El entrenador del equipo juvenil del Atlético de Madrid, Fernando Torres, se encara con el público tras ser expulsado en la vuelta de la Copa de Campeones que su equipo disputaba contra el Real Madrid.
Fernando Torres en un acto promocional
Partido caliente en Valdebebas que enfrentaba al Real Madrid Juvenil entrenado por Álvaro Arbeloa con el Atlético de Madrid Juvenil de Fernando Torres por un puesto en la ‘Final Four’ de la Copa de Campeones. El conjunto rojiblanco llevaba una desventaja de dos goles de la ida y debía remontar para lograr el pase.
Los nervios estaban a flor de piel como se pudo ver en los entrenadores de ambos conjuntos, que se encararon en la banda ante divergencias en una jugada. En un momento de la discusión, Torres empuja a Arbeloa y termina siendo expulsado por el colegiado.
Cuando el entrenador rojiblanco recorría la banda camino de los vestuarios, ante las increpaciones de los aficionados, Torres decidió responder a uno de ellos: “Ve arriba ahora, payaso”. Posteriormente, abandonaba el terreno de juego con media sonrisa.
Pese a lo complicado del choque, en el que hubo bastante dureza y alguna tangana saldada con hasta 9 amarillas, el Atlético había conseguido igualar la eliminatoria hasta que un gol de Yusi en el minuto 92 terminó con sus opciones de remotada. El partido, tras prórroga, finalizó con empate a dos.
Se trataba de matar o morir. O, en el caso del Atlético, de resistir para no morir. Se trataba de no descolgarse más en un sorteo que permite fallos, pero no rendiciones. Dos derrotas consecutivas son muchas, tres, una catástrofe. No andaba mucho mejor el PSG, pero las trayectorias en liga condenan a uno y exculpan a otro. Con el Atlético mirando a la cabeza con telescopio y el PSG a sus perseguidores por el retrovisor. Al final fue Correa el que incendió París. Con un regate que paró el tiempo y tiró a Vitinha y mete al Atlético, de nuevo, en la lucha por la clasificación. [Narración y estadísticas, 1-2]
Salió Simeone con lo más veloz que tenía en el terreno de juego. No era mucho y no se ubicaba precisamente en la línea defensiva que, sin Le Normand, ha sufrido un colapso preocupante. Al contrario que en liga, el PSG comenzó castigando por la banda izquierda rojiblanca, con Galán siendo acosado por Dembélé y Achraf. Un disparo del último casi se convierte en el primero del partido. Poco después probó también Asensio tras una descarga del extremo francés. El Atlético esperaba agazapado los primeros minutos sin poder (o querer) salir de su campo.
Se daba por hecho que los colchoneros sufrirían en carrera contra las gacelas parisinas de arriba, lo que no se esperaba, ni el Cholo quería, era que sus defensas regalaran balones a los rivales. Lo hizo Lenglet, en un intento de regate absurdo en la frontal de su área que le mangó Dembélé. El extremo cedió a Zaïre- Emery que la picó con maestría ante la salida de Oblak, vendido.
Uno nunca sabe el efecto que causan los goles en los rivales. Afortunadamente, el tanto sacó al Atlético de la inopia y se lanzó a por el empate, que logró poco después. Fue una buena apertura de De Paul, el denostado por la parroquia rojiblanca, para un disparo de Giuliano que rechazó Donnarumma. El balón lo recogió Molina, que la empaló con la izquierda al fondo de la red. Tuvo suspense el empate, porque hubo revisión de VAR por una mano inexistente.
Molina celebra su tanto en París.ANNE-CHRISTINE POUJOULATAFP
La desgracia es que, de nuevo, el tanto volvió a generar otro giro de guion y se volvió al encierro rojiblanco en su campo y al acoso francés con Dembélé como gran percutor. Estaban cómodos ambos equipos con el papel que les habían otorgado sus técnicos. Quizás los rojiblancos hubieran deseado tirar alguna contra con más profundidad, pero los mediocentros del PSG, muy atentos, cerraban todos los pases interiores.
Es Vitinha uno de esos jugones que hacen poco ruido, pero que son capitales en los equipos. El reciente Balón de Oro español es otro. Y si no que se lo pregunten a Guardiola que lleva tres derrotas en los últimos tres duelos sin Rodri. Koke hacía esa labor oscura en el Atlético, pero al haber perdido velocidad, estos partidos de ida y vuelta son más para el Bulldog Gallagher. Se fajó el inglés en todos los sectores del campo, aunque brilló más en el propio.
Salió el Atlético algo más valiente en la segunda parte, pero un nuevo error de Lenglet en la salida de balón casi le cuesta ir perdiendo en el marcador a los cinco minutos de la reanudación. Afortunadamente, no estaba siendo el día de los delanteros franceses. Si bien Dembélé exhibía sus habilidades al regate, no se mostraba efectivo en el remate. Barcolá, por su parte, perdonó un disparo desde el punto de penalti tras una gran jugada personal a lo que contribuyó la buena colocación de Oblak.
Lo que pasa es que el mensaje que se le transmitió al equipo a los 10 minutos del segundo tiempo no fue el de ir al ataque. Quiso proteger el Cholo a los suyos y dar descanso a un Javi Galán que estaba siendo muy castigado por su costado, y a De Paul, capaz de lo mejor en fase ofensiva, pero más díscolo en la defensiva. También salió Riquelme para ayudar a Molina contra un Barcolá, que estaba empezando a inspirarse.
Milagro final
No acusaron el recibo los rojiblancos, que siguieron estirándose cada vez que tenían ocasión, pero eso dejaba también más espacios atrás para los uno contra uno de los habilidosos extremos parisinos. Pero fue en un córner donde el PSG perdonó el segundo. Se olvidó la defensa atlética de Marquinhos, el principal y casi único rematador en las filas del conjunto de Luis Enrique. Un tñecnico que los últimos 20 minutos sacó toda su artillería para intentar alejarse de la zona de peligro europea.
Necesitó el Atlético la santidad de Oblak para soportar el último arreón francés. El esloveno sacó dos manos a mano a Achraf. Hasta el estallido de Correa. La rebelión del delantero humilde. Echaba en falta la efectividad el PSG de un tal Kylian Mbappé. Generan mucho los parisinos, hasta 20 disparos, pero no transforman las que tienen. Así que entre los que no quieren y los que no pueden... la casa sin barrer.
A principios de diciembre del 2023, el hijo mayor de Mauro Arambarri (Salto, 1995) había cumplido dos años y aún no había podido ver jugar al fútbol a su padre. El jugador uruguayo del Getafe había enlazado dos lesiones (tobillo y rodilla) de las que se tuvo que operar y que le tuvieron casi dos temporadas en blanco. "Hubo un momento difícil, en la mitad de la recuperación, en el que entras en un pozo en donde no vas ni para atrás ni para adelante", explica el futbolista a EL MUNDO.
De hecho, poco después de aquel cumpleaños, Arambarri no pudo estar el día que su Getafe, del que es tercer capitán, rompió la racha de 20 partidos seguidos ganando del Atlético de Madrid en el Metropolitano tras empatar a tres. "Una lástima que nunca les hayamos podido ganar, pero siempre hay una primera vez", explica el mediocampista que ha recuperado la sonrisa este curso y que se enfrentará hoy al equipo rojiblanco en los cuartos de final de la Copa del Rey.
El futbolista está intentando "pasar página" de aquel periodo de dolor y sufrimiento del que salió gracias a su entorno, especialmente a su mujer y a su hijo, que conseguían hacerle olvidar los momentos de estancamiento de la lesión, pero también gracias a la ayuda profesional. "Cuando tenía 18 o 19 años empecé a trabajar con un psicólogo que me ha ayudado muchísimo a manejar ciertas situaciones no solo a nivel deportivo, también de la vida", apuntó Arambarri. Este profesional le ayudó a quitarse de la cabeza "preguntas que no tenían respuesta".
El jugador explica que no sabía por qué tenía ciertas tensiones, dolores o presiones en el pecho a causa de su lesión y su psicólogo le ayudó a entender que la cabeza es fundamental para superar estos problemas y saber de dónde viene todo. "Hubo semanas que la lesión iba muy bien y semanas que se me complicaba un poco. Entonces, claro, eso generaba mucha ansiedad, incertidumbre", identifica.
Ese momento terminó el día en que se volvió a poner las botas en un entrenamiento. "Uno da por hecho poder entrenar todos los días y cuando algo te lo impide, es cuando realmente lo valoras", cuenta. Y encima Arambarri ha vuelto en la mejor forma de su carrera. Ha hecho cinco goles de los 11 que lleva en ocho temporadas con el Getafe y ha vuelto a ser indispensable para Bordalás. "Es un regalo para mí, al trabajo que se hizo ese tiempo, un poco a escondidas", valora.
El futbolista en un momento de la entrevista.Ángel NavarreteEl Mundo
Es un regalo para aquel joven de 15 años que abandonó el hogar familiar en Salto, cuna de otros grandes futbolistas como Luis Suárez o Edison Cavani, para ir a Montevideo en busca de un sueño. Que dejó los entrenamientos con su padre por los del Defensor Sporting Club para hacerse un nombre en el fútbol. "Si lo hubiera pensado mucho, quizás no hubiera tomado la decisión, pero lo hice instintivamente, con el apoyo de mi familia, y hoy, claro, fue una decisión acertada", apunta.
Europa le hizo profesional, pero Uruguay le dio el carácter que muestra como futbolista. "Lo llevamos en la sangre, competir al 100%, creo que es una marca del fútbol uruguayo que nos inculcan desde pequeños", explica. A día de hoy lo hace sin miedo, ya sin las dudas que genera en los primeros partidos estar dos años en el dique seco y con un objetivo: "Estar tranquilo conmigo mismo el día que me retire, es decir, hice todo lo que tenía que hacer en cada momento, me vacié".
Arambarri, en las oficinas del Getafe.Ángel NavarreteEl Mundo
La humildad del futbolista no menciona su sueño deportivo que es volver a la selección con la que ya disputó partidos clasificatorios, pero nunca una gran cita deportiva. "Sería cerrar una etapa en lo más alto, pero hay que seguir trabajando y ojalá algún día", asegura. Mala suerte que la línea más exigente de la celeste sea el mediocampo con futbolistas como Valverde, Ugarte o Betancourt como grandes estrellas mundiales.
La humildad y el trabajo son sus etiquetas, pero él rehúye de las que le asignan a su equipo desde que Bordalás es el entrenador. "Llega un momento que cansa. Cualquiera que viene a jugar aquí, cuando le ganas, siempre sale diciendo un montón de cosas que todos los equipos hacen, pero bueno, se la agarran con Getafe. Deberían respetarnos un poco más, porque cuando nos toca perder asumimos nuestra responsabilidad y seguimos adelante", pide antes del duelo copero.
Los cromos hay que ordenarlos en el álbum. El Atlético se atascó en su debut ante el Villarreal en un duelo en que mostró algunas virtudes y pagó muy caros sus errores. Debutó Julián Álvarez, hizo su gol Sorloth antes de irse al banquillo en el descanso y la defensa y Oblak vivieron en un agujero del que sacaron provecho los veloces jugadores groguets. [Narración y estadísticas]
A golpes decidieron jugarse el partido. El Atlético, bien apuntalado, y el Villarreal en reconversión. Ambos fueron capaces de mostrar los talentos que en los que se ampararán esta temporada, pero también errores groseros que arrastran de su pasado reciente. Con el escudo de ser el estreno, los rojiblancos mostraron un buena traza sólo eclipsada con una extrema fragilidad.
El Atlético necesitaba mandar en La Cerámica y mostrar que los fichajes son algo más que caras con los que engordar la ilusión colchonera. Simeone ha pedido, se le ha concedido y aún tendrá más. Era hora de que el equipo diera un paso al frente. Lo hizo sólo a medias. Primero Lino cabeceando un centro telegrafiado de Marcos Llorente que salvó la mano de Diego Conde. Después la asistencia fue para Reinildo, pero en fuera de juego. No tuvo premio, pero esa jugada se repetiría tanto a lo largo del partido que acabaría con mejor final.
Si ese fue el talón de Aquiles del Villarreal en toda la primera parte, el colchonero estaba en la espalda de su defensa. Sin punta de velocidad Witsel, Azpilicueta y Le Normand, sufrieron una y otra vez persiguiendo la sombra de las dos balas amarillas de Marcelino: Danjuma y Yeremy Pino. El neerlandés recogió un saque de puerta larguísimo de Diego Conde, se lanzó a la carrera en un mano a mano contra Witsel hasta el área, donde le recortó una y dos veces antes de cruzar la pelota para que se colara en la meta de Oblak pegadita a su poste izquierdo. Era el hueco que le había dejado el esloveno y allí la colocó.
Puso el balón el juego el Atlético y lo llevó en un pispás al fondo de la portería amarilla. Griezmann encontró el agujero en la orilla izquierda del debutante Cardona y lanzó a Marcos Llorente, que se coló en el área y puso un derechazo cruzado a la escuadra. Acción, reacción. Sin mostrar sus habilidades, los dos equipos sí fueron capaces de encontrar las grietas y repetir el guión.
Si Lino se estrelló en el poste, Danjuma hizo lo mismo en el cuerpo de Witsel tras el regalo que trató de hacerle Jeremy Pino. La espalda de la zaga rojiblanca era un boquete del que buscaban aprovecharse, pero el segundo gol llegó de otro error. En una segunda jugada tras un córner, Baena centró al corazón del área pequeña y Oblak, en una salida grosera, no pudo atajar un balón que rebotó en Koke y entró en la portería.
Sorloth, gol y cambio
Lejos de caerse, el Atlético volvió a reaccionar. Simeone, conscientes de dónde estaban las lagunas, quería que sus hombres aguantaran hasta el descanso para enmendar el once y, sin embargo, Sorloth le maquilló la noche.
Aislado en su pelea con Albiol y Bailly, la primera pelota que le rondó fue gol. Llovida desde la banda derecha por Barrios, la remató de un salto anticipándose a la defensa grogueta. De poco le sirvió, porque su nuevo entrenador le dejó en el banquillo tras el paso por el vestuario. Necesitaba más trabajo de su delantero.
Por eso el argentino no dudó en apuntalar el centro de la zaga con la rapidez de Giménez y el ataque con la movilidad de Correa. Se acabó el correcalles y el control cayó más del lado visitante cuando De Paul cogió el mando, aunque las ocasiones dejaron a aparecer. El partido se durmió.
Cuando el entrenador llamaba a Julián Álvarez a 15 minutos del final, Correa hizo una diablura que atajó Bailly. A la pólvora de La Araña en su debut fiaron los atléticos la victoria que también buscaba Marcelino. Desde la grada, buscó a Ilias, Gueye, Ayoze y Pépé, que estrelló una falta en la escuadra. El duelo había perdido electricidad. No quedaban ideas, ni fuerzas.