Según la Federación Española, el atleta fue retirado consciente del recinto
El valenciano Quique Llopis no pudo acabar este domingo la final de los 60 metros vallas de los Europeos de pista cubierta de Estambul (Turquía) al sufrir una caída que le hizo quedarse tendido en el suelo y ser retirado en camilla por los servicios médicos del recinto.
Nada más caer, el atleta español fue atendido por los médicos, que acudieron a socorrerle tras quedarse inicialmente desplomado en el suelo al golpearse la cabeza. Al paso de unos minutos le subieron a una camilla y le retiraron consciente del recinto para ser atendido por los servicios médicos de la Real Federación Española de Atletismo.
La victoria fue para el suizo Jason Joseph. La plata se la adjudicó el polaco Jakub Szymanski y el bronce el francés Just Kwaou-Mathey.
Cada mañana en las carreteras que rodean el campamento donde entrena Eliud Kipchoge, en una zona rural del valle del Rift en Kenia, aparecen al alba decenas de mujeres corriendo en grupo. La mayoría no son profesionales -se intuye en sus zapatillas, se supone por su forma física- pero comparten el sueño con estrellas del atletismo como Faith Kipyegon, que también se prepara en la zona. Como tantos kenianos corren por una vida mejor, como tantas kenianas anhelan su libertad. Para las hombres del lugar lograr una medalla en unos Juegos Olímpicos o un Mundiales es una de las pocas vías para prosperar -las otras son la política y algunos negocios en la ciudad de Eldoret-, pero para las mujeres es la única salida. Cuando ganan carreras, viajan, se independizan, pueden vivir sus propias vidas. Aunque igualmente es difícil que escapen del machismo que les rodea.
Este jueves, la maratoniana ugandesa Rebecca Cheptegei, que vivía en la zona, cerca de Eldoret, falleció después de que su marido, el keniano Dickson Marangach, la rociara con gasolina y la quemara viva a su regreso de los Juegos Olímpicos de París. Durante 48 horas estuvo en el Hospital Universitario Moi de Eldoret luchando contra las graves quemaduras que cubrían el 80% de su cuerpo, pero finalmente no pudo sobrevivir. La investigación de los hechos no ha hecho más que empezar, pero los padres de la corredora, Joseph Cheptegei y Agnes Ndiema, ya indicaron a medios kenianos como 'The Daily Nation' que su hija, que había ganado en crosses internacionales como el de Granollers y finalizado entre las mejores en maratones como los de Abu Dhabi o Firenze, estaba construyendo una vida en solitario lejos de Marangach.
Su caso puede parecer un hecho aislado, pero en realidad se asemeja a otros, a muchos otros. Días después de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, la Policía encontró muerta a la fondista Agnes Tirop en su casa de Iten, muy cerca de Eldoret, donde había recibido varias puñaladas en el abdomen por parte de su esposo, Ibrahim Rotich. Plusmarquista mundial de los 10.000 metros y doble medallista mundial, el asesinato de Tirop sacudió a la sociedad keniana por su relevancia, su violencia y porque al mismo tiempo hubo dos casos más. Dos atletas con menos palmarés, Edith Muthoni y Hosea Mwok, fallecieron a manos de su pareja en circunstancias parecidas pocos días después. El Gobierno de Kenia empezó entonces una campaña de concienciación para combatir la violencia machista en la zona, aunque para erradicarla se requieren años y un profundo cambio cultural.
Desde los años 70, con Keitany como referencia
"Él quería decidir qué hacer con mi dinero, comprar un coche... Así que decidí que lo mejor era quedarme sola con mis hijos", explicaba su divorcio Agnes Kiprop, vencedora de maratones y medias maratones por todo el mundo, en el documental '01:05:12 'The Longest Race' realizado por dos periodistas españoles, Javier Triana y Rubén San Bruno. En la pieza se relata cómo desde la llegada al valle del Rift del irlandés Colm O'Connell, el hombre que en los años 70 impulsó el atletismo keniano, las mujeres fueron incorporándose al tartán hasta llegar a copar todos los podios y romper con las imposiciones en su país. Si en la vecina Etiopía, en un proceso parecido, Derartu Tulu, campeona de los 10.000 metros en los Juegos de Barcelona 1992, fue la primera en construir un hotel y un centro comercial con el dinero obtenido de los premios, en Kenia fue la pionera en los negocios fue Mary Keitany, vencedora de los maratones de Londres y Nueva York y plusmarquista mundial en medio maratón -de ahí el 01:05:12 del titular del documental-.
Hoy retirada, Keitany pasó de vivir en un casa sin agua y electricidad a construir varios de los mejores hoteles del valle del Rift, entre ellos el Hotel Winstar de Eldoret y el Hotel Chamastar de su pueblo natal, Kabarnet. Eso sí, lo hizo a partes iguales con su marido, el ex corredor Charles Koech, en un esquema clásico en la zona. "En Kenia aún hay desigualdades que reparar para las jóvenes. Yo espero ser un modelo para las chicas, para que vean hasta dónde pueden llegar. De eso hablo con mi hija", confesaba Kipyegon, triple campeona olímpica de los 1.500 metros, hace un año en conversación con EL MUNDO. La keniana confesaba que le ayudaba que su marido, Timothy Kitum, también hubiera sido atleta, medallista olímpico, y que varias compañeras suyas vivían realidades complejas. Pese a ser las más rápidas del planeta es difícil que escapen del machismo que les rodea.
"Cuando empecé en el atletismo estuve viviendo dos años en Vic, corriendo carreras pequeñas en España, con un representante que se llamaba David Kipelio. Recuerdo que gané una en Mataró. Pero quería estar en una estructura más profesional y por eso me vine aquí con la familia. Alquilamos una casa cerca y empecé a presentarme aquí cada mañana, en la puerta del campamento, para seguir los entrenamientos de Eliud y su equipo. Quería que vieran que podía correr rápido, que podía trabajar con ellos. Era 2010. Al final me llamaron para unirme al equipo", relata Laban Korir, corredor veterano de 38 años, con tal ascendente en el campamento del NN Running Team en Kaptagat que ha sido escogido presidente. Si hay un conflicto, acuden a él para que medie. Su manera de entrar aquí en la élite del atletismo parece extraña, demasiado sencilla, demasiado casera, pero no es una excepción, ni mucho menos.
En cada entrenamiento de Kipchoge, sea largo y exigente o sea corto y sencillo, aparecen en la puerta una veintena de chavales -y no tan chavales- que desean exhibirse. Si aguantan, si muestras maneras durante unos cuantos meses, quizá acaben ganándose un puesto como liebres o quizá incluso rompan a estrellas.
En una estructura comandada por el agente holandés Jos Hermens y su Global Sports Communications, hay ojeadores y agentes implicados en la búsqueda de talento, a veces el equipo ficha promesas o campeones consagrados, como era Faith Kipyegon, pero todavía persiste el método más elemental: ven a correr con nosotros y veremos si vales para eso.
"Es un lugar agradable para vivir"
"¿Sabes qué? En la escuela yo quería ser periodista como tú. Me gustaba mirar los periódicos y los informativos en televisión. Pero después decidí hacerme corredor para conseguir una vida mejor para mi familia. Crecí en esta zona, cerca de Kaptagat, y por eso empecé a venir aquí a entrenar con el grupo. Con el tiempo, el entrenador [Patrick Sang, preparador de Kipchoge] vio mi talento y en 2020 entré a vivir. Este es un lugar muy agradable para vivir", apunta Daniel Mateiko, el más joven del lugar, de 25 años, padre ya de dos niños, que intenta ser uno de los seleccionados por Kenia para correr los 10.000 metros de los Juegos Olímpicos de París. Al contrario de lo que ocurre en otros lugares, un hueco en el NN Running Team ofrece cierta estabilidad, unos cuantos años de margen para construir una carrera. De hecho, como Korir, o Victor Chumo, otro veterano, muchos se retirarán aquí.
En el Valle del Rift se calcula que hay unos 5.000 aspirantes a atleta profesional y unos 150 campamentos. Con sólo dos pistas de atletismo de tartán en la zona, la pública Estadio Nacional Kipchoge Kaino de Eldoret y la privada HATC de Iten, los entrenamientos no se organizan alrededor de un CAR en las ciudades, si no en el campo. Para montar un 'training camp', de hecho, apenas se necesita una caseta y unos cuantos corredores con ganas de triunfar.
"Yo pido fe"
Algunos lo hacen antes en la adolescencia, a través de los campeonatos kenianos de formación, pero si se les pasa la edad, lo más probable es que acaben probando con entrar en un campamento. El del NN Running Team de Kipchoge es una de las mejores opciones, pero también está, por ejemplo, el campamento de Nandi, vinculado a Adidas, donde se prepara Amos Kipruto. "Hay mucho talento, mucho talento, pero para empezar a trabajar con un atleta joven yo pido fe. Deben creer en mí, en mi conocimiento, para poder seguir mi programa. Tengo que ver que están convencidos de lo que hacen", comenta Sang, entrenador de Kipchoge, con una bonita historia sobre cómo descubrió al mejor maratoniano de la historia. La madre de Kipchoge era su maestra en la escuela, pero cuando se le acercó por primera vez, aún adolescente, a los 16 años, se lo quitó de encima.
"¿Cómo iba a saber yo que llegaría tan lejos? En aquel momento le di el programa básico que había preparado para mis atletas y no le hice más caso. Pero más tarde fue seleccionado para la selección de Kenia del Mundial de cross y pregunté para saber más de él", explica Sang, el encargado del casting que puede cambiar la vida a muchos jóvenes -y no tan jóvenes- del valle del Rift.
"En el último kilómetro estaba desesperada por parar y caminar, pero sabía que no podía hacerlo o no lo lograría". Esa frase de Jasmin Paris, una ultra corredora de 40 años que ha hecho historia en la Barkley Marathon, es la que define perfectamente el reto mental y físico que tiene esta prueba de ultra trail.
Paris consiguió completar esta carrera en 59 horas, 58 minutos y 21 segundos. La primera mujer que se cuela en el límite de 60 horas, única obsesión de quien toma la salida. Alcanzar la meta, hasta entonces sólo al alcance de 19 hombres, fue su hazaña. 99 segundos más tarde y no lo hubiera logrado. Ese pensamiento le hizo continuar para no tener que "empezar todo de nuevo".
"Los últimos 100 metros no podía ver nada, estaba todo borroso", cuenta la británica, habitante de Midlothian (Escocia), que tuvo que recorrer cinco vueltas de 32 kilómetros con un desnivel de unos 18.000 metros, una distancia similar a subir dos veces el Everest desde el nivel del mar. La carrera se desarrolla en el Parque Estatal Frozen Head del estado de Tennessee, con un recorrido que cambia cada año.
De hecho, los participantes deben encontrar entre nueve y 14 libros en todo el itinerario de los que arrancan una página para demostrar que han completado todas las partes del mismo. Lo hacen por un terreno inhóspito de zarzas y montañas. Los brazos de la británica, totalmente inundados de arañazos, son una buena muestra de ello. "Es como si te estuvieran cortando en un loop sobre las mismas cicatrices", contó a BBC News. Para rematar, a lo largo del recorrido sólo hay dos puntos de hidratación.
La ocurrencia de Cantrell
Jasmin Paris llevaba tres años intentando terminar una carrera en la que sólo participan 35 corredores al año y en la que conseguir plaza es una auténtica casualidad del destino. Debes tener la suerte de que respondan con una especie de pésame a tu mail de inscripción. De hecho, por seguir con esa incertidumbre incentivada por uno de sus creadores Gary Lazarus Lake Cantrell, ni siquiera se conoce el momento exacto de la salida, sino que la carrera empieza cuando Cantrell se enciende su famoso cigarro, una hora después de un toque de corneta. Una locura.
La idea de este evento parte de Cantrell y de su socio Karl Henn a raíz de la fuga de James Earl Ray, el asesino de Martin Luther King Jr, de la penitenciaría estatal de Brushy Mountain en 1977. El reo consiguió eludir a la Justicia durante 55 horas en las que se alejó unos 20 kilómetros de la prisión. Cantrell dijo en alguna ocasión, con bastante sorna, que él podría haber realizado 100 millas (160 kilómetros) en ese tiempo. Y ahí nació todo.
Jasmin tardó algo más, pero consiguió una meta personal tanto para ella como para "todas las mujeres del mundo", según admitió, y no sólo las corredoras. Dice que esto puede ayudar a cualquier mujer que quiera realizar algo y no encuentre la confianza para hacerlo. "La idea de inspirarlas para creer en ellas es gigante y especialmente a las más jóvenes, a las que es complicado conseguir que se interesen por el deporte", confesó.
Paris es, además, madre de dos niños, y la crianza de uno de ellos fue otro de los hechos que la hizo entrar en los libros de historia. En 2019, la británica batió el récord de la Montane Spine Race, otra de las carreras más duras del mundo, tras aprovechar los parones de avituallamiento para extraerse leche para alimentar a Rowan, su bebé de 14 meses. Recorrió 430 kilómetros en 83 horas, 12 minutos y 23 segundos, rebajando en 12 horas el anterior récord.
El libro de historia de esta veterinaria e investigadora de la Universidad de Edimburgo continúa abierto. Su idea es seguir con retos como la carrera por los picos de las islas escocesas en mayo (160 millas por mar y 60 por montañas) o el Tor des Géants (330 kilómetros en 150 horas) en Italia en septiembre. Hasta entonces se conforma con recoger a sus hijos de la guardería y descansar.