El niño fue increpado por jugadores de otros equipos que presenciaban el encuentro
El campo donde ocurrieron los hechosCD Amor de Dios
Distintos clubes deportivos han mostrado su solidaridad a través de las redes sociales con el niño que recibió insultos racistas durante un partido de Fútbol 7 de categoría alevín disputado en Zamora el pasado sábado.
Entre los que se han sumado a la ola de solidaridad con el menor ha figurado el primer equipo de fútbol de la ciudad, el Zamora CF, que ha condenado “cualquier acto de racismo” y máxime cuando se trata de niños, según ha informado el club rojiblanco en un comunicado.
Además, los jugadores del primer equipo del Zamora CF graban un vídeo este miércoles que enviarán al pequeño para intentar alegrarle y animarle después de que inicialmente se hubiera planteado dejar el fútbol a causa de esos insultos.
El niño, que es uno de los jugadores destacados del equipo alevín del CD Amor de Dios de Zamora fue increpado por otros niños que juegan en otros equipos de categorías inferiores y que en esos momentos se encontraban presenciando el encuentro que disputaba el club zamorano con el Racing de Benavente en los campos de fútbol de Valorio de la capital zamorana.
El club ha puesto los hechos en conocimiento de la Policía Nacional junto a un tuit de una persona que se atribuía ser el autor de los insultos y se ratificaba en ellos.
Además de ese caso, el CD Amor de Dios ha advertido de que en las últimas tres jornadas ha apreciado una mayor competitividad y rivalidad que ha derivado en insultos hacia algunos jugadores. Ha hecho público también el caso de un guardameta de ese mismo equipo al que profirieron insultos homófobos en otro partido unos niños que se habían colocado en las gradas tras la portería
Portugal no ganaba a Alemania en suelo germano desde hace 25 años y ahí apareció Cristiano Ronaldo, que marcó cinco goles en sus visitas al Allianz Arena con el Real Madrid, para poner acento portugués en Múnich y confirmar la lección de fútbol de su selección ante los locales. Anotó el primero Wirtz, pero entre Conceiçao el delantero le dieron la vuelta a la semifinal. Los lusos esperan ahora a España o Francia.
Las gradas llenas del Allianz Arena no intimidaron a los portugueses, superiores en nombre y talento a los alemanes. Las bajas locales, especialmente las de Rüdiger y Musiala y Havertz en ataque, dejaron una delantera local con Woltemade, sorprendente atacante del Stuttgart, y Wirtz, estrella del Leverkusen y pretendido por el Madrid como principales focos de atención. Y a los de Nagelsmann les costó crear juego, más por inercia e ímpetu local que por fútbol.
En el otro lado del campo, a Cristiano le dio igual aterrizar en Alemania desde Arabia. Su voracidad es constante. Probó a Ter Stegen en el minuto seis con un zurdazo y en el 14 con un disparo desviado. Dos acciones que en otra época, en otro mundo, eran gol.
Los movimientos en ataque de Woltemade fueron la única vía de escape de Alemania, eso y la agresividad y verticalidad de Goretzka y Pavlovic en el centro del campo. Su potencia la sufrieron Ruben y Joao Neves, incapaces de contenerles, y así llegaron las mejores opciones locales en la primera parte. El duelo, eso sí, se trabajó y se peleó en el centro del campo, sin ocasiones claras.
El cansancio tras un curso tan exigente fue un factor importante, y lo será todavía más en el Mundial de Clubes de Estados Unidos. El fútbol es casi veraniego, de errores y de aprovechar aciertos. Vitinha, cerebro luso, esperaba en el banquillo tras la Champions.
Tras el descanso, Kimmich, heredero de Kroos en ideas, pie y cabeza, se inventó un pase picado desde la media luna del área hacia el interior de la zona de peligro portuguesa. Ahí lo cazó Wirtz de cabeza para superar a Costa y poner el 1-0. Portugal protestó un fuera de juego de Woltemade, que molestó a Dias, pero el árbitro, tras revisión de VAR, dio gol.
El tanto alemán despertó a Roberto Martínez, que se juega en esta Liga de Naciones su futuro como seleccionador portugués. Saltaron al campo Vitinha y Conceicao y revolucionaron el duelo. El del PSG se hizo con el manejo y el extremo de la Juventus desequilibró el lado débil de la defensa alemana. Tardó cinco minutos en marcar. Cogió el balón en el centro del campo, trazó una diagonal hacia portería y probó una rosca que se coló en las redes de Ter Stegen.
Creció Portugal con el empate y en cinco minutos completó la remontada sin que Alemania pudiera respirar con balón. Más física, más vertical y con más talento. En el 68, una pared entre Nuno Mendes y Bruno Fernandes colocó al lateral del PSG en el área, donde cedió fácil para que Cristiano anotara a placer. Lección de fútbol.
Y de repente ese país de tenistas con las zapatillas siempre manchadas de tierra, de éxitos color marrón, de mucha alegría y ciertos complejos, se convirtió en la mayor potencia mundial, en el dominador absoluto del ranking ATP y de la Copa Davis. Hay una España antes de Rafa Nadal y otra España después de Rafa Nadal. Del milagro de Manolo Santana ganando en Wimbledon en 1966 a la naturalidad sobre la hierba de Carlos Alcaraz en los últimos dos años. Los éxitos de Nadal transformaron a todo el país, lo llevaron a otra dimensión y por eso tiene sentido el lugar de su adiós.
Podía haberse retirado en Roland Garros, evidentemente, pero también es significativo que lo haga en la Copa Davis, una competición que ganó cinco veces cuando España, antes de su aparición, sólo lo había hecho una, aquella de 2000 en el Palau Sant Jordi de Barcelona.
"Con Nadal nos convertimos en otra cosa"
«Nadal llevó el tenis español a otro nivel, indudablemente. Antes habíamos tenido jugadores muy buenos que habían ganado uno, dos o tres Grand Slam, habíamos tenido a Arantxa Sánchez Vicario, que también fue muy importante, pero con Nadal nos convertimos en otra cosa», apunta Albert Costa, precisamente uno de los artífices de aquella Copa Davis primigenia, sin Nadal. O con él, de alguna forma, porque nadie olvida que con sólo 14 añitos ya fue el encargado de llevar la bandera del equipo en una suerte de presagio.
Juanjo MartínEFE
«Antes de él teníamos claro que lo nuestro era la tierra batida, porque era donde nos habíamos criado y donde teníamos más posibilidades de éxito. Esa concepción empezó a cambiar con Ferrero y Moyà, pero Nadal le dio un vuelco a lo bestia. En 2000 nosotros demostramos que España podía ganar la Davis, que era un país con un buen nivel tenístico, pero era en casa, evidentemente sobre tierra... Con Nadal vimos que podíamos mandar en cualquier superficie», añade Costa, que recuerda la aparición de Nadal como un torbellino justamente con la camiseta roja.
Aquella petición a Feliciano López
Porque antes incluso de su primer título en Roland Garros, en 2004, con sólo 18 años, se dio a conocer en La Cartuja de Sevilla para dar al equipo su segunda Ensaladera con una victoria crucial ante Andy Roddick, que entonces era el número dos del mundo.
«Aún recuerdo la primera eliminatoria de Davis a la que vino, ante República Checa, contra Novak, Berdych, Stepanek. Tenía 17 años y le dijo a Feliciano López: 'Tú gana tu punto que yo ganaré el mío'. Y lo hicieron. Feli ganó a Berdych y él, a Stepanek para remontar un 2-1 en contra. Eso te dice mucho de la bestia competitiva que era y que aún es», recuerda Jordi Arrese, capitán español en aquella época, que desvela la clave de la relación entre Nadal y la Davis: «Cuánta más presión había, mejor jugaba. Y en la Davis había y hay mucha presión. A la mayoría de tenistas les cuesta jugar una competición así, por países, con el público entregado, pero él siempre lo vivió como pez en el agua. Tiene mucho sentido que lo deje en la Davis, vistiendo la camiseta de España, y que nadie espere un homenaje. Será el animal competitivo de siempre».
Y es que con Nadal en el conjunto ahora capitaneado por David Ferrer y con Alcaraz como sucesor, España debe aspirar a su séptimo título. La despedida perfecta: el hombre que elevó al país, elevando un último trofeo. Será el mes que viene, del 19 al 24 de noviembre en el pabellón Martín Carpena de Málaga con una gran ventaja y un gran inconveniente. La ventaja, la ausencia de rivales de entidad más allá de Jannik Sinner con Italia o Taylor Fritz con Estados Unidos, por el otro lado del cuadro. Y el inconveniente, la superficie, la pista dura y sus exigencias.