El fútbol es un deporte caprichoso. Al gran premio, el gol, se puede llegar de muchas maneras. Unos necesitan tener una y mil ocasiones para lograrlo. A otros, les basta con apenas una llegada clara. Así lo atestiguaron el Barça y el Nápoles en la ida de octavos. Robert Lewandowski se encargó de romper el 0-0 transformando la enésima llegada de los azulgrana. A Osimhen, mientras, le bastó con tener una posibilidad clara, cuerpeando con Íñigo Martínez, para poner el definitivo empate. [Narración y estadísticas (1-1)]
Los azulgrana pueden llevarse el mínimo consuelo de las buenas sensaciones de este duelo de campeones que, ahora, pasan por horas bajas. Y, también, la oportunidad de resolverlo todo en Montjuïc. Con su gente, pero sin margen para el error.
La primera media hora de juego en el Diego Armando Maradona tuvo un gran protagonista: Alex Meret. El portero del Nápoles tuvo que multiplicarse una y otra vez para evitar que las múltiples llegadas del Barça acabaran por romper la igualdad en el marcador. Los visitante, tremendamente cómodos con el balón, obligaron al meta italiano a emplearse a fondo para frustrar un disparo de Lamine Yamal, un remate fulgurante de Lewandowski y un tremendo zapatazo de Gündogan que encarnaron las mejores opciones de Xavi para marcharse al descanso al menos con un gol en el zurrón. Los barcelonistas presionaban los intentos de salida y sabían mimar el esférico para buscar las mejores opciones.
Pérdida de efervescencia
En defensa, además, los de Xavi también controlaron muy bien las embestidas de un rival perdido. Hasta que, en la recta final del primer tiempo, coincidiendo con una pérdida de efervescencia del rival, el Nápoles empezó a rondar con más insistencia las inmediaciones de Ter Stegen. Una insistencia que, a pesar de todo, tendría escaso premio: un remate de Kvaratskhelia que Koundé acabó por enviar a córner.
La sensación de haberlo tenido en la mano y no haber aprovechado sus opciones para plasmar su superioridad podría haberle pasado factura al Barça en el segundo tiempo. Su regreso al césped tras al descanso, de hecho, no inicialmente precisamente a albergar buenas sensaciones para el desenlace. El conjunto de Calzona saltó al terreno de juego dispuesto a meterle una marcha más al partido y provocó que el duelo tomara un cariz mucho más igualado.
La sensación que transmitían unos y otros era que el primero que fuera capaz de marcar acabaría por llevarse el gato al agua. Cada uno, con sus armas. El Barça, con más elaboración. El Nápoles, buscando desborde por velocidad y balones colgados al área. La moneda lanzada aparentemente al aire, al final, acabó por sonreír a los azulgrana. De nuevo, a través de un Lewandowski que sigue en racha.
El polaco aprovechó perfectamente una acertada asistencia de Pedri para romper el muro que Meret había plantado en su portería y poner el tan buscado 0-1 en el marcador. Los locales, acuciados por la urgencia tras el golpe recibido, trataron de responder cercando de nuevo el área de Ter Stegen, tratando de resquebrajar la zaga.
Y tanto lo intentó que Osimhen encontró el premio del 1-1 tirando de físico para desequilibrar a Íñigo Martínez y hacerse el hueco necesario para enviar a la red el primer tiro a puerta de los locales. El empate envalentonó a un Nápoles que les apretó las tuercas a los de Xavi, pero nada pudo hacer que el marcador volviera a moverse. Montjuïc tendrá que dictar sentencia.