Jugará con la condición de local toda la fase final, que se celebrará el viernes 23 y el miércoles 28 de febrero
La seleccionadora Montse Tomé, en un entrenamiento previo al último partido de España.EFE
España ya tiene rivales en la fase final de la Nations League, que el camino para estar en los Juegos Olímpicos de París y sumar su primer título continental. Dos partidos para hacer historia de nuevo. En semifinales la selección de Montse Tomé se enfrentará a Países Bajos y, de superar a este rival, se medirá al ganador de Francia-Alemania.
Este primer partido frente a las neerlandesas, que fueron líderes del grupo y dejaron fuera a Inglaterra por la diferencia de goles, se disputará el viernes 23 de febrero en España, en una sede que aún debe definir la RFEF.
Si España gana este primer duelo tendrá plaza garantizada en los Juegos pase lo que pase en la otra semifinal, ya que Francia, como anfitriona tiene su presencia garantizada. Si perdiera y las francesas fueran finalistas, la selección tendría que ganar el partido por el tercer y cuarto puesto.
En la final, que se disputará el miércoles 28 de febrero, si España se clasifica también ejercerá como local, dado que así lo determinó en sorteo. De nuevo la Federación tendrá que escoger si cambia de sede o disputa toda la fase final en sede única. De no ser España una de las finalistas, el título se disputará en Países Bajos.
Nada lastra a Julián Álvarez. No hay responsabilidad ni expectativas ni suplencia que pesen en su juego. Es un superhéroe que viste de anónimo pero aparece siempre cuando el Atlético le necesita. Ante el Athletic, para romper un partido trabado y arrimar al equipo al liderato. Con diez minutos en el campo le bastó. [Narración y estadísticas (1-0)]
No iba a ser un duelo fácil y la lluvia decidió complicarlo más. Los dos equipos remaron mucho para no equivocarse y agarrarse a sus objetivos. El del Atlético para dar el sorpasso al Real Madrid justo cuando se avecina el derbi europeo. Para el Athletic la intención era sostenerse en la cuarta plaza dispuesto, por qué no, dar el zarpazo al podio. Por eso siempre estuvo vivo en el partido. Fue la fuerza de esos deseos lo que equilibró un duelo con poco errores y solo un acierto.
En ambas facetas arrancó el Atlético. Le Normand remató alto un centro de Javi Galán en el minuto 4 que hubiera engrasado un partido al que el equipo de Valverde llegó con la lección bien aprendida. No tenían aún que sujetar a Julián Álvarez, pero no podían dejar campar a sus anchas a Griezmann y había que vigilar bien a Sorloth para que no abriera huecos que pudieran aprovechar Lino y Giuliano. Le pusieron la camisa de fuerza al francés con Vivian anticipándose a todo, pero por momentos se les escapó el argentino, al que le costó un poco empezar a aparecer. Primero tuvo que hacerlo Oblak saliendo a los pies de Iñaki Williams al que Dani Vivian había regalado una pelota filtrada que le dejó cara a cara con el meta esloveno. Las dos mejores ocasiones ya se habían visto a los 10 minutos.
Orden y colmillo
Pareció que el equipo de Valverde quería acosar, con un doble golpeo de Ruiz de Galarreta desde la frontal que se estrelló primero en De Paul y luego en Lenglet, pero entonces apareció Giuliano para poner un centro al segundo palo que a punto estuvo de cazar el gigante noruego. La segunda del menor de los Simeone nació de un robo con coraje al que tuvo que responder con una salida al borde del área Unai Simón.
Los rojiblancos querían mandar al tiempo que eran conscientes de que cualquier fallo lo pagarían ante un rival que mostró orden y tenía guardado el colmillo. El fallo lo cometió De Paul con una pérdida ante Berenguer, que no supo resolver el prometedor contraataque. La movilidad del delantero que se había convertido en un quebradero de cabeza para los centrales atléticos, pero no conseguía conectar con los Williams.
Al filo del descanso fue cuando ambos equipos se olvidaron de contener y se soltaron la correa para golpear. Sorloth cogió a Unai Simón descolocado en un remate que salvó Vivian mientras los bilbaínos obligaban a una defensa con demasiadas vigilancias pendientes. Si el partido no se había roto era por la falta de puntería.
Iñaki Williams, tras una ocasión desperdiciada por el Athletic.AFP
Simeone y Valverde mandaron el mismo mensaje en el vestuario: con 45 minutos por delante no se puede jugar a golpes, no demasiado pronto. Los dos equipos bajaron el pistón y fue el técnico argentino quien decidió cuándo se aceleraba. Otra vez lo hizo mirando al banquillo. De una tacada mandó al césped a Llorente, Gallagher y Julián Álvarez, poco después a Correa, y no tardó en verse por qué. Necesitaba pulmones y crear más peligro.
Primero la tuvo Berenguer con un tiro blando desde el punto de penalti, pero el Atlético se enlazó en el momento justo. Inició la jugada Molina, se apoyó en De Paul para encontrar escorado en la banda derecha a Llorente, que filtró para la aparición de La Araña entre los centrales. Se tambaleó el Athletic tras el gol aunque en lo que tardó en recomponerse no recibió más sustos.
Es más, Valverde inyectó pólvora con Guruzeta y el nuevo valor Maroan Sannadi buscando una remontada que se estampó en los palos de Oblak. Primero fue un saque de falta que Vivian estrelló en la cepa y el rechazo lo mandó Iñaki al larguero. Después una jugada ensayada que Nico Williams mandó al larguero. Fueron avisos ante los que los madrileños con un libre directo de Julián que hizo volar a Unai Simón. Un instante después, a Guruzeta se le escapa rozando el palo un centro raso de Yuri. Entonces apareció el rugido del Metropolitano para guardar la victoria e irse líderes a la cama.
Rebelión o resignación. No hay más alternativa cuando se vive en un estado terminal, enganchado a Primera sólo por las matemáticas porque las sensaciones son de una caída infinita. Dos victorias en los últimos 24 partidos. Penúltimo con 12 puntos después de remontar dos veces al Alavés en un esfuerzo que pareció titánico y que sólo alcanzó para empatar. Se quiere agarrar el Valencia a Primera pero la cuerda va perdiendo cabos jornada a jornada. O se escala de manera inmediata o será imposible. [Narración y estadísticas]
El gol de Dani Gómez a la desesperada en el minuto siete del añadido sólo maquilló la desastrosa imagen del equipo de Rubén Baraja, a quien Mestalla le pidió que se fuera y deje tan solo la lona que parece en la fachada. Es la primera vez que Pipo escucha el 'vete ya', una losa que pesará en su ánimo. El técnico y su plantilla han vivido agarrados a la poder que ejercía Mestalla, amparándoles y rescatándolos de un destino que hace años que se vislumbra pero ahora se roza. Esa protección ha desaparecido porque cómo se salva a un equipo jibarizado y estrangulado al que Peter Lim está empujando de bruces a Segunda División. Sólo había que acertar la temporada en que pasaría y esta, a pesar de que quede la mitad en juego, huele a incienso y a funeral.
El valencianismo puede resignarse y convertir el estadio en un coro de plañideras, algo que no va en el carácter, o alzarse contra el tirano que ha desvencijado su escudo. Los gritos de Mestalla antes de que arrancara el duelo contra el Alavés demostraron la vía elegida. Por primera vez en años, clamó contra el palco como hace tres días cuando, simbólicamente, expulsaron al consejo de administración de la junta de accionistas que se convirtió en clandestina.
La presidenta Layhoon Chan junto a uno de los consejeros del Valencia.EFE
No hay perdón para Lim ni sus directivos, aunque tampoco lo hay ni para Baraja ni para los jugadores. La caldera se encendió no porque la activaran los blanquinegros sino porque en el minuto 6 Carlos Vicente, ese futbolista que vive la camiseta del Glorioso porque el Valencia no quiso pagar 600.000 euros al Ferrol, encontró la espalda del improvisado lateral Luis Rioja y puso cómodamente un centro que Kike García prolongó para que apareciera Carlos Martín y adelantara al Alavés en el marcador y hacer temblar al Valencia.
Ni una jugada en ataque, ni un pase de seguridad, ni un despeje a tiempo. El Valencia se descomponía sin remedio y Baraja, en un inesperado tiempo muerto por la lesión de Guridi, no logró enmendarlo. Ni un destello queda de aquel equipo punzante que asfixiaba rivales y corría hacia la portería rival. Hoy horizontal, plano, sin riesgo y sin pólvora. Del segundo gol le salvó Dimitrievski atajando un cómodo remate en el punto de penalti de de Stoichkov. Le había encontrado Carlos Martín tras romper, una vez más, a Foulquier. A Coudet le estaba saliendo el plan y veía posible sumar la primera victoria tras dos empates. A Baraja se le acaba el tiempo y sólo le ancla al banquillo un finiquito que Peter Lim no quiere pagar.
Quiso reaccionar el Valencia tras el descanso con dos destellos de Almeida y Hugo Duro, que buscando un remate chocó con Sivera y obligó al guardameta a retirarse. La entrada de Owono bajo palos acabaría siendo una ventaja porque el ecuatoguineano trabó a Diego López en el área y el VAR avisó a Alberola Rojas de un penalti que marcó Luis Rioja.
Se había esquivado una bala, la grada se enchufaba, pero el Valencia seguía sin dañar a los vitorianos y cometiendo errores. Fue otra vez Mosquera, derribando a Diarra y provocando un penalti, esta vez sin VAR, que Jordán mandó imperialmente a la escuadra cobrándose el regalo que le metía los tres puntos en el bolsillo en el minuto 85.
Cuando el Valencia deambulaba a la desesperada echando arrestos, llegó un centro de Diego López que cazó Dani Gómez para salvar un punto que no despejó la tormenta que se desató al final del partido contra la directiva en la Avenida de Suecia. No se escapa de ella el entrenador, que arrastra un porcentaje de derrotas del 43,38%, el mayor de la historia.
No puede el Barça vestir siempre de gala, pero cuando se pone el mono y se afana también se convierte en un equipo temible que te destroza en tres zarpazos. Así, con más control que brillantez, liquidó al Brest para encaramarse a los primeros puestos de una Champions en la que se maneja con un andar seguro, en el que casi nadie acierta a cortarle el paso. [Narración y estadísticas: 3-0]
No fue tan fiero el Brest como lo pintaban o quizá al Barça le caló hasta los huesos el mensaje de desconfianza. Lo cierto es que logró que el equipo francés pareciera ramplón, la versión que ofrece en la Ligue 1 tan alejada de sus números europeos. Y eso que su gigantón delantero Ajorque quiso intimidar y marcar territorio ante Cubarsí en la primera pelota del partido. Fue la única vez que pudo hacerlo porque su equipo apenas fue capaz de pisar el área.
El Barça estaba dispuesto a sacudirse las dudas que le lastraron en Vigo y San Sebastián, pero es que antes siquiera de asimilarlo ya tenía el marcador a favor. Un pase de Pedri al corazón del área lo controló con el pecho Lewandowski cuando fue arrollado por el meta Bizot. El colegiado bosnio ni dudó. Señaló el punto de penalti y el polaco marcó su gol 100 en la Champions League, el que se sienta en la mesa de Cristiano Ronaldo (141) y Messi (129). La segunda juventud que está viviendo desde la llegada de Hansi Flick está haciendo que sea un arma infalible que siempre, siempre aparece cuando más lo necesitan, como los superhéroes.
El susto se lo habían llevado los franceses y los azulgranas se ajustaban el traje de que les ha confeccionado el alemán. Recuperaron la presión alta, por momentos asfixiante, y Pedri, batuta en mano, aceleraba el juego buscando las diabluras de Raphinha y que Dani Olmo y Fermín entraran en calor. El equipo se había adueñando del balón y obligando al Brest a esforzarse mucho en defensa para evitar los huecos que iba encontrando Raphinha. Primero entre los centrales para dejar a Fermín en un cara a cara y después con un centro al punto de penalti que el andaluz engatilló al lateral de la portería.
Amasaba el partido el Barça pero le faltaba romperlo. Ataques largos, buscando a Gerard Martín, a Dani Olmo, algo precipitado siempre, y Raphinha, para que de nuevo la segunda mejor ocasión del partido fuera un testarazo picado de Fermín que Bizot salvó con los pies como un portero de balonmano. No lograba engordar un marcador que noqueara a su rival y reflejara la facilidad con la que lo había maniatado. Al regreso del vestuario, los azulgranas sabían que tenían que afinar para no vivir en el alambre de una ventaja corta, pero antes despertó el Brest.
No le quedaba más remedio a los franceses que dar un paso adelante, igualar la presión, el robo y las carreras hacia Iñaki Peña. Apareció Sima, movió el banquillo Eric Roy y puso el campo a Baldé para romper a la espalda de Gerard Martín. Nada le funcionó. Y mientras, Dani Olmo se empeñaba en salir de la zona gris. Remató un centro de Koundé que salvó bajo palos el capitán Chardonnet para, justo antes de que Flick le mandara al banquillo, cazar el centro raso de Gerard Martín para vengarse del central francés con un control orientado, un regate y batir el arquero francés. Suspiraba el jugador, que necesita volver a ser tan explosivo como cuando se vistió de azulgrana por primera vez. Además, debe mostrar que puede hacerlo junto a Pedri antes de que el regreso de Gavi y De Jong, anoche silbado en Montjuic, le multiplique la competencia.
Con los tres puntos más cerca del bolsillo, Flick agitó su banquillo para que la revelación no se le revolviera. Y no pudo hacerlo el conjunto que había sorprendido en esta Champions. Hasta pudo verse con un gol más en contra en un error en salida de balón que Pablo Torre, en un robo en la medialuna, remató excesivamente cruzado. Parecía que el Barça no tenía chispa para golear al Brest, pero entonces apareció Robert Lewandowski para hacer el tercero, agrandar su figura y mantener su camino firme por Europa.