Compromiso de selecciones, selecciones de compromiso

Compromiso de selecciones, selecciones de compromiso

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Escribo esta columna en un hotel pegado al río Tigris, lo que era Mesopotamia, a punto de ir a entrenar con la selección que dirijo, Jordania. Este lunes jugamos contra Iraq. Un cacereño defendiendo los colores de este país de Oriente Medio. Un italiano residente en Marbella entrena a España, hace dos días jugamos contra la Arabía Saudí de un manresano, Ricard Casas. Por el camino, jugadores que son de donde pacen y se nacionalizan (uno por selección), aunque a veces no les hace falta ni pacer ni ser de Indiana: consiguen pasaporte y a la cancha. No maldigan, es 2025 y usted ha puesto decenas de chinchetas en el mapamundi, muchas más que su abuelo. Aún muchas fronteras y muchas diferencias, quizás demasiadas, pero eso no nos hace quedarnos en el sillón. Por suerte.

El calendario encontró ventana de oportunidad por un primer acuerdo extraordinario entre dos mundos que empiezan a hablar. FIBA y Euroliga entendieron que muchas nacionalidades, por circunstancias históricas, hacen que a sus jugadores les tire mucho la bandera y si no hay acuerdo, entonces sus calendarios serían más densos aún: Hezonja, Satoransky, Musa, Campazzo y muchos otros mantienen un vínculo continuo con su país y suelen asistir siempre. Más que obligación es compromiso. En el pasado se hacía valer la reglamentación si algún jugador no quería ser seleccionado, hoy en día el baloncesto resuelve que los protagonistas tienen que estar a gusto con lo que van a hacer fuera de sus clubes.

También es un oportunidad invernal para ciudades no tan grandes de vibrar con encuentros internacionales, olvidarse por unos días de rivalidades regionales y ver a jugadores abrazarse con compatriotas contra los que en el día a día sus aficionados les piden lo máximo en los derbis y clásicos. En el basket no hay enemigos sino rivales y muchas veces sólo a tiempo parcial.

Tendemos a menospreciar lo que no conocemos, Letonia y Bélgica son países que no suman 14 millones de habitantes, frente a los cerca de 50 de España y el récord de licencias baloncestísticas. Pero sólo juegan 10 a la vez, cinco por equipo. Los letones han desarrollado un siglo XXI casi mejor que su vecina Lituania: están a gran nivel por todos lados. España reconstruye desde la juventud e inexperiencia los cimientos de la gloria pasada, que tanto pesa. Paseo por las calles de Bagdad donde las cementeras brillan rehaciendo un país que quiere ser conocido por subir listones deportivos más que por las guerras pasadas, también tienen un iraquí de Georgia, el estado americano. Nosotros gritamos «1,2,3 ¡Jordan!» pero Air no está con nosotros, solamente compartimos nombre. Ningún jordano dice que no a esa llamada, lo viven con orgullo. Créanselo.

kpd