La presidenta del Valencia CF, Lay Hoon Chan, el director ejecutivo, Javier Solís y el entrenador del equipo, Rubén Baraja, se reunieron este lunes con el futbolista Rafa Mir para comunicarle su decisión después de que éste fuera acusado de agresión sexual por parte de mujeres. Según ha podido saber EL MUNDO, Mir pasará a entrenarse en solitario en la ciudad deportiva de Paterna sin día de retorno a la dinámica grupal y recibirá una sanción económica y deportiva por saltarse el reglamento interno de la entidad.
El Valencia CF emitirá un comunicado este lunes en el que detallará lo acordado, aunque será escueto. En los últimos días, de hecho, sólo había emitido una nota en la que se limitaba a nombrar la situación del futbolista. “El club es conocedor de dicha detención y, a falta de detalles sobre la misma, por el momento únicamente puede manifestar que colaborará en todo aquello que la justicia pudiera requerir”, aseguraba.
El presunto delito de agresión sexual está siendo investigado por el Juzgado de Instrucción número 8 de Llíria (Valencia), donde Mir declaró el pasado el pasado miércoles después de pasar dos días en el calabazo. El jugador, cedido por el Sevilla al Valencia CF este verano, está en libertad con cargos mientras se esclarecen los hechos.
La denuncia de las dos mujeres
Según la denuncia de las dos jóvenes que pesa sobre él, la doble agresión se habría cometido en una fiesta privada que tuvo lugar a finales de agosto en la vivienda en la que el delantero reside, en la urbanización Torre en Conill de Bétera (Valencia). Las denunciantes explicaron que, tras conocer a Mir y a su amigo en una discoteca después del partido entre el Valencia y el Villarreal, los cuatro se trasladaron a la casa del jugador. Según su relato, los cuatro consumieron bastante alcohol esa noche.
Hasta la vivienda tuvo que desplazarse incluso la Policía Local de Bétera, que fue alertada por un vecino que oyó gritos. Tras ser atendidas en un hospital de Valencia, las dos mujeres presentaron sendas denuncias ante la Guardia Civil. Mientras la chica de 21 años acusa al delantero de una doble agresión cometida en la piscina y en un baño de la casa, la joven de 25 ha denunciado al amigo de Mir por propinarle un puñetazo.
La tarde fue granota en Valencia. No había otro color en la ciudad que el de las barras azulgranas de las camisetas del Levante. Un río de aficionados afloraron de todos los rincones para poblar las calles del centro histórico y acompañar a sus héroes en su rúa con la que celebraron el ascenso a Primera División. Gafas de sol, bufandas al cuello, y una sonrisa pintada en el rostro. Amplia era la de Carlos Álvarez, que con su golazo encendió corazones; más comedida la de Vicente Iborra, el capitán, al que, a cada poco, se le llenaban los ojos de lágrimas por la emoción.
La fiesta empezó en el Ciutat de Valencia y acabó en la Fuente de las Cuatro Estaciones en la Alameda, pero no falto nadie en ningún punto del recorrido. "Hemos venido para quedarnos, el Levante no puede volver a Segunda", vaticinaba el entrenador Julián Calero, que no firmó menos autógrafos que sus chicos. Es una de las estrellas de este equipo que regresa a la máxima categoría.
Eso debió pensar la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, granota confesa, que salió a la Plaza del Temple a buscar a todo el equipo y a abrazar a Calero. "Este ascenso es el premio a la capacidad de resistencia de un club con una masa social cada vez más joven y muy fiel que ha aguantado los sinsabores de tres temporadas duras en Segunda", destacó Bernabé, a quien aún le escuece aquel gol de Villalibre en 2023 "que el karma nos ha devuelto".
La delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, junto al entrenador Calero.EFE
Después llegó el turno de ir a la Basílica, donde Iborra grabó la entrada "porque es un momento muy emocionante". Allí había ido el presidente Pablo Sánchez antes del partido ante el Elche, y el equipo ganó, y repitió antes de subirse al tren camino de Burgos. "Nunca vengo a pedir nada, y menos de fútbol, pero me senté recé y hablé con ella", confesó ante la Virgen de los Desamparados ante la atenta mirada de toda la plantilla, del presidente de honor, Paco Fenollosa, y del máximo accionista, José Danvila, artífice de la supervivencia del club en estos dos duros años. Junto a él, quizá un futuro jugador levantinista, porque genes para ello tiene. Es Luis, el bebé de apenas unos meses de José Luis Morales, el Comandante, y la ex jugadora y consejera Ruth García. Este ascenso, en buena parte, el levantinismo se lo debe también a sus papis.
Mazón, junto a toda la plantilla, en el Palau de la Generalitat.EFE
Después llevó una parada breve en la Diputación y directos a Saló de Corts del Palau de la Generalitat, "que no se abre para todos", les dijo el presidente Carlos Mazón. Estaba acompañado por los consellers Vicente Martínez Mus, José Antonio Rovira, Marián Cano y Nuria Martínez. Si alguno no tenía afición futbolera, Mazón tiene de sobra por eso sabe lo que cuesta un ascenso. "Sois una referencia en saber ganar, esforzaros y demostrar que ese esfuerzo e ilusión tiene premio. Sois un orgullo para la Comunidad Vaenciana, més granota que mai", recordó antes de acabar con un 'Macho Levante'.
Desde allí quedaba una parada, la Plaza del Ayuntamiento, abarrotada por miles de personas y un balcón que es el de la felicidad. Les esperaba la corporación municipal, pero sobre todo, los miles de aficionados que tampoco dejaron a su equipo solo en la fuente de la Alameda. Y aún queda una fiesta, el domingo en el Ciutat.
Las noches de hundimiento del Barça tienen un escenario europeo más, Milán, pero en nada se parecerá a cualquier otro naufragio. Esta vez fue un castigo cruel y por momentos injusto para el equipo primaveral y descarado que ha ensamblado Hansi Flick. Se encontraron con el primer gran obstáculo y pelearon con convicción toda la eliminatoria, sin miedo, guiados por un Lamine Yamal en la persecución de un sueño que les arrebató el Inter justo cuando vivían inmersos en un estado de felicidad sostenida. Parecían quedar atrás los breves estallidos que habían alimentado la última década, en la que el Barça no creó memoria y ni recuerdos europeos, a veces por deméritos otras por falta de suerte. Cuando pareció que este equipo, comandando por un juvenil y bajo el gobierno de Pedri, lo tenía todo, los italianos se cobraron primero los errores, después le sobrevivieron y acabaron resistiendo para someter la alegría feroz de esta generación culé en una eliminatoria épica. [Narración y estadísticas (4-3)]
El Barça encontró con la necesidad de masticar un duelo que tardó en saber interpretar, tuvo en su mano y lo vio escapar. No lograba generarle dudas a un rival que echó mano de veteranía, esa misma que hizo de Dimarco buscara intimidar a Lamine a base palitos. Nada que pudiera castigar Marciniak, pero suficiente para desquiciar. Aún así se sostuvo el de Rocafonda para tirar de un Barça que se refugió solo en él para intimidar, sin que eso le permitiera sacar a pasear su don.
En los primeros minutos, ambos equipos buscaron dañarse por los flancos. Si Lamine estaba juguetón, Dumfries anduvo siempre preparado para buscarle las cosquillas a Gerard Martín. Fue la caldera del Giuseppe Meazza la que encendió el partido cuando el Inter encadenó tres saque es de esquina consecutivos e impuso su pizca de locura. Se durmió Olmo en la salida de balón y apareció Dimarco para robar, buscar a Dumfries y que el neerlandés asistiera a Lautaro Martínez para abrir el marcador. El argentino había apurado para llegar al duelo y fue determinante durante muchos minutos.
Cubarsí y el VAR
La ventaja le dibujó al equipo de Inzaghi el escenario que quería. Sin necesidad de arriesgar, entregó el control a los azulgrana, demasiado imprecisos ante Sommer. Ni Ferran ni Lamine, en alianza con un solvente Éric García en funciones de lateral, eligieron bien y Olmo y Raphinha ni aparecían.
Al Inter le bastaba con estirarse a la contra, buscando inquietar en cualquier despeje como la bolea que probó Mkhitaryan o el zurdazo de Çalhanoglu. Se sostenía el Barça en esa mínima desventaja cuando Cubarsí se lanzó a los pies de Lautaro frenando su mano a mano con Szczesny. Se jugó el penalti y el VAR lo cazó. El argentino, a medio gas, había marcado un gol y dejado en bandeja el segundo a Çalhanoglu desde el punto de penalti con la primera parte cumplida. El 2-0 era un mazazo que Flick tendría que buscar enmendarlo en el vestuario.
Aunque solo la habilidad en el fuera de fuego les libró del tercer tanto, al alemán no le hizo falta ni mover el banquillo porque el héroe inesperado lo tenía en el césped. Se activaron Lamine, Pedri y Raphinha, pero fue Gerard Martín el que puso un centro lateral que Eric García enganchó para enviar a la escuadra. Ese gol recordó que no hay desaliento cuando está en juego una final. Tuvo el empate el improvisado lateral en una contra de manual con Gerard y Pedri, pero su disparo lo adivinó Sommer, todo reflejos.
Frattesi festeja el 4-3 del Inter, el martes en el Meazza.AFP
Nada pudo hacer el suizo con otro centro llovido desde la izquierda para el testarazo de Dani Olmo. El Barça había revivido y el Inter temblaba. Tanto que cuando el VAR convirtió en falta al borde del área la entrada de Mkhitaryan a Lamine que Marciniak vio como penalti, todo el estadio resopló de alivio.
La superioridad culé era aplastante y, como no podía ser otro, Lamine tuvo la ocasión de romper el empate con un latigazo desde la frontal del área que salvó la mano de Sommer. Entonces apareció Raphinha. Necesitó probar con la izquierda, que salvara Sommer y recoger el rechazo para ajustar un derechazo a la base del poste para poner rumbo a Munich. Nada parecía poder frenar a este Barça y hasta Lamine estrelló el cuarto en el palo. Sin embargo, el Inter revivió para aguar la fiesta culé. Cuerpeó Dumfries con Gerard y le ganó para poner un centro que Acerbi convirtió en el empate que condenaba a la prórroga.
Con el partido loco, en el tiempo extra los errores se pagaron mucho más caros. El de Araújo dejando escapar a Thuram en el lateral del área para asistir a Frattesi fue determinante. Otra vez el Barça estaba eliminado. Bajo la intensa lluvia de Milán, faltaba el gol de Lamine que, por más que lo buscó de manera incansable, no apareció.