Con 11 años, Carlos Alcaraz ya era tan extrovertido como ahora, pero los viajes le costaban. En sus primeros torneos internacionales, como el Longines Futures, una especie de Roland Garros sub-12, o el histórico Les Petits As, todavía no conocía a nadie y apenas hablaba inglés. Pero descubrió que un niño danés estudiaba castellano en la escuela y veraneaba en Málaga. Se le acercó, se presentó y tan simpático era que se hicieron amigos íntimos. Este domingo, ese chaval, Holger Rune, le arrebató su tercer título del Trofeo Conde de Godó de Barcelona al vencerle en la final por 7-6(6) y 6-2 e inauguró una preciosa rivalidad para la próxima década.
De aquellas bromas de infancia, como la coleta en la frente que Alcaraz le hizo a Rune en París, a jugarse los trofeos más importantes. Una historia bonita y que apunta a larga, con 21 años ambos.
Después de que Alcaraz ganase cuatro Grand Slam, para que los dos se igualaran en la élite sólo se necesitaba que Rune madurara y, al parecer, ya lo ha hecho. Tenista con un físico y un juego parecido al del español, en 2022 asombró ganándole el Masters 1000 de París-Bercy a Novak Djokovic, pero desde entonces siempre se quedaba a un paso.
Con mil cambios de entrenadores, más de una discusión con rivales e incluso una famosa riña con su madre, a quien expulsó una vez de las gradas de Roland Garros para concentrarse, su mente no estaba a la altura de su tenis. En Barcelona esta semana ha ocurrido todo lo contrario.
Recordaba Roger Federer que la primera vez que se enfrentó a Rafa Nadal, en el Masters 1000 de Miami de 2004 le sorprendió que apareciera con «aquella camiseta roja sin mangas» y que le impresionaron «esos bíceps». Perdió el suizo, quizá víctima del susto. Y durante años, tanto al principio de su carrera -aquella camiseta verde de Roland Garros 2005h, como al final, Nadal siguió utilizando camisetas de tirantes, mostrando los músculos de sus brazos y, por supuesto, asombrando a sus rivales.
«Esos bíceps» son muy parecidos a los que ahora exhibe Carlos Alcaraz, cada vez más fuerte, más corpulento, más definido. En plena evolución física a sus 21 años. En el actual Open de Australia, donde juega con camiseta sin mangas como Nadal, se puede observar el desarrollo de los músculos que protagonizan el golpeo y, al mismo tiempo, el efecto en sus adversarios. Este miércoles, en segunda ronda, Yoshihito Nishioka cayó en sólo 81 minutos, por 6-0, 6-1 y 6-4, obnubilado ante quien tenía delante.
La pregunta sobre sus bíceps
«¿Han crecido tus bíceps este invierno?», le preguntaron después a Alcaraz sobre la misma pista Margaret Court. «Mi preparador físico, [Alberto Lledó] puede estar feliz con mis bíceps. Probablemente haya crecido, no lo sé. Mucha gente me lo dice y me alegra escucharlo», respondía tímido el actual número tres del mundo en un proceso de nadalización. Su físico, cada vez más importante en su tenis; su físico, en juego. Desde que llegó al circuito ATP, Alcaraz siempre fue uno de los más veloces sobre la pista, pero ahora quiere que esa superioridad se note más en su golpeo. Con Jannik Sinner en el horizonte, necesita sacar más fuerte, restar más fuerte, golpear más fuerte y de ahí su crecimiento corporal, el aumento de peso en su raqueta Babolat -relacionado con lo anterior- o el cambio de técnica en el servicio.
ADRIAN DENNISAFP
De momento, con sólo dos partidos jugados este año, el plan ya arranca. Después de las dudas de primera ronda ante Alexander Shevchenko, frente a Nishioka fue un ciclón desde el servicio, llegando a los 14 'aces' y elevando la velocidad media de sus golpes. Si en el Open de Australia de 2024 su promedio en los primeros fue de 190 km/h, en los primeros sets ante el japonés llegó a los 197 km/h con varios impactos alrededor de los 210 km/h. «¿Ahora soy un robot en el saque?», bromeó él, cuyo creciente parecido con Nadal no se queda en los brazos.
Las botellas alineadas, nueva obsesión
Al contrario que su ídolo, Alcaraz siempre ha declarado que no es supersticioso, aunque guarda manías que niegan esa máxima. Desde hace años, frente a su banquillo, se puede ver cómo coloca el agua a la derecha y la bebida isotónica a la izquierda, pero recientemente ha ido a más. En el partido de exhibición previo al torneo frente al local Álex deMiñaur, Alcaraz se pasó un rato alineando los recipientes y de inmediato las imágenes se hicieron virales. «Esto me suena», subrayaba el vídeo que empezó a correr por TikTok, Instagram y X.
JAMES ROSSEFE
«Si antes me llamaban mini-Rafa, ahora ya ni te cuento...», aceptaba Alcaraz que luego se explicaba: «No es un tic como tal, pero simplemente me gusta tenerlas bien alineadas. No tanto como a Rafa, obviamente, porque él tiene que dejarlas perfectas... Pero intento siempre que estén alineadas». En realidad, detrás del gesto de Alcaraz hay un cierto motivo comercial, normalmente amaga el logo del patrocinador -del torneo, no suyo-, pero también hay un punto de obsesión nadaliana.
Ahora, Borges en tercera ronda
En todo caso es un mimetismo comprensible después de los muchos años de idolatría y de sus recientes experiencias conjuntas en los Juegos Olímpicos de París y la Copa Davis. En todo caso es un mimetismo beneficioso. En su nueva versión, Alcaraz sigue en el camino para hacerse con el Grand Slam que le falta y cada vez está más cerca de los duelos decisivos, especialmente de esos hipotéticos cuartos de final con Novak Djokovic.
Antes, este viernes, se enfrentará en tercera ronda al portugués Nuno Borges, un tenista al que sólo se ha medido una vez, en el Torneo Conde de Godó, con victoria por 6-3 y 6-1. En Melbourne, Alcaraz se está mostrando más nadaliano que nunca y parece un buen camino para convertirse en el próximo campeón.
Cierren los ojos cuando acaben de leer esto. Imagínense en las profundidades del mar. En la más completa soledad, sin nadie alrededor ni artilugios como ayuda. Con toneladas de agua encima. ¿Seguirían bajando? Isabel Sánchez-Arán lo hace. Más abajo, más abajo, cada vez más abajo. En el pasado Mundial de apnea llegó hasta los 96 metros para colgarse dos bronces: uno en la modalidad de inmersión libre, donde se desciende sin aletas tirando de un cabo guía, y otro en la de peso constante, donde se usan aletas.
A sus 40 años es la plusmarquista española en varias categorías. Por ejemplo, puede dar casi cinco largos en una piscina olímpica —230 metros— sin salir a respirar. Y eso que, no hace tanto, era una profesora de instituto que pasaba los veranos en el desierto de Tabernas, en Almería. Unas vacaciones lo cambiaron todo.
¿Puede explicar lo que siente allí abajo?
Es difícil. Estoy en un estado absoluto de concentración, como en una meditación, muy presente en lo que estoy haciendo. La apnea es como cualquier otro deporte en el que no tienes margen de fallo, en el que dependes de un único intento. Es algo casi místico. Pero, al mismo tiempo, soy consciente del peligro. A 90 metros hay unos 10 bares de presión, cuatro veces la presión con la que se inflan las ruedas del coche. El cuerpo está al límite.
¿De qué depende bajar más o menos?
De muchas cosas, pero la más importante es la compensación de los oídos. Si no bajo más no es porque me ahogue, sino porque me duelen demasiado los oídos. Cuando te sumerges, el aire del interior de los oídos se comprime, se produce un efecto vacío: el tímpano se mete hacia dentro y duele mucho. Para compensar, debemos añadir aire utilizando todo el sistema orofaríngeo: la garganta, las amígdalas, la lengua. Es muy técnico. Y necesitas una relajación total. Si te pasa algo, no te va a salir.
¿Qué quiere decir?
Que en la apnea es imposible hacerlo bien si no estás bien. Puedes engañar a los demás, hacerles creer que estás perfectamente, pero a ti mismo no te puedes engañar. Si hay algo que te inquieta, si no estás alineada contigo misma, tu cuerpo no te va a dejar bajar.
Entonces, ¿no pasa miedo?
El miedo es completamente natural, es un mecanismo de defensa, pero debes tenerlo trabajado. Entreno para estar tranquila cada vez más abajo, para ampliar mi zona de confort. Pero es normal sentirlo, especialmente en la subida, cuando ya te empiezan a entrar ganas de respirar. Simplemente hay que integrarlo y no darle importancia. El miedo es un monstruo que crece si lo alimentas.
¿Hasta qué punto es peligroso?
Hay mucho riesgo, pero poco peligro, porque los protocolos de seguridad son muy estrictos. Hay situaciones difíciles en la descompresión, pero no es lo habitual. Tristemente, la gente relaciona la apnea con cosas extremas que se ven en YouTube, pero no son representativas. Me encanta la profundidad, pero no quiero jugarme la vida.
¿Cuál es el límite humano?
No lo sabemos. La apnea está muy relacionada con la ciencia. Antes se pensaba que el ser humano no podía bajar más de 30 metros; luego se amplió ese límite a 50; ahora estamos más allá de los 100 metros. Gracias a la apnea se han descubierto fenómenos como el reflejo de inmersión o la migración de la sangre. Seguimos bajando a profundidades donde nunca ha estado el ser humano.
¿Cómo empezó en la apnea?
De casualidad. Siempre me atrajo el mar. Me crié en Elche, aunque mi familia es de Almería, del desierto de Tabernas, y pasaba allí todas las vacaciones. Estudié Magisterio, era profesora de idiomas, pero en un viaje con unos amigos hice un bautizo de buceo y me encantó. Fue una experiencia orgásmica. Me hice instructora, luego probé la apnea y, al final, me acabé liando la manta a la cabeza: dejé el trabajo y me centré en competir.
¿Y ahora puede vivir de ello?
Estuve mucho tiempo peleando y la cosa funciona desde hace tres años. Combino la competición de alto nivel, el apoyo de mis patrocinadores y las clases como instructora en mi club, el club Apnea La Caretta, de L'Estartit, en la Costa Brava, que es también donde entreno. La apnea es un deporte minoritario, pero es lo que me apasiona.
GP de Gran Bretaña
JAVIER SÁNCHEZ
Enviado especial
@javisanchez
Silverstone
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