En el Día de la Madre se ha marchado definitivamente el padre de los pívots que se abrían para lanzar desde fuera. Tiros tan lejanos como atinados, ese tacto suave también lo enseñaba en roscas y finalizaciones nada sencillas a tablero. Aunque su estatura oficial le daba 2,07 metros, quien le conoció en plenitud no se extrañaba que tras las mediciones al llegar adolescente a la capital madrileña hubiera crecido hasta los 2,10. Un poco encorvado, una envergadura sobresaliente, un giro más elegante que depredador. Tienes que haber jugado bien para aguantar 18 temporadas en el primer equipo del Real Madrid, tienes que haber aportado en la cancha y fuera para no entrar en la lista de bajas tras casi dos décadas.
Para saber más
Rullán fue el mascarón de proa de una tradición ganadora de baleares de blanco, insularidad y longevidad competitiva. Llull, Rudy y él. Jugadores que llegados desde las islas se empadronaron en un ecosistema que te obliga a rendir y a ganar para sobrevivir. O acumulas trofeos o no puedes quedarte. Y se quedaron para siempre en Madrid, en el Real. Rullán levantó tres Copas de Europa como jugador y una como delegado en 1995. Mucho hay que bucear para encontrar otro jugador español que anote 28 puntos en una final de la máxima competición europea y además eso sirva para ganarla.
Dicen los que jugaron sin línea de tres puntos que la canasta más complicada era la de la esquina corta. Porque de la larga no se tiró hasta más allá de 1984 (Rullán ya encaraba sus últimos años). Es un lanzamiento sin referencia del cristal, con el riesgo del canto del tablero donde el jugador está a solas con sus dedos, con su pericia y sensibilidad. El tiro del pianista. Ese era su lanzamiento, de cara o a la media vuelta.
Precursor de las barbas nazarenas en el Madrid de los últimos años de Santiago Bernabéu y Saporta, vivió la difícil transición de ganarlo todo (14 ligas en 18 años) a sufrir los 80 dónde los títulos fueron más repartidos.
Él fue el nexo de unión entre Luyk y Romay, Meneghin versus Rullán fue Norris vs Fernando Martín pero en blanco y negro. Fue el madridismo desde los 15 años hasta los 70 con una breve excedencia en la sierra de Madrid. Jugador, delegado y hombre de la Fundación. Ferrándiz, Lolo Sainz y Díaz Miguel, generación de jugadores entrenados sólo por tres grandes. Cercanía y lejanía entre los hombres que construyeron nuestro deporte.
Ahora que es tiempo de Campeonatos de España Junior, dudamos de que un español delgadito y alto pueda evolucionar en los mejores equipos. En la época de la opresión del poder físico en la cancha no hay espacio para pequeños genios ni para grandes con destreza de pies y manos pero poco armazón. Rullán sobrevivió con éxito y sin músculos en otro baloncesto. Ahora casi todos podrían cargar el piano, él podía tocarlo.