Hace tiempo que no veía una división de sentimientos tan grande en un gran premio de Fórmula 1. Una dicotomía tan exagerada en el reparto de alegrías y decepciones en el grupo de pilotos.
Sólo hay que repasar el resultado del Gran Premio de Silverstone para darte cuenta de esta casualidad que provocó una de las carreras más locas de los últimos tiempos. Buena forma de celebrar los 75 años de aniversario de ese primer gran premio de la Fórmula 1 moderna que se celebró en este escenario en 1950.
En esa primera carrera, que se llamó Gran Premio de Europa (aunque ahora nadie se acuerda), ganó un italiano, Giuseppe Farina, con un coche italiano, el Alfa Romeo 158. De hecho, los tres primeros del podio fueron Alfettas y los dos siguientes Maseratis. 75 años después la fiesta ha sido mucho más británica.
La victoria ha sido para un inglés, Lando Norris, de un equipo inglés que ha hecho doblete, Mclaren. Máxima felicidad para el piloto de Bristol que vuelve a mostrar su mejor imagen que gana su segundo gran premio de forma consecutiva, el cuarto de la temporada y que se queda a sólo 8 puntos de su compañero de escudería en el mundial de pilotos.
¿Y Oscar Piastri? Destruido. Ha sido la primera vez en mi vida que al nuevo hombre de hielo le he visto afectado. La primera vez que ha perdido su asistólica forma de encarar las victorias o las derrotas sin mostrar el más mínimo rastro de reacción humana. Fue sancionado con 10 segundos de penalización por conducir de forma errática cuando se iba a marchar el primer coche de seguridad. Sanción con la que Oscar no estaba muy de acuerdo. Pidió al equipo que Lando le devolviese luego la posición, pero le dijeron que no. Así, en la foto de celebración de Mclaren por el doblete, Norris salió muy sonriente en todas las instantáneas y Piastri muy serio.
Ocurrió algo parecido en Sauber. La tercera posición de Nico Hulkenberg era, además del primer podio de Hulk en la Fórmula 1 después de 240 carreras (sostenía uno de los récords menos deseados en este deporte) el primero de Sauber desde aquel lejano tercer puesto de Kamui Kobayashi en el Gran Premio de Japón de 2012. Nico feliz, pero su compañero Gabriel Bortoleto hundido. Se quedó fuera de combate tras perder el control de su coche y terminar contra el muro después de solo tres vueltas.
En Ferrari también hubo división de sensaciones. Hamilton rompió su racha de podios consecutivos en Silverstone, pero corriendo en casa pudo doblegar a Charles Leclerc el sábado, cosa poco habitual, terminar cuarto en carrera y mostrar un ritmo casi un segundo por vuelta más rápido que su compañero de fatigas. Leclerc terminó penúltimo y desesperado. Confesó después de la carrera que había sido la peor carrera de su vida. No es para menos. En una actuación poco habitual se pasó más tiempo fuera de la pista con su Ferrari que dentro de ella.
Más sentimientos encontrados: Max Verstappen, en una carrera difícil, minimizó daños, pero su compañero Yuki Tsunoda volvió a terminar último y a encadenar 5 carreras consecutivas sin lograr un mísero punto. Pierre Gasly feliz en Alpine mientras que Franco Colapinto sin dar una sola vuelta abandonó por un problema en el coche y se fue de Inglaterra sin saber cuántas veces más se volverá a subir a él. Alex Albon feliz con su octavo puesto, Carlos Sainz cabreado porque Charles Leclerc en una de sus maniobras desesperadas se lo llevo por delante causándole daños y arruinando sus opciones de puntos. Sigue sin haber suerte.
Tampoco la hubo en Aston Martin con Fernando Alonso. El equipo fue valiente y estuvo acertado en sólo una de las decisiones que tuvo que tomar durante el gran premio. Acertó con Lance Stroll al llamarle a boxes para ponerle slicks antes de cayera el diluvio. Sin embargo, Aston fue valiente, pero suicida, al llamar a Fernando a por secos cuando la pista todavía estaba muy mojada. Le llamaron cuatro vueltas antes de lo aconsejable y Fernando perdió mucho tiempo y acabó enojado. Misma carrera y mismas condiciones para todos. Mismos equipos, pero diferentes resultados. La risa siempre va por barrios.