Su nombre ya es historia del deporte español. A sus 48 años, la nadadora Teresa Perales llegaba a los Juegos Paralímpicos con un objetivo muy claro: la medalla. Sólo quedaba una para superar al histórico Michael Phelps y en el día de hoy por fin lo ha conseguido.
Ha sido en los 50 metros espalda, una de sus pruebas favoritas y a la que accedió a la final tras registrar el tercer mejor tiempo de su serie (1:12.79) y el sexto total de las ocho clasificadas. Una carrera que, al grito de “Teresa, Teresa” desde la grada, no comenzó mal. Bajo la atenta mirada de la reina Letizia y nadando solo con la mano derecha fue siempre alternando la tercera y la cuarta posición pero, en el momento clave, mantuvo bien el ritmo y pudo tocar la pared a solo dos centésimas de la italiana Ángela Procida.
Su camino hasta París estuvo lleno de baches. En los últimos Juegos Paralímpicos, los de Tokio 2020, ya compitió con una luxación en su hombro izquierdo y aun así volvió a hacerse con la medalla en la categoría S5, pero en los meses posteriores fue intervenida y empezó a nadar con un solo brazo.
Con esta nueva condición, fue reclasificada a la clase S2, pero en el mes de febrero, durante las Series Mundiales de Melbourne, volvió a ser examinada. Los jueces decidieron entonces subirla de categoría, a las S3, algo con lo que tanto la nadadora como el Comité Paralímpico Español y la Federación Española de Deportes de Personas con Discapacidad Física, de la que depende, no estaban conformes.
Tras su insistencia y varias reclamaciones, en el mes de abril, volvió a pasar un proceso de clasificación con el objetivo de ser revisada de nuevo su discapacidad y regresar finalmente a la categoría S2.
Con este nuevo logro, Perales eleva su palmarés a 28 medallas paralímpicas, 22 mundiales y 43 europeas.
Entre las cientos de páginas que el baloncesto español ha escrito para la historia, quizá ninguna aventura fue como la de esta noche de verano en el corazón de París, en la Plaza de la Concordia, donde Maria Antonieta pasó por la guillotina. Cuatro jugadoras ya para el recuerdo, talento, coraje y osadía para lograr una plata olímpica en una disciplina con tan poca tradición como espectáculo y garantía de porvenir. Sandra Ygueravide, Juana Camilión, Vega Gimeno y Gracia Alonso de Armiño son subcampeonas olímpicas tras perder en la final contra Alemania (17-16) en la agonía de un último tiro que no entró.
Bien entrada la noche, resultó una final vibrante. Fue un arranque de nervios. De nuevo a remolque, con tres canastas seguidas de una Alemania que ya había derrotado a las españolas en el último partido de la fase de grupos. Pero la reacción fue preciosa. Un parcial de 3-10 en el que la selección se adueñó de la pista, manejando las puertas atrás y los pick and rolls, especialmente acertada Gracia de Armiño.
Pero esa energía no la puedo mantener después la selección, pese a los dobles de Camilion. Fue otro triple de la gigante Brunckhorts el que iba a ser el mazazo, pese a que España tuvo 7,8 segundos para la oportunidad final que no fue.
Aun así, es el éxito del baloncesto español en su especialidad más callejera y novedosa, al que supo conectarse con un programa desde la Federación que no se vio interrumpido pese a quedarse dolorosamente a las puertas de la clasificación en Tokio, donde se estrenó en el programa olímpico. Con Anna Junyent a los mandos y jugadoras tan experimentas como Nuria Fernández, que se ha pasado cada madrugada viendo vídeos de las rivales en su hotel de París. Y con otras jugadoras que fueron clave por el camino, como Aitana Cuevas o Paula Palomares.
El camino al oro fue tan caprichoso como aquella canasta de Gracia en Debrecen. El cuarteto que maneja Junyent se había clasificado directo a semifinales tras una carambola. Después de una primera fase de vaivenes, en la que ganó cuatro partidos (entre ellos a la anfitriona Francia) y perdió tres (uno contra EEUU, 11-17), las españolas evitaron la ronda de cuartos de final y empezaron a soñar con una medalla que ya es realidad.
Porque, con su majestad el Rey Felipe vibrando en primera fila de la cancha situada al comienzo de los Campos Elíseos -a su lado, Alejandro Blanco, la ministra de Educación y Deporte, Pilar Alegría y el secretario de Estado para el Deporte, José Manuel Rodríguez Uribes (también Dirk Nowitzki, Jorge Garbajosa o Carmelo Anthony, las chicas de la selección 5x5 que este miércoles juegan su partido de cuartos)-, la selección dio la sorpresa (16-18) ante el USA Team en un partido eléctrico y emocionante. Puro rock and roll.
El dominio físico del equipo americano, que comenzó mandando (9-4), le permitió adueñarse del rebote. Pero también se cargó pronto de faltas, algo que en el 3x3, con sus reglas propias, es pecado mortal: a la sexta, la selección rival goza de dos tiros libres. Oro puro para España, que no tembló en ese abismo. Un triple (dos puntos) de Camilión fue clave para contrarrestar los tantos de Van Lith, la jugadora más pequeña del USA Team, un tormento con sus penetraciones. Entonces, en la hora de la verdad, Ygueravide tomó la responsabilidad. Iba a anotar las cuatro canastas finales de España, cuatro puntos para el recuerdo.
Primero, para empatar a 15 a falta de 32 segundos. Poco más tarde, a falta de cinco segundos, la del 16-16, precioso aro pasado, para llevar el duelo a la prórroga. Una especie de tie-break en el que gana quien mande por una ventaja de dos. Allí, la posesión inicial fue para España, que en vez de ir a por el triple, anotó con una penetración de Ygueravide. Falló después USA, que en la siguiente posesión empujó a la estrella española para condenarse. Una falta que dio dos oportunidades a la selección para acceder a la final. Sandra (nueve puntos en total, la mitad) no iba a fallar con el primero.
Sara Sorribes y Cristina Bucsa ampliaron las expectativas del equipo español de tenis en París 2024 y se convirtieron en otra opción clara de medalla, junto a Carlos Alcaraz, al situarse en las semifinales del dobles femenino después de batir, en un duelo con tintes épicos, a las hermanas gemelas ucranianas Lyudmyla y Nadila Kichenovk por 6-3, 2-6 y 12-10.
Fue dramático en parte porque después de perder el segundo set tuvieron el 'super tie break' muy cuesta arriba. Lyudmila, sobre todo, la más reputada en el circuito WTA, y Nadila, se colocaron con 7-3 que les acercaba al triunfo final.
Si algo tiene el dueto español es el espíritu de lucha. Se aferran a la pista. Lo hacen habitualmente en sus compromisos individuales y también en dobles. Más en los Juegos. Enmendaron con rotundidad la situación y se pusieron por delante después de ejecutar un parcial de 6-0 que les situó con dos puntos de partido. Resucitaron las ucranianas, que empataron. Otro 'match point' de España. Otro punto de las Kichenkov. Y al cuarto, sentenciaron.
Un triunfo después de una hora y 43 minutos que les lleva a las semifinales, que jugarán ante las rusas Mirra Andreeva y Diana Schnaider, que ganaron a las checas Barbara Krejcikova y Kateryna Siniakova, primeras favoritas, por 6-1 y 7-5.
Es un nuevo éxito de la castellonense y la cántabra de origen moldavo que han superado el mal trago de la temprana eliminación en individuales. No compiten habitualmente como pareja. De hecho, es un experimento que nació en el WTA 1000 de Madrid y tuvo éxito. Sin pensarlo, ganaron el trofeo. Pero acumulan juntas solo siete partidos como pareja y hasta ahora no conocen la derrota.
Arantxa, Conchita, Ruano, Medina...
Bucsa, de 26 años, que ocupa el puesto 60 individual y 20 en dobles, cuenta con cuatro éxitos como doblista. Además del logrado en Madrid con Sara Sorribes, triunfó en Estrasburgo esta campaña con Monica Niculescu de compañera, en Bogotá junto a Kamila Rakhimova y, el pasado año en Lyon, con Bibiane Schoofs. Cada torneo con una compañera diferente.
Sara Sorribes, por su parte, está más asentada con Marie Bouzkova, con la que ha conseguido los trofeos de Pekín el pasado año y Estambul en 2022. Antes, con María Jose Martínez Sánchez se llevó el trofeo en Rabat y en 2018 con Naomi Broady se estrenó en Monterrey. En total, cinco trofeos en dobles.
Sacaron adelante un duelo complicado que empezó de manera arrolladora ante un equipo en el que sobresale LyudmiylaKichenok, finalista en dobles este 2024 con la letona Ostapenko, su compañera en los últimos tiempos. Una colaboración no exitosa. Ganaron en Cincinnati en 2022. Junto a su hermana Yudmyla, con la que no juega habitualmente, ha llegado hasta cuartos en París.
Sara y Cristina pueden ser las quintas españolas en subir a un podio olímpico en dobles. En Barcelona 1992 lo hicieron Arantxa Sánchez Vicario y Conchita Martínez (plata), que repitieron en Atalanta 1996 con un bronce. Después, en Atenas 2004 Conchita Martínez y Virginia Ruano lograron también plata, igual que Anabel Medina, actual seleccionadora, y Virginia Ruano en Pekín 2008.
Este viernes, el día previo de sus cuartos de final de los Juegos Olímpicos de París ante la japonesa Aya Ohori, Carolina Marín tenía un planning, lo miró y lo rompió en mil pedazos. "Fue un día largo. Había reservado pista para entrenar, pero la cancelé y decidí reunirme durante horas con mi entrenador [Fernando Rivas] y mi psicóloga [María Martínez]", reconocía.
En el partido anterior, de octavos de final, había jugado con miedo, defensiva, temerosa. Marín no fue Marín. Estuvo a un suspiro de la derrota y, por eso, quiso cambiarlo todo. "Hablamos de atreverme, de olvidar el miedo a perder, de dónde poner el foco, de centrarme en mi juego", explicaba y el plan funcionó. Este sábado derrotó a Ohori por 21-13 y 21-14 en su mejor partido estos Juegos.
Donde antes hubo miedo esta vez hubo fuego. Ohori le había vencido el año pasado en el Open de Francia y este sábado en el Arena Porte de la Chapelle de París, un pabellón hasta arriba de españoles coreando su nombre, no tuvo ni la oportunidad de intentarlo. Marín estuvo rápida, concentrada, intratable.
Ya no es la jugadora ultraofensiva que es, pesan los años, las lesiones que le destrozaron las rodillas y hasta las desgracias -como el trágico fallecimiento de su padre en 2020-, pero con cualquier estilo de juego puede dominar. De hecho, ante Ohori, jugadora de poderoso remate, la española de 31 años impuso su control.
"Recuerda el plan"
"Estoy muy contenta y no sólo por ganar el partido. Estoy contenta por cómo he entrado en la puesta, por dónde he puesto el foco... he sido Carolina Marín con concentración y determinación. Esa loba que cuando muerde y agarra no suelta hasta el final. Me siento orgullosísima de mí misma", reconocía la campeona olímpica en los Juegos de Río 2016 que, durante el partido, recibía las indicaciones de su técnico -"Recuerda el plan, recuerda el plan"- y las suyas propias.
Antes de cada saque hablaba consigo misma en voz alta y, aunque costaba escucharla, se intuía que repetía constantemente frases sobre "el foco" y "el plan". "Parece que esté loca, que quizá lo esté, pero no paro de hablarme para mantener el foco donde debe estar. Constantemente me repito el plan, animándome, por eso hablo mucho en la pista", comentaba Marín que este domingo, en las semifinales, se enfrentará a la china He Bing Jiao, que este sábado derrotó por sorpresa a su compatriota, la vigente campeona olímpica Chen Yu Fei. Ambas se han enfrentado nueve veces, con siete victorias para la española, aunque su último encuentro fue en 2022.
En realidad, aunque su nivel de juego suele ser superior, Marín prefería a Yu Fei casi por superstición. En los Juegos de Río ya se enfrentó en semifinales con la vigente campeona, entonces Li Xuerui, la derrotó y aquello le impulsó hacia el oro en la final. Ahora no podrá repetir ese ascenso, aunque tanto da.
Después de todo lo vivido y, sobre todo, después de todo lo sufrido, estar aquí ya podría ser un premio para Marín, un regalo, pero entonces no sería Marín. «Yo no he venido a ver la Torre Eiffel, yo he venido a ganar una medalla», proclamaba la jugadora a quien al volver de los Juegos de Río, donde había sido campeona, le preguntaron qué le había parecido el Cristo del Corcovado y ella contestó que ni idea, que no le había visto.