Elden Campbell, un pívot que jugó 15 temporadas en la NBA, incluyendo nueve con los Los Angeles Lakers, y que más tarde ganó un campeonato con los Detroit Pistons, ha fallecido este lunes a los 57 años. La familia de Campbell fue la encargada de informar a los Pistons de su muerte, aunque no se ha desvelado la causa de su fallecimiento.
Campbell, de 2,11 metros de altura, nació en Los Ángeles y destacó en la Morningside antes de unirse a Clemson. Fue seleccionado en el primer equipo de la conferencia ACC en la temporada 1989-90 y terminó como el máximo anotador de la escuela con 1.880 puntos.
Ayudó a los Tigers a ganar el título de la temporada regular de la ACC 1989-90 y a llegar a la fase del Sweet 16 antes de ser seleccionado en la primera ronda del draft de la NBA de 1990 por los Lakers de su ciudad natal.
Jugó nueve temporadas en Los Ángeles, pero no ganó un anillo de campeonato hasta después de llegar a los Pistons, venciendo a los propios Lakers en cinco partidos en las finales de 2004. Campbell jugó 1.044 partidos en la NBA y acumuló más de 10.000 puntos y 1.600 tapones, con un promedio de 10,3 puntos y 5,9 rebotes por partido.
Campbell promedió 14,9 puntos por partido con los Lakers jugando junto a Shaquille O’Neal y Kobe Bryant en 1996-97, pero su mejor temporada estadística fue en 1999-2000 con los Charlotte Hornets, cuando promedió 15,3 puntos y 9,4 rebotes.
Asimismo, Campbell defendió los colores de New Orleans Hornets, los Seattle Supersonics y los New Jersey Nets antes de retirarse en 2005.
No recuerdan las nuevas generaciones aquellos otros tiempos, cuando una medalla era una rareza, cuando los cuartos también eran maldición entre canastas y cuando tantos miraban a España por encima del hombro. No hay memoria de la mediocridad porque ya hace mucho de aquello. Llegaron nuestros superhéroes para hacernos sentir pletóricos, para acumular proezas y dominar el mundo. Para 'estar' siempre. La nueva realidad de la selección pelea contra su destino y, por ahora, casi siempre gana. En Lille, con las 12 mejores selecciones del planeta, allá estará España, fiel a una cita olímpica, desde Sidney 2000 sin falta. Lo logró tras un Preolímpico que resultó todo un ejercicio de competitividad, la memoria ganadora en los genes de los que aprendieron de Gasol y compañía. Si el sábado desplumó a Finlandia en la pura agonía, en la final contra Bahamas resultó el mejor trampolín posible hacia París. [Narración y estadísticas: 86-78]
Dicen adiós las leyendas y ya no va quedando casi nadie de aquellos. Sobrevive Rudy, un capitán que pide a sus jóvenes compañeros que no lo hagan por él, que vayan a unos Juegos por ellos mismos. Serán sus sextos. Y los cuartos para Llull. Líderes con el ejemplo, los que pasan el testigo aunque todos sepan que la edad dorada nunca podrá ser igual. Pero el mago Scariolo no baja el pistón de la exigencia. Lo que antes eran alardes ahora son duelos muchas veces desde la inferioridad, resueltos por una mezcla de destreza y de amor propio. Así fue en una Fonteta rendida a su España, enamorada del talento de Lorenzo Brown, que logra hacer de Willy Hernangómez ese pívot que tantos imaginaron, de la clase de Aldama, de la fiereza de Alberto Díaz, López-Arostegui o Garuba... Todos fundamentales ante la amenaza caribeña, un rival derrotado de principio a fin.
Rudy, ante Bahamas.ALBERTO NEVADO / FEB
Era Bahamas una trampa total, tipos con tanto peligro como poca tradición que defender. Viven sus NBA la experiencia como un regalo y así lograron finiquitar a Argentina en casa el pasado verano. Y quedarse a un milímetro de disputar unos Juegos. Esta vez, en una Fonteta magnífica, España no les dio opción de desatar sus armas.
Desde el amanecer el encuentro tuvo la electricidad de las finales. Cada microacción era un desafío. Un juego de contrapesos con una igualdad insoportable. Willy, alargando el idilio ofensivo de la noche anterior contra Finlandia, era el hombre buscado por España en la pintura. Buddy Hield pronto mostró la soltura de sus lanzamientos, que contrastaban con el agarrotado Lorenzo. Se luchaba punto a punto.
Fue en el segundo round cuando las inercias se impusieron, con la selección más segura de sí misma. Principalmente por la influencia en el juego de Garuba, un muro en defensa. España se levantó de un triple de Eric Gordon con un 7-0 y poco después el ex madridista puso un tapón colosal al saltarín Edgecombe, un jovencísimo proyecto de estrella. Ese esfuerzo era el ejemplo a seguir. Usman contagió a todos. Entonces devolvió Scariolo a la primera unidad y Lorenzo paró el reloj con tres triples consecutivos que, junto a uno más de Llull, encendieron Valencia como un ninot (42-31).
Lorenzo Brown, ante Bahamas.Kai ForsterlingEFE
El gran problema de la selección había sido el rebote ofensivo (hasta 11 segundas jugadas al descanso concedió desesperadamente), una sangría. Cuando lograban controlarlo, todo se ponía cuesta abajo. Había sido una gran primera mitad.
Y la vuelta de vestuarios prolongó las buenas vibraciones. López-Arostegui desquiciaba a Hield y el metrónomo Brown tomaba las riendas. Y los nervios caribeños empezaban a aparecer en la pista, elevando a la desesperada su listón físico. Pero la concentración española parecía a prueba de bombas, la confianza elevándose a la vez que la ventaja. Apareció la segunda unidad con nuevos bríos, con ese Garuba capitán de la energía, batallando con DeAndre Ayton, y con la osadía y los puntos de Brizuela que pusieron la máxima (61-47).
Pero todavía tenía que remar España ante un rival sin red, consciente de que se le escapaba una oportunidad histórica, sus primeros Juegos. Y el retorno de los titulares fue la puntilla de los caribeños. Porque España había hecho presa, coral y efectiva, siguiendo a pies juntillas ese plan de Scariolo que pocas veces falla. Si se arrimaba Bahamas, el triple de Aldama. El balón a Lorenzo, los tiros libres de Rudy... "¡Sí, sí, sí, nos vamos a París!".
Final Four
LUCAS SÁEZ-BRAVO
@LucasSaezBravo
Madrid
Actualizado Viernes,
12
mayo
2023
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08:31Ver 18 comentariosEl técnico blanco, sobre el que siempre se posó la...