Mario Hermoso muestra el optimismo del vestuario mientras que Simeone es algo más cauto.
Simeone en la rueda de prensa previa al partido del Lazio.JUAN CARLOS HIDALGOEFE
El vestuario cree. Diego Simeone no lo dice porque es precavido y no se quiere salir de su clásico “partido a partido”, pero esta Champions League le llega a un Atlético de Madrid muy diferente al del año pasado. “Tuvimos el inicio de año más complejo de los 11 que llevo en el club”, explicaba el técnico argentino en la rueda de prensa previa al partido con la Lazio.
Efectivamente, la temporada pasada el Atlético de Madrid ya vio el sorteo de octavos por televisión. El equipo del Cholo no se clasificó ni para la Europa League. “No encontramos el camino”, resumía Simeone. Lo hicieron tras el mundial, pero fue tarde para prácticamente todas las competiciones, no así para asegurarse su plaza Champions, un escalón obligado desde la llegada del argentino.
Este año es diferente. “Nuestra capacidad y mentalidad es consolidar el primer puesto y a partir de ahí tomar ese tiempo hasta las eliminatorias para seguir trabajando el equipo”, explicaba Mario Hermoso en la comparecencia junto a su técnico y sentenciaba: “Hay ganas de competir por todo”.
Después le tocaba el turno al entrenador. Simeone era más críptico en las aspiraciones rojiblancas, pero aseguraba que “estar fuertes en casa” les ayudaría a “conseguir los objetivos como mencionaba Mario”. Hermoso los mencionó todos: LaLiga, la Copa, la Supercopa y la Champions. Para este último consideró de vital importancia clasificarse como primeros no tanto por los ‘cocos’ que pueden venir en octavos, sino para seguir con la “dinámica positiva” que llevan en el Metropolitano.
Son 19 victorias seguidas, 17 de liga y dos de Champions, una barbaridad que mañana tendrá una dura prueba con un equipo que está “en el corazón” de Simeone. Sigue el argentino lanzando muestras de cariño para el conjunto con el que conquistó el Scudetto en el año 2000. “La jornada anterior me puso doblemente contento porque nos clasificamos los dos para octavos”, concedía el Cholo.
El Atlético de Madrid ha pasado 11 eliminatorias desde que es dirigido por el Cholo Simeone. En ese tiempo ha alcanzado dos finales y una semifinal, todas perdidas con el Real Madrid, y ha llegado tres veces a cuartos.
Puede estar en una recta. Puede estar en una lanzadera, pero este Atlético va a todo gas. Jorge Martín, reciente campeón mundial de MotoGP, una persona que ha llegado a rodar a 363 kilómetros por hora, lo pudo comprobar in situ tras aparecer en el Metropolitano montado en su nueva Aprilia.
Este Atlético muerde, domina, va arriba y no especula. Hubo debates sobre si esto era posible, hubo amagos de hacerlo otras temporadas anteriores, pero cuando los resultados fallaban, la idea titubeaba. Como una vela sensible a cualquier brisa. Pero esta vez la base es firme y también la mano que la sostiene. No necesitó más que un gol de Sorloth para hacerlo, pero no siempre se alcanza la excelencia. Ya son once victorias seguidas, casi nada. [Narración y estadísticas, 1-0]
Se asienta en un 4-4-2 con clara vocación ofensiva. En nombres que no estaban, como Julián Álvarez, en otros que no contaban, como Javi Galán y en otros que han encontrado su mejor versión, como Rodrigo De Paul. Luego está el sospechoso habitual, un francés que mejora las jugadas rojiblancas y que, cuando toca, las culmina. Dos dobletes en los dos últimos partidos para seguir engordando su nombre en la historia rojiblanca. Un tal Antoine Griezmann.
Falta que se incorporen otros, como Samu Lino. Indispensable en épocas pasadas e intermitente en este nuevo tiempo. Mezcla una de cal y otra de arena, cosa no muy del agrado del entrenador. Ante el Getafe comenzó con dos de arena tras sendos grandes pases de Giuliano y De Paul. El argentino, por su parte, pudo hacer el primero tras una gran dejada del Cholito, pero estaba costando romper la tela de araña del Getafe.
Salieron los azulones con un planteamiento muy defensivo por parte de Bordalás, dejando grandes armas de ataque como Uche en el banquillo y volviendo a apostar por los niños en las bandas. Pero los madrileños no eran los mismos que el año pasado, a lomos de Greenwood, terminaron con la racha de victorias seguidas en el Metropolitano del Atlético, a 20 se llegaron, con un tres a tres abrumador.
No quiso especular más Simeone tras los primeros 45 minutos pese a las claras ocasiones que disfrutó su equipo. Cambió el Cholo a Lino por su hijo, otra jornada del brasileño en la que pensar en su efectividad. Y empezó el Atlético a buscar el coliderato con más ahínco. Barrios tuvo la primera tras una buena jugada rojiblanca, pero la estrelló en el lateral de la red.
Luego quiso el Cholo llamar a la historia con un cambio entre leyendas. Salió Griezmann del terreno de juego para dar entrada a Koke. La idea era recuperar el medio campo, algo que se había escapado un poco con la salida de Uche y Sola en el conjunto azulón e intentar abrir la lata, que se resistía por un gran desempeño defensivo de los de Bordalás, que terminaron por adelantar las líneas a ver si pescaban a un cansado Atlético.
Tiempos pasados
Y cuando parecía que las tornas cambiaban, cuando parecía que el Getafe buscaba la machada en el Metropolitano, llegó el martillo noruego para rematar un soberbio centro de Molina. De esas bananas que son un pecado no aprovecharlas. La pregunta que se hizo el respetable es, ¿ahora qué?
Volvió el Cholo a tirar al monte. Sacó a Le Normand por Barrios y el equipo pasó a defensa de cinco. Raro, pero efectivo. Se buscaba la victoria y se consiguió pese al susto de Milla. Habrá otros días para conseguir brillo. En Barcelona, ¿quizás?
Era el minuto 13, rozaba el 14, en aquella tarde del 25 de mayo de 1996 en el Vicente Calderón cuando Diego Simeone peinaba un balón a la red del Albacete en el último partido de liga. El entonces mediocentro del Atlético de Madrid corría como un poseso mostrando la camiseta mientras el presidente rojiblanco, Jesús Gil y Gil, murmuraba: "El primero, el primero", para después pedir calma. En esa camisola, en grandes letras azules figuraba un nombre: "Marbella". Ese patrocinio fue el principio del fin para Gil tanto en el club como en el consistorio andaluz.
Pese a que fue el tanto más feliz para Simeone, según reveló en una entrevista, ya que era el que certificaba el doblete Liga y Copa con Radomir Antic en el banquillo, ese mismo año, la concejal socialista, Isabel García Marcos, denunciaba las posibles irregularidades en los patrocinios deportivos del ayuntamiento de la Costa del Sol. Querella respaldada posteriormente por la Fiscalía Anticorrupción.
Mientras la Justicia comenzaba su investigación, el nombre de Marbella, que presidía las camisetas del equipo colchonero, también aparecía en la de clubes andaluces como el Sevilla y el propio Atlético Marbella, controlado en la sombra por Jesús Gil. Y hasta en equipos de baloncesto como el Joventut. "Valoro negativamente que una ciudad de fuera tenga que patrocinar al equipo más emblemático de Badalona. No se trata más que de una maniobra de Gil y Gil, que más que un político es un showman y un folclórico, para introducirse en Cataluña con vistas a las próximas elecciones generales", declaró en su momento Xavier García Albiol, representante del Partido Popular en Badalona.
14 de octubre de 1998
En el Atlético, el nombre de Marbella lució de 1991 a 1993, de 1994 a 1996 y la campaña 1998/99. Pero sería un 14 de octubre de 1998 cuando todo estalló. La Guardia Civil entró a las 12 del mediodía de manera simultánea en las oficinas del Vicente Calderón y en las del consistorio andaluz. Había serias sospechas de que Jesús Gil, presidente del Atlético y alcalde de la localidad, desviara fondos públicos hacia el club.
Según la investigación, Gil había falsificado los contratos de patrocinio del Ayuntamiento de Marbella respecto al club rojiblanco. El juez Santiago Torres mandó a prisión provisional al mandatario colchonero porque, en la instrucción, encontró indicios del trasvase de 450 millones de pesetas (2,7 millones de euros) de la entidad pública al Atlético de Madrid. Prisión de la que Gil saldría gracias al abono de una fianza de 100 millones de pesetas (6 de euros) y debido a su teórico delicado estado de salud.
Simeone, con Marbella en la camiseta, celebra el doblete del Atlético.EFE
No se libraría en cambio de la pena. En el año 2000, la Audiencia Provincial de Málaga condenaría al mandatario en lo que se bautizó como el caso Camisetas a 28 años de inhabilitación por cuatro delitos de prevaricación, dos de ellos en concurso con tráfico de influencias. Sin embargo, resultó absuelto de los delitos de malversación y falsedad. Esa condena fue ratificada por el Tribunal Supremo dos años después y eso terminó forzando la dimisión de Gil al frente del consistorio marbellí. Aguantaría un año más al frente de la entidad rojiblanca.
Durante ese proceso judicial, el club viviría el mismo desarrollo que su presidente, un mandatario volcánico para el que "echar un entrenador es como tomar una cerveza". Si aquel mayo de 1996, el Atlético holló la cumbre, apenas cuatro cursos después, en el Tartiere, descendió a los infiernos. Dos temporadas estuvo el club en Segunda División de la que conseguiría salir gracias a Luis Aragonés el mismo año en el que el Supremo ratificaba la sentencia de las Camisetas contra Gil.
La transformación del Marbella
La caída del Atlético Marbella, en cambio, fue anterior. El filial de Gil en la Costa del Sol llevaba el proceso contrario a su hermano mayor. Venía de estar cuatro años en su cumbre, la Segunda División, cuando en la temporada del doblete del Atlético de Madrid encadenaría dos descensos consecutivos que llevaron, junto con una deficiente gestión económica culminada con una relegación administrativa a Regional Preferente por impagos a jugadores, a su desaparición en 1997 tras declararse en quiebra.
El club se refundó como Unión Deportiva Marbella ese mismo año y cambió de nombre a Marbella Fútbol Club en 2013 tras ser comprado por el millonario ruso Alexander Grinberg. Ahora la entidad pertenece al empresario chino Zhao Zhen y aspira a llegar al fútbol profesional, algo que no ha logrado en sus 27 años de historia.
Gil, tras renunciar a la alcaldía de Marbella, con Julián Muñoz detrás.EFE
Este sábado a las 21.30, en La Rosaleda, estadio en el que debutó el Cholo como entrenador rojiblanco hace justo 13 años, se enfrentan esos dos hermanos unidos por un pasado turbulento. Que sólo se habían cruzado una vez en el camino, también en Copa del Rey, y en el que los colchoneros ganaron a los andaluces tanto en el partido de ida como en el de vuelta. Si repiten los colchoneros, serían 13 victorias seguidas e igualarían la mayor racha en la historia del Atlético, conseguida también por Simeone en la temporada 12/13.
Algo ha debido de ver Simeone para abandonar su clásico "partido a partido" en Champions. El técnico argentino dice que el objetivo en Europa es la final, aunque la primera valla fuera un Top 8, que certificaron ante un débil Salzburgo. Este Atlético se ve guapo y lo es. Tiene equipo e individualidades y no se despista ni ante los grandes ni ante los pequeños. Hizo cuatro, pero pudo caer alguno más.
No es baladí quitarse dos partidos europeos en un apretado calendario. El Cholo lo sabía y quiso salir con todo a por el encuentro. Lo hizo con un once que ya la parroquia se sabe de carrerilla salvo las obligadas ausencias y una actitud que no daba pie a las sorpresas. Un gol y dos disparos en cinco minutos. El tanto inicial, por cierto, fue para Giuliano, el primero en Europa para el hijo del técnico, que logró con un buen disparo cruzado tras un pase de Julián Álvarez.
El segundo llegó en los siguientes cinco minutos. Lo protagonizó, aunque no lo marcó el mismo jugador. Giuliano se adelantó a la salida de un lento Schlager y puso en bandeja el tanto para la llegada de Griezmann. El duelo estaba encarrilado y el top-8 asegurado. La noche se ponía de transistores y de chatgpt. Tocaba preguntar a la inteligencia artificial los posibles rivales del Atlético en este endiablado nuevo formato.
Lejos quedan las épocas de los Qarabags y otros débiles rivales que se encontraban, muchas veces, un equipo desconcentrado. La fiabilidad de este equipo está a prueba de bombas. Ganó lo obligatorio e hizo los deberes tras el titubeo inicial igualando su mejor racha de victorias seguidas en Europa con cinco.
Tras la primera media hora y con 0-2 en el marcador, el Salzburgo se quiso estirar hacia la portería de Oblak. El Atlético que conoce ambos oficios, el de la posesión y el de la contra, se siente igual de cómodo con cualquier papel que le asigne el encuentro. Así que era cuestión de esperar, con las flechas que tiene Simeone arriba, que los austríacos se confundieran.
Casi caza otra Giuliano en un balón rebotado en la que Schlager, esta vez sí, llegó antes que el argentino. Era el gran partido para el Cholito. Con gol, como le había pedido su padre en varias ruedas de prensa. Sin embargo, no le estaba saliendo a De Paul, acompañado de Koke en la medular por la sanción a Barrios, perdía demasiados balones el argentino y le costaba sujetar el centro del campo rojiblanco sin el físico del canterano y Gallagher.
Perdonó Griezmann en primera instancia el tercero antes del descanso tras una jugada de vértigo. El pie de Schlager impidió inicialmente el doblete del francés, que conseguiría solo unos minutos más tarde. Una contra de tres pases, de esas que tanto le gustan al Cholo, dio otra oportunidad al galo ante el portero del Salzburgo que aprovechó con un buen disparo cruzado.
Descanso a Julián
La segunda parte comenzó con un Salzburgo más respondón, como queriendo dar una última alegría a su parroquia, pero se le apagaban las ideas cuando pisaban el área de Oblak. Simeone, mientras, quiso dar descanso a su estrella, Julián Álvarez, que lo había jugado todo o casi todo. Y casi sin querer, justo después de los cambios, Llorente hizo el cuarto.
Volvió Sorloth a jugar con el conjunto rojiblanco tras tres duelos fuera por una lesión muscular. Se le vio activo y con ganas de continuar su racha goleadora, nueve goles en trece partidos, y la gran mayoría como suplente. Necesita Simeone al noruego para desatascar partidos como el último ante el Villarreal o los que vengan en esta Champions. Pero el equipo estaba más en contemporizar y de hecho encajó el de la honra del Salzburgo. El camino a la final va a ser duro y con muchos baches. Esa final a la que aspira Simeone. Esa en la que espera el argentino tener mejor suerte.