El tercer puesto de Enric Mas en la Vuelta salvó la cara fotográfica del Movistar. Con un patrocinador único. Con una sola palabra y una reconocible eme gigante de color azul marino resaltando sobre el fondo azul claro, casi blanco del maillot, el equipo ha recibido mucha publicidad visual.
En el jersey rojo de Primoz Roglic se acumulaban las marcas: Bora-Red Bull-Carrefour (patrocinador del maillot del líder). En el de azules degradados, poco contrastables, del segundo clasificado, Ben O’Connor, se amontonaban 22 letras y un número: Decathlon-Ag2R-La Mondiale.
En su papel de líder, Enric en el podio, aunque fuera en el tercer escalón, evitó un drama en Movistar. Con la etapa empezando en la nueva sede de Telefónica y acabando en la antigua, la ausencia de una imagen fija o hubiera supuesto un desastre publicitario para el único conjunto español de categoría UCI World Team.
El éxito real del Movistar no oculta su relativismo e insuficiencia. Enric Mas, la punta de lanza del grupo, es un corredor excelente, pero no una gran estrella. El Movistar, heredero desde 2011 de los patrocinios de Reynolds, Banesto, Illes Balears y Caisse dÉpargne, es una institución decana en el ciclismo mundial. Y no está a la altura de su pasado ni se le presenta un futuro halagüeño en este nuevo ciclismo de campeones precoces e inversiones caudalosas.
Necesita una gran figura, a ser posible nacional con la que identificarnos más estrechamente, para mantener el pabellón ciclista español en un lugar acorde con su historia. Mientras aguantó un Alejandro Valverde cuarentón, todavía asombroso ganador en algunas carreras de segundo orden, pero ya imposibilitado para pensar en hazañas, gozó de un espejismo de resplandor que no se correspondía con la realidad ni auguraba un futuro brillante.
No podía pensar en los años 80 y 90 de la época de Reynolds y Banesto con Miguel Indurain y Pedro Delgado. O en la época dorada de Valverde y Nairo Quintana. Pero se iba difuminando. Movistar ha sido el número uno en la clasificación mundial de escuadras de la Unión Ciclista Internacional (UCI) en 1992, 1993, 2008, 2013, 2014, 2015 y 2016. Y cuando no era el uno, se le acercaba casi siempre. En 2016 igualó, con 14 corredores diferentes, el récord de victorias, 36, del Banesto de 1998.
A partir de ese año fue descendiendo en el escalafón. Tocó suelo en 2020 y 2021 con una 18ª posición y la posibilidad de bajar de categoría. En 2022, año de la retirada de Valverde, subió, sin embargo, hasta la undécima. En 2023 perdió un puesto. Y por ahí anda. Por sus filas ha pasado en un momento u otro gran parte de lo más granado del elenco español. Pero, en los últimos tiempos, reclamados por equipos con presupuestos muy superiores y capaces de ofrecer salarios irresistibles, se le han escapado algunos de los mejores y de los más prometedores mimbres, como Juan Ayuso y Carlos Rodríguez. Consciente del problema, se movió rápido para hacerse con Oier Lazkano, Pelayo Sánchez, Carlos Canal, Iván Romeo o Javier Romo. Jóvenes, todos menores de 25 años y con hechuras. Pero no con las de Ayuso y Rodríguez, que están en su misma franja de edad. Por otra parte, Lazkano ya está haciendo las maletas camino del Bora de Roglic.
Con Rodríguez hubo un intento de traerlo a casa. Estaba prácticamente hecho. Pero Ineos contraatacó con la chequera, y Carlos no se movió. Hoy los chavales españoles más descollantes, como Pablo Torres y Markel Beloki, ambos sub-20, están ya fichados por los sponsors extranjeros (Emirates y Education First, respectivamente) y se están fogueando en sus equipos de desarrollo.
El dinero no lo es todo, o no todo es dinero. Pero casi. Movistar deberá replantearse qué hacer con el suyo respecto al ciclismo. A su ciclismo en particular. Y, de paso, al español en general.
Atiende la llamada del periodista mientras prepara la maleta para viajar a Zúrich, donde se disputa el Mundial de ciclismo. Óscar Freire (Torrelavega, 1976) quiere presenciar en vivo las últimas pruebas del campeonato que finaliza el domingo con el desafío de la ruta masculina. Pogacar, Evenepoel y Van der Poel son los favoritos. Las opciones españolas pasan por Juan Ayuso, Pello Bilbao y Pablo Castrillo. En el recuerdo permanecen aquellos Mundiales en los que Freire acaparaba protagonismo. El próximo 3 de octubre se cumplen 20 años de su hazaña incomparable: conquistar su tercera medalla de oro en Verona, en la misma ciudad en la que logró su primer Mundial cinco años antes. Nadie venció dos veces en la misma sede.
La medieval Verona, testigo de las disputas entre Montescos y Capuletos, marcó el destino de un sprinter portentoso. En 1999, el novato ganó el maillot arcoíris en un inmenso ejercicio de osadía. En la recta final sorprendió con un ataque desde larga distancia que descolocó a los veteranos Ullrich, Vanderbroucke, Konyshev, Casagrande y Zberg, Robin y Camenzind. Subió al podio y le llovieron las ofertas. «Siempre estaré agradecido a Verona. Me cambió la vida», reconoce.
Muchos afirmaban que aquella medalla de oro fue fruto de la casualidad. Craso error. En 2001 venció en el Mundial de Lisboa y en 2004 firmó una gesta histórica en los Mundiales. Hasta entonces, sólo Eddy Merckx, Alfredo Binda y Rik van Steenbergen (más tarde Peter Sagan se unió a tan ilustre nómina) habían sumado un triplete, pero ninguno repitió escenario. «En el segundo Mundial en Verona se juntaron varias circunstancias favorables, como que yo me encontraba en el mejor momento de vida. Antes del campeonato había trabajado mucho en casa y viendo los valores que tenía era consciente de que estaba mejor que nunca. Ese año había ganado la Milán-San Remo, una etapa en la Tirreno-Adriático y en la Vuelta a España, pocas victorias, pero de calidad. También influyó mucho que fuimos al Mundial con un gran equipo. Desde mi punto de vista, ese fue el mejor de la historia», recuerda el velocista español.
ALEJANDRO VALVERDE
Entonces, el seleccionador Paco Antequera construyó un grupo al servicio de Freire, en el que figuraban Alejandro Valverde, Luis Pérez, Paco Mancebo, Isidro Nozal, Igor Astarloa, Eladio Jiménez, Pedro Horrillo, Marcos Serrano y Tino Zaballa. España funcionó como una máquina perfecta. Tras la retirada del ídolo local, Paolo Bettini, por una avería, los escuderos de Freire controlaron la prueba e impusieron un ritmo altísimo. «La clave de la carrera estuvo en las dos últimas vueltas, en las que apretamos en la subida previa a la recta de la meta y rompimos el pelotón. Al final, llegamos un grupo pequeño, en el que estábamos Luis Pérez, Valverde y yo. Alejandro estuvo espléndido lanzando el sprint», sostiene. Oro para Freire, plata para el alemán Erik Zabel y bronce para el italiano Luca Paolini.
Alegría inmensa tras cruzar la meta en un lugar muy conocido por el cántabro. Sensaciones parecidas a las de 1999, pero ambiente distinto. «Todo fue muy diferente a la primera vez. En 1999 yo era un desconocido, me presenté sin presión, vi el momento y salté sin que nadie pudiera seguirme. En 2004, después, de vencer en el Mundial de Lisboa de 2001, estaba muy marcado. En el primer Mundial, antes de disputar la carrera salí por la ciudad, fui a ver la estatua de Romeo y Julieta. En 2004 apenas salí del hotel, sólo lo hice para entrenarme. Sabía que tenía que ganar por el gran momento de forma en el que me encontraba», rememora. Hasta la liberación de estrés fue distinto en ambas ocasiones: «En el primer Mundial apenas hubo celebración, porque prácticamente estaba solo. En el segundo fue distinto porque ya estaba la familia».
«Verona es talismán, me dio todo. Italia siempre se me dio bien, con las clásicas y la Tirreno-Adriático, pero nunca pude disputar el Giro, me venía mejor la Vuelta para preparar el Mundial y al Tour tenía que ir por obligaciones comerciales. He vuelto varias veces a Verona. Hace tres años me alojé en el hotel que está junto a la línea de meta», señala un campeón que sigue unido al ciclismo. Su hijo Marcos apunta maneras y ha sido fichado por el UAE de Pogacar para su equipo continental.
DIRECTOR Y POLÍTICA
Óscar, que participa en carreras amateurs y colabora con medios de comunicación, adelanta que se siente capacitado para ser seleccionador. A finales de año hay elecciones en la Federación Española. José Luis López Cerrón no se presentará a la reelección. Pascual Momparler, actual técnico, tiene intención de continuar. El valenciano accedió al cargo en 2019, un año después del triunfo de Valverde en Innsbruck. Desde entonces, ningún español ha subido al podio.
«Claro que me gustaría ser seleccionador nacional. Tengo experiencia en los Mundiales y creo que puedo aportar mis conocimientos. Ser seleccionador es muy distinto a ser director de un equipo, que está todo el año fuera de casa», afirma Freire.
«El trabajo de seleccionador es para ocasiones puntuales y lo que se necesita es saber motivar a los corredores. Yo algo sé sobre los Mundiales. Pero también comprendo que el puesto de seleccionador tiene que ver mucho con la política, y yo de eso no sé. Yo esto aquí para el que quiera contar conmigo», subraya.
Este viernes, Freire llegará a Zúrich para seguir el Mundial. «Este campeonato es duro, con desniveles positivos de más 4.000 metros y cerca de 274 kilómetros de recorrido. Se parece mucho al Gran Premio de Zúrich. Me parece que la selección española es muy compacta, con buenos corredores. Ayuso llega en gran momento de forma, Bilbao tiene posibilidades y es rápido. Castrillo se presenta con mucha motivación tras ganar dos etapas en la Vuelta... Tendrán sus oportunidades, deberían actuar antes de que se muevan los favoritos», advierte el tricampeón.
El mejor fisio del mundo moldeó sus manos lavando vasos en el restaurante de su padre. «Yo ayudaba a mi familia en lo que podía. Pasé muchas horas entre platos y mesas». Más de 40 años después, el asador donde creció Marcelino Torrrontegui (Albandi, 1964) sigue ofreciendo fabulosos chuletones txogitxu, cordero a la estaca y entrecot de vaca vieja. Una clientela fiel que acude allí tras disfrutar de las playas del concejo asturiano de Carreño en las que Torron también trabajó de socorrista. «Antes de ser auxiliar de ciclismo me buscaba la vida mientras hacía un módulo de Deportes», afirma el masajista más experto del próximo Tour de Francia, que arranca el sábado en Lille. Será la undécima edición de la Grande Boucle que afronta el asturiano, ahora en el Movistar. También es colaborador del Comité Olímpico Español (COE), la Federación de Fútbol (RFEF) y profesor en la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Málaga (UMA).
Este fisio de sonrisa permanente trabajó en el Málaga CF durante 21 temporadas, acudió a ocho Juegos Olímpicos (cinco con la Federación de Ciclismo y tres con el COE), 26 Mundiales de ciclismo, cuatro Juegos del Mediterráneo, 13 Vueltas, 10 Tour y cinco Giros de Italia. Por sus manos han pasado futbolistas, atletas, nadadores, ciclistas, balonmanistas, karatecas, piragüistas, golfistas, esquiadores. La relación de ilustres es extensa: Craviotto, Llaneras, Hierro, Chema Olazábal, Van Nistelrooy, Valverde, Contador, Rominger, Freire, Delgado, Olano, Isco, Joaquín, Frankie Fredericks, Chema Martínez, Cubarsí, Francescoli, Juan Ayuso, Viran Morros, Aguinagalde, Darío Silva, Zulle, Virenque, Rafa Lozano, Garralda, Barrufet, Entrerríos, Hugo González, Jessica Vals, Carmen Weiler...
Tras disfrutar de varios días de descanso, este martes hará las maletas para marcharse a Lille con el Movistar para preparar la salida del Tour.
Torrontegui comenzó en el ciclismo en la Vuelta a España de 1988, en el Clas de José Manuel Fuente. «Recuerdo que la salida fue en Tenerife y que saltamos a Las Palmas. Me incorporé al equipo de El Tarangu gracias a la ayuda de Carlos Muñiz, ciclista y amigo mío de Candás. Aquella Vuelta la ganó Sean Kelly y el primer neoprofesional clasificado fue, precisamente, Muñiz. Yo tenía 23 años y ya me apasionaba el deporte. Esa pasión proviene de mi entorno de juventud, en Candás. Esta localidad está declarada por el COE Villa de Olímpicos, porque es el pueblo de España con más olímpicos por habitante. Allí nacieron, entre otros, Herminio Menéndez, Julio Alberto, López Carril, Enrique Rodríguez Cal o Carlos Prendes», dice mientras pasea por Candás, antes de la sesión de fotos en las instalaciones de Mareo del Sporting de Gijón que ilustra este reportaje.
Torron debutó en el Tour de Francia en 1991, el primero ganado por Miguel Indurain. Desde entonces, el carismático fisioterapeuta y el campeón navarro mantienen una relación cercana. «Somos de la quinta del 64 y hemos coincidido muchas veces, aunque nunca compartimos equipo. Él estaba en el Banesto y yo en el Clas, con Tony Rominger. En la selección español estuvimos juntos, pero nunca le traté. Él tenía su propio masajista, Vicente Iza. Sí traté a Perico Delgado, Óscar Freire o Alberto Contador, pero nunca a Miguel. Estuve con Indurain en los Juegos de Atlanta, cuando ganó el oro en la contrarreloj, y Abraham Olano, la plata. Mi primer Mundial fue el de Stuttgart de 1991, cuando Indurain fue bronce. También estuve en el histórico Mundial de Duitama de 1995, donde logró el oro en la contrarreloj y la plata en la ruta, con Olano primero. En la actualidad, cuando Miguel pasa por Asturias nos vemos. Últimamente bromeamos sobre que ya va siendo hora de que toque sus músculos», explica el técnico, de 61 años.
Federer y Nadal
Torron fue el hombre de confianza del suizo Rominger, conquistador de tres Vueltas y adversario de Indurain en la carretera y en la pugna por el récord de la hora. «Tony y Miguel fueron rivales y ahora son amigos. Son como Federer y Nadal. Se respetan, tienen una buena relación».
Las manos mágicas del asturiano cuidaron a grandes corredores del Clas, como Olano, Escartín, Mauleón, Ruiz Cabestany, Rominger, Suárez Cueva..., con los que mantiene amistad. «Ellos tienen la costumbre de juntarse todos los años para cenar durante una etapa de la Vuelta. Desde 1988 organizamos partidos de fútbol-playa a los que viene gente como Luis Enrique. Lucho es un gran entrenador y una persona majísima, pata negra, un friki del ciclismo».
Con su paisano Samuel Sánchez comparte complicidades. Las abuelas de ambos eran primas. «A Samu le conozco desde chaval, cuando venía a veranear a Albandi. Yo le vaticiné que sería campeón olímpico. En 2007, un año antes de la carrera en ruta de los Juegos de Pekín, fuimos a ver el recorrido y le dije que el trazado le venía a huevo para ganar. Aquel equipo, con Sastre, Freire, Valverde, Contador y Samu fue fabuloso», recuerda.
JORGE PETEIRO
Las manos prodigiosas de Marcelino han cuidado a miles de deportistas. El que más le impactó, por su elasticidad y fortaleza, fue el canadiense Mark McKoy, campeón olímpico de 110 vallas en Barcelona'92. Entre los ciclistas destaca el motor de clasicómanos como Bortolami, Baffi o Museeuw. Los músculos de Freire también le sorprendieron, como las piernas de los futbolistas Salomón Rondón y Julio Baptista. Dice que quien mejor supo sacar provecho a su físico fue Fernando Escartín.
Asegura que el ciclismo actual atraviesa por un momento espléndido y que Tadej Pogacar es un fenómeno: «Le vi el pasado año en el Tour y me sorprendió. El ciclismo de ahora no da tregua. Las etapas son más cortas y todos van a toda hostia, no frena nadie. Los técnicos y auxiliares no tenemos tiempo para tomar un bocadillo. La tecnología ha mejorado mucho el rendimiento de los corredores».
Pocos en el deporte español empatizan tanto como este extrovertido asturiano. «Me dicen que soy el mejor masajista del mundo, pero yo respondo que tengo la suerte de trabajar con gente muy buena. Yo, por mi manera de ser, siempre genero buen rollo y caigo bien a la gente, y eso influye».
La depción del Málaga
Durante sus 37 años en el alto nivel han abundado los éxitos. Las decepciones fueron mínimas, pero dolorosas. Las heridas provocadas por el despido del Málaga ya cicatrizaron, aunque quedaron marcas: «En el Málaga me dejé media vida, medio corazón. Me tuve que marchar por unas diferencias económicas mínimas. Me di cuenta de que no me querían en un sitio donde trabajé más de 20 años. Salí noqueado. Estuve muerto, pero reviví. Después de irme se me abrieron muchas puertas».
En plena pandemia, Torron dice que se reinventó. Estudió podología, se doctoró en Fisioterapia y se incorporó a la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Málaga: «Llegué para cubrir una baja, y ahí sigo, impartiendo clases. La docencia es una carrera de fondo. Me gusta, pero al principio me costó, porque yo hablaba con las manos, luego me he ido soltando. Ahora, hasta doy ponencias en el Master de Fisioterapia de la Escuela Universitaria UAX Rafa Nadal o el Máster de Fisioterapia del Real Madrid. Soy como una hormiguita. Cumplo mis sueños. Trabajo con chavales, eso me mantiene joven».
«Tengo la suerte de que la UMA apuesta por la transferencia del conocimiento de sus profesionales, lo que posibilita que pueda colaborar de forma activa con Movistar, con el que tengo un contrato Otri, y al mismo tiempo cumplir con mis obligaciones docentes e investigadoras en la Facultad de Ciencias de la Salud», añade.
JORGE PETEIRO
A sus 61 años, Torron quiere ser agradecido: «Cuando te vas haciendo mayor te acuerdas de la gente que te ayudó. Yo estoy muy complacido con Eusebio Unzúe. Un día necesité salir de casa y él estaba allí. Siempre tuve la fortuna de contar con la comprensión del Málaga, que me permitía ir a los Mundiales y a los Juegos Olímpicos. También estoy muy agradecido a Alejandro Blanco por la oportunidad de trabajar en el COE. Él me rescató de la crisis que tenía, lo pasé mal. Yo sé bien lo que supone estar en primera línea y de ponto el teléfono deje de sonar».
Hijo futbolista e hija nadadora
La genética y el entorno profesional indicaron, inevitablemente, el camino a seguir. La actividad deportiva domina el entorno familiar de Torrontegui. Los hijos del fisio asturiano se han criado entre balones, raquetas y bicis, por eso no extraña que Samuel y Carlota se hayan decantado por el deporte. Los tres, siempre mimados por Susana, la filóloga inglesa, la madre, la compañera, la que sostiene todo el edificio.
Samuel, que tiene 20 años, sobresale en las categorías inferiores del Sporting de Gijón, en el equipo C. El fútbol le atrapó desde niño. Comenzó en el Málaga y allí estuvo durante nueve temporadas, en las que coincidió con Dean Huijsen, el nuevo central de la selección española y del Real Madrid. «Estuvieron juntos en alevines, cadetes e infantiles. Son buenos amigos. Yo mantengo contacto con los padres de Huijsen, unos holandeses muy majos que abrieron negocio en Málaga», dice Marcelino, un padre encantado con los goles y el desempeño de su hijo: «Samuel juega de delantero, es bueno, pero a mí lo que gusta es su madurez. Entrena, juega, se cuida y estudia segundo de Ingeniería Mecánica. No es raro verle a las 12 de la noche con libros o estirando», recalca el fisio del Comité Olímpico Español.
El Almería quiso ficharle, pero él prefirió seguir en el Sporting. En su trayectoria ha mostrado sus excelentes dotes de goleador, con buen manejo de ambas piernas y juego de espalda. «Tiene futuro, pero es un poco pupas, siempre le pasa algo», dice el progenitor.
Carlota apostó por la natación, triunfando en los campeonatos autonómicos y nacionales. Se formó en el Club Natación Inacua de Málaga y en 2021 fichó por el CN Santa Olaya de Oviedo. En 2021, con 18 años, se proclamó campeona de España de 200 mariposa, lo que le sirvió para obtener plaza para el Europeo de Budapest, torneo en el que logró colarse en las semifinales, terminando en el puesto 14 del top-16.
Torrontegui destaca que Carlota, de 22 años y estudiante de Derecho, tiene mucha fuerza de voluntad: «Durante muchos años se levantaba a las cinco y media de la mañana para entrenar en el CETD de Málaga. Creo que venirnos a Asturias frenó su progresión. Uno de mis sueños era compartir unos Juegos Olímpicos con ella».