Hace hoy justo 30 años, el 20 de septiembre de 1994, un hombre altísimo, de 2,06 metros exactamente, entró en el restaurante marisquería La Barca de Salamanca, en el puerto de Barcelona, abrazó al dueño y anunció una fiesta: «Vengo a cenar con unos cuantos amigos». Era Magic Johnson, retirado dos años atrás, pero aún jugón, en todos los aspectos jugón, seguramente el más jugón de la historia. Unas horas antes, con su equipo de exhibición, el Magi
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Cientos de miles de vecinos de Barcelona salen escopeteados porque empieza la Semana Santa, las calles ya están vacías, casi nadie asoma por el metro, pero alrededor del Real Club de Tenis de Barcelona se repite el bullicio de siempre. Pese a la mala coincidencia del Trofeo Conde de Godó con los días festivos, el público vuelve a rebosar su pista central porque juega Carlos Alcaraz y el espectáculo está asegurado.
Las expectativas son altas: un Alcaraz campeón por tercera vez después de los títulos de 2022 y 2023. Y parece que no puede haber fallo. Alcaraz, el dueño de todas las miradas, está pletórico.
Quedarse en la ciudad habrá valido la pena porque el número tres del ranking ATP ha llegado para brillar, para disfrutar, para ganar. Después de su irregular Masters 1000 de Montecarlo, el título le ha colmado de confianza y ahora parece imbatible.
Este jueves, en octavos de final, Alcaraz superó al serbio Laslo Djere por 6-2 y 6-4 con un dominio que no se le advertía desde el año pasado en Roland Garros. De inicio a fin, el español fue mejor; la derrota no fue una posibilidad.
Con Ferrero, un saque mejor
Más allá de que haya afinado su derecha, de que esté más veloz y de que se le vea mucho más tranquilo, más sereno e incluso más feliz, hay un factor que ha volteado las sensaciones alrededor de Alcaraz: el saque. Si en el Principado su servicio iba y venía, con buenos ratos y ratos para olvidar, como el primer set en la final ante Lorenzo Musetti, en Barcelona ha mejorado muchísimo.
Otra vez con Juan Carlos Ferrero en su palco, Alcaraz vuelve a entregarse a su saque para encarrilar sus victorias. Ante Djere no fueron los números -cuatro 'aces', un 71% de primeros-, fue la superioridad en sus propios puntos, la ausencia de peligro.
Y a partir de ahí el resto. En el primer set Alcaraz llegó a encadenar cinco juegos seguidos -del 0-1 al 5-1- para expulsar a su rival del encuentro. Djere planteó una estrategia agresiva, de golpes ganadores, pero andaba desafinado y no le funcionó. Entre errores no forzados, apenas planteó competencia a Alcaraz hasta mediado el segundo set, cuando logró un 'break'. Entonces sí, quizá habría emoción. Pero el español remendó su error -del 2-4 al 6-4- y no hubo más que decir.
En cuartos, este viernes, se enfrentará al vencedor del duelo entre Alex De Miñaur y Jacob Fearnley y su tenis volverá a ser el principal atractivo para quedarse en la ciudad.
Andreu Blanes tenía un sueño: correr en unos Juegos Olímpicos. Menuda sorpresa. Es el sueño de todo atleta, de todo deportista, incluso de todo aficionado al deporte. Pero él estaba muy cerca de conseguirlo. El año pasado a estas alturas sólo necesitaba un puñado de puntos o una mejor marca para clasificarse para los 3.000 metros obstáculos de París 2024 y por eso se fue al meeting de Braga, en Portugal. Necesitaba una buena actuación, arañar unas décimas al reloj. Pero allí descubrió que la salida de la carrera no estaba donde tocaba, que estaba 20 metros detrás. Un error absurdo. Avisó a la organización, puso el grito en el cielo y nada, ni caso. La prueba empezó como si nada y él se retiró sabiendo que aquello no valdría para los Juegos.
«Fue un espectáculo. Cuatro años de esfuerzo que se fueron al garete. Luego sólo me quedaba el Campeonato de España de la semana siguiente y, sin descanso, allí pegué un petardazo increíble. Un desastre. No puedo decir que me quedé sin Juegos Olímpicos por eso, pero iba a Braga a conseguir el pase», recuerda Blanes, gran ejemplo de que no hay mal que por bien no venga.
Porque la decepción olímpica le llevó a alejarse de la pista para correr en la montaña y hace unos días...¡boom! Acabó segundo en la vasca Zegama-Aizkorri, la maratón de montaña más importante del mundo, después de liderar la prueba durante horas. Su llegada a meta, con toda la cara ensangrentada, quedará como un icono de la prueba por décadas.
¿Qué le ocurrió en la cara?
¿Puedes creer que no me di cuenta hasta la meta? En la última bajada iba muy cansado, me tropecé y, como ya no me quedaban reflejos, me fui de boca. Me dolían las costillas y yo sólo pensaba en eso porque me molestaba al respirar. Pero cuando llegué al pueblo, donde había más público, empecé a ver que pasaba algo. La gente me miraba y decía: «¡Hostia!». Alucinaban. En realidad no fue nada eh, una herida un poco fea.
El vía crucis por la vacuna
Blanes creció en Onil, en Alicante, y desde pequeño entrenó en el club de atletismo del pueblo junto a otros referentes en España como el combinero Jorge Ureña o el saltador Eusebio Cáceres. Su pasión era la orientación, donde destacó, pero la orientación no da para vivir y por eso se centró en los 3.000 metros obstáculos. Antes de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 apostó los ahorros familiares en la preparación sin llegar a clasificarse. Antes de París 2024, ya patrocinado por Hoka, su actual marca, lo volvió a intentar nuevamente sin éxito. A sus 33 años, para Los Ángeles 2028 ni tan siquiera lo probara.
«Lo he dado todo por el reto olímpico, me he dejado la vida en ello y no ha podido ser. Mi camino en la pista ha acabado. Ahora quiero ver qué puedo hacer en el trail», proclama Blanes, quien también debutó el diciembre pasado en un maratón de asfalto con un excelente resultado -2:09:18, entre los 25 mejores españoles de la historia-, y guarda otro lamento en su historial. Antes del incidente en Braga vivió un parón de casi un año por culpa de los efectos secundarios de la vacuna contra el covid.
En enero de 2022 se puso la tercera dosis y se apagó. Hasta agosto no pudo volver a correr. «Fue muy raro, todavía no se saben las causas, ni se están investigando. Se me inflamaron los ganglios, no sé. El caso es que no podía correr rápido, me ahogaba. Fui al médico, me derivaron al internista o al cardiólogo y nadie sabía darme una explicación, ya no te digo un remedio. Me daba una rabia... Me puse a buscar por mi cuenta y di con un estudio que decía que los antisépticos podían ayudar contra los efectos de la vacuna. Como son medicamentos seguros, que no dan positivo por dopaje, lo probé y funcionó. No sé si fue casualidad, pero me empecé a encontrar mucho mejor», cuenta Blanes que ya en esa primera crisis hizo una primera incursión en la montaña.
Por sorpresa ganó la suiza Sierre-Zinal, otra importante prueba, después de adelantar a toda prisa a Kilian Jornet en una imagen viral. Fue la primera señal de que lo suyo estaba en el monte, entre subidas y bajadas. La segunda llegó hace unos días en la Zegama-Aizkorri. Y a ésta sí le ha hecho caso.