Oro europeo en los 5.000 metros en 2016, detenido poco después acusado de un delito contra la salud pública, asegura que la Policía Nacional creó un caso en su contra. Pasó cuatro años de sanción trabajando como mozo de almacén y ahora ha vuelto a competir: “¿Qué ganaba yo traficando? Ya era campeón”
Ilias Fifa posa para EL MUNDO en Santa Coloma.David RamírezAraba Press
«Pregunta lo que quieras, yo respondo», avanza Ilias Fifa en conversación con EL MUNDO en Santa Coloma de Gramenet, donde todavía es un ídolo, «el rey», como le llaman unos vecinos. Fuera de aquí, ya es otra cosa. «Soy el patito feo del atletismo esp
Hazte Premium desde 1€ el primer mes
Aprovecha esta oferta por tiempo limitado y accede a todo el contenido web
No aparece en la lista oficiosa de 8000ers de alpinistas que han hollado los 14 ochomiles del mundo. Apenas ha salido en televisiones y puede contar las entrevistas concedidas con sus dedos llenos de callos. Google no responde con su cara si se le pregunta: '¿Quién es el mejor alpinista español de la historia?' Pero en el mundillo Jordi Corominas es «El jefe». El autor de gestas como aquella repetición en solitario de la Magic Line del K2 en 2004. El guía que ha enseñado las grandes montañas a muchos, como a Kilian Jornet. El maestro de muchos guías jóvenes españoles desde la Escuela de Montaña de Benasque, donde vive. «Sólo bajo del monte cuando voy a la escuela a dar clases», explica a EL MUNDO después de convertirse a los 66 años en el primer español en recibir el Piolet d'Or a toda una trayectoria, el mayor premio del alpinismo mundial.
En 1991, hace una eternidad, ya coronó en solitario el Dhaulagiri. Podría haber intentado ser el primer o el segundo español en coronar los 14 ochomiles.
Nunca me ha interesado. Siempre he buscado una montaña, una pared, que me llamara la atención y no me importa si es un ochomil, un sietemil o un cincomil. Lo importante no es subir, si no por dónde y cómo subes. Ese montañismo mediático, que siempre ha recibido mucho bombo en España y algunos otros países ahora eso se ha llevado al extremo, a intentar hacerlo en unos meses. Para mí es lo contrario al alpinismo, a su mentalidad. Lo interesante es saber qué puede hacer el ser humano, no veo el sentido a subir una montaña con medios como el helicóptero.
Sólo ha intentado una vez escalar el Everest, en 2006 y por la cara norte, una ruta alternativa.
Sí, y no llegué a la cima. No salió y me volví a casa, ya está. El Everest puede tener más de una línea interesante, pero no me ha llamado tanto como el K2. Cuando miras el K2 se te cae el alma a los pies.
Pero es guía de alta montaña y en el Everest es donde hay más negocio. ¿Cuánto deberían pagarle para subir allí por la vía normal?
Nada porque no voy a ir, estoy seguro. Me han ofrecido mucho dinero para hacerlo y nunca he ido. Allí no llevo a nadie. Nunca me interesó, pero ahora, con las aglomeraciones que hay, es inconcebible. Para mí subir al Everest haciendo cola es como estar en la cola del súper. No hago montaña para eso. Si aquí, en el valle de Benasque, ya no voy al Aneto en verano por la masificación, imagina al Everest.
Para ir a la montaña se necesita dinero y para conseguir dinero se necesita cierta atención mediática, que los sponsors ayuden... ¿Cómo lo ha hecho lejos de los focos?
Cuando era más joven trabajaba de cualquier cosa, en el campo o en algún negocio en el pueblo, para conseguir dinero rápido y poder montar mis proyectos. Luego lo he hecho con mi trabajo de guía o de profesor de la Escuela de Montaña. He tenido algunos patrocinadores, algunas subvenciones, y ha habido sitios a los que no he ido porque no tenía el dinero. Nunca he rechazado salir en los medios, pero no lo he buscado.
J.C.
Entre los expertos se explican muchas gestas suyas en solitario, incluso sin fotografías de por medio.
Cuando vas bastante a la montaña hay un momento en el que vas solo porque no encuentras a nadie, tus planes no encajan con los planes de otra gente. Te vas acostumbrando a ello y al final lo haces todo solo. Si vas así, es difícil pasar imágenes y, en realidad, tampoco importa mucho. El alpinismo es patrimonio inmaterial de la UNESCO, que lo define como el arte de subir montañas. Nada más. Vas a sitios desconocidos, buscas lugares por donde no haya pasado nadie, no importa si la gente se entera. Seguramente sea una actividad a contracorriente en el mundo actual.
Pero solo aumenta el riesgo.
Sí, pero nunca sabes cuánto riesgo asumes hasta que mueres. A determinado nivel si no cruzas ciertas barreras no vas a ningún sitio, te quedas en casa mirando el parte de avalanchas. Hay unos límites que debes cruzar, te la tienes que jugar. Has tenido gente cerca que ha muerto, que ha desaparecido, ha habido accidentes, pero tienes que pasar esa raya si quieres seguir moviéndote.
En 2011 presentó el Himalaya a Kilian Jornet. Muchos alpinistas clásicos, como Reinhold Messner, critican su montañismo rápido y ligero. ¿Qué opina?
Entiendo las dos posiciones. Kilian es un gran corredor, un buen montañero en resistencia y está explorando los límites del ser humano, como este verano en los Alpes, pero no es un buen escalador. Hubo un momento en el que escaló más, pero se dio cuenta que no podía estar en los dos mundos. Esto es lo que Messner ha criticado: que no ha hecho vías duras técnicamente. El propio Kilian tiene eso muy en cuenta y por eso él mismo dice que no hace alpinismo.
¿Por qué empezó a escalar montañas?
Por mis padres. Vivían en Barcelona, en el barrio de Sagrada Familia, pero la ciudad les agobiaba y decidieron mudarse a Calahorra, al campo. Mi padre montaba máquinas para fabricar zapatillas y en La Rioja había mucho calzado así que tiraron por ahí. Veníamos bastante a Benasque y hace ya más de 30 años me instalé aquí y empecé a dar vueltas por el mundo.
Cuentan que en su habitación tenía posters de Walter Bonatti, el mito, que precisamente recibió el mismo Piolet d'Or que usted.
Soy poco de mitos, pero si tengo uno, es él. Es un alpinista importante en la historia, todo un personaje y además mis padres lo conocieron en los Alpes. En un refugio en el Montblanc vio que eran españoles, pero que no hablaban castellano, porque hablaban catalán, y se acercó a preguntarles de dónde venían.
Todo cambió cuando apareció Brad Pitt. Un par de décadas atrás la mayoría de actores del deporte (directivos, entrenadores, jugadores...) veían el Big Data como una herramienta para los negocios, números inaplicables a lo que ocurre en el campo, hasta que unos locos empezaron a usarlo para fichar mejor: Moneyball. La historia de Billy Beane y los Oakland Athletics popularizó la estadística avanzada y hoy la utilizan hasta los equipos más modestos. Según los expertos, eso mismo está ocurriendo con la Inteligencia Artificial.
Con el ChatGPT como máximo exponente se considera un avance para generar textos o vídeos, pero poco o nada puede cambiar lo que ocurre en el campo. ¿Cuándo volverá a aparecer Brad Pitt?
"Pronto habrá ese cambio, estamos en ese punto. De hecho, ese mismo caso, Moneyball, es el ejemplo más obvio de lo que pueda hacer la IA. Antes necesitas invertir en estructura y software para crear un analítica de Big Data que te ayudara a fichar. Ahora la IA ya tiene herramientas para crear modelos sencillos y asequibles. Un equipo modesto puede tener el mismo sistema de scouting que un grande", descubre Pau Garcia-Milà, director del máster 'IA e Innovación en el Deporte' que ofrece su empresa, Founderz, en colaboración con el Global Sports Innovation Center de Microsoft.
"Otra utilidad muy vistosa es el análisis de probabilidades en plena competición. En la Fórmula 1 ya la usan algunos equipos para saber, por ejemplo, qué opciones hay de que salga el safety car. En el fútbol ya se puede emplear para detectar el cansancio de un jugador y, en consecuencia, sustituirlo o cambiarlo de posición. Si esas aplicaciones de la IA no son populares todavía es por falta de información y por las reticencias de los dirigentes. Pero vamos a empezar a ver sorpresas porque la IA ayudará sobre todo a los equipos humildes, acortará las diferencias entre grandes y pequeños. Puede marcar la competición más pronto que tarde", añade Garcia-Milà.
¿Despidos masivos?
Según un estudio de Allied Market Research, las herramientas de IA en el deporte alcanzarán un valor global de 29.700 millones de dólares en 2032. En el deporte estadounidense ya se está invirtiendo en su avance, aunque de forma heterogénea. Varias franquicias de la MLB de béisbol trabajan con ella para tomar mejores decisiones sobre el juego. En la NBA se ha avanzado su aplicación en el scouting. Y en la NFL se ha popularizado su uso para crear análisis tácticos detallados del propio equipo y sobre todo de los rivales. Ya no hace que haya un entrenador ayudante viendo decenas de partidos para detectar esquemas ofensivos o defensivos. Ahora lo hace la máquina.
"¿Eso quiere decir que se va a despedir a entrenadores y ojeadores en masa? Yo creo que no. Pero sí tendrán que reorientar su trabajo. Ahora se necesitará que esos trabajadores manejen metodologías de IA. Será muy útil para mecanizar procesos. Con su implementación cuatro ojeadores podrán hacer el trabajo que ahora mismo hacen ocho, por ejemplo. O se podrán optimizar los planes de entrenamientos de los preparadores físicos. Las herramientas ayudarán a tomar decisiones, pero estas siempre serán de las personas y se mantendrá ese componente de azar que tiene el deporte", analiza Javier Sánchez, doctor en IA y director del Grado en Sistemas de IA de la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid.
Más salud, menos sustos
"Y todo eso hablando de alto rendimiento, pero hay otros sectores del deporte en los que la aplicación de la IA tiene todavía más recorrido. Por ejemplo, en la gestión de un estadio, para simular lo que va a suceder y mejorar los accesos u optimizar el ticketing. Por ejemplo, en la experiencia televisiva, creando con realidad aumentada un campo de fútbol en la mesa de tu comedor. O por ejemplo en todo lo referente a la salud. Ya se está trabajando en la predicción de arritmias con IA o la prevención de muertes súbitas en el deporte, lo que es muy interesante", finaliza Sánchez, que considera que todavía faltan unos años para que todas esas innovaciones alcancen a los deportistas amateur, aunque tarde o temprano llegarán.
Más allá de la mejora del rendimiento, la gestión deportiva o de la prevención de la salud, se acerca un futuro en el que la Inteligencia Artificial multiplique las posibilidades de herramientas ya existentes -relojes inteligentes, pulsómetros, GPS o aplicaciones como Strava- y cambie la manera de entrenar de los aficionados. La IA ya está preparada para revolucionar el deporte. Sólo falta que vuelva a aparecer Brad Pitt.