Sin Morata y Koke, con Griezmann jugando solo una parte y Witsel de mediocentro, el Atlético sumó su vigésima victoria seguida y consigue el primer puesto, algo que no ocurría desde la 2016/17.
Lino celebra el segundo tanto del Atlético.Pablo GarciaAP
Hubo un tiempo reciente en el que el Atlético de Madrid era otro de los terrores en Europa. Ese periodo es de hace apenas una década, justo cuando el mejor entrenador de su historia llegó al banquillo rojiblanco. Cuando Diego Simeone tomó las riendas del equipo, ganó la Europa League porque era en el torneo que estaba. La temporada siguiente ya se codeaba con los grandes de Europa.
Durante los siguientes cuatro años, el Atlético de Madrid siempre fue primero de grupo. Consiguió dos finales, una semifinal y unos cuartos de final. El problema de esos cuatro años se llamó Real Madrid. El conjunto blanco eliminó siempre a los colchoneros para desesperanza de su entrenador.
En esos años gloriosos, de la temporada 13/14 a la 16/17, el Atlético siempre quedó primero de grupo. Lo hizo con 16, 14, 14 y 15 puntos. Unos guarismos a su alcance a las 21.00 horas. A las 23.00 ya contaba con esos 14 de las buenas épocas.
Lo consiguió venciendo cómodamente a la Lazio con un once revolucionario. Koke y Morata en el banquillo y Witsel de mediocentro. Simeone se permitió el lujo incluso de sentar a Griezmann en el descanso. “Del 13 al 23 el equipo va a jugar cuatro partidos. No es excusa. Primero está la salud. Hay que cuidarlos un poco de un sistema que hace que los exprimamos. Juegue quien juegue, lo importante es que el equipo gane”, explicaba el entrenador sus múltiples cambios en el once habitual.
Pero contaba con la ventaja del Metropolitano, un fortín inexpugnable desde el pasado febrero. Son veinte victorias seguidas en casa, 17 de liga y tres de Champions. De un manotazo, el argentino evitaba los ‘cocos’ en las eliminatorias. “Hemos dado un paso adelante de lo que veníamos haciendo. Nos costó marcar y ganar partidos y ahora hemos terminado esta primera parte en un lugar importante. Alegria de ver que el equipo ha dado un paso más”, valoraba el Cholo.
Cuando ha quedado segundo, el Atlético de Madrid ha alcanzado los cuartos dos veces y, en las otras dos, no ha pasado de octavos. En esas ocasiones, el equipo ha ido bajando en su puntaje: 13, 10, 10 y 7 puntos. Era el momento de avisar a Europa de que el Atlético había vuelto y había dejado atrás la sombra del año pasado. “Ahora empieza otra etapa. Compleja y habrá que enfrentarla como lo que son los octavos, una eliminatoria en la que no hay margen”, explicaba Simeone.
Las eliminaciones en fases de grupos, en cambio, tienen un sabor agridulce. Si la temporada pasada significó el peor momento en el banquillo de Diego Simeone, en la 2017-18 el equipo, que había quedado tercero en su grupo, consiguió alzarse con la segunda Europa League del Cholo ante un Olimpique de Marsella al que arrasó en la final por tres goles a cero.
Julián tenía apenas dos años cuando Rafa Varas le conoció. Llegó de la mano de su abuela materna junto a sus hermanos y, cuando pisó el campo del Club Atlético Calchín, corrió como loco a por un balón que era más grande que él y se puso a conducirlo de banda a banda. "Este nos va a salvar", le dijo el primer entrenador del argentino a la abuela. Más de 20 años después, nunca unas palabras sonaron tan acertadas.
La temporada pasada, Julián Álvarez (Calchín, Argentina, 25 años) ya había ganado un Mundial jugando junto a Messi, juntando así dos de sus sueños infantiles, y había vivido su mejor momento en el Manchester City a nivel individual, aunque se terminara escapando la Champions. Era el noveno jugador más utilizado de la plantilla, había marcado 19 goles y por fin era una pieza fundamental para Pep Guardiola. Pero, tras dos años en Manchester, Julián "necesitaba un cambio".
En las oficinas del Atlético daban por hecho que el fichaje de Sorloth dejaba casi cerrada la plantilla. Sin embargo, Fernando Hidalgo, el representante de Julián, llama a Miguel Ángel Gil. "Al chico le gustaría jugar en el Atlético", le dice. El siguiente paso es una conversación entre el Consejero Delegado rojiblanco y Ferrán Soriano, director ejecutivo del City. Ambos se conocen desde hace años, pero en el Metropolitano, de esa llamada telefónica, extraen una conclusión: el fichaje es imposible.
Ocurre que el agente del futbolista insiste, y entonces empieza una riada de llamadas. De Gil con el jugador, con su padre, de Simeone con el propio Julián... Y es esa llamada, la del Cholo (que estaba como loco ante la posibilidad del fichaje) al delantero la que reaviva la operación. Julián habla con Guardiola y le dice que quiere salir. El técnico da luz verde a ese adiós, aunque el primer precio que pone el City es desorbitado.
Sin embargo, como la opción ya era real, el Atlético empieza a echar cuentas. Recién aprobada (finales de junio) la ampliación de capital de 70 millones, en el club se volvieron "locos", según fuentes cercanas a esas negociaciones. Tras las inversiones en Le Normand (35 millones más variables), Gallagher (casi un intercambio por Joao Félix) y Sorloth (otros 35 millones más variables), Miguel Ángel Gil, durante un crucero, cierra la operación en 80 millones, que subirán otros 10 si se cumplen ciertos requisitos.
Hay quien, en el club, sintió mucho vértigo ante el fichaje, pues una inversión tan alta siempre es un riesgo, y aquí vuelve a lucir el nombre de Joao Félix. Sin embargo, estos primeros meses en el Atlético han disipado esas dudas. "Es buen chico. Introvertido, trabajador, discreto", definen a Julián en las oficinas. "Educado y humilde", añaden desde el vestuario. "Debe ser difícil llevarse mal con él", bromean las mismas fuentes.
Entre los trabajadores que rodean al primer equipo llama la atención esa personalidad del futbolista que, pese a viajar a todos los desplazamientos rodeado de un grupo de 11 personas (su novia, sus hermanos, las novias de los hermanos, padres, agentes, etc...), es capaz de aislarse y enseñarse como un profesional al que no cabe reproche alguno.
Y es que Julián Álvarez ha sido un hombre muy apegado a su familia desde pequeño. Los tres hermanos, Rafael, Agustín y el propio Julián se pasaban horas jugando al fútbol en una canchita muy próxima a su casa de Calchín. También iban juntos a los entrenamientos del equipo desde el Centro Educativo Rivera Indarte de esta población argentina de poco más de 2.000 habitantes. "A los tres o cuatro años ya vimos que era un nene diferente, tanto en lo físico como en lo técnico. Era especial", explica Rafa Varas, ese primer entrenador de Julián en el Atlético Calchín, a EL MUNDO.
Esos focos nunca deslumbraron al joven, que siempre se mantuvo humilde pese a su superioridad en el campo. "No recuerdo si con 9 o 10 años, le veo hacer un gol de rabona tras driblar a todo el equipo contrario. No lo festejó. Le aplaudió todo el estadio, incluso los padres de los rivales", recuerda Varas. Esa "varita" que dice su técnico que tenía, la vio también un ojeador argentino, Piero Foglia, que le consiguió una prueba en el Real Madrid con apenas 11 años. También les llamó el padre de Messi como intermediario del FC Barcelona: "Fue halagador, pero ya se había tomado el compromiso de viajar para la invitación del Madri"», explicó en una entrevista su padre.
Fueron apenas 20 días en España en los que el jugador argentino se calzó la camiseta del (hoy) eterno rival y con la que consiguió ganar un torneo de infantiles en Peralada (Girona). No obstante, la reglamentación impidió que los blancos pudieran hacerle un contrato a Julián, y él y su padre volvieron a Argentina. La Araña, apodo que le pusieron sus hermanos al ser imposible quitarle el balón, terminó en River, club del que siempre había sido hincha. River le puso el foco, el City, la lanzadera y con el Atlético ha despegado.
El argentino en un torneo infantil con el Real Madrid.IG
Su partido ante el Leverkusen dio la vuelta al mundo. Simeone le considera el relevo natural de Griezmann como estrella rojiblanca. En el vestuario secundan la ilusión del entrenador: "Lo vemos como todo el mundo, como un crack", afirman. De momento, lleva ya 16 goles y cuatro asistencias esta temporada y es el pichichi del equipo.
El clan argentino
La clave del encaje de Julián en el Metropolitano es el clan argentino, el mismo con el que fue campeón del Mundo en Qatar en 2022. Correa, De Paul y Molina (y Giuliano, que no estuvo en el Mundial) son la pandilla de Julián en España y los que le abrasaron a llamadas para que fichara por el Atlético. Con ellos se le vio en unas imágenes en una fiesta en Navidad, algo raro, porque Julián es un hombre tranquilo y que prefiere pasar el tiempo con su novia, Emilia Ferrero. Junto a ella y su perro Tarzán celebró recientemente sus 25 años.
La pareja se tuvo que mudar a otra urbanización del norte de Madrid después de que se descubriera que la primera casa que alquilaron en Boadilla del Monte era en la que se fotografió al Rey Emérito en actitud cariñosa junto a Bárbara Rey. Los paparazzis se apostaron en la puerta de un futbolista que siempre ha rehuido de los focos, aunque todos los del Metropolitano, y hoy también algunos del Bernabéu, le apunten a él.
La historia de la camioneta
Rafa Varas
Cuando llegó la pandemia no pude seguir trabajando en el fútbol así que tuve que buscar otro empleo. Me puse a vender alimentos a los supermercados a mi pueblo. Había pensado en vender mi coche porque se me había quedado pequeño para hacer el reparto y se lo estuve comentando a su padre. Doce horas después aparece una furgoneta en mi casa. "Te lo regala La Araña", me dijo su padre. Nos abrazamos y nos pusimos a llorar. Eso fue un sábado y como él estaba concentrado con su equipo no sabía si llamarle por si lo molestaba. A las 22.05 me envió un mensaje: "¿Te llegó el regalo?". Me puse a llorar otra vez. Esas cosas no pasan muy a menudo. El gesto no me sorprende conociéndole a él y a su familia. Él antes me había regalado una camiseta autografiada y ya estaba feliz.
Hay momentos para dar un golpe en la mesa. Momentos donde uno debe de coger lo que le ofrecen y hacerlo con convencimiento. Esta liga de titubeos, de dudas, de irregularidad de los dos transatlánticos tiene un tercero en discordia y en disputa. Un tercero que huele la sangre y que dispone de las armas y las herramientas para cobrarse la pieza. Pero hay veces que cuando uno juega con fuego termina quemándose y Barrios es una lata de gasolina. No sabe medir y lo peor es que aún tiene restos de carbonilla de la Champions. Menos mal que hay por ahí un noruego que, juegue 30 minutos, 15 o 5, siempre está ahí para meter la caña y el empate. [Narración y estadísticas, 1-1]
Nadie sabe, y el Cholo se agarraba las manos para preguntarse, a dónde iba Barrios levantando los tacos al gemelo de Pablo Durán. No es el primer exceso de ímpetu del canterano, pero quizás sí era el más madrugador, 20 minutos antes que ante el Leverkusen. No se había cumplido el 5 y el 8 rojiblanco ya enfilaba los vestuarios mientras su entrenador maldecía para sus adentros. Obligaba el error a la salida de Koke por Lino cuatro minutos después, una cosa es querer el liderato y otra, lanzarse a por él a pecho descubierto.
La roja ensució los primeros 20 minutos de la primera mitad. Muchas faltas, simulaciones y choques entre jugadores y poco fútbol. Luego el balón lo bajó el Celta, como había intentado en el pitido inicial pese a estar jugando lejos de Balaídos, una tortura para el equipo vigués este año. Si ya se les recuerda que llevaban siete duelos seguidos perdiendo ante el Atlético, es heróico el intento del equipo de Giráldez. Un conjunto valiente pero inocente esta temporada.
Intentaba De Paul, fruto de su momento de forma y quizás también con algo de inconsciencia, que su equipo bajara el balón y jugara más al pie. Recomendaba el argentino a Giuliano que le buscara y llamaba la atención a Galán cuando no giraba el juego como debía. De sus botas salió una falta lanzada con picardía, que si Giuliano la hubiera enganchado habría empezado el milagro que se vio en este estadio ante el Leverkusen. Pero no todos los días es fiesta.
El Atlético manejaba con oficio el partido y conseguía ahogar al Celta antes de que se aproximara a la portería de Oblak. Entonces una picadita de Fer López dejó sólo a Pablo Durán y el canterano se asustó ante el esloveno. Metió el pie con inocencia y el cancerbero recogió el balón sin dificultades con una sola mano. Hubiera sido doloroso porque corría el minuto 44, y esos goles antes del descanso suelen someter voluntades o apagar fuegos. Sean cuales sean las ganas que tengan los rojiblancos de asaltar el liderato.
Tocó arrebato Giráldez al inicio de la segunda parte sacando a Borja Iglesias y a Losada buscando aprovechar la superioridad numérica. Poco después también saldría Aspas. Los del Cholo aguantaban bien, pero apenas amenazaban el marco de Guaita. Algún balonazo de Oblak a Griezmann que, en solitario, era como un cordero entre una manada de lobos, y las carreras de Giuliano ante una pared celeste.
Vértigo final
Y entonces, llegó otro error. A los ojos de cada cual toca decir si fue de Le Normand o de Munuera Montero. Un levísimo pisotón del central hispanofrancés sobre Iglesias fue sancionado como penalti. Tenía cierta guasa la jugada viniendo de la que se vivió en el Bernabéu hace una semana. Aspas no perdonó y empinó la cuesta en el Metropolitano.
El Cholo sacó a su escalador preferido para afrontar otro Tourmalet. Alexander Sorloth reivindica cada minuto que juega con la elástica rojiblanca. Necesitó dos toques para poner el empate y provocar terror en las filas celestes. La pena es que se necesitaban dos puntos más para llegar a la cumbre. Sin fuego y gasolina se habría llegado.