Segunda semana consecutiva de competición en el LIV Golf, segundo torneo de la temporada y segundo desenlace con Jon Rahm en el partido estelar. En esta ocasión compartiendo protagonismo con Dustin Jonhson, ganador final del torneo y Bryson DeChambeau. La historia, sin embargo, no fue muy diferente de lo sucedido hace seis días en Mayakoba. Jon Rahm llegó al coliderato del torneo a falta de los últimos hoyos y su swing volvió a trabarse justo en esos momentos cruciales donde a lo largo de su carrera, ‘Rahmbo’ era capaz de dar lo máximo. La octava plaza sabe a muy poco, teniendo en cuenta el desastroso final con dos bogeys en los últimos cuatro hoyos del golfista españo.
Las Vegas, ciudad del pecado, todavía más caótica en la víspera de la Superbowl, fue el escenario para este segundo capítulo de la temporada del LIV 2024. No fue una jornada final sencilla en Las Vegas Country Club, el viento volvió más estrechas las calles y más complicados los greenes, la lucha por la victoria pareció convertirse entonces en cuestión de supervivencia. Rahm había salido tres golpes por detrás de la cabeza y a la altura del hoyo 14, para muestra de las complicaciones del día,
una exigua tarjeta de -1, le había servido para alcanzar la punta del torneo con-10 junto con otros cinco jugadores. Pero de nuevo otro drive errado por la derecha en el par 5, 15, obligó al español a sacar la bola a calle y a jugarse la intención del birdie con un tercer golpe largo. Cañazo, socket, shank…, hay muchas formas de denominar un golpe tan fallado que el jugador pega a la bola casi con el cuello del palo y ésta sale dramáticamente desviada a la derecha. Afortunadamente, Rahm regala muy pocos de estos golpes a lo largo de su temporada, pero hoy se dejó uno y muy doloroso. Tuvo suerte el de Barrika con un rebote afortunado que evitó el fuera de límites y pareció resucitar con un soberbio approach dejándose un par de metros para par, que fallaría. Aquí terminaría el torneo para Rahm, que culminaría los hoyos finales peleando contra su swing, un gran putt en el 16 y un bogey final en el hoyo 18.
Sin Rahm pero todo dirigido a un playoff, Dustin Johnson, así como quien no quiere la cosa, levantó una roda sobre par con birdies en los impares finales, 13, 15 y 17, suficientes para administrar el triunfo con un golpe de ventaja sobre Talor Gooch y Peter Uihlein. Es la tercera victoria en el LIV para el norteamericano que en su periplo en el PGA Tour logró 24 triunfos valederos para el Circuito Americano y 9 en el DP World Tour, entre los que destacan dos majors. Otro jugador de leyenda atrapado en LIV, que a pesar de sus éxitos, se desangra semana tras semana de puntos del ranking mundial a la vez que se llena los bolsillos de dólares.
El español David Puig terminó en el puesto 15º final, empatado con -5, mientras que Sergio García lo hizo en el puesto 26º (-3). Eugenio López-Chacarra finalizó compartiendo la trigésima plaza con un resultado de -2 final.
En cuanto a la clasificación por equipos, la victoria fue contundente para Smash GC capitaneado por Brooks Koepka con -33. Los Legion XIII de Jon Rahm volvieron a tener una destacada actuación finalizando en la quinta plaza.
En su autobiografía Unstoppable: My life so far, publicada en 2017, Maria Sharapova ya advertía sobre el problema que más tarde hundiría la carrera de su ex novio, Grigor Dimitrov. «Grigor está llamado a ser el próximo Roger Federer, tiene mucho potencial. Su tenis es fantástico. La forma en la que golpea, cómo se desliza... es capaz de hacer cosas increíbles. Tiene un don, pero también una maldición. No sólo debe ganar, debe hacerlo bonito. O juego perfecto o no juega. O es increíble o cae eliminado. Eso le está frenando», advertía la rusa con precisión. En las temporadas siguientes, Dimitrov, entonces un joven fantástico, campeón de las ATP Finals de aquel 2017, incluso número tres del ranking, desapareció de la élite. De sucesor del Big Three a verse fuera del Top 50. De unas inolvidables semifinales contra Rafa Nadal en el Abierto de Australia a ser completamente olvidado. ¿Qué le pasó?
Una lesión de hombro o un covid severo son las explicaciones más sencillas. El motivo real de su crisis está en el libro de Sharapova: su don era una maldición. Aquellas comparaciones con Federer por su estilo -sobre todo por el revés a una mano- no le hacían ningún bien.
Ahora, a los 32 años, Dimitrov ha vuelto. Este domingo disputará la final del Masters 1000 de Miami contra Jannik Sinner (no antes de las 20.00 horas, Movistar) y mañana volverá a estar entre los 10 mejores tenistas del mundo, un hito que no alcanzaba desde 2018. En semifinales ante Alexander Zverev completó una actuación notable, pero en cuartos ante Carlos Alcaraz desplegó un juego extraordinario, preciso, brillante. No fue el Dimitrov de antes, fue un Dimitrov mejor.
La sencillez, motivo de su mejora
La confirmación de su regreso a la cima. El pasado otoño ya lo anunció, con unas semifinales en el Masters 1000 de Shanghai y una final en el Masters 1000 de París, donde cayó contra Novak Djokovic, pero esta primavera lo ha certificado. En la segunda línea que va detrás de Djokovic, Carlos Alcaraz, Jannik Sinner y Daniil Medvedev asoma su figura, único treintañero en ese grupo. En Roland Garros nunca brilló, pero en la cercana gira de tierra batida es igualmente candidato a todo.
Y todo gracias a hacerlo simple. Durante varios años, Dimitrov se bloqueó en un juego que buscaba el preciosismo y, lejos de la plenitud física, los mejores tenistas del circuito casi siempre le ganaban. Antes de derrotar a Zverev en Miami había caído siete veces contra él, por ejemplo. Pero en la temporada pasada recuperó a sus dos entrenadores de los inicios, el venezolano Dani Vallverdu y el inglés Jamie Delgado, y entre todos acordaron un plan de juego: primeros servicios, dominio con su derecha y reveses cortados. Se acabaron los trucos, se acabaron los inventos, se acabaron los problemas. Dimitrov ya no quiere ganar como Federer, sólo quiere ganar.
«Ahora quiero ganar o perder en mis propios términos, no en los de otros. He vuelto a ser un jugador consciente de sus propias armas y así controlo mejor mis emociones. He recuperado la confianza en mi tenis», analizó el búlgaro en Miami preguntado por su resurrección. «Quizá mucho público no se acordaba de mí, pero yo siento que nunca me fui. ¿Lo pasé mal? Sí, lo pasé mal. ¿Tuve muchos altibajos? Sí, absolutamente. No me avergüenzo de ello, pero nunca abandoné el tenis», reivindicaba también Dimitrov, que advertía sobre lo que viene. Con su edad, su carrera no es sólo pasado, con aquel brillante 2017 como momento culminante, también puede ser futuro. En sus planes está jugar «entre seis y ocho años» y quién sabe lo que puede conseguir. Aquellas comparaciones con Federer ya no le amargan. Liberado de su maldición, ahora sólo brilla su don.
El mejor fisio del mundo moldeó sus manos lavando vasos en el restaurante de su padre. «Yo ayudaba a mi familia en lo que podía. Pasé muchas horas entre platos y mesas». Más de 40 años después, el asador donde creció Marcelino Torrrontegui (Albandi, 1964) sigue ofreciendo fabulosos chuletones txogitxu, cordero a la estaca y entrecot de vaca vieja. Una clientela fiel que acude allí tras disfrutar de las playas del concejo asturiano de Carreño en las que Torron también trabajó de socorrista. «Antes de ser auxiliar de ciclismo me buscaba la vida mientras hacía un módulo de Deportes», afirma el masajista más experto del próximo Tour de Francia, que arranca el sábado en Lille. Será la undécima edición de la Grande Boucle que afronta el asturiano, ahora en el Movistar. También es colaborador del Comité Olímpico Español (COE), la Federación de Fútbol (RFEF) y profesor en la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Málaga (UMA).
Este fisio de sonrisa permanente trabajó en el Málaga CF durante 21 temporadas, acudió a ocho Juegos Olímpicos (cinco con la Federación de Ciclismo y tres con el COE), 26 Mundiales de ciclismo, cuatro Juegos del Mediterráneo, 13 Vueltas, 10 Tour y cinco Giros de Italia. Por sus manos han pasado futbolistas, atletas, nadadores, ciclistas, balonmanistas, karatecas, piragüistas, golfistas, esquiadores. La relación de ilustres es extensa: Craviotto, Llaneras, Hierro, Chema Olazábal, Van Nistelrooy, Valverde, Contador, Rominger, Freire, Delgado, Olano, Isco, Joaquín, Frankie Fredericks, Chema Martínez, Cubarsí, Francescoli, Juan Ayuso, Viran Morros, Aguinagalde, Darío Silva, Zulle, Virenque, Rafa Lozano, Garralda, Barrufet, Entrerríos, Hugo González, Jessica Vals, Carmen Weiler...
Tras disfrutar de varios días de descanso, este martes hará las maletas para marcharse a Lille con el Movistar para preparar la salida del Tour.
Torrontegui comenzó en el ciclismo en la Vuelta a España de 1988, en el Clas de José Manuel Fuente. «Recuerdo que la salida fue en Tenerife y que saltamos a Las Palmas. Me incorporé al equipo de El Tarangu gracias a la ayuda de Carlos Muñiz, ciclista y amigo mío de Candás. Aquella Vuelta la ganó Sean Kelly y el primer neoprofesional clasificado fue, precisamente, Muñiz. Yo tenía 23 años y ya me apasionaba el deporte. Esa pasión proviene de mi entorno de juventud, en Candás. Esta localidad está declarada por el COE Villa de Olímpicos, porque es el pueblo de España con más olímpicos por habitante. Allí nacieron, entre otros, Herminio Menéndez, Julio Alberto, López Carril, Enrique Rodríguez Cal o Carlos Prendes», dice mientras pasea por Candás, antes de la sesión de fotos en las instalaciones de Mareo del Sporting de Gijón que ilustra este reportaje.
Torron debutó en el Tour de Francia en 1991, el primero ganado por Miguel Indurain. Desde entonces, el carismático fisioterapeuta y el campeón navarro mantienen una relación cercana. «Somos de la quinta del 64 y hemos coincidido muchas veces, aunque nunca compartimos equipo. Él estaba en el Banesto y yo en el Clas, con Tony Rominger. En la selección español estuvimos juntos, pero nunca le traté. Él tenía su propio masajista, Vicente Iza. Sí traté a Perico Delgado, Óscar Freire o Alberto Contador, pero nunca a Miguel. Estuve con Indurain en los Juegos de Atlanta, cuando ganó el oro en la contrarreloj, y Abraham Olano, la plata. Mi primer Mundial fue el de Stuttgart de 1991, cuando Indurain fue bronce. También estuve en el histórico Mundial de Duitama de 1995, donde logró el oro en la contrarreloj y la plata en la ruta, con Olano primero. En la actualidad, cuando Miguel pasa por Asturias nos vemos. Últimamente bromeamos sobre que ya va siendo hora de que toque sus músculos», explica el técnico, de 61 años.
Federer y Nadal
Torron fue el hombre de confianza del suizo Rominger, conquistador de tres Vueltas y adversario de Indurain en la carretera y en la pugna por el récord de la hora. «Tony y Miguel fueron rivales y ahora son amigos. Son como Federer y Nadal. Se respetan, tienen una buena relación».
Las manos mágicas del asturiano cuidaron a grandes corredores del Clas, como Olano, Escartín, Mauleón, Ruiz Cabestany, Rominger, Suárez Cueva..., con los que mantiene amistad. «Ellos tienen la costumbre de juntarse todos los años para cenar durante una etapa de la Vuelta. Desde 1988 organizamos partidos de fútbol-playa a los que viene gente como Luis Enrique. Lucho es un gran entrenador y una persona majísima, pata negra, un friki del ciclismo».
Con su paisano Samuel Sánchez comparte complicidades. Las abuelas de ambos eran primas. «A Samu le conozco desde chaval, cuando venía a veranear a Albandi. Yo le vaticiné que sería campeón olímpico. En 2007, un año antes de la carrera en ruta de los Juegos de Pekín, fuimos a ver el recorrido y le dije que el trazado le venía a huevo para ganar. Aquel equipo, con Sastre, Freire, Valverde, Contador y Samu fue fabuloso», recuerda.
JORGE PETEIRO
Las manos prodigiosas de Marcelino han cuidado a miles de deportistas. El que más le impactó, por su elasticidad y fortaleza, fue el canadiense Mark McKoy, campeón olímpico de 110 vallas en Barcelona'92. Entre los ciclistas destaca el motor de clasicómanos como Bortolami, Baffi o Museeuw. Los músculos de Freire también le sorprendieron, como las piernas de los futbolistas Salomón Rondón y Julio Baptista. Dice que quien mejor supo sacar provecho a su físico fue Fernando Escartín.
Asegura que el ciclismo actual atraviesa por un momento espléndido y que Tadej Pogacar es un fenómeno: «Le vi el pasado año en el Tour y me sorprendió. El ciclismo de ahora no da tregua. Las etapas son más cortas y todos van a toda hostia, no frena nadie. Los técnicos y auxiliares no tenemos tiempo para tomar un bocadillo. La tecnología ha mejorado mucho el rendimiento de los corredores».
Pocos en el deporte español empatizan tanto como este extrovertido asturiano. «Me dicen que soy el mejor masajista del mundo, pero yo respondo que tengo la suerte de trabajar con gente muy buena. Yo, por mi manera de ser, siempre genero buen rollo y caigo bien a la gente, y eso influye».
La depción del Málaga
Durante sus 37 años en el alto nivel han abundado los éxitos. Las decepciones fueron mínimas, pero dolorosas. Las heridas provocadas por el despido del Málaga ya cicatrizaron, aunque quedaron marcas: «En el Málaga me dejé media vida, medio corazón. Me tuve que marchar por unas diferencias económicas mínimas. Me di cuenta de que no me querían en un sitio donde trabajé más de 20 años. Salí noqueado. Estuve muerto, pero reviví. Después de irme se me abrieron muchas puertas».
En plena pandemia, Torron dice que se reinventó. Estudió podología, se doctoró en Fisioterapia y se incorporó a la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Málaga: «Llegué para cubrir una baja, y ahí sigo, impartiendo clases. La docencia es una carrera de fondo. Me gusta, pero al principio me costó, porque yo hablaba con las manos, luego me he ido soltando. Ahora, hasta doy ponencias en el Master de Fisioterapia de la Escuela Universitaria UAX Rafa Nadal o el Máster de Fisioterapia del Real Madrid. Soy como una hormiguita. Cumplo mis sueños. Trabajo con chavales, eso me mantiene joven».
«Tengo la suerte de que la UMA apuesta por la transferencia del conocimiento de sus profesionales, lo que posibilita que pueda colaborar de forma activa con Movistar, con el que tengo un contrato Otri, y al mismo tiempo cumplir con mis obligaciones docentes e investigadoras en la Facultad de Ciencias de la Salud», añade.
JORGE PETEIRO
A sus 61 años, Torron quiere ser agradecido: «Cuando te vas haciendo mayor te acuerdas de la gente que te ayudó. Yo estoy muy complacido con Eusebio Unzúe. Un día necesité salir de casa y él estaba allí. Siempre tuve la fortuna de contar con la comprensión del Málaga, que me permitía ir a los Mundiales y a los Juegos Olímpicos. También estoy muy agradecido a Alejandro Blanco por la oportunidad de trabajar en el COE. Él me rescató de la crisis que tenía, lo pasé mal. Yo sé bien lo que supone estar en primera línea y de ponto el teléfono deje de sonar».
Hijo futbolista e hija nadadora
La genética y el entorno profesional indicaron, inevitablemente, el camino a seguir. La actividad deportiva domina el entorno familiar de Torrontegui. Los hijos del fisio asturiano se han criado entre balones, raquetas y bicis, por eso no extraña que Samuel y Carlota se hayan decantado por el deporte. Los tres, siempre mimados por Susana, la filóloga inglesa, la madre, la compañera, la que sostiene todo el edificio.
Samuel, que tiene 20 años, sobresale en las categorías inferiores del Sporting de Gijón, en el equipo C. El fútbol le atrapó desde niño. Comenzó en el Málaga y allí estuvo durante nueve temporadas, en las que coincidió con Dean Huijsen, el nuevo central de la selección española y del Real Madrid. «Estuvieron juntos en alevines, cadetes e infantiles. Son buenos amigos. Yo mantengo contacto con los padres de Huijsen, unos holandeses muy majos que abrieron negocio en Málaga», dice Marcelino, un padre encantado con los goles y el desempeño de su hijo: «Samuel juega de delantero, es bueno, pero a mí lo que gusta es su madurez. Entrena, juega, se cuida y estudia segundo de Ingeniería Mecánica. No es raro verle a las 12 de la noche con libros o estirando», recalca el fisio del Comité Olímpico Español.
El Almería quiso ficharle, pero él prefirió seguir en el Sporting. En su trayectoria ha mostrado sus excelentes dotes de goleador, con buen manejo de ambas piernas y juego de espalda. «Tiene futuro, pero es un poco pupas, siempre le pasa algo», dice el progenitor.
Carlota apostó por la natación, triunfando en los campeonatos autonómicos y nacionales. Se formó en el Club Natación Inacua de Málaga y en 2021 fichó por el CN Santa Olaya de Oviedo. En 2021, con 18 años, se proclamó campeona de España de 200 mariposa, lo que le sirvió para obtener plaza para el Europeo de Budapest, torneo en el que logró colarse en las semifinales, terminando en el puesto 14 del top-16.
Torrontegui destaca que Carlota, de 22 años y estudiante de Derecho, tiene mucha fuerza de voluntad: «Durante muchos años se levantaba a las cinco y media de la mañana para entrenar en el CETD de Málaga. Creo que venirnos a Asturias frenó su progresión. Uno de mis sueños era compartir unos Juegos Olímpicos con ella».