del Rey duró lo que suelen durar todas las polémicas en España: hasta que diga el PSOE. Según el relato publicado el club estaba calentando el avión para volver a Valdebebas hasta que unas llamadas pseudogubernativas le convencieron de que el mundo, enlutado por la desgracia papal, merecía el alivio cómico de ver un partido más de Lucas Vázquez y Rodrygo Goes intentando sacar el balón jugado por la banda derecha.
El Madrid tendrá que aprender a convivir con la frustración de que la única consecuencia del caso Negreira haya sido la proliferación de bravuconadas como la de los árbitros de la final a 24 horas del partido. Es lo que hay: ni ha pasado ni va a pasar nada más. Con tino lo subrayó el realizador, colando en mitad del partido un plano grisáceo de Feijóo, Illa y Laporta. De todos los del palco, escogió a esos tres. Sólo después se recreó el cámara en las gesticulaciones de María Jesús Montero, como retando a un diputado pepero en una sesión de control del Congreso pero con Felipe VI al lado en vez de Yolanda Díaz.
Del partido no cabía esperar nada, toda vez que el Madrid había decidido ni siquiera ejercitarse el día anterior. No habría cambiado mucho, o quizá lo habría empeorado. Superado el ridículo de la primera parte, el esfuerzo y la presión de la segunda no se había visto en ningún momento de la temporada. A la final le habían dado la vuelta Mbappé y Tchouameni, los dos únicos silbados por el Bernabéu. Apoyados por Arda Güler, el único junto a Endrick abroncado en público por Ancelotti. Las viejas recetas casi siempre funcionan. Lo resetearon entre la incapacidad de Vinicius para cerrar el partido -solía correr en el minuto 120 igual que en el 1, y desde ahí destrozaba los partidos- y un error incomprensible de Courtois. Lo mantuvo vivo González Fuertes, el del VAR, advirtiendo el piscinazo de Raphinha que había castigado alegremente el sonriente De Burgos.
No quedaba ya un antimadridista en el mundo que no pensara que ganaría el Madrid robando. Ni un madridista que se fiase de un guion tan obvio. Pensé que perderíamos en penaltis con doble toque de Valverde. Brahim se encargó de que no hiciera falta.