Esto no es una final, como en 2014 o 2016. No decide títulos, pero puede descartar el más deseado. No pone puestos en juego, pero acontece en un momento capital para algunos de los principales personajes implicados, como Diego Simeone, Carlo Ancelotti o Kylian Mbappé. El desenlace de lo que ocurra esta noche en el derbi va a cargar o mermar el crédito de ambos entrenadores y la estrella francesa, el mayor fichaje estratégico de Florentino Pérez desde Cristiano, esta temporada. El destino pasa, pues, por el Metropolitano.
Siempre fue, de hecho, de ese modo en los grandes duelos europeos de los dos colosos de la capital. En 2014, en Lisboa, Ancelotti salvó su cabeza gracias a la cabeza de Sergio Ramos, y Florentino hiperventiló tras un tiempo de dudas. La Décima abría su gran era. En 2016, en Milán, Zinedine Zidane obtenía la laureada de la Champions, la que tanto le costó conquistar como futbolista, hasta la volea de Glasgow, y daba paso a su trilogía: Milán, Cardiff y Kiev.
Simeone creyó entonces haber sido vencido por el destino. Dudó pero continuó. Está de nuevo en el mismo lugar, aunque no sea en una final. En 2017, en la vuelta de las semifinales, en el Calderón, Benzema hacía renacer al Madrid con una jugada de antología y proclamaba su renacimiento personal después de años de intentar regatear a las críticas. Esa fue una jugada 'hors catégorie', rematada por Isco, que dio paso a su liderazgo, un año después, con la marcha de Cristiano y, finalmente, el Balón de Oro. Todos en el Madrid le deben mucho al derbi. Simeone, en cambio, siente que el derbi, al menos en Europa, tiene una deuda consigo mismo y con el Atlético. La duda es cómo cobrársela.
Ancelotti dice que el Atlético puede jugar de muchas formas. Es cierto. También el Madrid, aunque la capacidad de travestirse futbolísticamente en un mismo partido es más propia de Simeone. Ahora tiene que ganar, y la pregunta es si para ganar tiene que atacar. No es necesariamente una sucesión lógica, no en su cabeza. La desventaja, aunque mínima, obliga al Atlético, pero el temor al contraataque blanco condiciona esa obligación. En el Bernabéu, fue mejor cuando lo necesitó, tras el gol de Rodrygo, pero le faltó instinto criminal. En el Metropolitano le urge. «Saldremos en busca del gol», afirma Simeone, pero desde la reflexión de que habrá momentos para todo, para jugar de diferente modo, y a todos habrá que adaptarse. El mayor peligro del Madrid, en cambio, no tiene máscaras. Es el contraataque.
El factor Julián Álvarez
Simeone sigue en la lucha por todo, también por la Liga y la Copa, pero sabe que la de esta noche no es una lucha cualquiera. Es la lucha que le daría la opción de cerrar el círculo. Los fracasos en la Champions le hacen sentirse incompleto. Nada peligra en su caso, porque el Cholo es el guía de la causa rojiblanca, no sólo su entrenador. Simeone dictará su fin, y quizás no sea el único fin, con Miguel Ángel Gil y Enrique Cerezo cada vez más tentados por futuros inversores. Este derbi, esta Champions, con la plantilla con más recursos de la que ha dispuesto el argentino, en especial tras la llegada de Julián Álvarez, puede marcar un punto de inflexión en sus intenciones.
Ancelotti ya tiene sus obras completas, pero se sabe escudriñado, fuera y dentro de su casa. Ironiza cuando asegura que muchos ansían su puesto. En una temporada irregular, con un Barça creciente, quedarse prematuramente fuera de Europa cargaría el debate sobre si el Madrid necesita o no un nuevo ciclo. La clasificación para cuartos significaría, en cambio, la tranquilidad.
Simeone, el pasado sábado, en el Coliseum de Getafe.AFP
Mbappé ya ha jugado grandes partidos, pero el del Metropolitano es el primer gran partido al KO. La Supercopa era una final de chocolate, dulce si se gana, pero sin gravedad en la derrota, únicamente una indigestión, aunque fuera ante el Barcelona. En la Champions y frente al Atlético sería otra cosa. Al presidente es de las que más le dolerían, como a los madridistas de antes. Mbappé no empezó el entrenamiento, ayer, y se incorporó a la media hora, debido a unas molestias en un tobillo por un golpe, lo que genera una inquietud moderada en el club. Del francés se espera una respuesta proporcional a su fichaje, como frente al City. Personalmente, no ha llegado para sumar más Ligas ni hacer más fortuna. Está aquí para ganar Champions, algo que se le negó en el PSG.
Las tiene Vinicius, que lleva un tiempo atascado ante el Atlético, y la tiene Julián Álvarez, convertido en una aparición divina en el Metropolitano. El escenario juega, claro, pero como Simeone recordó, los suyos han de intentar reproducir en el campo lo que suceda en la grada. Lo demás, señaló, está en manos de Dios. Como el destino.
Se fue Diego Simeone al túnel de vestuarios porque no quería ver los penaltis. Lo hacía renqueante, después de que se 'lesionara' en la carrera tras celebrar el tanto de Memphis que llevaba el partido a la prórroga.
Apareció Diego el superticioso, el cabalista, para que se rompiera la maldición del Atlético en las tandas de penaltis. "Se me vino a la mente el partido de Leverkusen, vi los dos primeros y marcaron, el segundo no lo vi y lo paró Jan", explicó Simeone en rueda de prensa.
Su equipo había conseguido eliminar al todopoderoso Inter de Milán en la tanda de penaltis. Como aquella en 2015 ante el Bayer Leverkusen que mencionaba el argentino. Lo cierto es que los rojiblancos sólo han triunfado en cinco de sus 14 veces en la muerte súbita en competición oficial.
La más dolorosa, la perdida en Milán en la final de la Champions ante el Real Madrid en 2016. "Oblak es un portero extraordinario, de los mejores de europa cuando está bien es dificl y así es muy difícil que nos hagan gol. Se merece lo que le pasó hoy, ser decisivo", alabó el entrenador a su cancerbero.
El esloveno ha vuelto a mostrar el nivel que le permitió convertirse en Zamora de LaLiga en cinco ocasiones, cuatro de ellas consecutivas. En un portero que, como se dice de los delanteros, daba puntos a su equipo con paradas decisivas. Ante el Inter no se trató sólo del penalti, fue decisivo durante todo el partido.
También lo fue Memphis, el león rojiblanco, otro de los pupilos que se mereció los halagos de Simeone. Se acordó el argentino de la rebelión del neerlandés tras el mal partido en Cádiz y deslizó la posibilidad de juntarle a él con Morata y Griezmann.
El francés, que volvía de lesión, estuvo menos participativo en el juego pero, como recordó el Cholo, fue crucial en todas las jugadas ofensivas de los rojiblancos, además de marcar el tanto del empate. "Le dejamos hasta que pidió el cambio", expresó el entrenador.
Pero si hay alguien que se mereció todos los elogios de Simeone, fue la afición. Un público que recibió al equipo en un pasillo 'infernal' en Avenida de Arcentales y que no paró de animar en los 120 minutos del choque. "Si hay algo que puedo decirle a la afición es: gracias. Son ya 12 años y me siguen apareciendo las emociones de un chaval que acaba de coger el equipo", comentaba.
Son ya 50 victorias del técnico argentino en Champions League, el cuarto que más acumula en un mismo club por detrás de Alex Ferguson con el Manchester United, (102), Arsene Wenger con el Arsenal (83) y Pep Guardiola con el Manchester City (56). "Estar entre los ocho mejores de Europa parece fácil, pero no lo es", reivindicó el técnico.
Tristeza
Si había un rojiblanco con un sentimiento agridulce este fue Sául Ñíguez. No pasa un buen momento el ilicitano y lo reconoció con un mensaje demoledor en redes. Muy alejado de la alegría que se respiraba en el vestuario colchonero.
"Es difícil para mi escribir en estos momentos, pero igual que escribo en las buenas hay que hacerlo en las malas. Es un momento de mierda para mi a nivel deportivo, y soy consciente... Acepto todas las críticas y no solo por el penalti de hoy sino por cómo estoy en estos momentos", puso el jugador y aseguró más trabajo para revertir la situación.