Mientras Galicia votaba, en Orense se clausuraba el Campeonato de España de Atletismo en Pista Cubierta (short track se llama ahora al indoor), escala obligada para acudir al Mundial que se celebrará en Glasgow del 1 al 3 de marzo.
Pasaron cosas interesantes. Una gallega, Ana Peleteiro, venció en el triple salto con una marca prometedora para mediados de febrero: 14,32. Lo celebró con una lógica llantina de alegría.
Adel Mechaal, después de haber ganado el sábado los 3.000 y expresar que la sanción a Mo Katir había hecho justicia, se impuso con absoluta facilidad en unos 1.500 lentos (3:43.37) porque él lo quiso. Le daba igual. Aceleró en los últimos 400 para obtener su cuarto doblete en la historia de los Campeonatos y dejó que los demás se pelearan por el resto de las medallas. Carlos Sáez (3:44.48) le quitó la plata en los últimos metros a un Mario García Romo (3:44.56) que está pasando un mal invierno. Tampoco sufrió, en le prueba femenina, Esther Guerrero (4:21.81), superior también desde un principio a Marta Pérez (4:23.33).
Calidad y emoción en los 800, la prueba cumbre del Campeonato. Mariano García, acelerando o ralentizando a su antojo, llevó la iniciativa de principio a fin y ganó (1:47.27) por delante de Mohammed Attaoui (1:47.81), que resistió el poderoso ataque final de Adrián Ben (1:47.83). No tuvo rivales Óscar Husillos en los 400 (46.56). Y la pugna en la cumbre de los 60 metros vallas entre Asier Martínez y Quique Llopis se resolvió ajustadamente a favor del primero con 7.53 frente a 7.58.
María Vicente está espléndida y ajustando piezas sueltas para brillar, combinadas, en el pentatlón bajo techo y más adelante, en verano, el heptatlón. Después de su bronce, el sábado, en el salto de altura, se llevó los 60 vallas con unos excelentes 8.06. Una marca que la coloca históricamente como sexta mejor española en la prueba.
Unos días atrás, Jim Walmsley, estrella de las carreras por montaña, algo así como el Kilian Jornet estadounidense, miraba al lado mientras disputaba la UTMB, la prueba más importante del mundo, y alucinaba: «¿Qué haces tú por aquí?». A mitad del recorrido alrededor del Montblanc, completados unos 80 de los 176 kilómetros totales, se encontraba en el grupo de cabeza junto a él al francés Vincent Bouillard, con el que Walmsley llevaba años trabajando.
Para el diseño de las mejores zapatillas de Hoka, el corredor yankee, imagen de la marca, había dado su opinión sobre varios modelos a los ingenieros y entre ellos estaba Bouillard. Pero en plena carrera, éste no quería ayudar a Walmsley con el calzado, estudiar sus pisadas para próximos prototipos, tampoco animarle: Bouillard realmente quería ganarle. Y lo hizo. Pese a su empleo a jornada completa como diseñador de zapatillas en Hoka, el francés triunfó en la meca del trail running para sorpresa de todos, especialmente de los atletas profesionales patrocinados por la empresa.
«Quizá para ellos era raro, sí, pero yo no pensaba mucho en ello. En una carrera de ultra distancia, que dura unas 20 horas, te debes centrar mucho en ti mismo y en la gestión de tu propio esfuerzo. En los primeros kilómetros recuerdo que estaba feliz como un niño, disfrutando de poder correr con los mejores y hablando con ellos. Muchos de los corredores de Hoka, como Jim, son amigos míos y yo pensaba: 'Wow, soy capaz de correr junto a ellos'. Pero a medida que fue pasando la prueba me concentré mucho en mantener el ritmo y en hacer las cosas bien», explica Bouillard a EL MUNDO.
Probador del calzado que diseña
Con su triunfo cogió el relevo de dos leyendas francesas como François D'Haene y Xavier Thevenard y se quedó a unos minutos del récord de la prueba del propio Walmsley. Sólo le perjudicó un control de material algo accidentado en uno de los últimos avituallamientos y una pequeña caída al final del descenso de La Flégère, a la entrada de Chamonix. «Me hice un poco de daño, pero ya me quedaba muy poco. En ese momento lo más importante era disfrutar de la entrada a meta», comenta el corredor y diseñador de zapatillas o diseñador de zapatillas y corredor. Más o menos una cosa llevó a la otra.
De Annecy, mediofondista desde la infancia, mientras estudiaba Ingeniería en la Universidad de Lyon llegó a competir en los 800 metros de algunos meetings franceses, pero cuando se graduó dejó de soñar en un futuro como profesional. El tartán estaba olvidado; trabaja investigando sobre polímeros. Pero para mantenerse en forma empezó a correr por la montaña, consiguió una beca para trabajar en Hoka, una cosa llevó a la otra y encontró su sitio, su equilibrio, su vida.
Entrenar a cualquier hora
En su trabajo estudia nuevos materiales para la marca, siempre en contacto con los corredores profesionales, y en su tiempo libre prueba por los caminos los prototipos que diseña. Entre 2017 y 2022, sumó algunas victorias en carreras pequeñas y poco conocidas en Francia y el año pasado empezó a sonar el mundillo al ganar la Kodiak Ultra, una prueba modesta de 100 millas en Estados Unidos. Pero nadie esperaba que fuera a ganar la UTMB, una especie de Mundial de la especialidad. La retirada de muchos de los favoritos, entre ellos el mismo Walmsley o el español Pau Capell, y la maestría de Bouillard llevaron a la campanada.
«Muchos se sorprenden porque he ganado pese a tener un trabajo a jornada completa, pero sólo ha sido una carrera. Tengo mucho respeto por los corredores profesionales porque tienen que rendir mucho más, durante muchos años. Yo simplemente disfruto mucho de correr por la montaña y supongo que ése es el secreto. Saco tiempo para entrenar de dónde puedo, por la mañana, por la tarde y por la noche y, de momento, no tengo hijos así que no tengo muchas obligaciones familiares», resume Bouillard que ahora no quiere cambiar de vida.
Las marcas deportivas ansían fichar a nuevos talentos y Hoka lo tiene fácil, puede ofrecerle un contrato de corredor sin salir de la empresa, pero el francés quiere seguir trabajando como diseñador de zapatillas. «Hablaré con la marca y es posible que redefinamos mi posición, pero yo disfruto de mi trabajo, no quiero dejarlo», finaliza.