Después de una derrota, Rafa Nadal nunca necesitó aliento, un «¡Alegra esa cara!», porque en esos momentos el fuego le arde por dentro y sólo quiere abrasarlo todo, pero un periodista colombiano lo intentó este lunes en la zona mixta de Roland Garros. Con gracia paisa, le reclamó una sonrisa. Y Nadal le miró, elevó su ceja izquierda hasta el cielo, se abrió de brazos y le dejó claro que no estaba para fiestas: «Con una derrota así, ¿Qué te espera
Hazte Premium desde 1€ el primer mes
Aprovecha esta oferta por tiempo limitado y accede a todo el contenido web
Ni una sola de las 15.000 personas que abarrotaron la Philippe Chatrier este lunes se atrevió a moverse de su silla antes de que Rafa Nadal entrara en el túnel de vestuarios y abandonara la pista central de Roland Garros quién sabe si para siempre. Un pleno de manos rompiendo en ruido para despedir al tenista más grande que ha visto el lugar. Casi ajeno a ello, sereno ante tantísima emoción, el 14 veces campeón se acercó al centro de la pista, saludó a todos y se marchó sin más. Unos pocos minutos antes, la directora del torneo, Amelie Mauresmo, le había pedido que se quedara a responder unas preguntas, un hecho fuera del protocolo, la única rareza en la jornada.
Unos pocos minutos antes más, Nadal había caído en primera ronda ante Alexander Zverev por 6-3, 7-6(5) y 6-3 en tres horas y cinco minutos de lucha. "No sé si será mi última vez, pero si lo es, he disfrutado. Hay un gran porcentaje de opciones de que no vuelva, pero no puedo decir que es un 100% porque me estoy divirtiendo", comentó con la intención de normalizar los sentimientos a su alrededor, la piel de gallina, las lágrimas de la gente, incluso de su gente. Seguramente Nadal se calmaba con la certeza de que habrá más días así, de que no es el final. Como había pedido, no hubo una despedida oficial, ni mucho menos un homenaje; hubo un partido de tenis, un muy buen partido de tenis, y eso ya es mucho.
Después de más lesiones de las que ha sufrido cualquier otro tenista, de dolores en decenas de músculos y más ligamentos, Nadal quiso ganar de nuevo y podría haberlo hecho. En otras condiciones y, sobre todo, ante otro rival, seguiría ante la posibilidad de levantar su decimoquinto título en París. Seguramente Alexander Zverev era el peor a quien enfrentarse en este momento y seguramente el día, muy frío, pesado, lluvioso, tampoco era el mejor.
EMMANUEL DUNANDAFP
Pero Nadal convirtió una ceremonia nostálgica en un duelo disputado, es decir, consiguió lo que buscaba. Como habían hecho antes los aficionados de Barcelona, Madrid y Roma, el público francés fue a verle para agradecer y recordar, pero acabó aplaudiéndole por su juego, ya está. El primer punto del español en el partido, un error no forzado de Zverev, fue celebrado por la Philippe Chatrier con la melancolía de los regresos a los escenarios de los grupos de música divorciados. Pero poco a poco volvieron los intercambios vencidos, los puños al aire, las celebraciones de verdad.
Especialmente apoteósico fue el segundo set, el mejor momento de Nadal. Con 2-1 en contra en el marcador y dos bolas de break para Zverev, el español desplegó los golpes prohibidos, un revés cruzado, un ace, una derecha paralela y se lanzó con todo a por el periodo. Llegó a romperle el servicio al alemán, pero éste se revolvió y llevó la resolución al tie-break.
La dureza de Zverev
En las semanas previas, dejó dicho Nadal que si tenía que morir lo haría aquí, en la pista central de Roland Garros, en los instantes decisivos, y entonces lo hizo. Con dos horas de meneos en las piernas seguía con respuestas para el bombardeo continuo de Zverev, sólo falló la estrategia. Para contrarrestar la potencia que le llegaba del otro lado de la pista, decidió probar con un par de dejadas y ambas fueron fallidas.
EMMANUEL DUNANDAFP
Luego, en el tercer set, empezó con un break a favor y tuvo opción de otro más, pero el saque de Zverev era incuestionable. Un argumento demasiado grande a favor de su victoria. Igualmente después, hasta el final, Nadal dejó toda gota de esfuerzo y momentos de antología, entre ellos passing shots muy propios que hicieron saltar al público francés. El que es, no el que fue. Porque nada tiene que ver cómo se marchó el español este lunes de la Philippe Chatrier a cómo llegó, casi dos décadas atrás.
El público francés, entregado
Los abucheos, por ejemplo, en su derrota ante Robin Soderling en 2009 se convirtieron en una exaltación de su figura, desde su enorme escultura que luce en la entrada del recinto a la expectación ante cualquiera de sus pasos. Ante Zverev quedó claro que, Roland Garros ha entendido que Nadal no es sólo el campeón de 14 ediciones, si no que es su imagen, su emblema, su mito. Que no sea francés ya no importa o importa poco: Roland Garros es Nadal, Nadal es Roland Garros.
En el boulevard d'Auteuil, entre el Parc des Princes y la Philippe-Chatrier, este lunes se agolpaban los reventas para hacer su primer agosto, pues luego vendrán los Juegos Olímpicos. "¿Cuánto?", preguntaba el periodista. "3.000", contestaba el más joven de ellos, aunque luego era capaz de bajar hasta los 2.000 euros. En todo caso, un precio que probablemente no alcanzará la final del torneo del próximo 9 de junio, la juegue quien la juegue.
EMMANUEL DUNANDAFP
"¡Allez, Rafa!", se escuchaba como nunca en la Philippe Chatrier, entre muchos '¡Vamos, Rafa!" con marcado acento galo y una banda de música con banderas tricolor que adaptaba todos sus cánticos al español. En la parte superior, lejos de los palcos donde estuvieron Novak Djokovic, Carlos Alcaraz o Iga Swiatek, se llegaron a lanzar olas de apoyo al ganador de 22 Grand Slam: "Raaaaaaafaaaaaa".
En ese ambiente, con tamaño palmarés, Nadal podía haber entendido de una vez que lo ha logrado todo y nadie le exige más, pero su manera de ver el deporte nada tiene que ver con la percepción de otros. Para poder dormir tranquilo en el futuro, cuando vengan los años, necesita saber que lo dejó todo sobre la pista, lo que tenía y lo que no. Ahora está más cerca de alcanzar esa paz. Este domingo, quiso ganar de nuevo y podría haberlo hecho. El tiempo casi cae derrotado por primera vez.
Una proeza en el deporte está cerca y en España sólo unos cuantos locos lo saben. «Es como si un tenista pudiera ganar los cuatro Grand Slam en un mismo año», analiza Fran Sánchez, jugador español de billar y comentarista de Eurosport. «Todos los astros se han alineado, va a estar por encima de todo lo que hemos vivido», añade Sergio Gutiérrez, narrador de la cadena. Hoy empieza el Mundial de snooker en Sheffield, Inglaterra, y el inglés Ronnie O'Sullivan se encuentra a pocas jugadas del Olimpo. Este año ya ha levantado el Campeonato del Reino Unido y el The Masters y sólo le queda el título planetario para completar su primera Triple Corona y confirmarse -si había duda- como el mejor de la historia.
El desafío en sí ya es atractivo: un jugador puede ganarlo todo, sólo ha ocurrido cuatro veces antes, la última en 2002. Pero con O'Sullivan la atención se multiplica. ¿Por qué?
En 2012, antes de cumplir los 40 años -ahora tiene 48-, es decir, en la cúspide de su carrera, O'Sullivan se cansó de dominar el circuito y se marchó a trabajar como voluntario en una granja de cerdos. «Fue genial porque no había presión. Cuando estaba ahí cuidando a los cerdos tenía que meterme en el barro y apestaba», confesó años más tarde. La experiencia resume al personaje. En el Reino Unido su figura se compara con Michael Jordan, Novak Djokovic o Lewis Hamilton, pero no tiene mucho que ver con ellos. La mayoría de leyendas del deporte siempre han querido serlo, han dedicado la vida entera a alcanzar la gloria. O'Sullivan, un genio con el taco, lo ha hecho a ratos.
La motivación de Ronnie
Con un padre encarcelado por asesinato, a los 17 años ya era invencible en la mesa, pero se enganchó a todo lo adictivo -alcohol, drogas- y eso lastró su trayectoria. Entre títulos y más títulos, como sus siete mundiales (2001, 2004, 2008, 2012, 2013, 2020, 2022), ha pasado por programas de rehabilitación, por episodios depresivos y por varias crisis de juego. En el cercano Mundial, de hecho, su mayor rival será él mismo.
«O'Sullivan es un jugador especial, el mejor de siempre, pero a veces está motivado y a veces, no. Hay torneos en los que ha jugado mal por eso. No creo que pase en el Mundial, más con la Triple Corona en juego, pero quién sabe. Lo que está claro es que si fluye es difícil que le ganen", analiza Sánchez, profesional del pool, que comentará el arranque del Mundial.
O'Sullivan no debuta hasta el próximo miércoles, pero este fin de semana ya entrará en acción el belga Luca Brecel, vigente campeón, y el lunes se estrenará el galés Mark Williams, que en el último torneo disputado le ganó la final. Si no hay sorpresas, los tres deben encontrarse en cuartos, semifinales y final en la primera semana de mayo.
«O'Sullivan siempre ha sido un genio excéntrico, pero en los últimos años ha trabajado mucho. Estoy convencido de que veremos su mejor versión, aunque también lo creía el año pasado, cuando estaba más sereno y serio que nunca y desapareció en cuartos de final. Con él nunca se sabe», añade el periodista Sergio Gutiérrez, con cierta incertidumbre.
¿Camino a la retirada?
Porque al borde de los 50 años la retirada de O'Sullivan siempre es una posibilidad cercana -ya ha amagado varias veces- y si levanta la Triple Corona será difícil que encuentre motivos para seguir jugando. Es el jugador con más títulos grandes y si gana su octavo mundial rompería la igualdad con Stephen Hendry, otra leyenda. Su rivalidad con Williams o el escocés John Higgins, los dos de su quinta, de 49 años, fue acicate, pero ya no lo es tanto y no hay muchos jóvenes que le reten. Muchos de los veinteañeros en el cuadro del Mundial, de hecho, son jugadores chinos como Si Jiahui, Lyu Haotian o Pang Junxu con los que apenas tiene relación.
«Ahora ya no tiene que demostrar nada y sólo seguirá jugando si le apetece. Viajar tanto siempre pasa factura, pero quizá aguante unos años más», analiza Sánchez. «Hay rumores de retirada, pero yo no me los creo. El dinero de Arabia Saudí está entrando con fuerza en el snooker y O'Sullivan ha firmado para jugar un torneo allí los próximos tres años. Está cobrando como nunca y está encantado con eso», finaliza Gutiérrez.