Los clubes apuestan por modificar el actual convenio y que pasen a depender de la patronal tras el estallido del ‘caso Negreira’. Pero los colegiados, que se sienten solos, señalados y bajo presión, se rebelan: “No quieren independencia, quieren controlarnos”
El árbitro Martínez Munuera.EFE
Una ronda de llamadas y mensajes con algunos clubes de Primera y Segunda División, a cuenta del intento de LaLiga de cambiar el modelo arbitral a raíz del caso Negreira, descubre una doble paradoja: Paradoja número 1: la gran mayoría de los equipos d
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Aquel día, 28 de junio de 2021, en el Parken de Copenhague, sobre la tribuna de prensa caía la cerveza que los hinchas daneses y croatas lanzaban a modo de celebración. Aquel día, 28 de junio de 2021, España iba ganando 2-3 a Croacia. Ya casi en el descuento, en el inicio de una jugada, Fabián no sigue la marca, Croacia empata y manda el partido a la prórroga, resuelta felizmente con goles de Morata y Oyarzabal. Aquel día, 28 de junio de 2021, Luis Enrique, entonces seleccionador, pensó que Fabián no había hecho lo que le había pedido y le puso la cruz a quien el sábado, en Berlín, se convirtió en la estrella inesperada. Fabián Ruiz Peña (Los Palacios, Sevilla, 28 años) nunca volvió a la selección con el asturiano y, sin embargo, para Luis de la Fuente es intocable. «Si no se llamara Fabián, hablaríais mucho de él», dijo el técnico tras el partido contra Croacia.
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Luego llegó él y, con la humildad que tiene, cogió los auriculares de la traducción simultánea y le preguntó al jefe de prensa: «¿Tengo que ponerme esto?». No le gustan mucho las entrevistas, no se siente demasiado seguro, al punto de que el pasado miércoles, cuando le tocaba atender a algunos medios internacionales en Donaueschingen, hizo volar desde España, ida y vuelta en el día, a una persona de su confianza para que estuviese con él mientras atendía a los periodistas. Mucho más seguro dentro del campo, tampoco es un tipo que se complique la vida explicando las cosas. ¿Cómo ha sido tu golazo ante Croacia?, le cuestionaron. «Me la ha puesto Pedri, iba a tirar, pero se me ha cruzado Luka, he recortado y luego he intentado finalizar de la manera que he podido, porque el míster nos pide que finalicemos jugada». Y punto.
No le hizo mucha gracia a Fabián que el pasado verano el PSG, el equipo que pagó por él al Nápoles 23 millones, fichase a Luis Enrique. Se vio ante el técnico que había dejado de contar con él sin darle una explicación. Empezó la temporada jugando poco, pero con el tiempo le dio la vuelta a la situación. En el mes de diciembre, se metió en el despacho de Luis Enrique y el chico entendió que debía cambiar algunas cosas. «Si haces lo que yo te pido, jugarás más», le dijo el asturiano. Desde ese momento fue siempre titular en los partidos importantes, entre ellos todas las eliminatorias de Champions. Para entonces ya había recuperado su sitio con España, pues De la Fuente siempre ha contado con él.
Los jugadores, ayer llegando a Stutgart para ir hacia Donauescingen.P. G. / RFEF
«Los que convivimos con él sabemos de la humildad y el potencial, futbolístico y humano, que tiene Fabián», le ensalzó. Definido como «muy familiar» por quienes le concocen, Fabián es el triunfo del talento al que se le aplica la constancia. Nacido en Los Palacios (Sevilla), el mismo pueblo que Jesús Navas o Gavi, de pequeño era muy bueno, y el Betis se adelantó al Sevilla ofreciéndole a Chari, su madre, el motor de la vida de Fabián, un trabajo en la lavandería de la Ciudad Deportiva. Allí estuvo y allí se hizo mayor, dejando de ser delantero para pasar a ser centrocampista cuando pegó un estirón descomunal con 13 años.
En esa época llamó la atención de alguien. Davide Ancelotti, el hijo de Carlo, su segundo, lo conocía, y estaba «enamorado» de él, según contó en la prensa italiana. Así que en el verano de 2018, cuando el actual técnico del Madrid fichó por el Nápoles, pidió el fichaje de Fabián. El Nápoles pagó 30 millones por él, la venta más cara de los verdiblancos en toda su historia. Tras cuatro años cambió Nápoles por París, y allí vive a las afueras de la ciudad junto a su novia y a su perrita, Bella. En su casa hay un gimnasio con una máquina de crioterapia para favorecer la recuperación.
Tiene también contratado a un cocinero que le prepara especialmente las cenas para no separarse ni un milímetro del camino de la profesionalidad, y en ese camino también está la contratación de fisios particulares. Su madre, Chari, va a visitarle frecuentemente, igual que sus colegas de Los Palacios. Su hermana pequeña, también futbolista, vivía con él hasta no hace mucho, pues estaba estudiando en la capital francesa. Tiene también un hermano mayor. El sábado, en Berlín, estaban su madre y su novia, y con ellas disfrutó de un refresco después en el hotel de concentración.
Berlín no es Madrid, ni Viena, ni Johannesburgo ni Kiev. Ni falta que hace. Berlín es Berlín, y desde este domingo el nombre permanece ya para siempre en la historia de un país, España, como la ciudad donde la selección culminó una epopeya maravillosa, la de su cuarta Eurocopa, tejida desde la diversidad más bonita, desde la fe, ciega, en un imposible, desde la humildad, sincera, de quien se reconoce en el compañero, más allá de su color y el de su camiseta, desde la convicción, firme, de que el camino era el correcto, desde la seguridad, en fin, de que esto era real. Vaya que sí. España, la reina, recupera el trono de Europa 12 años después, nadie tiene más Eurocopas, cuatro, nadie la quiso más en Alemania, expulsando en su camino a cuatro campeonas del mundo, ganando los siete partidos, llevándose todos los trofeos individuales (el mejor joven y el mejor jugador) deleitando la vista unas veces y mordiendo los labios otras, como ayer, cuando desmanteló a Inglaterra en un cuarto de hora sublime, pero se levantó con la mandíbula firme del gol del empate. [Narración y estadísticas (2-1)]
España ha sido el equipo más completo, el mejor. Luis de la Fuente ha construido una familia que, además, observa el futuro con una sonrisa, pues los niños, los fabricantes del primer gol, son insultantemente jóvenes, y el corazón del grupo ronda los 27 años. Ríe hoy España y mira a los que nunca le dieron ni el pan ni la sal, pero los mira con el corazón limpio, sin reproches. España es campeona de Europa con todas las letras, nadie se ha acercado siquiera a ella desde el pasado 15 de junio, cuando debutó en este mismo estadio, en esta misma ciudad, Berlín, que no es Madrid, ni Viena, ni Johannesburgo ni Kiev. Berlín es Berlín, qué carajo.
El Olímpico vio a una selección madura, respetuosa, tranquila, con los niños sentados en el sofá sin pedir de comer en casa ajena, pero mirándose con la picardía de quien no va a aguantar mucho y termina levantándose sin permiso para coger una chuchería. Eso hicieron Lamine Yamal y Nico Williams nada más comenzar la segunda parte, desmontar el partido con una trastada, y de ahí nació el partido que enseñó, escrito está, todas las versiones de este equipo: la brillante, hasta el empate, y la madura, desde él, para levantar el trofeo con una sonrisa mestiza, millenial, una sonrisa que reconoce al diferente como igual, una lección de fútbol, y de vida, para todo un país.
Enredados en la tensión
En fin, que el saque de inicio correspondió a Inglaterra. El balón fue directamente a Pickford sin pasar por nadie, y el portero del Everton mandó una pelota larguísima que salió por línea de fondo. Ese saque lo hizo España en corto, de Unai Simón a Le Normand, y la jugada salió limpia para morir, como todas las de la primera parte, en la maraña que los ingleses montaron en el balcón de su área. Fueron las dos primeras jugadas del partido, algo así como una presentación de intenciones.
Dos no se pelean si uno no quiere, y como hubo uno que no quiso, pues no hubo pelea en la primera parte. Inglaterra salió a que no pasara nada. Pero nada era nada. Ella estaba dispuesta a no atacar, y se metió tan atrás que impidió a España hacerlo. Enredados los dos equipos en la tensión propia de una final, en lugar de un partido de fútbol aquello devino en una partida del Risk, por no recurrir al tópico del ajedrez. Cada movimiento de España era contrarrestado por Inglaterra. Southgate empleó a Foden para perseguir a Rodrigo, y a Mainoo para atosigar a Fabián. Rice vigilaba con el cogote los movimientos de Dani Olmo.
Como quiera que los extremos no podían recibir en ventaja, la cosa se atascó de mala manera. No hubo que contabilizar ni una sola parada de los porteros. España tuvo más el balón, sí, pero fue para nada, mientras que Inglaterra se fue acomodando en esa monotonía en la que metió la noche. Ninguno de los entrenadores había inventado, quizá no había que hacerlo (Southgate metió a Saw en lugar de Trippier, pero vaya), y ninguno de los jugadores quiso pasar a la historia como el tipo que se equivocó en una final. Jugaron todos con miedo, agarrotados, y de ese modo salió un tostón muy serio hasta el descanso.
Nico Williams festeja el 1-0 ante Pickford.AFP
Inglaterra no quería jugar, y España no quería arriesgar, confiada en que el paso de los minutos validase el día más de descanso que había tenido por jugar su semifinal el martes. El partido, así las cosas, necesitaba que ocurriese algo. Lo que fuera, algo que agitase las cosas en cualquier dirección. Y lo que ocurrió fue que Rodrigo se marchó llorando al vestuario, lesionado, y el faro de España se quedó sin luz. En su lugar apareció Zubimendi, en otra demostración más de que, si falla el titular, aquí juega el suplente. Sin más. Pero claro, en el caso del mejor mediocentro del mundo, la baja podía ser más grave.
No dio tiempo a reflexionar mucho sobre ello pues a los dos minutos llamaron a la puerta los niños con el ímpetu de quien quiere jugar a la pelota en el parque. La cogió Lamine en su banda, tiró la diagonal hacia dentro amagando con la cintura, atrajo la basculación de los ingleses y descargó, justo a tiempo, para la llegada de Nico, que cruzó abajo, imposible para Pickford y sus florituras. Pudo sentenciar Olmo un minuto después, con Inglaterra grogui, pero el caso es que lo que necesitaba el partido, ya había ocurrido, y encima había sido bueno para España.
Ya por delante, la selección, claro, empezó a jugar más suelta y mereció sentencia. Quitó Southgate a Kane, inmóvil, pero el cambio que le dio la vuelta al partido fue la entrada de Palmer. En una mala salida a la presión de Cucurella, Inglaterra armó su mejor ataque y un disparo incontestable del futbolista del Chelsea igualó el partido a falta de 20 minutos, ya con Oyarzabal por Morata en el campo. Pero esta España es mucha España. Agarró de nuevo la pelota, tranquilizó al personal y fue acumulando ocasiones hasta que Cucurella, un catalán que vive en Londres, encontró a Oyarzabal, un vasco sin complejos, para poner el punto y final a una preciosa historia de amor por el fútbol y por la vida. La vida de todos para todos. La vida en España.
Luis de la Fuente se encuentra en ese estado de ánimo en el que uno piensa 'caramba, ¿pero es que nadie piensa reconocerme lo que he hecho?', y aunque es feliz tras ganar la Eurocopa (y antes la Liga de Naciones), y aunque se siente respetado, ahora sí (antes no) por los medios de comunicación, y aunque todo el mundo da por hecho que el que salga elegido nuevo presidente le va a mejorar y ampliar sus condiciones, y aunque disfruta más que nunca de su trabajo y su autoridad reforzada por los títulos, aunque todo eso ocurre, Luis de la Fuente se encuentra en ese estado de ánimo en el que uno piensa 'caramba, ¿pero es que nadie piensa reconocerme lo que he hecho?'.
El seleccionador entró de puntillas, y casi teniendo que pedir perdón, a finales de 2022 para sustituir a Luis Enrique, una vedette de los banquillos. Tuvo que soportar que desde la Federación se admitiese, sin muchos miramientos, que podía ser despedido si la cosa no iba bien en la Liga de Naciones del verano de 2023, que terminó ganando. Tuvo que soportar, y ahí con razón, las críticas por sus aplausos a Rubiales. Tuvo que soportar, en fin, el desdén generalizado hacia su persona. Durante todo ese tiempo, él mantuvo un perfil discreto, guardándose para sí todo lo que veía, leía y escuchaba, pensando que algún día, quizá, podría contestar a todo.
Y claro, el incontestable triunfo en la Eurocopa, siete victorias en siete partidos, un fútbol vistoso, una forma de jugar atractiva, le ha dado la oportunidad de levantar la mano y decir: 'aquí estoy yo'. Se le nota en sus actos, acudiendo, con la cabeza bien alta, a un homenaje que el mundo del toro le dispensó en la Plaza de las Ventas hace unos días. Y se le nota en sus palabras, ya sin miedo a mirar a la cara a nadie. "No, no lo he visto y no lo voy a ver", respondió en la Cadena Ser a la pregunta de si había visto el documental de Luis Enrique. Lo dijo con el tono firme del que ya no está cohibido. Él es el campeón de Europa. "Siempre he dicho que las conversaciones privadas son privadas", insistió.
CONTRATO
En esa misma entrevista salió el tema de su contrato, y se volvió a ver ese cambio de rol tan evidente. "No es normal que el campeón de Europa no tenga contrato", dijo, algo que viene repitiendo últimamente. Y no es que no tenga contrato, que lo tiene, cómo no, pero... La situación es así: Luis de la Fuente tiene firmado con la Federación un contrato de alta dirección como personal de confianza del ex presidente Pedro Rocha, por el que percibía, de inicio, alrededor de 600.000 euros.
Después, el estado de esquizofrenia de la Federación hizo que la Comisión Gestora ejecutase, en febrero, una cláusula de ampliación automática hasta 2026 porque, de lo contrario, el contrato hubiera expirado en plena Eurocopa, y ahí ya hubo un aumento de sueldo. Durante el torneo del pasado verano, De la Fuente apalabró con Rocha su nuevo salario y el cambio a un contrato normal de trabajo (cuya indemnización es mayor que la del contrato de alta dirección). Ese nuevo texto le situaba en el entorno de los 1,2 millones de Lopetegui (lejos de los tres de Luis Enrique), pero la situación en la Federación, con Rocha inhabilitado y una Comisión Gestora que no sabe por dónde tirar, ha impedido que se firme.
De la Fuente recibe buenas palabras, promesas, "patadas hacia adelante", según definen en la Federación, pero hasta que no haya un nuevo presidente, y eso no será, mínimo, hasta diciembre, no se verá reconocido como lo que es: el seleccionador campeón de Europa. Un tipo con una versión 2.0 en la que ya no hay miedo al 'qué dirán' y donde mira de frente a cualquiera de los grandes entrenadores del mundo. Aunque se llame Luis, tenga sesenta y pico años, le gusten los toros y sea una persona normal y corriente. Es el campeón de Europa.