España comenzará a disputar la Eurocopa el próximo 15 de junio ante Croacia y este lunes el seleccionador, Luis de la Fuente, ha dado el primer paso ofreciendo la lista de futbolistas que viajarán a Alemania. En un acto (largo, por cierto) que ha contado con Iribar, campeón en el 64, con Joan Capdevilla, campeón en 2008, y con Fernando Torres, campeón en 2008 y 2012, para darle brillo a la cita, De la Fuente no ha dejado mucho lugar a las sorpresas.
En realidad, ofreció 29 nombres, de los que deberá descartar a tres antes de viajar a la Selva Negra para concentrarse, algo que hará el domingo 9 de junio. No hubo grandes sorpresas, aunque resonaron especialmente los nombres de Nacho, que regresa, Pedri, que también (por primera vez con Luis de la Fuente), y Fermín, que debuta. La ausencia más llamativa es la de Marco Asensio.
De la Fuente argumentó la presencia de tres jugadores que no estarán en la lista final porque, dijo, “hay que ser precavidos”. Quiere cubrirse el técnico ante posibles lesiones en los 15 días de concentración (los jugadores se juntarán el próximo sábado, justo antes de la final de la Champions), en los que por cierto jugarán dos amistosos (el día 5 ante Andorra en Badajoz y el día 8 en Palmaante Irlanda). Los tres descartes deberá hacerlos el seleccionador, como muy tarde, el día 7.
Vivian, el central del Athletic, Aleix García, centrocampista del Girona, y Ayoze, delantero del Betis, parecen los predestinados a salir si no hay contratiempos. No parece lógico que Pedri, o Nacho, o Marcos Llorente, tres de las novedades, vayan a hacerlo, aunque sólo sea por una cuestión de galones.
“Estamos preparados a nivel futbolístico y también a nivel mental para competir. Creo que tenemos un buen grupo”, ha dicho el técnico, que no ha querido hablar de Marco Asensio, el gran ausente, al que su año en París, discretísimo, ha terminado por pasar factura.
Estamos, pues, ante una lista sin demasiadas novedades, con los nombres que más o menos daría casi cualquier aficionado al fútbol. La selección es la que es y dispone de un abanico de jugadores que, también, es el que es. El próximo 15 de junio (Croacia), 20 (Italia) y 24 (Albania) será el momento de probar la apuesta.
La Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, tras la vista celebrada en la mañana de ayer, ha anulado este jueves la condena a siete años de inhabilitación para cargo público contra el presidente de la Federación Española de Fútbol, Rafael Louzán, por un delito de prevaricación cometido cuando estaba el frente de la Diputación de Pontevedra.
Esta decisión, tomada por unanimidad por los cinco magistrados de la Sala, corrige la sentencia por la que Louzán fue condenado en 2022 por la Audiencia Provincial de Pontevedra a esos siete años de inhabilitación por unos hechos acaecidos en 2013. Louzán, presidente entonces de la Diputación de Pontevedra y del Partido Popular de esa provincia, votó a favor de conceder a una constructora una subvención de 86.311 euros para unas obras de mejora en el campo de fútbol de Moraña que, en su mayor parte, ya estaban ejecutadas.
El tribunal considera que los hechos probados "no constituyen delito de prevaricación". Dice la sentencia que las obras fueron lícitas y no producto de "la connivencia entre los involucrados". Señala también que este delito requiere "no sólo la existencia de una resolución arbitraria, sino emitida para producir un resultado materialmente injusto". Y este último requisito no se cumple porque en este caso "la Administración contratante estaba obligada a abonar las obras ya realizadas".
Añaden los magistrados que las obras se habían facturado "conforme a los precios de mercado" y que Louzán "supo de su existencia cuando ya estaban terminadas". "En tal coyuntura", prosiguen, "el presidente no podía ordenar la demolición de unas modificaciones al proyecto que estaban ya ejecutadas, pues hubiera supuesto, además de la pérdida del servicio que iban a prestar las obras no previstas, la obligación de pagar al contratista una indemnización por los trabajos desmantelados y por los gastos de derrumbe".
Por el contrario, sostienen que "la obligación impuesta por el ordenamiento jurídico" no era demoler nada, sino "el pago de las modificaciones desarrolladas".
El tribunal precisa que el hecho de descartar la relevancia penal de los hechos no impide que, debido al procedimiento empleado para el pago, se pueda indagar si hubo "responsabilidades administrativas o contables" si así se estima conveniente.
La decisión del Alto Tribunal supone un respiro para el gallego que, en el caso de haber visto ratificada la sentencia, estaba obligado a dimitir como presidente en virtud del artículo 60.6 de la Ley del Deporte, que dice así: "Cuando la persona titular de la presidencia o cualquier miembro de la junta directiva de una federación o liga profesional sean condenados por sentencia firme, deberán abandonar el cargo de forma inmediata, notificando tal circunstancia al Consejo Superior de Deportes".
También en virtud de los propios Estatutos de la Federación, que en su artículo 19, referido a los requisitos para ostentar la condición de miembro de los órganos de la RFEF, establece, en su punto cuarto, lo siguiente: «No estar inhabilitado para desempeñar cargos públicos».
Pedía a gritos España los penaltis, sangraba, dolorida, maltrecha, achatada primero por unos cambios desafortunados y después por una máquina de armar ruido, Alemania, a la que con de empujones y centros le bastó para acariciar las semifinales. Pedía a gritos España los penaltis, suplicaba por ellos, boqueando tras un ejercicio de supervivencia en la prórroga, olvidada una primera hora más que aceptable. Pedía a gritos España los penaltis, herida de muerte ante un rival enfebrecido, donde hasta Toni Kroos, triste adiós el suyo debiendo estar en el vestuario antes de tiempo, aguantaba los gemelos en la boca. Pedía España a gritos los penaltis cuando Dani Olmo, el mejor, encontró milagrosamente la cabeza de Mikel Merino, que remató de forma inverosímil una pelota maravillosa para sepultar a la anfitriona, primero, y disparar, después, el sueño de España, que pedía a gritos los penaltis, que rogaba por ellos, que imploraba por ellos, pero que estará en semifinales tras una tarde inolvidable y agónica en Stuttgart, donde incluso el árbitro se inhibió en una mano de Cururella que tenía toda la pinta de penalti. [Narración y estadísticas (2-1)]
Fue un partido para mayores, un partido para los papás, un partido donde los niños no terminan de sentirse cómodos, lógico en un proceso de aprendizaje como el de Nico y Lamine, dos chicos algo abrumados por el ambiente y por la magnitud del escenario y del momento, asombrado además el equipo de inicio por la bravura local, personificada en dos entradas bastante feas de Kroos en el inicio del choque. Una mandó a Pedri a la camilla con (seguramente) un esguince de ligamento en su rodilla. Otra, en forma de pisotón, dejó a Lamine cojeando un rato. No vio ni amarilla.
Era el momento de sufrir. Igualados en casi todo, como anunciaban las estadísticas previas, España miró de frente al partido y bajó al barro propuesto por Alemania en los primeros minutos. También fue fuerte a la pelota y, cuando la cosa se calmó, aceptó el intercambio de golpes. Alemania lo intentó descolgando a Gündogan para meterse a la espalda de Rodrigo y Fabián y, desde ahí, poner la pelota a la carrera de Sané y Musiala, con Havertz por allí pululando. Lo consiguió alguna vez, del mismo modo que España encontró la vía para girarse y encarar a los centrales alemanes. En un lado, fue Unai Simón el que cerró todos los caminos, no con grandes paradas, pero sí con una seguridad infinita en cada balón. En el otro lado, fueron las imprecisiones las que condenaron al equipo de Luis de la Fuente, entregado en esta Eurocopa a unos niños esta vez cohibidos.
Nico no encaró a su lateral ni en la primera, ni en la segunda ni en la tercera. Lamine sí lo hizo, tarde pero lo hizo, y se encontró con dos robos de Raum que le dejaron pensativo. Si Alemania dispuso de un remate de Havertz, España dispuso de uno de Pedri, antes de irse, y otro de Fabián, además de un par de escaramuzas que terminaron en ese nada producto de la precipitación. En el reparto de amarillas le tocó a Le Normand, que se quedó en el vestuario en el descanso para dar paso a Nacho. De la Fuente estaba viendo el mismo partido que los demás, algo que no ocurriría luego. Las piernas debían seguir fuerte y una amarilla era un peligro. Lo mismo pensó Julian Nagelsmann de Emre Can.
LOS CAMBIOS
La segunda parte empezó con el gol, y claro, así cualquiera. Se descolgó Morata de su sitio, con la complacencia de Tah, se giró y encontró a Lamine, que más allá de regatear, sabe jugar al fútbol, y como ayer lo primero no le salía, levantó la cabeza y vio la llegada de Dani Olmo, que la empujó con delicadeza. Sobrevino el arreón alemán, sólo faltaba, y eso era la prueba del algodón de la madurez del equipo. Nagelsmann no esperó y metió a Füllkrug para empezar a tirar centros y buscar el jaleo.
Sufrió España, cómo no hacerlo, pero decidió que, si había que enfangar el partido, pues se hacía. Se dedicó a hacer cosas muy futboleras: perder tiempo, parar el partido, desmayarse, hacer cambios despacio, tardar en sacar... Ese tipo de cosas, tan despreciadas siempre por los estetas y tan necesarias para ganar títulos cuando no se puede jugar bien y hacerlo bonito. Y esa parte estuvo bien, porque era lo que tocaba, pero lo que no tocaba, quizá, era dejar al equipo sin la posibilidad de amenazar al contragolpe. Así se quedó tras los cambios.
Olmo grita el 1-0 en Stuttgart.AP
Sufrió España, cómo no, en algunos centros laterales, pero siguió a lo suyo, remangada, defendiendo, corriendo detrás de la pelota y sudando para llegar a la meta. La estrelló Füllkrug en el poste, sí, y rugió el estadio, sí, y entró Müller, sí, y todo fue un barullo, una guerra, una pelea, una tienda de grillos ensordecedora y de ahí sacó Alemania, en un centro, en el enésimo centro, el empate en el minuto 89, cuando Kimmich le ganó el salto a Cucurella y Wirtz remató en la frontal del área.
Final agónico
Seguramente merecido, porque se echó encima de España y no paró hasta conseguirlo, y seguramente también la selección pagó así las decisiones de De la Fuente, que con sus cambios dejó al equipo sin la posibilidad de amenazar al contragolpe. A falta de 10 minutos quitó del campo a Morata y a Nico para meter a Oyarzabal y a Merino, y el equipo se encogió, sin opciones de estirarse para respirar. Cuando le cayó el empate, el panorama para la prórroga era feo.
Merino festeja el gol de la victoria en el minuto 119.AFP
Con un equipo mucho más pesado, se la había jugado a mantener ese 1-0 y no le había salido bien. Media hora por delante parecía mucho, y encima ya sin la inercia del que viene de atrás, sino con la de quien se ve alcanzado casi en la meta. Con Alemania también cansada, sí, pero con la sensación, en el ambiente del estadio, de que si alguien podía marcar era la anfitriona. Estuvo a punto de hacerlo de nuevo Wirtz llegando al descanso de la prórroga, pero su disparo se fue fuera por poco, igual que uno anterior de Oyarzabal. España pedía los penaltis a gritos. Deshecha, suplicaba por ellos. Los anhelaba. Los hubiese firmado con la sangre que salía de su sudor. Hasta que apareció Mikel Merino.
La manera más cruda de darse cuenta de algo es ver un ejemplo en directo. Todo el mundo sabe que la Federación Española se mueve bajo parámetros puramente clientelares, pero observar a Pedro Rocha, un tipo sin discurso (es difícil identificar su voz, pues no habla nunca), sin proyecto (no se sabe qué quiere hacer en la Federación) y acosado por las sospechas en tanto que mano derecha de Luis Rubiales, observar, decíamos, cómo alguien así es capaz
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