El Team New Zealand no dio lugar a más sorpresas. El equipo neozelandés, con la inercia del golpe dado sobre la mesa este mismo viernes para ponerse a sólo un triunfo de hacerse con el título, hizo gala de solidez para imponerse otra vez al Ineos Britannia y hacerse así con su tercera Copa América consecutiva, algo que ningún equipo había conseguido en los 173 años de historia de esta competición. Es el quinto título para los kiwis.
La falta de viento provocó que el inicio de la séptima regata se retrasara una hora y obligó a reducir sus tramos de ocho a seis. Pero, aun con estas premisas sobre la mesa, el que sería a la postre el duelo final por el título no estuvo exento de emociones fuertes. En absoluto.
El Ineos, de hecho, logró salir en cabeza y jugó durante un rato al gato y al ratón con un Team New Zealand que, poco a poco, fue construyendo una sólida ventaja con respecto a su oponente. Tan sólida que le permitió marcar una máxima distancia de 370 metros en unos dos primeros tramos en los que lograron cruzar las dos primeras puertas con 19 y 22 segundos de ventaja, respectivamente. El equipo liderado por sir Ben Ainslie, a pesar de todo, logró sobreponerse en el tercer tramo, recortando distancias hasta tan sólo ocho metros y pasando por la tercera puerta prácticamente al mismo tiempo que su rival, en un intento por apretar las cosas hasta el final que, a la postre, no obtendría los resultados que con tanto anhelo perseguía.
El Emirates Team New Zealand, tras conquistar la Louis Vuitton America’s Cup.LLUIS GENEAFP
El Team New Zealand, con una navegación sin errores, aprovechó las mejores prestaciones de su embarcación, el Taihoro, capaz prácticamente de volar a ras de agua en un mar en el que apenas había oleaje, para dar una respuesta tremendamente contundente al Ineos, por mucho que los esfuerzos para evitar darse por vencidos de los británicos fueran también terriblemente titánicos. Así, los neozelandeses fueron capaces de cruzar la cuarta puerta con 12 segundos de ventaja sobre su rival, tras marcar una máxima distancia en el cuarto tramo de 230 metros que los británicos lograrían reducir a 210 metros camino de la quinta puerta. El tiempo, a pesar de todo, seguía jugando a favor de los neozelandeses. No en vano, en el paso por la quinta puerta las diferencias en el crono aumentaron hasta los 15 segundos.
El golpe final de los kiwis, además, sería del todo demoledor. Por mucho que la igualdad del arranque y el espíritu de lucha mostrado por el Ineos Britannia hubiera invitado a esperar un duelo competido hasta el último suspiro, camino de la meta, los kiwis fueron capaces de aumentar la brecha hasta 583 metros. Una distancia que, finalmente, les permitió hacerse con una victoria absolutamente incontestable, con 37 segundos de ventaja sobre un rival que no tuvo problemas a la hora de admitir su superioridad. «Quiero dar una gran enhorabuena al Team New Zealand, el mejor equipo de siempre de la Copa América», sentenciaría sir Ben Ainslie aún desde su puesto de patrón en la embarcación británica. Su intento por llevar al fin la Copa de las 100 Guineas a Casa no tuvo el resultado que esperaba, por mucho que el miércoles lograra cortar la gran racha neozelandesa. Ese sueño tendrá que esperar. Mientras, los neozelandeses siguen en una nube. Ahora mismo, nadie parece capaz de hacerles realmente sombra.
Grant Dalton (Auckland, Nueva Zelanda, 1957) es el CEO del Emirates Team New Zealand, el actual poseedor de la Copa de las 100 Guineas y, por tanto, CEO de la competición deportiva más antigua del mundo. Una Copa América que, en su 37 edición, suma por primera vez a su nombre el de la marca Louis Vuitton, que da, también, nombre a la competición encargada de decidir quién peleará con ellos por el título. Una Copa Louis Vuitton que empieza este mismo jueves y que, en opinión de esta auténtica leyenda del mar, cuenta ya con un favorito muy claro: el Luna Rossa italiano.
¿Cómo nació esta Copa Louis Vuitton?
Coincidió con la rotura de la racha más larga del deporte. En 1983, hubo equipos de muchos países que quisieron competir entre ellos para convertirse en el retador del Liberty, representante del club de yates norteamericano que había logrado defenderlo durante 172 años, lo convirtieron en una Copa y Louis Vuitton se encargó de patrocinarla. Así, de repente, dieron reconocimiento y prestigio a estos equipos, entre los que estaba el del vencedor final, Australia, y, desde entonces, está estrechamente unida a la Copa América. No puedes tener una Copa América sin una Copa Louis Vuitton.
¿El Luna Rossa es ahora mismo el rival más fuerte?
Sí, es lo que pienso. Las condiciones meteorológicas en los próximos cuatro días serán ligeras, incluido el viento, y eso puede que haga que todo esté un poco más entremezclado, pero, tomando en consideración el próximo par de meses, creo que el Luna Rosa es el rival más rápido.
¿Cree que todos los equipos han mostrado ya sus mejores bazas o tal vez alguno se está guardando todavía algún as en la manga?
No creo que los rivales se hayan guardado algo, pero una de las ventajas de ser el defensor es que nada de lo que hagamos cuenta hasta octubre. En San Francisco, perdimos 8-9 en la final porque uno de los errores que cometimos fue ser demasiado buenos desde el principio. En las Bermudas, en 2017, en cambio, no montamos el equipo rápido hasta 24 horas antes de la Copa América. Fue arriesgado, pero funcionó. Estamos aún muy al principio del ciclo de desarrollo, toda nuestra equipación de carreras se está construyendo, ni siquiera existe aún. Los demás, en cambio, tienen que darlo todo. Por ejemplo, las regatas entre el Alinghi y el Orient Express decidirán quién es el primero que se va a casa. Las técnicas mejorarán, pero no pueden introducir sorpresas, no tienen tiempo. Nosotros aún podemos innovar, y lo haremos.
¿Qué legado aspira a dejar en la Copa América?
Ganemos o perdamos, en Barcelona quedará un legado. Los Juegos dejaron ya uno perdurable, que aún existe hoy en día a través de los voluntarios. Es curioso, pero creo que se puede decir que los hijos e hijas de aquellos que trajeron los Juegos Olímpicos a Barcelona son los que han traído la Copa América. Además, hemos creado una fundación para promover la vela juvenil, la femenina y la vela inclusiva. Por otro lado, están los barcos. Les encantan a todo el mundo, son espectaculares, muy avanzados tecnológicamente y tremendamente rápidos. No creo tampoco que nadie se atreva a quitar del programa la Copa América femenina. Desde el punto de vista de la sostenibilidad, todo el trabajo que hemos llevado a cabo apostando por el hidrógeno como combustible. Y, también, la incursión en los e Sports, con el juego oficial. Espero que, cuando nos vayamos, hayamos marcado una diferencia.
¿Veremos mujeres en las tripulaciones del evento principal en un futuro cercano?
Nuestra competición es tan top que ni siquiera lograr un oro olímpico te garantiza un puesto. Esta cuestión podría haberse abordado, por ejemplo, haciendo obligatorio incluir la presencia femenina en las tripulaciones, pero no sería ningún logro y podría provocar que las mujeres se sintieran degradadas. No soy partidario de imposiciones. Por eso, preferimos introducir un camino más real, para que puedan ser realmente escogidas por sus logros. El problema con la vela femenina es que, más allá de los Juegos, no hay una continuidad. Será una competición muy interesante. Estamos creando un camino. Sus capacidades a nivel de comunicación, además, son muy superiores, y eso es algo importantísimo en estos barcos.
Prevén audiencias millonarias a nivel audiovisual. ¿Contar con un skyline como el de Barcelona como telón de fondo puede también contribuir a ello?
Poder tener la Sagrada Familia, por ejemplo, como telón de fondo es absolutamente icónico. Para contar con estos tiros de cámara desde los helicópteros, tuvimos que pedir un permiso especial, porque justo por encima del campo de regatas está también el corredor aéreo del aeropuerto, y nos llevó año y medio conseguirlo.
¿Cree que Barcelona está bien posicionada para ser la sede de futuras ediciones?
Curiosamente, uno de los problemas que puede llegar a tener Barcelona es que su éxito despierte a otros gigantes, pero están en buena posición para repetir. Si le preguntas a cualquier miembro de cualquier equipo, creo que estarían todos de acuerdo. Es genial que no quieran mudarse, pero, antes que nada, tenemos que ganar, y eso es algo que no tenemos asegurado. También habría que ver cómo estará el mercado, pero nos encanta cómo están marchando las cosas.
Con dos foils por banda, viento en popa a toda vela, no corta el mar, sino vuela un velero de la Copa América, como diría José de Espronceda si estuviera hoy en el Puerto Olímpico de Barcelona, asombrándose con el espectáculo que ofrecen los barcos que compiten en la 37 edición de la Copa América de vela.
Hoy comienza la final que enfrentará al actual poseedor de la Copa, el defensor neozelandés Emirates Team New Zealand, contra el INEOS Britannia de Reino Unido, ganador de las regatas preliminares Louis Vuitton donde se enfrentaron cinco equipos aspirantes. Los veleros más modernos y rápidos jamás vistos en un campo de regatas se disputan la competición más antigua del mundo, navegando prácticamente la totalidad de la prueba por encima de la superficie del mar, casi sin tocarlo.
Estas invenciones voladoras son el resultado de la evolución tecnológica más puntera en el mundo de la vela de competición, similar al desarrollo continuo de la Fórmula 1. Los veleros reciben el nombre de AC75 por America's Cup 75, debido a los 75 pies de largo o eslora, y 4,8 metros de ancho o manga.
La Copa América de vela ha sido el escenario, a lo largo de sus 173 años, donde se han llevado al límite los avances de esta industria. En el año 1851, en su primera edición, disputada en la Isla de Wright, Reino Unido, la goleta norteamericana 'America' sorprendió por su tecnología a los demás regatistas. La novedad estaba en el diseño de sus velas, más planas, que facilitaban su navegación. Los norteamericanos ganaron la regata llevándose la Jarra de las Cien Guineas como trofeo y conservándola hasta 1980.
Hoy en Barcelona el AC75 representa claramente ese espíritu. Cada detalle de la estructura de su casco, de las velas o de su tripulación es el resultado de muchos años de investigación y desarrollo en ingeniería naval.
Los ocho tripulantes del AC75 se reparten simétricamente en cada banda, cuatro a babor y cuatro a estribor, y permanecen parcialmente ocultos en sus cabinas para reducir su huella aerodinámica. Todo a bordo del AC75 está cuidadosamente diseñado para volar sobre el agua y deben ser minimizados los elementos que ofrecen resistencia al viento. Cada barco cuenta con dos timoneles o pilotos que gobiernan el velero, con dos trimmers que se encargan de ajustar las velas y las hidroalas o foils y con cuatro cyclors, que se encargan de hacer funcionar las velas. Los timoneles o pilotos y los trimmers son expertos regatistas, reconocidos mundialmente y con experiencia en anteriores ediciones de Copa América, olimpiadas y mundiales de vela. Los cyclors, en cambio, tienen poca o nula experiencia en la competición de vela. El término cyclor ha sido acuñado tras unir las palabras inglesas cyclist y sailor, o sea, ciclista y marinero. Aparecieron por primera vez en la edición de 2017 en Islas Bermudas, pedaleando para mover las velas a bordo del catamarán neozelandés 'Aotearoa'. Ganaron y se llevaron la preciada Copa a las Antípodas, entonces en manos de los norteamericanos, defensores del trofeo en las dos ediciones anteriores. Los kiwis, apodo con el que se conoce a los habitantes de Nueva Zelanda, sorprendieron a sus oponentes, quienes hasta la fecha realizaban la extenuante labor de mover las velas con sus brazos mediante unos molinillos. Estos navegantes, conocidos como grinders, lo hacían así desde la primera regata en 1851. ¿Por qué ahora se pedalea y no se usa la fuerza de los brazos?
Con las piernas se consigue un 20% más de potencia. Más fuerza y menos marineros. Con el propósito de sumar a estas tripulaciones hombres que generen la potencia necesaria para mover las enormes velas del AC75, los equipos han reclutado a ciclistas y remeros de élite. Estos destacan sobre los demás miembros de la tripulación por su corpulencia, ya que son atletas de entre 90 y 100 kilos de peso. Los cyclors pedalean durante toda la regata llegando a generar en picos de esfuerzo 500 vatios de potencia. Pedalean entre 20 y 30 minutos para mantener la presión hidráulica en un circuito de aceite y bombas que, colocados bajo el casco, mueven las velas y giran el mástil. Sin esa presión el barco no navega. De la cubierta de la nave hacia arriba, es decir, las velas y el mástil, todo funciona mecánicamente gracias a ellos a través de la fuerza humana.
La excepción está bajo la cubierta: un sistema electrohidráulico mueve los brazos con los foils o hidro-alas gracias a una batería. Este sistema de hidroalas permite al barco volar y alcanzar velocidades de vértigo en condiciones de poco viento, al eliminar casi por completo el rozamiento con el agua y las olas. En las regatas previas las naves han alcanzado 50 nudos de velocidad, unos 90 km/h, con vientos de tan solo 17 nudos, unos 30 km/h. La velocidad que estas naves alcanzan ciñendo, navegando hacia la dirección de donde viene el viento en el menor ángulo posible, es uno de los mayores logros conseguidos con esta tecnología.
La organización tiene unas reglas y restricciones muy estrictas. A cada equipo le dan una serie de velas mayores, velas foques y el mástil, además del sistema electrohidráulico antes mencionado. Los equipos se encargan de desarrollar, siempre dentro de las medidas y restricciones de la organización, el resto del barco. De esta forma, aunque el casco de cada competidor tenga unas dimensiones comunes, la parte sumergida, denominada carena, tiene un diseño diferente en cada velero. Lo mismo ocurre con las hidroalas colocadas en el extremo de los brazos laterales del barco o con la posición que ocupan sus tripulantes. Cada equipo ha optado por variaciones sutiles en busca de arañar unos nudos de velocidad a sus contrincantes.
En cuanto a las velas, llama la atención la ausencia de la botavara, la barra que sujeta firmemente el perfil inferior (pujamen) de la vela mayor. Se ha sustituido por un carro donde se ajusta el puño de escota y que oculto bajo la cubierta del casco se desplaza de un lado a otro para dar forma a la vela. De esta manera la vela llega a tocar la cubierta eliminando por completo ese espacio bajo la botavara por el que se desaprovechaba el viento. Así, los trimmers dan mayor amplitud, redondez o aplanamiento a las velas, y se benefician de la más mínima brisa disponible en el campo de regatas.
Se ha conseguido una mayor eficiencia aerodinámica colocando dos velas mayores idénticas en paralelo e insertándolas en la parte posterior del mástil. Si cortásemos una sección de estos elementos, la forma que obtendríamos el perfil de un ala. Los trimmers pueden controlar la tensión y forma de cada una de las dos caras de la vela, además de la orientación del mástil, que se puede girar un máximo de 45 grados. Con una cara más plana y otra más curva, como las alas de los aviones, se produce una diferencia de presión en la vela mayor y con ello un empuje adicional, que incluso en condiciones de poco viento hace volar a estos navíos.
FUENTES: The Institute of Marine Engineering, Science and Technology, University of the West of England, Bristol, 37th Americas Cup, Yachting World Sailing World.
El Team New Zealand hizo honor a su condición de favorito en la primera jornada de la final de la Copa América. El equipo neozelandés se hizo con la victoria en las dos primeras regatas imponiéndose en ambas de manera clara, por mucho que el INEOS Britannia tratara de apretar algo más las cosas en la segunda. Los actuales poseedores de la Copa de las 100 Guineas, con una navegación sin errores, dieron un primer golpe contundente sobre la mesa. Si logran imponerse también con esta misma claridad en la segunda jornada de competición, con las dos regatas siguientes previstas para este mismo domingo, su camino hacía el tercer triunfo consecutivo en la competición deportiva más antigua del mundo parecerá estar a todas luces más que allanado.
La falta de viento en Barcelona
Las condiciones meteorológicas marcaron tanto las dos regatas del día del evento principal de la Copa América como la final femenina, disputada a regata única, en la que el Luna Rossa italiano se impuso al Athena Pathway para hacer historia y sumar así este triunfo al ya conseguido en la categoría juvenil. La falta de viento, con el cielo de Barcelona completamente encapotado, obligó a retrasarlo todo durante algunos minutos. E, incluso, provocó que la primera regata se recortara a seis tramos en lugar de los ocho habituales.
El Team New Zealand firmó una gran salida y estuvo por delante prácticamente durante la totalidad de la regata, a pesar de que no había competido desde el pasado 9 de septiembre. Su victoria, con 41 segundos de ventaja por encima de los británicos, no dejó duda alguna sobre su tremenda competitividad.
El error de Ainslie
La segunda regata, disputada una vez terminada la final femenina, no obstante, tuvo un primer tramo mucho más igualado. El INEOS Britannia rubricó en este caso una mejor salida y las alternativas en el liderato se sucedieron durante varios minutos, con varias protestas de unos y otros desestimadas por la dirección de la prueba. La igualdad, de hecho, se mantuvo incluso, después de que sir Ben Ainslie, la cabeza más visible del equipo británico, cometiera un error de cálculo en la segunda puerta.
El Team New Zealand, con todo, logró abrir brecha a partir del trayecto hacia la quinta puerta y se las arregló para mantener su ventaja hasta un final en el que consiguió imponerse al equipo británico con una diferencia también nada desdeñable de 27 segundos. Si los neozelandeses son capaces de mantener este ritmo, la competición podría llegar a su fin el viernes que viene. Algo que el INEOS, sin duda, tratará de evitar a toda costa. Al menos, para prolongar su sueño de llevar la Copa América a casa.