El estadounidense Gervonta Davis ha retenido su título mundial de peso ligero de la AMB al vencer por nocaut a su compatriota Frank Martin este sábado en Las Vegas.
Frente a Martin, que hasta entonces estaba invicto con 18 victorias en otros tantos combates, Davis utilizó su potencia para dominar a su rival antes de enviarlo a la lona en el octavo asalto.
Tras empujar a Martin contra las cuerdas con una sucesión de golpes, “Tank” utilizó un devastador gancho de izquierda para dejar definitivamente fuera de combate a su compatriota de 29 años en el MGM Grand Garden Arena de Las Vegas.
Con esta victoria, Gervonta Davis, de 29 años, amplía su récord de imbatibilidad a 30 victorias (30-0), 28 de ellas por KO.
Fue uno de los pegadores más temibles que jamás subió a un ring. Un deportista que redifinió la longevidad, capaz de proclamarse campeón mundial de los pesos pesados más de dos décadas después de la primera vez. George Foreman murió el viernes a los 76 años en un hospital de Houston (Texas), rodeado de sus seres queridos. Con él se marcha una de las figuras más ilustres de la historia del boxeo. El gigante que derribó seis veces a Joe Frazier antes de noquearle, el que llevó al límite a Mumammad Ali en Kinsasha y el que en 1994 sorprendió a Michael Moorer con su victoria más improbable, la que le devolvía a la cima a los 45 años.
Big George, una mole de 191 centímetros, sumó 68 de sus 76 victorias por KO (89,5%) con sólo cinco derrotas, la última en noviembre de 1997, ante Shannon Briggs en Atlantic City. La constatación de que aquella vez sí, su tiempo había terminado. Desde entonces podría dedicarse a los negocios. A vender millones de tostadoras para la cocina (The George Foreman Grill) y a protagonizar una breve serie (George) sobre su figura en la cadena ABC.
Había nacido y crecido en Houston, dentro de una familia con seis hermanos. A los 14 años dejó la escuela y formó, junto a un grupo de amigos, una banda de atracadores. Sólo el Job Corps, un programa gubernamental destinado a la ayuda de los adolescentes, le permitió salir de las calles y aprender las reglas del noble arte. En los Juegos de México dio su primer aldabonazo como amateur, colgándose el oro olímpico tras derrotar al soviético Jonas Cepulis.
"Down goes Frazier!"
Su gran bautismo de fuego llegaría en 1976, cuando noqueó a Joe Frazier tras un brutal acometida al título de los pesados. Smokin' Joe, con su aura de eterno perdedor, logró levantarse tres veces de la lona en el primer round y otras tres en el segundo, antes de que el árbitro, conminado por las lágrimas de Angelo Dundee, el preparador de Ali, detuviese la pelea. El delirio para los 36.000 asistentes en Estadio Nacional de Kingston (Jamaica) y la inmortalidad para Howard Cosell, comentarista de la ABC, autor del grito "Down goes Frazier!"
Tras llevar tres veces a la lona a Ken Norton en Caracas, había llegado el turno de defender su corona ante Ali. Aquel 30 de octubre de 1974, en el Estadio 20 de mayo de Kinsasha acogió el Rumble in the Jungle, una de las veladas que definieron la historia del boxeo. Con un asombroso invicto de 40-0, Foreman se presentaba como favorito ante aquel deslenguado, que venía de derribar dos veces a Norton y otra a Frazier. La astucia de Ali, su fabulosa agilidad de pies en torno a las cuerdas, terminaron por desesperar a Foreman, que encajó varias derechas fuera del conteo y no pudo pasar del octavo asalto.
Aquella derrota, le sumiría en una tremenda crisis personal y casi dos años de travesía por el desierto. En enero de 1976 acabó con la feroz resistencia de Ron Lyle en el Caesars Palace de Las Vegas y aquel mismo junio volvió a tumbar dos veces a Frazier en el quinto asalto. No obstante, una derrota ante Jimmy Young, definida tras 11 toques de campana, le llevó a la retirada. Según su propio testimonio, aquella velada en el Coliseo Roberto Clemente de San Juan (Puerto Rico), le hizo conectar con su yo más espiritual.
Foreman, con la zurda ante Moorer en Las Vegas.AP
Aquella vía mística duró lo que duraron los ahorros, así que en julio de 1987 tuvo que volver a enfundarse los guantes, quitándose de encima a rivales de escaso fuste, atemorizados aún por su aliento de pegador. En abril de 1991, cuando Evander Holyfield puso en juego los cinturones de la Federación Internacional (IBF) y el Consejo Mundial (WBC), Foreman se llevó una soberana paliza. Aún hoy resulta asombroso cómo, siendo 14 años mayor, pudo aguantar en pie los 12 asaltos.
Superada la cuarentena, la oronda figura de Foreman ya no inspiraba rechazo entre las familias de bien. Se mostraba amable, calmado. Ya no era un portento físico, pero sabía esperar su momento, dentro y fuera del ring. De ese modo, tan insólito, pudo sorprender a Moorer en una pelea organizada por Bob Arum en el MGM Grand de Las Vegas. El campeón asomaba con un récord de 35-0, pero Foreman aguantó con temple hasta conectar el golpe definitivo en el décimo asalto. "¡Sucedió!", exclamó su gran amigo Jim Lampley, con quien entre 1992 y 2004 compartiría espacio televisivo en la HBO. Foreman se había consagrado, a los 45 años, como una de las mayores leyendas de la historia del boxeo.
Otra historia
JAVIER SÁNCHEZ
@javisanchez
Actualizado Jueves,
28
septiembre
2023
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16:52Estaba a un paso de los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996 cuando...
Cuando entra a la Philippe Chatrier, una pista monumental, quizá la más monumental de todas las pistas de tenis, Ayoub Ghadfa va murmurando. ¿Qué dirá? Parece sobrecogido Alrededor 15.000 personas mirándole a él, sólo a él, delante un ring azul eléctrico y detrás su entrenador, Rafa Lozano, que le azuza, más que tranquilizarle. Está en la final de unos Juegos Olímpicos y debe disfrutarlo con todo. En los entrenamientos todos los deportistas se imaginan en una situación así, pero nadie imagina lo que viene luego.
Ghadfa, prácticamente un novato, un boxeador por instinto, desde hace apenas cuatro años, se encuentra en el cuadrilátero al uzbeko Bakhodir Jalolov, que no sólo fue campeón en los Juegos de Tokio 2020, que también lo será ante él en París. Todo el mundo se lo ha dicho así de claro al español. Durante casi dos décadas, los rivales de Rafa Nadal debieron de sentir algo parecido aquí, pero Nadal no te podía noquear con un derechazo. "Este Jalolov es una bestia", han advertido a Ghadfa. "Es invencible", ha leído en redes sociales. "El oro es imposible", ha escuchado por ahí. Y todas esas voces tenían motivos.
Jalolov, un tipo de más de dos metros, serio de principio a fin, se presenta en Roland Garros sin perder un combate amateur a tres asaltos desde 2017 y ya como profesional acumula un balance de 14 victorias en 14 combates, todas, absolutamente todas por KO. Mirar a las apuestas asustaba antes -la victoria de Jalolov se paga a 1.08-, pero ya en el cuadrilátero mirarle a la cara asusta todavía más. Hay que ser muy duro para hacerlo y eso hace Ghadfa. Con toda la ilusión y esa cara de buen tío tan suya, el español intenta conectar con su derecha en el primer round, pero quien lo hace es su rival con dos rectos con su zurda: se nota la experiencia. La desigualdad queda clara de inicio, los jueces plantan un 5-0, aunque no todavía no se acaba.
Más igualdad, más intercambio
Decían las estadísticas que Jalolov no había perdido un round en todos los Juegos, pero también decían que el rival de Ghadfa en semifinales, el francés Djamili-Dini Aboudou-Moindze, era favorito y muchas otras cosas. Como que un chaval marbellí, hijo de inmigrantes marroquíes, no iba a ser aplaudido en el barrio más pijo de París, el distrito XVI, hogar de ministros, cantantes y arquitectos. Pero casi de medianoche lo es. Y en el segundo round el español lo intenta, lo intenta más que nunca, se expone y golpea a Jalolov.
Hay más igualdad, más intercambio, pero los jueces no lo ven así. Otro 5-0. En el tercer round, un 4-1 como consuelo, ya no habrá nadie en juego. Al final, plata de Ghadfa en los superpesados, un resultado excelente. La decimoséptima medalla de España en estos Juegos Olímpicos y la segunda alegría para la nueva cuadrilla del boxeo español, una cuadrilla de muchos kilos en todos los sentidos.
Jalolov festeja su triunfo en la final.AFP
Hasta estos Juegos, España era un país de pequeños pegadores, como lo fueron Enrique Rodríguez Cal, Faustino Reyes o el propio Rafael Lozano, hoy entrenador. Ahora ya no. En los pesos más grandes, de donde salieron leyendas como Muhammad Ali, Joe Frazier, George Foreman, Wladimir Klitschko o Anthony Joshua, el país tiene a unos amigos capaces de todo. Con Ghadfa, Enmanuel Reyes Pla, bronce hace unos días en los pesados, y Gazi Khalidov, diploma en los Juegos de Tokio.
Los tres comparten vida en Madrid, aficiones, religión -incluso Reyes Pla se ha convertido al islam- y un futuro esplendoroso en el boxeo. Ghadfa, el niño que recibía bullying en el colegio en Marbella, que se apuntó a kickboxing para defenderse, que fue descubierto para el boxeo cuando se mudó a Madrid a estudiar INEF, ya es subcampeón olímpico. Vendrán más cosas.