El anhelo colectivo cuando llega la Copa (menos para dos clubes) es la alternancia, lo policromático, la alusión a la sorpresa noventera, esa década donde hasta ocho equipos distintos levantaron el trofeo. El tercer americano pilló a los grandes con el pie cambiado.
Tras unos 15 años donde Madrid y Barça han copado el triunfo, la bonanza inversora en Europa ha trastocado los estatus en España. El Barcelona pone más dinero en indemnizaciones de verano que en refuerzos tras la lesión de su creador clave, Laprovittola. Con estos bueyes hay que arar. Y el Real Madrid completa la plantilla y la alarga en la cuesta de enero. Bruno Fernando parece que tiene su papel claro, pero… ¿Denis Smith Jr. ha cambiado el uso horario en su teléfono o aún no? Sabremos si es tarde o temprano para él cuando sea domingo por la noche. Valencia llega en un momento valle, con alguna duda, el equipo más energético con el entrenador más innovador en lo táctico. Lo de entonces es lo nuevo. Su estilo marca también en cierta manera el baloncesto de Manresa, pequeña población de 80.000 habitantes que vuelve a vivir una época luminosa.
Pero el gran candidato a romper el poderío de madrileños y catalanes es Unicaja. En el primer semestre de 2022 ficharon a Ibon Navarro cuando el club estaba en el momento más bajo de las últimas décadas. Y ese semestre se nombró a José Manuel Domínguez presidente de la Fundación Unicaja, también en tiempos revueltos. Ambos desde sus puestos han aportado sentido común y conocimientos. Resultado: identidad reconocible, estabilidad y títulos. Pero el siguiente escalón es seguir ganando en España y qué quieren en Europa, ahora que todo está cambiando… Duro reto.
Habrá algún momento Txus Vidorreta, Llull romperá algún récord seguro (lo extraordinario es que su longevidad competitiva no nos lo parezca), la Penya y el Granca como tapados y todos los ojos y relojes pendientes de evitar exceso de instat replays.
La Minicopa, precioso torneo infantil en paralelo. Eso sí, recuerden que en dos décadas, solo cuatro MVPs se consolidaron como estrellas, sobre 20. Tienen 13 años y todo el derecho a jugar sin sentir presión. A esa edad si creciste pronto y eres fuerte, lo normal es que no llegues a profesional. La sobreexposición en redes sociales, asignatura pendiente.
Terminó la primera vuelta de la ACB, la que marca el siempre interesante corte copero, que esta vez estuvo a punto de llegar con sorpresa de las grandes. El Barça coqueteó con ausentarse por primera vez en su historia del torneo. Y tan profunda pareció su crisis como sólida su 'resurrección'. La derrota previa del Casademont Zaragoza hizo que le valiera hasta con perder, pero ganó al Bilbao y el martes estará en el bombo.
No el Baskonia, aunque eso ya se sabía y ha dejado de ser sorpresa. Ni Pablo Laso ha logrado enderezar la irregularidad permanente de los vitorianos, que ganaron el domingo al Breogán con un asombroso Chima Moneke (31 puntos y nueve rebotes). Son novenos en ACB y 15º en Euroliga...
El Barça no será cabeza de serie y podría haber clásico en cuartos. Porque el Real Madrid, tras vencer en Andorra con protagonismo de su segunda unidad (así de mal están por el Principado, seis derrotas seguidas...), ya es segundo, igualado con el Valencia Basket. Ambos, con el líder Unicaja y el Tenerife se cruzarán con los de Joan Peñarroya, el Joventut, el local Gran Canaria y el meritorio Baxi Manresa, otro año más rindiendo por encima de lo esperado y 'presupuestado'.
La primera vuelta resultó muy distinta a lo de años anteriores. Porque, por primera vez en mucho tiempo, Madrid y Barça no fueron ni de lejos los mejores de la competición. Deméritos propios (la exigencia de la Euroliga, las carencias en su juego...) y méritos de quien sí lo fueron. Con mucha diferencia, Unicaja y Valencia. Que el sábado se las vieron en el Martín Carpena, como una especie de homenaje a su camino.
Porque no sólo ganan. Ambos equipos enganchan. Planteamientos valientes, sin complejos, apuesta por lo ofensivo. Se impusieron los de Ibon Navarro, que ya se llevaron el pasado curso la temporada regular de la ACB y este septiembre la Supercopa. Tuvieron que remontar a los de Pedro Martínez, el colectivo más volcado al ataque de toda Europa. Pudo ganar cualquiera. Ninguno compite en Euroliga.
Los ocho que estarán el martes en el sorteo copero lo merecieron. No así el ya mencionado Baskonia, ni el subcampeón UCAM Murcia. Ni siquiera el Zaragoza, pese a los lamentos arbitrales de Porfirio Fisac. Son los tres equipos que se han quedado a las puertas. Las preocupaciones del resto son bien distintas. Sin desahuciados prematuros, la lucha por evitar el descenso se antoja brutal.
Último con cuatro victorias está el recién ascendido Leyma Coruña, pero ya se mostró ambicioso en el mercado: este fin de semana debutó Thomas Heurtel. Por encima, con cinco, están Covirán Granada, Basquet Girona y Morabanc Andorra. Y con seis, que no se despisten, Río Breogán, Hiopos Lleida y Surne Bilbao.
El clásico como sueño de resorte y el clásico quizá como clavo en el ataúd. La Navidad trae regalos y trae carbón, las 12 uvas que quizá ya no se coma Joan Peñarroya en el banquillo del Barça, aunque su triunfo se escapó en un lanzamiento final de Chimezie Metu, otro detalle, los que marcan el ser o no ser, los que también ponen en evidencia la endeblez actual de su colectivo. Que volvió a perder o a no saber ganar, pese a que enfrente tampoco el Real Madrid sea la plenitud. Más bien otro equipo en el diván, aunque últimamente le sonrían un poco más las victorias: tres de tres en el duelo ante el eterno rival en lo que va de curso. Y esas valen doble. [73-71: Narración y estadísticas]
El clásico navideño se presentaba con menos luces que antaño, con Madrid y Barça lamiendo sus propias heridas, apartados de las cumbres de la ACB, donde Valencia, Unicaja o Tenerife son ahora los rivales a batir, los reyes de la solidez. Y lejísimos de los grandes en Europa, donde sus miserias se hacen más patentes. Más que para resucitar, era un clásico para no morir, más alivio que euforia.
Porque aunque ahora es Peñarroya del que pende la espada del despido, al que azota la crisis tras 10 derrotas en los últimos 15 partidos (y el billete para la Copa en el aire), hace nada era Chus Mateo el cuestionado en un Madrid irreconocible en la mediocridad y la derrota. La risa por barrios se quedó en Goya, en un desenlace acorde al trayecto de ambos: las cuatro últimas posesiones fueron errores. Nada de brillantez.
Más que un alarde de virtudes propias, el clásico pronto se convirtió en una forma de horadar las debilidades ajenas, las baloncestísticas pero también las mentales. A Chus Mateo no le salió mal la inclusión de Rathan-Mayes, al que ha tenido fuera de rotación últimamente. Un talento ofensivo reconvertido en perro de presa, pura agresividad, que consiguió estorbar lo suficiente a Kevin Punter. Pero fue la entrada después de Mario Hezonja lo que empezó a decantar el encuentro. Tenía que ser precisamente él.
El tipo que marcó el verano, el que parecía azulgrana y luego siguió de blanco. Buena parte de la confección de las plantillas actuales de ambos equipos tiene que ver con el esfuerzo económico que hizo el Madrid por retenerle y lo que se ahorró el Barça al no ficharle y tener que apostar por otros. El croata asestó un triple sobre la bocina y otro justo al comienzo del segundo acto que supusieron el primer aviso local (24-15). Esa iba a ser la tónica, el Madrid en cabeza.
Pero el Barça no sucumbió a las primeras de cambio. Se aprovechó del que sigue siendo el principal punto débil del Madrid actual, el abismo de juego que hay con Andrés Feliz a los mandos (o sin Campazzo en pista, que es lo mismo). En un abrir y cerrar de ojos se vinieron arriba los azulgrana con un 0-10 de parcial y Jabari y Satoransky creciendo, pero de nuevo Hezonja fue el bastión blanco para que la ventaja se mantuviera al descanso (34-31).
Volvió de vestuarios con el colmillo afilado el Madrid y dos jugadas para verlas en bucle. Una extraordinaria sucesión de pases de perímetro culminada por un triple de Campazzo y un contragolpe que el base dejó en bandeja, por debajo de las piernas, para un mate de Deck. Justo ahí de nuevo la máxima (45-36), pero también la lesión del Tortuga. Se apagó la euforia momentánea y de nuevo el Barça se negaba a morir, pese a la errática noche de Punter.
Era como resistir en un precipicio, esa era la sensación. Que al Barça apenas le faltaba un empujón para despeñarse. Metu aportaba la luz y Willy, fallando en defensa y a veces hasta bajo el aro en ataque, la desesperación. Pero sobrevivía porque el Madrid tampoco está para demasiadas fiestas: dos triples consecutivos de Jabari tras un buen puñado de errores blancos igualaron el marcador justo antes de entrar en la recta de meta.
Y ahí, la verdadera cara de dos equipos lejos de su mejor versión. Un triple de Punter, otro de Campazzo, otro de Satoransky y un puñado de tiros libres. Cuando el base checo arrimó al Barça, erraron consecutivamente Campazzo, Parker, Hezonja y, a falta de un par de segundos, Metu el tiro que hubiera dado el triunfo al Barça y quizá algo más de vida al proyecto Peñarroya.
Jean Montero (Santo Domingo, 2003) tiene 21 años y mil vidas ya. «Todo ha ido muy rápido», responde a EL MUNDO, con la voz aún tomada por una fortísima gripe que le ha hecho ausentarse de los dos últimos partidos del Valencia Basket y perder tres kilos. La conversación telefónica se ha pospuesto una hora y se disculpa. «Me dormí, la pastilla, cuando me la tomo, me tumba», aunque ni la fiebre ni la tos ni el dolor de cabeza de estos días le impedirá afrontar el reto de su primera Copa.
De eso ha ido todo desde que nació. De superar desafíos, de escapar quizá de un destino marcado. «El baloncesto en mi país es una salida de las calles. También el béisbol. Vengo de una familia humilde. No nos faltaba de comer, pero no siempre teníamos para comprar zapatillas», cuenta el base, un talento descomunal, mejor joven de la ACB en 2023, fichado este verano por el Valencia a pesar de las muchas novias y propuestas, también de Euroliga. A las órdenes de Pedro Martínez y su «exigencia» crece sin dejar de asombrar, meciendo el veterano entrenador las cualidades únicas de un chico imparable en el uno contra uno, electricidad pura (promedia 14,2 puntos y 4,4 asistencias).
A los 13 años Jean salió de casa en busca de un sueño. «Eso marca. He estado alrededor del mundo desde muy joven. Me tuve que apartar de mis amigos, de mis familiares a muy temprana edad. No tuve adolescencia. Aunque todavía soy super joven...», se dice, buceando en sus improbables inicios, un chico bajito y delgado que buscaba resquicios en las canchas callejeras de Santo Domingo junto a su primo Smerling, cinco años mayor. «Me acuerdo mucho de él, era la persona con la que me críe, recuerdo toda mi infancia, las travesuras... Era mi hermano, mi alma gemela...», cuenta con emoción, en pasado. La vida, a Pochocho (ese era su apodo), le llevó por el camino equivocado: «La delincuencia. Y partió de este mundo. Todos saben cómo acaban estas cosas».
«Nos hicimos un aro con la rueda de una bicicleta a la que quitábamos los radios. Es una historia muy bonita que yo comparto con mi primo. En Dominicana el baloncesto es muy diferente, somos muy apasionados. Como venimos de bajos recursos, la gente allí es muy creativa. Tienes que ingeniártelas para poder salir adelante, tener una vía de escape para lograr tu sueño. No todo es línea recta, no todos tienen la opción de ir a un club a aprender. Como lo hicimos yo y mi primo, mucha gente lo ha hecho. Hay que ser creativo, siempre que sea de cosas buenas», explica la forja de unos talentos que pronto le valieron un billete hacia otro mundo.
Con 16 años, cuando ya le llamaban El Problema -«jugando un torneo de las Américas sub 16 metía 40 puntos a Argentina, 30 a EEUU... Era un problema literalmente para los rivales. Alguien lo escribió y se quedó para siempre»-, apodo que aún conserva con gusto, llegó a España, captado por la cantera del Gran Canaria. Un año después debutaría en ACB, puro vértigo todo. Ahí estaba el cielo de la NBA y lo intentó con la academia de talentos Overtime Elite, una temporada que no le sirvió para ser elegido en el draft de 2022, aunque sí disputó una Summer League con los Knicks. De vuelta a España, sin embargo, todo se iba complicar.
Desavenencias con el Granca le hicieron acabar cedido en el Betis, donde asombró. No se presentó a los entrenamientos del comienzo de curso siguiente con el equipo insular y todo parecía abocado a los tribunales cuando encontró una solución, de nuevo cedido, esta vez en Andorra. El curso pasado resultó su confirmación y el impulso necesario para acabar en un equipo como el Valencia, al que en mayo le había asestado 35 puntos.
Jean Montero, en acción con el Valencia Basket.ACB Photo
Este viernes, precisamente en Gran Canaria ante el equipo local, debuta en Copa y no le asusta ni el ambiente ni la enfermedad recientemente superada. «Yo no espero nada. Sé cómo me van a recibir, no es un secreto, no hay que ser adivino para saberlo. No es todo lo que pasó, es todo lo que se habló, lo que se me atribuyó. Pero para mí siempre es bueno salir con la cabeza en alto, no me importan las circunstancias», desafía y habla de atmósferas que «motivan». «Si la gente supiera que los dominicanos nacemos y nos criamos en ese tipo de ambientes... El baloncesto se vive de esa forma. Ese tipo de escenarios me hace sentir como en casa, algo familiar y ya sé cómo manejarlo».
La vida, como el baloncesto, es frenesí en Jean. Que esta noche, en busca del primer título de su carrera, pensará en su primo Smerling y en aquel aro, pero también en Jaylen, el hijo que tuvo con apenas 16 años y que vive en la República Dominicana. «Tiene cinco años. Yo siendo tan joven, aquí... no creo que sea buena idea traerle. Pero pronto ya vendrá», pronuncia, entre sueños.