l, el corredor repasa lo vivido en conversación con EL MUNDO a través de videollamada desde su casa en Noruega. “Aún me cuesta entender esa repercusión del deporte”, reconoce a sus 35 años, con todo ya ganado, pero aún con mucha trayectoria por delante: en realidad, espera no retirarse nunca.
Siempre ha criticado la sobrestimación de los deportistas, pero, como se vio este año en Chamonix, cada vez suma más y más fans. ¿Ha aprendido a llevarlo?
Ser el centro de atención aún me produce mucha ansiedad porque sigo siendo una persona introvertida, porque me cuesta entenderlo, pero he conseguido reducir los momentos en los que expongo. De hecho fue una de las principales razones por las que vine a vivir a Noruega: aquí tengo un día a día muy tranquilo, puedo estar solo, nadie sigue lo que hago. Padecía más cuando vivía en los Alpes y competía más y ahora, como es algo puntual, a veces hasta lo disfruto. Supongo que sí he aprendido a llevarlo.
¿Cómo lo ha hecho?
A mí competir me gusta. Me gusta mucho. Soy un picado, me divierto. Y durante una carrera el público te presiona en el buen sentido. En el alpinismo no puedes fallar porque te juegas la vida. En las carreras si fallas no pasa nada, pero el público te dispara la adrenalina como si realmente pasase. Esa parte es positiva.
La pandemia cambió la sociedad: hoy se valora más el aire libre, se desdeña las ciudades. ¿Se siente menos ajeno?
Nunca me he sentido ajeno, todos estamos muy conectados, a través de las videollamadas, a través de las redes sociales. Simplemente hay gente que se siente cómoda en las ciudades y yo no. Incluso estaba algo incómodo cuando vivía en los Alpes, en Les Houches, que tiene 5.000 habitantes y ya no podía salir de casa como quisiera. Quizá mi idea de sociedad es algo diferente a la de la mayoría, pero no me siento ajeno.
Desde muy joven gana carreras, su primera victoria en UTMB fue a los 19 años, pero entonces el trail era un deporte menos profesionalizado. ¿Alguna vez pensó que no podría vivir en la montaña y tendría que buscarse la vida en la ciudad?
Como adulto, diría que no. Si no hubiese podido vivir de las carreras, hubiera sido guía de montaña o algo parecido. El 90% de mis amigos no viven en la ciudad y tienen trabajos muy distintos. Como adolescente, en el instituto, sí sentía esa presión. En Cataluña, en España en general, las universidades están en ciudades y yo tenía claro que no quería eso, por eso me fui a estudiar a Francia [cursó el equivalente a INEF en el CAR de Font Romeu].
¿Qué ha cambiado en estos 14 años entre su primera victoria en UTMB, siendo un niño, y la última, siendo padre de familia?
El enfoque. Antes estaba más centrado en ganar determinadas carreras o cumplir determinados retos. Ahora estoy centrado en probarme a nivel fisiológico y simplemente busco carreras que me sirvan para eso. Es un planteamiento diferente: las carreras no son un objetivo en sí, son una prueba para mis entrenamientos. Este 2022 quería ver si podía rendir tanto en corta como en larga distancia y por eso fui a UTMB.
¿Y el año próximo?
Posiblemente haré un par de carreras para ver cómo me adapto después de una expedición en gran altura. Mi idea es volver al Himalaya con la familia, pero hacerlo sin un objetivo concreto. Ya conozco un poco el Nepal y depende cómo vaya el invierno, qué condiciones haya en primavera, haré una cosa u otra. Estaremos allí, espero estar en forma y, según lo que me encuentre, haré ataques a cima.
En 2019,
Nirmal Purja
ascendió a los 14 ‘ochomiles’ en sólo siete meses, es el ejemplo de que en los últimos años se ha impuesto la velocidad en el alpinismo. ¿Lo siente como algo propio?
Para mí la velocidad por la velocidad no tiene sentido. El récord de Nirmal me parece interesante a nivel logístico, a nivel organizativo, incluso a nivel financiero, pero no a nivel alpinístico. Para mí el alpinismo debe ser un juego de renuncias, debe ponerte en dificultades. Por eso sólo comprendo la velocidad si es consecuencia de un estilo, si es una herramienta. El ejemplo es el francés
Benjamin Védrines
, que en un año ha abierto la cara norte de Chamlang, ha subido en invierno la Trilogía de los Alpes y ha logrado el récord del ascenso al Broad Peak. Su fuerza, su velocidad, ha sido clave para que consiguiera todo eso.
¿Algún día dejará de correr y se dedicará totalmente al alpinismo?
No, no me veo sin competir. Cuando tenga 70 o 80 años seguiré corriendo carreras por aquí y así veré cómo evoluciono físicamente. Si hablo de ejemplos, en este sentido me sirve Jordi Pons, que es un señor que hace 50 años hacía actividades punteras y ahora, con casi 90, va a escalar cada semana a Montserrat o sube al Aneto con esquís. Me mola muchísimo. Para mí motivarme es muy fácil. Nunca he entendido eso de ‘Me falta motivación’. Salir a entrenar es muy guapo: visitas en lugares preciosos, aprendes de tu cuerpo, cada día es distinto
Además ahora tiene la motivación de probar el material de su propia marca, NNormal. El número de ventas en los primeros meses ha sido excelente. ¿Está satisfecho?
Estoy muy contento porque los productos que hemos lanzado al mercado siguen la filosofía con la que estoy cómodo. Ahora mismo, con la emergencia climática, puede parecer contradictorio sacar una marca y, a la vez, promover la ralentización del consumo, pero creo que era el paso correcto. A través de NNormal, desde dentro, ofreciendo productos más duraderos, creo que podemos cambiar la forma de consumir.
¿Con cuántas contradicciones se ha encontrado como ecologista y, a la vez, empresario?
Tengo claro que si quieres cambiar el negocio, debes estar dentro, tienes que influir en las otras empresas. Pero en el día a día hay muchas contradicciones. Por ejemplo, en la localización de la fabricación. La ropa la hacemos en Europa, pero las zapatillas en Asia, pero ya no por un tema económico, si no porque toda la industria está allí, por un tema de saber hacer. U otro ejemplo, el marketing. No deja de ser un arma de doble filo, tienes que pensar cómo no impactar tanto en el planeta, evitar el sobreconsumo.
Meses atrás los fundadores de Patagonia traspasaron todas sus acciones a ONGs de cuidado del planeta. ¿Se ve haciendo algo así?
Patagonia es una empresa muy grande, con una gran facturación. De momento, el beneficio de NNormal va mayoritariamente a innovación y aún es pronto para plantearse el debate: ¿Es mejor crecer mucho para invertirlo en la naturaleza o crecer menos y tener menos impacto? De momento estamos centrados en conseguir nuevos materiales más duraderos. Yo personalmente necesito x dinero para vivir y el resto prefiero que se invierta en eso o en mi fundación.
Este año fue a competir a Estados Unidos, donde ganó la Hardrock de 100 millas. ¿Sintió cierta ansiedad ecológica al viajar?
Sí la sentí. En los últimos años me comprometí a reducir mi huella de carbono y ahora sólo hago un viaje intercontinental anual. Antes de ir a Hardrock, me planteé: ¿Cómo puedo hacer que este vuelo, con un impacto de dos toneladas de carbono, tenga una parte positiva para el planeta? Por eso me reuní con organizaciones, ofrecí conferencias para concienciar sobre ese impacto, fui a ver proveedores que ayudarán a Nnormal a hacer productos más sostenibles… La compensación de carbono sirve, aunque no se puede abusar.
¿Siente que está solo en su lucha contra el calentamiento global en las carreras o en los negocios?
No, no, en eso soy positivo. Cada vez hay más atletas que no viajan en avión para no dejar tanta huella en el planeta, cada vez hay más marcas que se toman la sostenibilidad muy en serio o que, al menos, toman decisiones por la presión social en ese sentido. Mira, el banco HSBC, el segundo más grande de Europa, ha anunciado recientemente que retira su inversión en combustibles. Es significativo. Hablando con científicos o leyendo investigaciones podemos pensar que está todo fastidiado pero hay que seguir remando. Si no, no hay futuro.
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