Hace hoy justo 30 años, el 20 de septiembre de 1994, un hombre altísimo, de 2,06 metros exactamente, entró en el restaurante marisquería La Barca de Salamanca, en el puerto de Barcelona, abrazó al dueño y anunció una fiesta: «Vengo a cenar con unos cuantos amigos». Era Magic Johnson, retirado dos años atrás, pero aún jugón, en todos los aspectos jugón, seguramente el más jugón de la historia. Unas horas antes, con su equipo de exhibición, el Magi
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Laura Herediacerraba los ojos y respiraba profundo, muy profundo, mientras su ayudante y hermano, Aleix Heredia, la animaba. "¡Hasta el final, Lau!", le gritaba, pero la final de pentatlón moderno se había acabado para ella. Y lo peor es que no había sido su culpa. En la primera prueba, Dollar us d'Ecly, un caballo de 11 años de la Guardia Republicana, de raza francés de silla, no quiso saltar bajo sus órdenes y arruinó todas sus opciones. En el primer obstáculo frente al palacio de Versalles, Heredia se precipitó, nerviosa, y en el tercer obstáculo ya se vio la descoordinación entre jinete y caballo: un listón se fue al suelo y, a partir de ahí, un desastre. Al quinto obstáculo, Dollar us d'Ecly se frenó en seco y adiós. La española no sumó ninguno de los 300 puntos posibles e incluso se despidió del diploma.
Después se rehízo mínimamente en la esgrima y encaró la natación y la laser run, su punto fuerte, con el único objetivo de no acabar última en la final. Lo logró: fue penúltimo, decimoséptima. En todo caso iba a ser la mejor posición de la historia de una española en el pentatlón moderno porque Heredia era la primera española en unos Juegos.
Quedaba como consuelo que el mal trago no volverá a pasar. La prueba de hípica en el pentatlón moderno siempre ha sido muy criticada en los Juegos por dos motivos: en primer lugar por su aleatoriedad, ya que los equinos se reparten a suertes y no conocen al jinete que los montará -sólo tienen 20 minutos para calentar- y en segundo lugar, y más importante para el Comité Olímpico Internacional (COI), por su elevado coste. Desde hace varias ediciones se intenta eliminar o modificar su presencia y eso finalmente ocurrirá en los Juegos de Los Ángeles 2028. Allí en lugar de hípica el pentatlón moderno comenzará con una especie de carrera de obstáculos a pie, una Spartan Race, todavía por definir. Heredia, de 24 años, podría estar allí y desquitarse de la adversidad que le llevó a cerrar la lista negra de España en los Juegos.
Con la cruel lesión de Carolina Marín en las semifinales del bádminton como imagen inolvidable, también hubo los declives de Mar Molné en el tiro, Jon Rahm en el golf, el 470 en la vela e incluso la selección femenina de fútbol cuando ya tenían la medalla casi asegurada o las derrotas de favoritísimos como la taekwondista Adriana Cerezo, el judoca Niko Shera o la piragüista Antía Jácome.
Estar aquí ya es un premio, podría decir Carolina Marín, pero entonces no sería Carolina Marín. Estar aquí, en los Juegos de París, no es nada, ni tan siquiera una bonita experiencia, si no se lleva como mínimo una medalla o, mejor, su segundo oro olímpico. Cuentan que al volver de los Juegos de Río, donde había sido campeona, le preguntaron qué le había parecido el Cristo del Corcovado y ella contestó que ni idea, que no le había visto. No hay deportista más ambiciosa, más sacrificada, más decidida.
Este sábado, en los cuartos de final, superó a la japonesa Aya Ohori por 21-13 y 21-14 en 52 minutos y se clasificó para las semifinales de este domingo en las que se podría enfrentar a la china Chen Yu Fei, la vigente campeona olímpica. Dura rival y qué más da.
La japonesa Ohori le había vencido el año pasado en el Open de Francia y en el Arena Porte de la Chapelle de París, un pabellón hasta arriba de españoles coreando su nombre, no tuvo ni la oportunidad de intentarlo. En los Juegos Olímpicos, como en los Mundiales, Marín está a otro nivel. Y eso que, con los años, con las lesiones que le destrozaron las rodillas, con las desgracias vividas -como el trágico fallecimiento de su padre en 2020-, Marín ha ido variando su estilo de juego. En los Juegos de Río 2016 ganó siendo fuego, la más agresiva del circuito, puro ataque. Ahora, en los Juegos de París, veteranísima pese a sus 31 años, impone su control, su dominio del bádminton.
ANTONIN THUILLIERAFP
Ohori, su rival, entró a la pista para pegar con su poderoso remate, pum, pum, pum, pum, y lo consiguió al principio. De entrada, 1-3, y mucha fuerza. Pero Marín, que ya ha vivido encuentros de todo tipo, sabía lo que hacer. Golpe a golpe, fue alejando a la japonesa de la zona de remate, empujándola atrás, hasta que la desesperó. A final del primer set, Ohori abría los brazos pidiendo ayuda a sus entrenadores, incapaz de leer el juego que le planteaba Marín.
Sólo en el segundo set, cuando Ohori aceptó los intercambios, se dibujó cierta igualdad (11-9 para Marín), pero bajo ese esquema más controlado, más cerebral, la española era netamente superior. De hecho, después de un engaño, un supuesto smash que había convertido en dejada, Marín se reía consciente del lío que le estaba montando a Ohori. Para la española, pese a todo lo vivido y lo sufrido, estar aquí, en los Juegos de París, no significada nada si no gana su segundo oro olímpico.
Aseguran en Italia que las puertas del cielo se abrieron cuando Fabio Fognini se impuso en el Masters 1000 de Montecarlo de 2019 después de eliminar a Rafa Nadal en semifinales y el país celebró su primer título importante en casi medio siglo. Hay algo de cierto: fue un hito histórico. Pero también mucho de mito. Si Italia domina hoy el tenis mundial no es tanto por la herencia de Fognini, un tenista peculiar, de estilo incomparable, como por el trabajo que desde hace años se hace en las academias del país y en la Federazione Italiana Tennis e Padel.
Con las victorias del resucitado Matteo Berretini y de Jannik Sinner, el equipo transalpino derrotó este domingo a Países Bajos en la final de la Copa Davis por 2-0, revalidó su éxito del año pasado y confirmó que manda en el deporte. Nadie lograba dos Davis seguidas desde República Checa en 2012 y 2013; es el quinto país que lo consigue. Italia es lo que hace poco fue España. Tiene nueve jugadores en el Top 100 de la ATP, seis de ellos entre los 22 y 23 años, Sinner, Lorenzo Musetti, Flavio Cobolli, Matteo Arnaldi, Luciano Darderi y Mattia Bellucci, y cuenta con tres más cerca de la cima, Luca Nardi, Francesco Passaro y Matteo Gigante. ¿Por qué?
Hasta 19 torneos Challenger
Como pasó en España, el éxito del tenis masculino italiano nació bajo el éxito del tenis femenino, de Francesca Schiavone, Flavia Pennetta, Roberta Vinci y Sara Errani, pero creció en una estructura amplia. Sólo un país, Estados Unidos, organiza más torneos Challenger que Italia, la categoría donde se forman los jugadores y se empiezan a acumular puntos. De 'wildcard' en 'wildcard', un joven italiano puede completar toda una temporada sin sacarse el pasaporte: Nápoles en marzo, Barletta, Roma y Cagliari en abril, Francavilla al Mare, Turín y Vicenza en mayo y así hasta 19 competiciones. De hecho en su corto ascenso a la élite, Carlos Alcaraz pasó el verano de 2020 en Italia para disputar los Challenger de Todi, Trieste, Cordenons y Biella.
Sumando el Masters 1000 de Roma, los breves ATP 250 de Cerdeña o de Florencia y sus 35 torneos Futures, las ventajas de contar con tantos campeonatos en casa es innegable -invitaciones para jugar, sin gastos en el viaje, apoyo del público...-, pero hay más razones del crecimiento 'azurri'. Aunque su escuela no está tan reconocida como la española, cuenta con alguna de las mejores academias del mundo, como el Piatti Tennis Center donde se formó Sinner, y su base de jugadores es amplia.
Dominio también en los despachos
Fognini situó el tenis entre los intereses de los italianos, pero el boom llegó con la final de Wimbledon de Berrettini en 2021 y con Sinner la atención ya es máxima. Algunos de sus partidos han superado en audiencia a los mejores encuentros de la Serie A también gracias a su emisión en la Rai, la televisión pública. En abierto también se pueden ver muchos torneos Masters 1000 gracias a Super Tennis, el canal de televisión de la Federazione, y por si fuera poco la fiesta que clausura el año, las ATP Finals, se organiza en Turín desde 2021 y así seguirá siendo desde 2030. Sólo desde la apuesta gubernamental se entiende que Italia, un país de poca tradición, domine hoy el deporte incluso en los despachos. Si años atrás el poder era anglosajón, ahora es italiano con Andrea Gaudenzi como presidente de la ATP y Massimo Calvelli como director ejecutivo.
Su gestión este año del positivo de Jannik Sinner en un control antidopaje fue polémica y la Agencia Mundial Antidopaje sigue detrás del caso, pero ahora todo es fiesta. En la final de este domingo, Berretini se olvidó de todo un año de lesiones con una victoria ante Botic van de Zandschulp por 6-4 y 6-2 y Sinner simplemente fue Sinner. Ante Tallon Griekspoor tuvo algún apuro en el primer set, donde llegó al tie break, pero finalmente cerró la Davis por 7-6(2) y 6-2.