Alcaraz celebra un punto ante Tsitsipas.EMMANUEL DUNANDAFP
Si alguien puede buscar la vuelta al formidable tenis que viene realizando Carlos Alcaraz es Novak Djokovic, un jugador con avales altamente contrastados. El español está jugando a un nivel muy superior a los demás, pero si deja algún resquicio, Nole
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Queda en el recuerdo la imagen de Carlos Alcaraz saliendo a hombros de la Arthur Ashe cuando en 2022 se proclamó campeón del US Open con sólo 19 años como quedará su imagen marchándose hundido este jueves después de caer en segunda ronda ante el neerlandés Botic van de Zandschulp. Llevaba tres años sin perder tan pronto en un Grand Slam, pero su pena no venía de la derrota. A veces llega, el deporte es así. Alcaraz se lamentaba por la imagen que había ofrecido hasta el punto de llegar a pedir perdón al público de Nueva York por su juego y, sobre todo, por su actitud. En algún torneo menor, incluso algún Masters 1000, había sufrido alguna desconexión parecida, pero nunca se le había visto tan descentrado en una plaza grande.
"Ha sido una lucha contra mí mismo, contra mi mente. En el tenis necesitas estar lo más tranquilo posible para pensar bien durante el partido. Hoy he sentido muchas emociones que no he sabido controlar. Estaba en una montaña rusa: en algunos puntos estaba arriba y en otros abajo. Si quiero conseguir grandes cosas no puedo jugar así. Debo mejorar, tengo que aprender sobre ello", confesaba Alcaraz, nuevamente muy autocrítico después de una derrota. Como sucedió al caer en cuartos de final del Open de Australia ante Alexander Zverev, el español se castigó por no saber redirigir la situación y apartó el cansancio como razón de su desdicha.
"He estado jugando muchos partidos en los últimos meses, con Roland Garros, Wimbledon y los Juegos Olímpicos, pero no quiero ponerlo como excusa. Me tomé un descanso después de los Juegos que posiblemente no fue suficiente, pero también debo aprender de esos. Quizá soy un jugador que necesita parones más largos para afrontar los torneos importantes. Tengo que reflexionar sobre ello", comentaba después de un revolcón con consecuencias. El objetivo que apuntaba para este final de temporada, alcanzar el número uno del ranking ATP que ocupa Jannik Sinner, ya está imposible y al final del US Open verá hasta dónde cae en la lista. Con Alexander Zverev aupado al número dos, Alcaraz incluso podría terminar como el cuarto del mundo si Novak Djokovic o Daniil Medvedev son los campeones en Queen's.
La comunicación con su equipo
En todo caso, la preocupación ahora de Alcaraz debe ser rehacer su calendario y recuperar el camino hacia la victoria. Ante Van de Zandschulp fue inefectiva incluso la ayuda de su equipo, siempre tan cercano. Pese a la presencia de todo el conjunto, como es habitual en los Grand Slam, el español no encontró la solución en los ánimos de su entrenador, Juan Carlos Ferrero, o de su agente, Albert Molina. Al contrario de lo que sucede normalmente, en muchos momentos del partido Alcaraz evitaba mirarles y establecer comunicación con ellos. Su apagada gestualidad sólo demostraba muchas ganas de marcharse de la pista.
"No es la primera vez que me siento así. Y siempre que me pasa digo lo mismo: que debo pensar en ello y que debo aprender sobre ello. No lo estoy haciendo y ese es el problema. Siento que he dado pasos hacia atrás a nivel mental y no entiendo por qué. No puedo volver a sentar aquí y volver a decir eso si realmente no aprendo a gestionarlo, si no puedo cambiar durante los partidos, si no sé cómo crecerme cuando me siento así", reconocía Alcaraz que al finalizar el encuentro fue más rápido que nunca. Casi de medianoche en Nueva York, de los vestuarios a la sala de prensa apenas tardó un cuarto de hora y poco después ya estaba saliendo de las instalaciones del US Open para pasar su última noche de hotel antes de volver a España.
"Él [por Van de Zandschulp] ha jugado muy bien, ha jugado un tenis realmente bueno. Pensaba que me daría más puntos, no puntos gratis, pero pensaba que cometería más errores. No lo ha hecho y eso me ha confundido. No he sabido manejarlo y no he podido aumentar mi nivel. ¿Qué puedo decir? No me he sentido bien golpeado la bola, he cometido muchos errores y cuando he intentado remontar ya era demasiado tarde", analizaba Alcaraz después de su derrota más dolorosa en un Grand Slam.
Entre el segundo y el tercer set, Carlos Alcaraz caminaba hacia el vestuario y con sólo dos gestos resumía sus problemas a su equipo. Con el dedo índice se señalaba la cabeza. Y luego, con el mismo dedo, anotaba que no. Todavía no había acabado el partido, pero ya estaba fuera del US Open: desconectado, desanimado, desganado. En su peor actuación en un Grand Slam, Alcaraz perdió ante el neerlandés Botic van deZandschulp, el actual número 74 del mundo, por 6-1, 7-5 y 6-4 y se despidió de Nueva York en segunda ronda.
Como ya avisó en el Masters 1000 de Cincinnati con aquella raqueta rota y en primera ronda del mismo 'grande' ante el australiano Li Tu, Alcaraz confirmó que está agotado después de una increíble racha veraniega -con los títulos en Roland Garros y Wimbledon y la plata en los Juegos Olímpicos de París- y que necesita un descanso. A los 21 años le sobran piernas y el circuito ATP no para, pero no hay mente que aguante tanta exigencia, tantas emociones, en definitiva, tanto tenis. En las próximas semanas ha prometido su presencia en la fase de grupos de la Davis, la Laver Cup, el ATP 500 de Pekín, el Masters 1000 de Shanghai, un torneo de exhibición en Arabia Saudí, el Masters 1000 de París-Bercy, las ATP Finals y las finales de la Davis, pero sería una imprudencia seguir con el plan. Alcaraz precisa olvidar la raqueta más de dos o tres días.
Este jueves en Nueva York quedó a la vista. A Alcaraz no le falló el tenis porque no hubo tenis. Simplemente no estuvo sobre la pista. Desde el primer set, que perdió en sólo media hora sin conseguir ni un solo golpe ganador, no fue él. Fue un tenista que no quería estar sobre la pista, jugar era un suplicio, competir ya era una quimera.
CHARLY TRIBALLEAUAFP
Sólo en dos momentos del encuentro, Alcaraz amagó con despertar. Unos cuantos "¡Vamos!", un par de golpes suyos, incluso alguna sonrisa. Sucedió al principio del segundo set, cuando devolvió con rabia un break a Van de Zandschulp y al final del tercer set, cuando ya no había marcha atrás. Entonces, con su entrenador, JuanCarlosFerrero, insistiéndole para que lo intentara, Alcaraz empezó a jugar con ironía, por diversión y hasta hubo espectáculo, pero para remontar dos sets se necesita mucho más que eso. Al final el neerlandés cerró la victoria y se llevó la ovación de su vida, la más inesperada.
El acierto de Van de Zandschulp
También lo mereció. Si el nivel de Alcaraz estuvo muy por debajo del habitual, el nivel de Van de Zandschulp estuvo muy por encima. Hace nada, en mayo, después de caer en primera ronda de Roland Garros, el neerlandés de 28 años confesaba que estaba planteándose la retirada porque tenía demasiados días malos. Con un puesto número 22 en 2022 como cima de su carrera, en los últimos meses había caído mucho en el ranking y llegaba al US Open con derrotas clamorosas sobre su espalda, como la que sufrió en su debut en el humilde Challenger de Zug.
Ante Alcaraz, Van de Zandschulp desplegó unos recursos muy superiores a esos resultados. Con contundencia en el saque y la derecha, apostó todo a unas subidas de vértigo a la red y le salió bien. Allí ganó 28 de los 35 puntos que intentó, una constante. Desde el primer punto devolvió al español todos sus golpes, le mareó con dejadas, le superó con globos, en definitiva, completó un gran partido y se mereció el triunfo. Alcaraz este jueves no estaba en condiciones de responderle.
"I love smash! [¡Me encanta rematar!]", firmaba Tomas Machac en la cámara después de su victoria y no hacía falta subrayarlo, ya había quedado claro. En los cuartos de final del Masters 1000 de Shanghai el checo remató, remató, remató y después remató para desesperar a Carlos Alcaraz y dejarle fuera del torneo. La buena racha del español, por los aires.
Ante la potencia de Machac, a Alcaraz le faltaron respuestas y su derrota en dos sets, por 7-6(4) y 7-5, fue justa. Aunque no fue el peor de sus tropiezos. Quedarán los Masters 1000 como una asignatura pendiente del español -este año sólo ha jugado unas semifinales, en Indian Wells- y se perderá la oportunidad de volverle a ver ante Jannik Sinner, pero cualquier análisis será indulgente con su actuación ante Machac.
Al contrario de lo que ocurrió unas semanas atrás en su enfrentamiento en la Copa Davis, este vez Alcaraz puso más tenis, más calma e incluso más coraje, pero el juego de Machac siempre le perjudica. El checo de 23 años, tenista irregular, número 33 del mundo, se entrega siempre a los golpes, a reventar la bola con la mayor violencia posible, y ante él no hay ritmo posible. Si está acertado, exige defensa y a veces ni con esas.
Este jueves en China, Alcaraz jugó mejor, fue mejor, pero nunca llegó a desvestir a su adversario. Si acaso puede hacerse un reproche: su debilidad en los momentos decisivos. Los datos a veces son tramposos, pero otras veces no. El actual número tres del mundo necesitó hasta ocho bolas de break para convertir una mientras a su rival le bastaron cuatro para conseguir dos roturas.
Esa desigualdad fue crucial, como lo fue el tie-break del primer set. Alcaraz había dominado todo el periodo y había obligado a Machac a resistir, pero en la muerte súbita concedió varios errores. El checo, en cambio, entregado al saque y volea (o mejor dicho saque y remate), disfrutó de ese desenlace y se plantó en el segundo set con la confianza de quien se ve ganador. Alcaraz necesitaba de sus fallos para encarar la remontada y esos finalmente no llegaron.